«TROZO», «DESTROZAR» Y OTRAS ETIMOLOGÍAS OSCURAS DE LA ROMANIA


Boletín de la Real Academia Española
[BRAE · Tomo XCVI · Cuaderno CCCXIII · Enero-Junio de 2016]
http://revistas.rae.es/brae/article/view/139

Resumen: La etimología de algunos vocablos patrimoniales ha sido objeto de largas diatribas, dando lugar a numerosas hipótesis endebles. Es necesario ahondar más directamente en los ricos y variados textos latinos, para hallar el étimo adecuado y acotar rigurosamente su campo semántico. Ciertas voces latinas han sido casi ignoradas y se recurre incluso a hipotéticos y no atestiguados términos de otras lenguas previas o en contacto, antes de agotar las posibilidades de un latín vulgar, base del habla de todos los rincones de la Romania. Es el caso de trādux, tradŭcis, cuyas acepciones y alta frecuencia en textos bajoimperiales llaman la atención de quien sea habitual lector de textos latinos.

Palabras clave: etimología; trozo; destrozar; trocha; trau.

TROZO, DESTROZAR AND OTHER OBSCURE ETYMOLOGIES OF ROMANCE-SPEAKING EUROPE

Abstract: The etymology of some ancestral words has been the subject of lengthy diatribes, giving rise to numerous flimsy hypotheses. A more direct exploration of the rich and varied Latin texts is required in order to find the appropriate etymon and to rigorously map out its semantic field. Certain Latin words have been almost ignored, and hypothetical and uncorroborated terms from other languages preceding or in contact with Latin have even been considered before exhausting the possibilities of Vulgar Latin, the root of the speech of every part of Romance-speaking Europe. This is the case of trādux, tradŭcis, whose senses and high frequency in the Late Roman Empire catch the attention of regular readers of Latin texts.

Keywords: etymology; trozo; destrozar; trocha; trau.


El estado de la cuestión

La etimología de la palabra «trozo» ha generado tan diversas explicaciones e hipótesis que la RAE opta por considerar este vocablo de origen incierto. Corominas recoge y comenta buena parte de todas estas propuestas en su Diccionario crítico-etimológico, para tomar también su propia postura.

Díez proponía para trozo una etimología a partir del latín thyrsus o tŭrsus (tallo de las plantas, bastón característico de Baco), préstamo del griego θύρσος. Se han planteado hipótesis más inverosímiles, como la de Gunnar Tilander, a partir de *tortiare, supuesto derivado de torquĕre (torcer o retorcer), la del cruzamiento de tŭrsus con *trunceare, derivado de truncus, por parte de Fritz Krüger, la de una forma gálica *trŏciŭ, derivada de un supuesto *trocus, expuesta por Johannes Hubschmid, y hasta la increíble y efímera de García de Diego a partir del latín torosus (musculoso, carnoso)1.

Posiblemente la más sugerente y atractiva de todas las propuestas sea la de Yakov Malkiel, también comentada por Corominas. Defendió Malkiel que «trozo» se obtuvo como un falso primitivo y por falso corte a partir de «destrozar», y que este tendría su origen en un latín vulgar *destructiare, derivado del clásico destruĕre. Seguramente es la teoría más creíble fonéticamente, pero como critica Corominas, poco factible. Malkiel se atiene al castellano sin tener en cuenta la situación en el conjunto de la Romania, y reconoce que tanto el verbo destrozar como trozo son vocablos de aparición tardía en castellano, pues «destrozar» se documenta por primera vez en Juan de Mena en 1444, sólo cuarenta y seis años antes que «trozo». Y resulta que este término, con la forma troç o tros y significado análogo al actual se testimonia tres siglos y medio antes en áreas occitanas, donde aparece en Marcabrú y en la canción de gesta Girart de Roussilhon, ambas fuentes del s. xii . Y no basta admitir la evidencia de que «trozo», y probablemente «destrozar», pasaran al castellano desde el catalán, y que en esta lengua o en el occitano se habría producido el fenómeno señalado por Malkiel: que de un latín *destructiare hubiera nacido en catalán el verbo destrossar , y a partir de él troç o tros. El proceso no es tan viable ni en ámbito catalán ni en occitano, donde seguramente se gestaría la voz y existe también tròç. Y no lo es porque un verbo destroçar no se documenta en fechas antiguas en estas lenguas y los ejemplos de destroça y destrossar, del Tirant y documentos más tardíos, según Corominas tienen el sentido, o bien de «desvalijar», o de «destruir globalmente», de «derrotar o aniquilar completamente» a un enemigo, más que de «hacer pedazos», y que para él tendría más bien relación con trossar (cargar un animal) o el castellano trojar que él relaciona remotamente con el latín torquĕre. Es así como Corominas al final se acoge, como única que le parece creíble, a la propuesta de Díez que explica nuestro vocablo a partir del préstamo griego thyrsus o tŭrsus, del que reconoce que la metátesis de la erre es bastante inexplicable en esa posición prosódica, o bien a la existencia de un ignoto *trŏciu prerromano, quizá céltico, que pudiera justificar también la acepción específica de tros o troç en catalán como campo o trozo de tierra.

Aún existe otra propuesta para «destrozar» del romanista alemán Harri Meier, no a partir de *destructiare sino de un hipotético *extertiare, que sería «reducir a tercios», y que recoge para el catalán troç/tros el diccionario de Alcover-Moll2.

Una etimología poco clara: la palabra castellana «trocha»

El vocablo «trocha»3 designa a una vereda o camino angosto que sirve de atajo entre dos puntos o a veces a un sendero abierto en la maleza sin duda para evitar un rodeo y transitar más pronto y directamente a un determinado punto. Su relación con la idea de traviesa queda patente en el hecho de que en diversos países americanos designa al ancho de las vías férreas. La Academia en este caso señala «quizá del celta *trōgium», que es la hipótesis que proporciona Corominas, la de una palabra hipotéticamente céltica sin ninguna corroboración fiable de existencia.

Podemos añadir un dato curioso sobre el habla extremeña, que emplea el verbo «atochar» con el sentido de «atravesar acortando», lo que ha de ser un cruce de «atrochar» con «atochar», por la relación de «atocha», que designa al esparto, con la idea de maleza interpuesta.

Analiza Corominas las diferentes propuestas, como la bastante infundada a partir del latín torquēre de Bluteau, aduciendo con razón que ni «trocha» podría venir de su participio torta, ni trocha es sendero que se tuerza o plantee revueltas, sino bien al contrario un atajo directo entre dos puntos. Del mismo modo rechaza la que un tiempo asumió la Academia a partir del latín traducta, pues ve dificultades para la monoptongación del diptongo secundario «au» y afirma que el correspondiente trocho de traductum debiera documentarse y no aparece. A continuación intenta relacionar muy diversos vocablos similares del retorromance y del área italiana del Tesino, para asociarlos a una raíz céltica o indoeuropea *tregh- vinculada al pie y a las huellas, o a la idea de correr, y, basado en una propuesta de Schuchardt, defiende la hipótesis de *trogium y sugiere que en último término sería un vocablo de la cultura de los Urnenfelder4.

Otra etimología dudosa: el francés «trou» y el catalán y occitano «trau» o «trauc»

Una explicación etimológica a nuestro parecer poco precisa, es la de las voces trou del francés, trauc en occitano y trau o trauc en catalán. Nótese que estos vocablos, frecuentemente traducidos por «agujero», nunca designaron a una simple oquedad. En francés trou siempre significó más bien perforación, abertura a través de un cuerpo que lo penetra y lo atraviesa, que conduce de un lado a otro. Tanto es así que en catalán casi siempre conlleva la idea de perforación que permite el paso de algo a su través, como la luz a través de un muro, las perforaciones en las orejas humanas o animales, o incluso los ojales en la tela, cuero y otros materiales que permiten el paso de un botón.

La solución para estos vocablos desde luego propios de lenguas gestadas en áreas galorromances ha sido considerarlas procedentes de un latín popular *traucum, de base quizá gálica o céltica, que aparece en el s. viii en la Lex Ripuaria con la forma traugum.

Un étimo latino ignorado o desatendido por los lingüistas

Inexplicablemente hay un vocablo latino al que los etimólogos han prestado poca atención, sobre todo en relación con su enorme uso, especialmente en el latín vulgar y tardío, y la riqueza de matices significativos que llega a adquirir. Se trata de la palabra trādux, tradŭcis. No obstante Meyer-Lübke recoge el étimo5 aportando no pocos derivados, como el italiano antiguo tralce, el italiano moderno tralcio, el veneciano trosa, las formas lombardas tros y troza, el parmesano trauza, el francés troche y el valón trok, formas todas ellas vinculadas a la idea de vástago vegetal o mugrón. Y aún añade algunos derivados secundarios.

Si bien el Thesaurus Linguae Latinae nos ofrece un número de ocurrencias del vocablo que alcanza varias decenas, en su mayoría del latín de plena época, estas apariciones se transforman en centenares cuando acudimos al latín del s. iv y posteriores. En concreto el extenso corpus que ofrece Library of Latin Texts6 nos ofrece exactamente 387 ocurrencias, de las cuales 14 corresponden al latín clásico y posclásico y 373 al latín tardío, principalmente bajoimperial del s. iv, en textos cristianos, aunque también en menor proporción medievales. Todas ellas han sido examinadas y entendidas en su contexto textual.

Es además en el s. iv cuando el vocablo adquiere una extraordinaria riqueza de matices y sentidos, manteniendo su idea básica.

Nótese que su evolución fonética es plenamente justificable. Partimos de un vocablo esdrújulo en sus casos oblicuos (tradŭcem en acusativo), pese a estar formado por la raíz de dūcĕre, cuya vocal radical es larga por naturaleza, pero el verbo presenta un radical indoeuropeo en grado pleno *deuk- / douk-, cuyo diptongo ou se conserva todavía en inscripciones arcaicas, dando lugar a dūc-, mientras que la forma nominal se configura sobre el grado cero *duk- y presenta la forma dŭc-. No descartamos sin embargo la posibilidad de una realización ocasional tradūcem en latín vulgar tardío por analogía con dūcĕre y sus verbos prefijados que mantienen ū, fenómeno muy frecuente y atestiguado. Incluso muchas de las formas esdrújulas de ciertos prefijados verbales esdrújulos (renĕgat, contĭnet, etc.), pasarán en latín vulgar tardío a llanas (renegat, continet…), por pura analogía con el verbo simple7. No obstante en el caso de tradux, tradŭcis incluso en una fecha tan tardía como el s. xv (hacia 1435), un gramático de la tradición medieval como Oswaldo de Corda nos dice:

V ante c producitur, quando desinit in -cus, -ca vel -cum, ut eunúchus, cadúcus, sambúca, erúca, etc., et composita a duco-is, luceo-es, ut edúcet, elúcet, etc., eciam manduco, sed éduco-as pro nutriré corripitur. Genetiuus allucis de allux et Pollucis de Pollux producitur, in aliis breuiatur, ut tráducis a tradux, uólucis a uolux, etc., eciam corripiuntur inuólucrum neutri generis et uolucer -cris -cre.8

Traducimos: «U ante c se alarga cuando (la palabra) termina en -cus, -ca o -cum, como eunūchus, cadūcus, sambūca, erūca, etc., y los compuestos de duco-is, luceo-es, como edūcet, elūcet, etc., incluso manduco, pero edŭco-as con el valor de criar se abrevia. El genitivo allucis de allux y Pollucis de Pollux se alarga, en otras palabras se abrevia, como tradŭcis de tradux, volŭcis de volux, etc., incluso se abrevian involŭcrum de género neutro y volŭcer -cris -cre. »

Parecería entenderse pues que el mantenimiento de la forma radical breve en los casos oblicuos de tradux, y su consiguiente realización esdrújula es hecho seguro a lo largo de todo el Medioevo, pero tampoco hay que olvidar que gramáticos y letrados tienden a atenerse a lo normativo.

En cualquier caso en traducem, en un territorio occitano o bien catalán, se habría producido la lenición habitual de la d intervocálica. Sabido es que en estos ámbitos tal lenición acaba en caída cuando la d es pretónica9, lo que hubiera sucedido en una forma modificada por la analogía tradūcem, generando un diptongo, o al menos un grupo secundario «au». Pero idéntico resultado hallaríamos partiendo de la forma propia tradŭcem. En la evolución de la -d- intervocálica en posición postónica, aparte de realizaciones en sibilante tanto en catalán como en occitano, es habitual su vocalización en «u», como en caure, de cadĕre, o traure de tradĕre, de lo que hay incluso algún caso en posición pretónica (como veure, de vidēre). En tradŭcem esa vocalización de la d en «u» se habría producido tras la síncopa, lo que daría un resultado prácticamente idéntico a su caída. Tenemos garantizada en cualquier posición prosódica de esa d intervocálica la consecuencia de un grupo «au».

Si bien la monoptongación de «au» es hecho esporádicamente ya probado en un latín vulgar muy antiguo, en general sabemos que las monoptongaciones romances de «au» son un fenómeno tardío, posterior a otros cambios fonéticos, por lo que no vemos inconveniente para que se produjera en un diptongo «au» secundario, de la misma manera que se dio en los primarios en palabras como lloar a partir de laudare, o cloenda a partir de claudenda. Así en tradŭcem > traŭce, el grupo habría monoptongado en «o», y la asibilación de la gutural «c», con caída habitual de toda vocal final que no sea «a», daría lugar a la forma occitana tròç y a las catalanas troç (más antigua) y tros (variante gráfica más actual).

Y no es óbice que en las variantes occitanas o catalanas predomine en troç un timbre abierto de la «o» (también hay ejemplos de realización cerrada como testimonia Corominas). La «o» abierta etimológicamente suele proceder de «ŏ» y de «ŭ» latinas, mientras el diptongo «au» suele producir la variante cerrada. Pero sabido es que en estas lenguas independientemente del origen de una «o», esta pasará con frecuencia a «o» abierta en cuanto reciba el acento. Basta que en la cadena fónica el monosílabo tenga una realización tónica para que la «o» se abra, reforzado además por el muy probable influjo analógico de palabras como destroça. Además en el derivado trossejar se nos muestra esa «o» cerrada, que pudo ser la realización originaria. Pero sobre todo, tenemos la constatación de que las primeras apariciones de troç en Marcabrú y en la canción de gesta Girart de Roussilhon muestran por la rima que esa «o» era cerrada10.

Tampoco es inconveniente el plural de la palabra, trossos o troços. Aunque en muchos vocablos esta forma de plural es etimológica y se corresponde con el acusativo plural -os de un tema en -o latino, esta variante plural -ssos se morfologiza desde antiguo y se extiende a todos los vocablos masculinos, acabados en -os en singular, bien agudos o bien monosílabos, aunque procedieran de la tercera declinación. Y basta con que troç se asumiera y empleara como forma masculina para que un posible plural etimológico en -es se desechara inmediatamente, como forma que la lengua había fijado para los femeninos. Y este plural llano, realizado en la práctica en la sílaba tro- con o abierta pudo influir también en la expansión de la realización abierta de la o en troç.

En cuanto a la monoptongación o no de ese grupo «au», quizá haya que ponerlo en relación con la prosodia, si es que junto a la forma tradŭcem pudo existir una variante modificada por la analogía tradūce(m), en que la penúltima sílaba presentara vocal larga y una realización llana. La primitiva posición del tono acentual, bien en la «a», bien en la «u», pudo favorecer el resultado de una forma con monoptongación y otra sin ella, con lo cual es justificable una variante trauc (probablemente vinculada a una forma *traducum, que posteriormente justificaremos) o trau y una variante troç. En lengua d’ oïl o modalidades septentrionales que dan lugar al francés tenemos la forma trou (para trau, perforación o agujero) y una arcaica forma trous hoy desusada con el valor de trozo, que se corresponden perfectamente con una evolución habitual de un grupo «au» (como en clou, de clavus, que en catalán es clau). además disponemos de otro argumento. El catalán monoptonga el diptongo latino «au». En las áreas occitanas también lo monoptongan los dialectos de Auvergnat-Limousin y alpino-delfinés. En cambio el grupo provenzal, el languedociano-guyenés y el aquitano-gascón se caracterizan por la conservación del diptongo «au»11. Podría pensarse pues que la variedad de tendencias en la Occitania y en el área pirenaica catalana pudo influir en suma en la existencia de dos resultados, la forma troç o tros monoptongada, y la variante trauc o trau, conservadora del diptongo. Y en cualquier caso, incluso con el mantenimiento siempre del acento clásico en posición antepenúltima, sería posible justificar la existencia de dos resultados para la palabra, pues ejemplos hay de ello. Las lenguas especializarían estas diferentes variantes en dos usos y valores semánticos distintos.

Pero en un ámbito castellano o al menos hispano la forma tradŭcem pudo haber evolucionado de otro modo. No vemos inconveniente para la lenición y caída de la -d- intervocálica y tampoco para la monoptongación posterior del diptongo secundario «au», especialmente natural en castellano incluso en épocas tardías. El resultado de un grupo ce/ci, que pasa primero por una palatalización, acaba las más de las veces asibilado en «z», pero en ocasiones pervive como africada postalveolar como «ch». Y así tenemos «chícharo» del latín cicĕra, «chico», del latín ciccum, «chinche» del latín cimĭcem, etc. El fenómeno de la conservación palatal de los grupos latinos ce/ci es además el resultado absolutamente regular en todas las variantes del romance andalusí, de las cuales unas mantienen parcialmente el grupo «au» y otras lo monoptongan, romance que trasvasa no pocas variantes al romance castellano. Es así como una forma tradŭcem pudo generar inicialmente una forma «troche», que conservando un género femenino como tuvo en latín muchas veces, pasaría fácilmente a «trocha» por analogía. Si bien optamos preferentemente por esta explicación, sobre todo por motivos prosódicos, no sería imposible otra. La forma trādux, tradŭcis evidencia en su morfología que en origen es un adjetivo, aunque su uso masivo en latín responde a una sustantivación, lo que explica también sus oscilaciones de género en el latín, que más adelante mostraremos en algunos textos. Tenemos además evidencia de formaciones paralelas que nunca pasaron de un uso adjetivo, como redux, redŭcis (que está de vuelta, retornado, que conduce de regreso), testimoniado desde Plauto y empleado por Cicerón, Quinto Curcio, Marcial y otros autores, praedux, praedŭcis (que conduce o se lleva por delante), mucho más tardíamente atestiguado, y hasta un posible perdux tardío12. Y si es así, aunque son adjetivos preferentemente usados en agentes animados, sus formas regulares pudieron incluir variantes neutras, tanto como masculinas y femeninas. Una forma neutra plural traducia es perfectamente regular (como atrocia, ferocia, etc.), y explicaría una evolución directa a «trocha».

Pero no basta la justificación fonética, sino que es fundamental asimismo la demostración semántica.

En latín trādux es vocablo formado por el prefijo trans- (de un lado a otro) y la raíz del verbo ducĕre, y en principio no significa otra cosa sino «que conduce de un lado a otro». Su acepción concreta más común es agrícola, la encontramos principalmente en Varrón, Columela, Plinio o Tácito, y se refiere exactamente a ramas o vástagos que se hacen pasar de un árbol a otro para formar una enramada o emparrado, y muy especialmente a los vástagos, sarmientos o mugrones de vid, cuyos cultivos se dan emparrados: en esta acepción agrícola la palabra, polivalente al género, presenta las más de las veces género femenino, aunque en alguna ocasión incluso en un mismo autor la hallamos empleada como masculino. Estas ramas o vástagos, como muy bien explican los clásicos en diversos fragmentos, están destinadas a ser cortadas periódicamente para que la vid no envejezca rápidamente, en lo que insiste especialmente Columela.13

En el capítulo 29 del libro IV, Columela nos explica también, cómo a partir de un tradux unido a una planta madre e insertado en una herida u orificio de otro tronco, se puede lograr un injerto, o cómo puede hacerse mediante un sarmiento tierno elegido, traído y cortado de una planta madre, de modo que el tradux (o la tradux) es también el trozo o esqueje que se emplea como injerto para trasmitirlo de una planta madre a otra (líneas 2-4). De un modo u otro estos vástagos o muñones están destinados a convertirse con el tiempo en fragmentos leñosos cortados.

En consonancia con estos valores hallamos las etimologías ya desde hace largo tiempo aceptadas que aporta Meyer-Lübke, entre las cuales, las formas lombardas tros y troza y la variante troza del dialecto véneto que significa «mugrón de vid» y también recoge Corominas14, nos atestiguan una monoptongación en «o», correspondiente a la forma italiana con síncopa tràlce, o tràlcio (sarmiento de vid que se emparra), todas procedentes del latín tradŭcem.

Por otra parte está el vocablo francés troche, que aparece documentado desde el s. xi con el significado originario de racimo, haz o amasijo de tallos o ramas vegetales sobre un mismo pie15. Se considera procedente de tradux, tradŭcis, a partir de una forma popular *traduca, que solo vocalizada en –a justificaría la forma troche. Aunque es muy fácil pensar en una forma femenina en –a a partir del hecho del frecuente uso femenino de tradux, el carácter colectivo del sustantivo troche justifica más bien un neutro plural *traduca, que en más de una ocasión forma el latín cuando emplea plurales colectivos partiendo incluso de un singular masculino o femenino (como en loca, ʻlugares, parajesʼ, a partir de locus, lugar, y otros casos), que incluso pudo suponer después la formación de un singular neutro *traducum,16 base perfecta para entender el mantenimiento de la «c» gutural y no asibilada de una variante como trauc. Pero también podría proceder de una forma regular adjetiva traducia. Del mismo modo troche nos testimonia una variante monoptongada.

Parece evidente que este troche francés, si no es que se dio en castellano una forma paralela, que creemos que sí, podría estar también en la base de nuestra expresión «a troche y moche». Hacer algo «a troche y moche» es hacerlo a bulto, sin orden ni medida y «a montón». Si es que la expresión no es un galicismo al completo, pues igual que troche es amasijo de ramas, moche es en francés madeja grande de hilo sin torsión que se vende en grandes paquetes, al menos troche podría serlo y estar «moche» relacionado con el mochar o desmochar a bulto en la poda de árboles y arbustos.

Si no es suficiente ya la acepción clásica del vocablo, por un lado, y asociado al verbo traducĕre (hacer atravesar, atravesar) como «lo que conduce de un lado a otro», y por otro de sarmiento que pasa de una vid a otra o a un soporte arbóreo, y que se corta al completo con regular periodicidad, y por supuesto se emplea como leña, para justificar, por un lado el sentido más culto de perforación que permite el paso de algo (trou, trauc, trau), como el de pequeña senda o atajo que conduce directamente de un punto a otro (trocha), y por otro lado el de trozo (troç, tros), vamos a ver los matices del vocablo en el latín cristiano.

En latín tardío, con un amplio empleo en los textos de los padres de la Iglesia que introducen en gran medida en la literatura escrita los usos orales y populares del latín y su tendencia a sustituir los abstractos latinos por vocablos concretos, para nuestro vástago o sarmiento transmisor los diccionarios más usuales como el de Gaffiot suelen dar el valor abstracto de ʻintermediarioʼ, que aproximadamente encontramos por ejemplo en Isidoro de Sevilla y que en función del estilo preferimos traducir por «vehículo» :

Fama autem dicta quia fando, id est loquendo, pervagatur per traduces linguarum et aurium serpens.17

Traducimos: «La fama es por otro lado así llamada porque ʻfandoʼ, es decir hablando, se expande deslizándose mediante los vehículos de las lenguas y los oídos»

Pero como demostraremos con citas textuales sus acepciones más frecuentes son mucho más variadas y ricas. Tradux en general viene a ser siempre la parte de algo o alguien que pasa o se trasmite a otro, la emanación de alguien que recibe otro, y así el vocablo adquirirá sentidos similares a ʽlegadoʼ, ʻherenciaʼ o incluso ʻlinajeʼ. Es palabra que está muy presente por ejemplo en las diatribas cristianas del s. iv sobre el origen del alma. Conforme avanza el tiempo incluso llega a sustituir a la palabra traditio, y se usa como un abstracto con el valor de ʻtransmisiónʼ o ʻtradiciónʼ, lo que vemos repetidamente ya en el latín humanista. De entre los centenares de citas posibles, elegimos unas cuantas muestras, advirtiendo de que hay muchísimas similares.

Tertuliano, hablando de Eva o de la mujer dice:

Ceterum et ipsam dei afflatus animasset, si non ut carnis, ita et animae ex adam tradux fuisset in femina.18

Traducimos: «Por lo demás también a ella misma la habría animado el soplo de Dios, si no hubiera habido una parte trasmitida del alma de Adán en la mujer, así como la hubo de la carne».

O quizá debiéramos traducir «una emanación del alma de Adán», o ¿por qué no?, de manera menos rebuscada, simplemente «un trozo del alma de Adán», disyuntiva a la que también nos enfrentamos en el siguiente :

Itaque dum demiurgus traducem animae suae committit in Adam, latuit homo spiritalis flatui eius insertus et pariter corpori inductus, quia non magis semen noverat matris demiurgus quam ipsam.19

Traducimos: «Así pues, mientras el creador trasmite una parte de su alma a Adán, se mantuvo en paz el hombre espiritual inserto a su soplo e igualmente introducido a su cuerpo, porque el creador no tenía más contacto con semilla materna que esa misma (alma)».

Y Agustín de Hipona, comentando la naturaleza de Jesucristo dice:

Non habet iste traducem de Adam; carnem tantum sumsit de Adam, peccatum non assumsit.20

Traducimos: «No tiene este la herencia de Adán, sólo tomó de Adán la carne, el pecado (original) no lo recibió».

Bastante más tarde, en el s. xi, dice Odo de Tournai:

Non ergo potest de se anima animam procreare, nec possumus invenire traducem quae fieri dicebas animam.21

Traducimos: « No puede por lo tanto un alma procrear otra a partir de sí misma, ni podemos encontrar la línea de trasmisión que decías que llega a ser un alma».

O quizá la «parte trasmitida».

Prudencio nos dice en los siguientes versos:

Vitandus tamen error erit, ne traduce carnis
transfundi in subolem credatur fons animarum
sanguinis exemplo, cui texta propagine vena est.22

Traducimos: «Habrá de ser evitado no obstante el error de creer que con la transmisión de la carne / la fuente del alma se trasfiere a la descendencia/ a la manera de la sangre, ligada a la cual (a la carne) está su vena en el descendiente».

Y en el Ambrosiaster o Pseudo-Ambrosio, obra de fines del s. iv o quizá ya del v, leemos:

Quando enim promissio facta est Abrahae et audivit quia in semine tuo benedicentur omnes gentes, Christus utique illi promissus est ex traduce Isaac, in quo hoc inpletum videmus.23

Traducimos: «Cuando en efecto se le hizo la promesa a Abraham y oyó que en su semilla serían bendecidos todos los pueblos, se le prometió que de cualquier modo sería Cristo de la estirpe de Isaac, en el que vemos esto cumplido.»

Esta acepción la vemos bastante viva en el Medioevo en diversos textos, de los cuales tenemos los siguientes en ámbito hispano:

Hymn. Hisp. 155.4 arbaque reples hominis ex traduce ( «llenas los campos de la estirpe del hombre»).

Eulog. Mem. 3.17.1, 9 fastu Arabicae traducis exornabatur («se adornaba con el orgullo de la estirpe árabe»).

Alb. Ep. 7.7, 20 qui eam ex traduce ortam asserunt, ( «que afirman que [el alma] ha nacido de una estirpe»), y así también en 5.7.20, 10.21, 6.2.9.

Vita 2.2 senatorum traduce natus ( «nacido de estirpe senatorial»).

Ind. 26.19-20 propagationum traducibus («con las estirpes que se propagan»).

Y sigue viva hasta tiempos medievales más tardíos, en que podemos testimoniarla por ejemplo en el s. xiii, en un texto versificado como este:

Ex his qui remanserant sese resceperunt
in tutis Asturiis; montes coluerunt
regia de
traduce regem elegerunt
rebellare statuunt, sicut et fecerunt
.24

Traducimos: «Los que de estos quedaron se refugiaron / en las seguras Asturias, los montes habitaron / un rey de linaje real eligieron / deciden resistir por las armas, como así lo hicieron.»

Y más tarde empieza a asumir el vocablo una sinonimia con ʻtradiciónʼ, bien patente en el latín humanista, que podemos ver, por ejemplo, en este texto de Lorenzo de Brindisi (2.a mitad del xvi):

Necesse est igitur in christianae fidei dogmatibus reperiri antiquitatem, cum sit vera fides illa eadem quam Christus docuit, discipuli acceperunt, Apostoli praedicarunt, ecclesiae conservarunt et maiores nostri ab Apostolis ad nos usque per traducem propagarunt.25

Traducimos: «Necesario es por lo tanto que se encuentre antigüedad en los dogmas de la fe cristiana, siendo la fe verdadera aquella misma que Cristo enseñó, los discípulos recibieron, predicaron los Apóstoles, conservaron las iglesias y nuestros antepasados propagaron por tradición desde los Apóstoles hasta nosotros.»

Pero hallamos un texto especialmente elocuente en la colección de cartas del s. xii dirigidas al abad Guibert de Gembloux, que vivió entre 1125 y 1213. En él leemos la siguiente descripción de algo que hay en una ermita, a raíz de una especie de prodigio sucedido tras la muerte de un santo varón:

Spiritu autem Sancti patris ad summum Patrem spirituum transmisso et carne originali terre gremio restitute, sarmentisque, quibus superiacuerat, aliquibus pro reliquiis a quibusdam direptis, aliquibus huc illucque dispersis, unum illorum virtuti sancti solo inherens radicem deorsum et comam sursum emisit. Quod advertentes qui locum frecuentabant et gratias agentes, quoniam intra domum erat, fosso pariete progrediendi ei exitum prestiterunt. Denique, cum, dilatatis hinc inde flagellis in vitem excresceret, suppositis lignorum traducibus, presbiterium deforis ambire fecerunt.26

Traducimos: «Entregado el espíritu del santo padre al Padre supremo de los espíritus y devuelta al seno de la tierra su carne originaria, arrebatados por algunos como reliquias ciertos sarmientos que había utilizado como lecho, diseminados algunos por aquí y por allá, uno de ellos, por el solo poder del santo, enraizando hacia abajo, echó fronda por arriba. Advirtiendo esto y dando gracias, los que frecuentaban el lugar, puesto que estaba dentro de la casa, le proporcionaron una salida para desarrollarse por una pared agujereada. Finalmente, al crecer en forma de vid, extendidas de aquí y de allá sus ramas flexibles, colocando debajo unos trozos de leña, hicieron que rodeara por fuera el presbiterio.»

Es evidente en este texto que, aunque se esté hablando de una vid, el uso de tradux no se refiere a sus sarmientos, sino aproximadamente a lo que en arboricultura se llama tutores, fragmentos o troncos finos de madera rígida que sirven de soporte o guía a tallos aún tiernos y flexibles, y el hecho de que la palabra venga determinada por el genitivo lignorum imposibilita y hace absurda la interpretación de tradux como vástago vegetal que necesariamente es de madera o leño. Se da pues aquí la necesidad de especificar para el autor que estos traduces son «de madera» o «de leños», lo que nos hace afirmar que plenamente se empleó ya en latín la palabra con el valor de ʻtrozoʼ o ʻfragmentoʼ. No se nos ocurre otra traducción posible si no es a lo sumo, «guías de leños», «tutores de madera», que necesariamente son fragmentos de troncos o tallos lignificados.

Si ahora acudimos a cualquier diccionario de catalán lo suficientemente detallado, como el de Alcover27, para consultar las acepciones de la palabra troç o tros, encontraremos básicamente y en resumen lo siguiente:

  1. Parte de cualquier cosa separada del resto, sea material o de carácter abstracto. Es un sentido que creemos haber justificado plenamente desde el latín, no sólo como fragmento material separado o cortado, sino también en el valor abstracto de parte que puede separarse o trasmitirse.

  2. Porción de algo considerada como parte del resto, de lo cual no está realmente separada o desvinculada. Es un sentido íntimamente ligado al valor más primitivo de tradux como vástago de viña realmente ligado a la planta madre y formando parte de ella.

  3. Campo o heredad, porción de terreno de cultivo que uno posee, acepción vigente tanto en catalán oriental como occidental, en expresiones como «m’en vaig al tros» y similares, en que el vocablo aparece sin determinación alguna. Parece evidente que esta acepción está ligada al uso repetido del vocablo en latín bajoimperial y medieval como parte trasmitida, legado o herencia, que sin problemas pudo aplicarse al trozo de tierra cuya posesión o usufructo heredaba alguien por trasmisión de sus antepasados.

Esta es una de las acepciones que a nuestro juicio más confusiones ha producido, incluso en el propio Corominas, que, basado tanto en esa acepción que no casaba con la semántica de los étimos propuestos, y en que Du Cange recoge la forma latina trocium referida a la tierra y testimoniada en el s. xiv en la Charta Maioricensis, llega a pensar en un posible étimo prerromano *trocium para ella.

Se engaña Du Cange a nuestro juicio al considerar sin base alguna (ya que aparece desprovisto el vocablo de toda cuantificación) que trocium es una medida agrícola entre los mallorquines28, y proporciona dos citas en que no sólo es posible entender trocium como heredad, sino simplemente interpretarlo con el sentido de trozo sin más:

Vendimus D. Sancio Regi Majoric. unum Trocium terræ, in quo sunt et esse debent 20. quarteriatæ terræ.

Vendimus quoddam Trocium terræ tam laboratum quam eremum.

Traducimos: «Vendemos a D. Sancho rey de Mallorca un trozo (o heredad) de tierra, en el que hay y debe haber 20 cuarteradas29 de tierra».

«Vendemos cierto trozo de tierra (o cierta heredad agrícola) tanto trabajado como yermo».

Es evidentísimo que trocium no es más que una de las bastante numerosas latinizaciones bajomedievales de términos procedentes de las lenguas romances o vernáculas en general, de las que está plagado el latín medieval y en buena medida el glosario de Du Cange, en este caso latinización de troç, que en el sentido de heredad tiene un frecuente uso en el catalán baleárico, y que no ha existido nunca tal vocablo latino y mucho menos prerromano.

  1. Porción de espacio o de distancia, similar al castellano trecho o tramo, o al latín trames, tramĭtis (sendero o espacio que cruza y media entre un punto y otro), como lo que media entre dos puntos, sentido completamente afín con el valor de tradux como lo que conduce de un lado a otro, y comparable con el castellano trocha.

  2. En expresiones como «un tros de…» (seguido de un sustantivo), designa al ser entero de una persona con la particularidad de una gran corpulencia o una fuerte personalidad. Creemos que es un desarrollo expresivo propio del romance, equivalente a las expresiones castellanas «vaya pedazo de mujer» o «un pedazo de hombre», o «vaya cacho (de) bruto», si no es que hunde sus raíces en un posible sentido antiguo de vástago o retoño vigoroso.

El caso del verbo «destrozar»

El verbo destrozar también se documenta tardíamente en castellano, como destroçar en el s. xv, y, se considera asimismo castellanización del catalán y occitano destroçar o destrossar, que de igual modo pasaría tardíamente desde el castellano al portugués.

El verbo se testimonia bien en catalán en el s. xiv, por lo que en principio, dado que en catalán y occitano troç es vocablo mucho más antiguo, no hay inconveniente alguno para considerar que destroçar sería un derivado a partir de troç. Esto casa perfectamente con uno de los dos sentidos que en catalán tenía el antiguo destroçar en los siglos xiv y xv, que tanto extraña a Corominas, que aparece en Curial y Güelfa y que es el de desvalijar. Pensamos que no sería más que una acepción figurada de un verbo agrícola que significaría desmochar, despojar a una viña o a un árbol de sus tradŭces, brotes o vástagos, dejarla pelada en definitiva, y que es la misma palabra que el occitano antiguo destrossar o el francés antiguo destrousser, ambas con el sentido de ʻdespojarʼ o ʻdesvalijarʼ.

No es imposible que ya una acepción de ʻhacer pedazosʼ hubiera desarrollado en fecha temprana la idea de aniquilar completamente a un enemigo causando un terrible estrago, que es también el otro significado antiguo en catalán desde el s. xiv, y que es la acepción primitiva que tiene el vocablo recién adquirido en castellano, mucho antes de cobrar claramente el valor de deshacer algo en pedazos por su relación con trozo. Pero quizá tiene razón Corominas al considerar la posibilidad de otra raigambre para el verbo, aunque en nuestra opinión no ande muy inspirado en encontrar el étimo. Tal vez fuera posible introducir aquí el hipotético *destructiare de Malkiel, si no fuera porque este no explica demasiado bien la forma occitana estrossejar, probable cruce de *estroçar y trossejar, ni la italiana strozzàre (matar estrangulando) que Panigiani relaciona a nuestro parecer erróneamente con un étimo germánico.

Es mucho más factible pensar en un étimo de partida *extrŭcidāre, formado a partir del clásico trŭcidāre, cuya evolución fonética puede justificar plenamente las formas estroçar y strozzàre. No es necesario demostrar la enorme frecuencia de formaciones vulgares latinas con ex- a partir de verbos clásicos, esta incluso viene avalada por Meyer-Lübke30, que aporta como derivados suyos el antiguo rumano struncinà (machacar, aplastar, aniquilar), en rumano moderno zdruncinà, el macedonio sturcinare y el italiano strucinare (destruir, degollar). El verbo trŭcidāre, compuesto de trux, trucis (que denota la saña y la crueldad) y de la raíz de caedĕre (cortar, herir, matar), tuvo en latín el valor de masacrar o aniquilar con saña, pero su significado primario era el de degollar, no muy lejano pues al de estrangular del verbo italiano strozzàre, en que *extrŭcidāre pudo sufrir incluso la influencia analógica de extrudĕre (presionar con violencia), que fácilmente además pudo generar también una variante vulgar *extrudiari /extrudiare.31

Pensamos pues que la forma catalana destroçar que pasó al castellano podría haber sido la confluencia de un destroçar (desmochar, desvalijar) a partir de troç, y de un *estrozar/ estroçar muy probablemente procedente de una forma vulgar *extrŭcidāre.

Conclusiones

En conclusión, proponemos que el vocablo «trozo», en su forma más antigua «troço», es castellanización y préstamo del catalán troç, lo cual era ya opinión bastante extendida, y existente también en áreas occitanas, se gestó en catalán o en las zonas occitanas lemosinas proclives a la monoptongación del diptongo «au», a partir del latín trādux, tradŭcis.

Del mismo modo planteamos idéntico origen para los vocablos trau o trauc del catalán u occitano y trou del francés, con la mayor probabilidad a partir de una variante neutra *traducum, si no del propio tradŭcem, ateniéndonos también a su sentido primigenio:

  1. En francés trou, con las formas arcaicas también de tro y tros, tiene el significado prístino de abertura a través de un cuerpo que lo penetra y lo traspasa, aplicado después al ojo de una cerradura y diversas acepciones afines. 32

  2. En catalán trau/ trauc tiene el mismo sentido de perforación y el muy específico de ojal.

En este vocablo quizá el valor más abstracto y más cultista de tradux como ʻlo que conduce de un lado a otroʼ pudo concretarse muy fácilmente en el sentido de perforación que atraviesa algo y permite el paso de otra cosa. Su aparición en la lex Ripuaria, ya tan tardía, como traugum,33 no supondría más que una fase transicional de la variante *traducum ya con pérdida de la d intervocálica pretónica y sonorización de la c.

Igualmente postulamos este mismo origen para la palabra castellana «trocha», perfectamente factible desde tradŭcem y posible también a partir de una variante neutra traducia.

Elena Pingarrón Seco

IES Benlliure de Valencia


  1. J. Corominas y J. A. Pascual, Diccionario crítico-etimológico castellano e hispánico. Versión electrónica, 2012, pág. 3227-3230.

  2. A. M. Alcover y F. de B. Moll, Diccionari català-valencià-balear. (http://dcvb.iecat.net)

  3. Agradezco a Joaquín Bustamante Costa, amigo y profesor de árabe de la UCA, la sugerencia de indagar también en las posibilidades de este vocablo.

  4. J. Corominas y J. A. Pascual, Diccionario crítico-etimológico castellano e hispánico. Versión electrónica, 2012, pág. 3212-3213.

  5. W. Meyer-Lübke, REW, 8833.

  6. CLCLT. Library of Latin Texts. Centre Traditio litterarum Occidentalium (version 7.a, en DVD), 2008. Ed Brepols.

  7. Ver al respecto por ejemplo V. Väänänen, Introducción al latín vulgar. Madrid, 1988, pág. 78.

  8. Oswaldus de Corda, Opus pacis, lin. 2008-2011. CLCLT. Library of Latin Texts. Centre Traditio litterarum Occidentalium (version 7.a, en DVD), 2008. Ed Brepols.

  9. Sobre los distintos resultados de la d intervocálica, consúltese por ejemplo F. de B. Moll, Gramàtica histórica catalana, Valencia, 2006, pág. 108. Sobre los resultados occitanos, J. R. Fernández González, Gramática histórica del provenzal. Oviedo, 1986.

  10. J. Corominas y J. A. Pascual, Op. cit. pág. 3228.

  11. J. R. Fernández González, Op. cit., págs. 31-32.

  12. Vide perdux in Thesaurus Linguae Latinae. Bayerische Akademie der Wissenschaften. München, 2004 (DVD ed. K. G. Saur).

  13. L. Iunius Moderatus Columella, Res rustica, Lib. V, cap. 6, línea 28. Y cap. 7, línea 22. CLCLT

  14. J. Corominas y J. A. Pascual, Op. cit., pág. 3217

  15. Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales (http://www.cnrtl.fr/etymolo gie/troche).

  16. En el latín oral o vulgar, previamente a la eliminación del género neutro en los sustantivos y su paso a femeninos y masculinos, que es hecho tardío y propio ya del paso a las lenguas romances, es además habitual una tendencia contraria, que es el paso a variantes neutras de nombres de entes entendidos como inanimados o de conceptos abstractos que originariamente eran masculinos o femeninos, de lo que hay numerosos casos, y especialmente en el vocabulario agrícola. Valgan de ejemplo formas como intŭbum a partir de intŭbus (endibia), balteum a partir de balteus (honda), rogum a partir de rogus (hoguera, hoguera fúnebre) u obsidium a partir de obsidio, obsidionis (asedio).

  17. Isidorus Hispalensis, Etymologiarum sive Originum libri, 1186, lib. 5, cap. 26, par. 26. CLCLT. Library of Latin Texts. Centre Traditio litterarum Occidentalium (version 7.a, en DVD), 2008. Ed Brepols.

  18. Tertullianus, De anima, Cl 0017, cap. 36, línea 27. Ibidem.

  19. Tertullianus, Adversus Valentinianos, CL 0016, pág. CSEL: 202, lín. 1. Ibidem.

  20. Augustinus Hiponnensis, In Iohannis evangelium tractatus, CL0278, tract. 4, par. 10, lin. 18. Ibidem

  21. Odo Tornacensis, De peccato originali, lib. 3, col. 1102, lín. 24. Ibidem.

  22. Prudentius, Liber Apotheosis, CL 1439, vers. 915-917. Ibidem

  23. Ambrosiaster, Commentarius in Pauli epistulam ad Romanos (recensio gamma), cap. 9, vers. 9/ pág. 311, lin. 11. Ibidem.

  24. Guillelmus Petri de Calciata, Rithmi de Iulia Romula seu Ispalensi urbe, versus 137 y ss. Ibidem.

  25. Laurentius a Brundusio, Lutheranismi hypotyposis, pars I. Hypotyposis Martini Lutheri, sectio 4, dissertation 3, cap. 6, linea 20. Ibidem.

  26. Epistularium Guiberti, Ep. 9, 714-721. CLCLT. Library of Latin Texts. Centre Traditio litterarum Occidentalium (version 7.a, en DVD), 2008. Ed Brepols.

  27. A. M. Alcover y F. de B. Moll, , Op. cit.

  28. «Modus agri apud Majoricenses». Vide Trocium. Du Cange et al., Glossarium mediae et infimae latinitatis. (http://ducange.enc.sorbonne.fr).

  29. Esta es la verdadera medida agrícola que se cita, la cuarterada, muy vigente aún en Baleares, llamada en latín quarteriata porque era la cuarta parte de un iugerum, medida romana de 28800 pies cuadrados.

  30. W. Meyer-Lübke, REW 3105.

  31. Consideremos la frecuencia de formas vulgares atestiguadas, como insidiari a partir de insidere, obsidiari a partir de obsidere, e incluso un posible assediari a partir de assedere.

  32. Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales (http://www.cnrtl.fr/etymolo gie/trou).

  33. Lex Ripuaria, tit. 43: Si quis in clausura aliena traugum ad transeundum fecerit, 15. sol. mulctetur. (Si alguien en un recinto cerrado ajeno hace un agujero para pasar, sea multado con 15 sueldos). Du Cange et al., Op. cit., traugum.