BIENIO RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL (2018-2019)

Darío Villanueva

Real Academia Española


Boletín de información lingüística de la Real Academia Española
[BILRAE · 11 · Marzo de 2019]
http://revistas.rae.es/bilrae/article/view/278


Señoras y Señores Académicos; Señoras y Señores:

Después de escuchar las cumplidas intervenciones de quienes se han sucedido en el uso de la palabra, la prudencia le aconseja al director de la Real Academia Española ser parco en el colofón de este acto de apertura del bienio pidalino, que desde hoy se extenderá hasta finales de 2019, año de la conmemoración del sesquicentenario del nacimiento en la ciudad de La Coruña de don Ramón Menéndez Pidal, fallecido en Madrid hace ahora casi cincuenta años justos, el 14 de noviembre de 1968.

Amén de la alocución del presidente de la Fundación Ramón Menéndez Pidal, don Jesús Antonio Cid, hemos escuchado con sumo agrado las ponencias de tres miembros de la misma que son a la vez académicos de la Española, don Juan Gil, doña Inés Fernández Ordóñez y don Pedro Álvarez de Miranda. Y en representación de la Junta de Gobierno de la RAE ha intervenido doña Aurora Egido, que en su calidad de secretaria de la Corporación se ha ocupado diligentemente de programar la presencia de oportunos escritos sobre Ramón Menéndez Pidal en nuestros boletines académicos.

Agradezco ab imo corde a la Fundación que haya contado con esta Real Academia para anunciar públicamente el comienzo del bienio mediante esta sesión que, aparte de las intervenciones propiamente académicas, cuenta con la actuación musical del inspirado intérprete de la poesía culta y popular, en gallego y castellano, don Amancio Prada, y con la primicia de una muestra bibliográfica basada en fondos pidalinos aportados por la propia Fundación y la Academia.

Amén de lo ya apuntado, a ambas instituciones nos unen desde ha tiempo lazos de entendimiento y cooperación. Ya en el año 2001 don Víctor García de la Concha y don Diego Catalán Menéndez Pidal suscribieron un convenio a propósito del Glosario del primitivo léxico ibero-románico (siglos viii al xii), y once años después don José Manuel Blecua Perdices y nuestro siempre recordado colega y amigo don José Jesús de Bustos Tovar firmaban un acuerdo marco de colaboración entre la Fundación Menéndez Pidal y la Real Academia Española cuya vigencia acaba de ser renovada.

En todo caso, el fruto más granado de esta cooperación ha sido, hasta el momento, la publicación en 2005 de la primera edición de la Historia de la lengua española que don Ramón había planificado ya de joven, pero que empezó a escribir en su primer exilio de Burdeos durante la guerra civil, continuó en los Estados Unidos y no dejó de ultimar y revisar ya de nuevo en España, tal y como nos detalla en la edición póstuma su nieto y albacea intelectual don Diego Catalán Menéndez Pidal.

Me complace sobremanera que este bienio que hoy comienza deje como uno de sus frutos más granados la publicación de otro inédito de don Ramón, del que tuve noticia por parte de la Fundación cuando me desempeñaba como Secretario de la RAE. Me refiero al libro Etapas en la vida y la obra de Menéndez Pelayo en la que el autor rinde homenaje a quien fuera su maestro en la Universidad Central y el académico que lo recibió cuando su ingreso en nuestra corporación en 1901. Este libro está conformado a partir del texto de doce conferencias inéditas pronunciadas en Buenos Aires en 1914 y algunos fragmentos de redacción anterior o posterior que nos llevan de 1912 a 1956.

La simple mención del nombre de Menéndez Pidal en este recinto académico suscita inexorablemente el recuerdo de la cita atribuida a Bernardo de Chartres: Nos esse quasi nanos, gigantium humeris incidentes. Nadie de entre nosotros, ante la figura y la obra imponentes de don Ramón podría dejar de considerarse con toda humildad un enano encaramado a los hombros de un gigante.

Diego Catalán rescató para nosotros una verdadera hoja de ruta investigadora que su abuelo escribió con el título Planes. Julio 1901. En ella figura, ni más ni menos, el programa completo para constituir, en los 25 primeros años del Siglo xx, los fundamentos de la historia de nuestra lengua desde sus orígenes hasta el descubrimiento de América, y para crear, por ende, la moderna Filología española que daría lugar a una escuela de la que seguimos bebiendo los académicos y universitarios nacionales e hispanoamericanos, así como los hispanistas extranjeros.

Como ya ha sido mencionado en esta misma sesión, Menéndez Pidal fue indiscutible director de la Real Academia Española durante treinta y dos años, antes y después de la guerra civil. Y en este segundo período, imbuido de su patriotismo liberal e ilustrado, desde 1947 patroneó la nave en singladuras difíciles, preservando, por caso, la dignidad de una Academia que, en contra del decreto gubernativo, mantuvo en la posesión de sus sillones a los académicos exiliados, entre ellos Salvador de Madariaga, que leyó su discurso de ingreso cuarenta años después de su elección, producida cuando don Ramón era ya director inmediatamente antes de la guerra civil.

En el elenco de los veintiocho directores que la Real Academia Española ha tenido desde 1713 hasta hoy se percibe la continuidad de ciertos perfiles según cada siglo. El xviii fue dominado por nobles ilustrados y laboriosos: los Marqueses de Villena, el Duque de Alba, el Marqués de Santa Cruz. En el xix, junto a la pervivencia de algunos títulos al principio y fin de la centuria, desde el Duque de San Carlos hasta el Conde de Cheste, irrumpen los escritores: Francisco Martínez de la Rosa o Ángel Saavedra y Ramírez de Baquedano, acaso más renombrado como Duque de Rivas.

El Siglo xx aportará, a estos efectos, una significativa novedad, emblemáticamente encarnada en Menéndez Pidal a partir de 1925. Después de las direcciones de su tío materno don Alejandro Pidal y Mon y del político don Antonio Maura y Montaner, con don Ramón comienza a reiterarse, con contadas excepciones, la presencia de filólogos al frente de nuestra corporación, no menos de siete entre los años cuarenta de Miguel Asín Palacios y el presente.

Tengo como uno de mis recuerdos más imborrables la fecha del 15 de noviembre de 1968. Los alumnos, muy numerosos, de segundo curso de Filosofía y Letras en la Universidad de Santiago de Compostela teníamos clase de lengua española a las cuatro de la tarde. Cuando el profesor intentaba comenzar su lección, a instancia de mis compañeros lo interrumpí para pedirle que dejase a un lado el programa previsto y nos ofreciese una semblanza o elogio del maestro que acababa de fallecer el día anterior. Así lo hizo ex abundantia cordis, pues él mismo era discípulo pidalino en segunda generación, enviado por Dámaso Alonso a Alemania como lector antes de su reincorporación a nuestra alma mater. Recuerdo que escuchamos sus palabras con emocionada unción, pues en cierto modo nos sentíamos vivificados bajo el sabio y benéfico manto del maestro como todo un pueblo que se amparase a la sombra de un soberbio árbol patriarcal.

Mas este recuerdo de hace medio siglo me hace sentir con toda viveza lo doblemente cierto que resulta en mi caso el dicho del platónico de la escuela de Chartres –nanos gigantium humeris incidentes–, y la inmerecida regalía que significa para mí el privilegio de dar por iniciado, junto con el director de la Fundación, el bienio conmemorativo del cincuentenario de la muerte y del sesquicentenario del nacimiento del gran maestro de la Filología española y por más de treinta años director de esta Real Academia don Ramón Menéndez Pidal.