UN POEMA «MATIZADO DE DIFERENTES PEDROS»
EN PERIQUILLO EL
DE LAS GALLINERAS
(1668),
DE FRANCISCO SANTOS *


Boletín de la Real Academia Española
[BRAE · Tomo XCV · Cuaderno CCCXII · Julio-Diciembre de 2015]
http://revistas.rae.es/brae/article/view/52

Resumen: Periquillo el de las gallineras (1668), de Francisco Santos, es una obra que se inscribe con todo derecho en el proceso de decadencia del género picaresco en España. Aunque se trata de una obra dotada de evidentes fines didácticos, por otra parte muestra interesantes destellos de cultura popular. El poema «matizado de Pedros» que figura en el Discurso XV da cuenta de las amplias posibilidades semánticas que facilita el personaje Pedro de la mano del folklore, de la lírica popular y del refranero. Asimismo, la presencia de este personaje en el poema sirve para resaltar, por los ejemplos a contrario que presenta, la figura virtuosa del protagonista Periquillo.

Palabras clave: Novela española del siglo xvii; Francisco Santos; Periquillo el de las gallineras; Pedro en el folklore, en el refranero y en la lírica popular.

A POEM «NUANCED WITH VARIOUS PEDROS» IN FRANCISCO SANTOS'S PERIQUILLO EL DE LAS GALLINERAS (1668)

Abstract: Francisco Santos’s Periquillo el de las gallineras (1668) is a novel that rightly belongs to the process of decline of the picaresque genre in Spain. Although it is a novel with clear educational aims, it also provides some interesting glimpses of popular culture. The poem “matizado de Pedros” (‘nuanced with Pedros’), which appears in Discourse XV, gives an account of the broad semantic possibilities offered by the character Pedro through folklore, popular poetry and proverbs. Moreover, this character’s presence in the poem, through the contrasting examples it offers, serves to highlight the virtuous figure of the protagonist Periquillo.

Keywords: seventeenth-century Spanish novel; Francisco Santos; Periquillo el de las gallineras; Pedro in folklore; in proverbs and in popular poetry.


Entre la pléyade de escritores del Siglo de Oro que cultivaron el género picaresco durante su etapa de decadencia o desintegración destaca el madrileño Francisco Santos, autor de una serie de obras calificadas de costumbristas y cargadas de fuertes componentes didácticos y satíricos. Poco se sabe de la vida de nuestro autor y no hay muchos estudios importantes sobre su obra. Nacido hacia 1620, vivió en Madrid y sirvió en la Guardia Real durante los reinados de Felipe IV y Carlos II. Por las referencias que dejó en sus obras se puede decir que pasó frecuentes apuros económicos. Murió en torno al año 1700.

En el periodo comprendido entre 1663 y 1667 Santos entregó a la imprenta la friolera de dieciséis obras. La más famosa es Día y noche de Madrid (1663), que se centra en la denuncia de los vicios de la vida cortesana. Además de , sus principales publicaciones fueron Las Tarascas de Madrid y Tribunal espantoso (1665); Los gigantes de Madrid por defuera y Prodigioso entretenido (1666); El no importa de España, Loco político y Mudo pregonero (1667); Periquillo el de las gallineras (1668); La verdad en el potro y Cid resucitado (1671); El rey gallo y discursos de la hormiga (1671); La tarasca de parto en el mesón del infierno (1672) y El diablo anda suelto (1677).

En general la obra de Santos ha sido enmarcada en el ámbito del costumbrismo, pero señalada por un fuerte contenido didáctico y moralizador, ya que ilustra ambientes y escenarios del Madrid del Siglo de Oro, denunciando la corrupción y la crisis moral de la España de los últimos Austrias. Por otra parte, los críticos han coincidido en indicar que su creación literaria tiene una gran deuda, rayana en el plagio —aun si consideramos la distinta valoración que de la propiedad intelectual tenían los autores en el siglo xvii—, en especial con el Criticón de Baltasar Gracián.

El presente trabajo se centra en la obra Periquillo el de las gallineras, publicada en Madrid, como ya apunté, en 1668. A esas alturas del desarrollo del género, que se encontraba en su etapa final de decadencia, Periquillo ya nada tiene de pícaro. Perdido el rasgo del relato autobiográfico en primera persona, el narrador nos presenta al protagonista, cuyo verdadero nombre es Pedro, un personaje carente de genealogía vil. Solo sabemos de él que sus padres eran pobres y que lo han abandonado con una nota frente a una iglesia, lugar donde es encontrado por una pareja de bondadosos esposos, los cuales, privados de hijos biológicos, deciden adoptarlo y lo crían en medio de la ternura y la virtud más encomiables. Muertos tempranamente estos padres adoptivos, Pedro se ve enfrentado al mundo real, el del mundo cortesano de Madrid, ciudad que no por casualidad fue llamada por algunos autores la Babilonia de esos tiempos. La vida de Pedro se convierte, así, en un continuo peregrinar por las casas, calles y ambientes del Madrid de la Corte, donde lo que priva es el interés, el engaño y las apariencias y la única actitud posible es la del desengaño. Es un mundo que está en las antípodas de la sensibilidad de Periquillo, cuya vida honesta y virtuosa se transforma en un continuo denunciar y desenmascarar la bajeza de los innumerables personajes que pueblan este universo. Estamos frente a un verdadero proceso de santificación del pícaro. Con el paso de las páginas, Periquillo se va a convertir en un mártir de sus valores y convicciones, que no son otros que la verdad, la honestidad y la humildad del buen cristiano. La incomodidad que siente en ese mundo corrupto en que le toca vivir y la continua incomprensión de que es objeto acabará finalmente llevando sus huesos a la tumba.

En mi edición del Periquillo me he ocupado de investigar la nutrida presencia de cuentecillos y relatos en sus páginas1, un proceso narrativo que iniciara Mateo Alemán en el Guzmán de Alfarache (1599-1604) y desarrollara más tarde, aún con mayor profundidad, Jerónimo de Alcalá Yáñez en Alonso, mozo de muchos amos (1624-1626), obra donde los cuentecillos son quizá su componente más destacado2. Mi intención en este estudio es centrarme en otro aspecto estrechamente relacionado con el anterior: el abundante material folclórico que exhibe un poema intercalado en el Discurso xv del Periquillo. Es importante destacar, antes de entrar en su análisis, que una de las vías de desintegración que siguió el género picaresco fue en cuanto a su aspecto estructural3. El poema referido, hasta ahora absolutamente ignorado por la crítica, es una silva de pareados compuesta por Periquillo a instancias de su amo, el mediocre caballero madrileño al cual el protagonista sirve en dicho discurso, quien le propone que se lo dedique a otro de sus criados, un mozo que responde también al nombre de Pedro, que es de origen gallego y se hace llamar “hidalgo”. El amo le solicita a Periquillo: «Por tu vida que, pues tu discurso es tan capaz, tan pronto y tan vivo, que le hagas al hidalgo unos versos que forme un matizado de diferentes Pedros, de los que en entremeses, jácaras, bailes, romances y otros sainetes suelen oírse»4. El propio Santos denomina el poema, en la Tabla de contenidos que forma parte de los preliminares del texto, «El papel de los Pedros». Finalizada la lectura del poema por el propio Periquillo, el narrador dirá, al comienzo del Discurso xvi, que todos los presentes «celebraron la noticia de tanto Pedro»5. Pedro es, pues, el tema central del poema, sin lugar a dudas.

El motivo de la composición del mismo no es otro que bajarle los humos al lacayo y sus pretensiones hidalgas, de lo cual «Pedro por una parte se alegraba y por otra se pudría viendo a un desdichado mozo de caballos que viviese tan vano»6. Así se refiere Francisco Santos a las cualidades del mozo gallego:

Conoció [Periquillo] vasallaje a un mozo que en la casa cuidaba de un caballo. Llamábase Pedro, pero de notable humor, pues le sonaba mal que le llamasen por su nombre. Era humoso y picaba de bien nacido; leía su poco y escribía cartas a los paisanos para la tierra; y así, todos los aficionados a los cántaros, espuerta, látigo y correón (como si dijéramos aguadores, esportilleros, cocheros y mozos de sillas, sin descuidarnos de lacayos) le buscaban menesterosos porque, al entender de todos, era Séneca galiciano [...]. Jamás le llamaban Pedro, si no es «Hidalgo acá», «Hidalgo acullá». Sonábale bien el que le tratasen así7.

Para denunciar las tachas de su hidalgo compañero, Periquillo se decide a dedicarle el poema, que es un verdadero compendio de lírica popular, folklore y refranes, siempre asociado al personaje Pedro. El texto, que Periquillo lee ante su amo y ante su enfurecido colega, constituye, en cuanto a la métrica y a la rima, una silva de mediana extensión8, con un cómputo total de 128 versos. Dado que no he podido descubrir en él un patrón métrico y de orden de la rima, no cabe considerarlo una canción o estancia. Tal como es característico de la silva, se mezclan en él versos endecasílabos y heptasílabos, con rima consonántica, enlazada en este caso como si constituyeran pareados, lo que daría cuenta, en cuanto a la rima, de su carácter popular9.

En cuanto a su contenido, el poema busca ser un recordatorio, para el pretendido hidalgo, de la tontería, maña, vileza e incluso cornudez que se atribuye a los mozos que como él llevan el nombre del que fuera el primer apóstol y papa. Es obvio que se establece en sus versos un claro contraste con el protagonista del libro, que no por casualidad se llama Pedro (pero al que llaman cariñosamente Periquillo), el cual es una clara encarnación de todas las virtudes posibles. Sin embargo, la figura que nos interesa abordar aquí, la que protagoniza el poema, sigue un patrón no trazado por el relato evangélico, sino por la tradición folklórica, la lírica popular y el refranero, y está dotada de múltiples posibilidades semánticas, muchas de ellas con claras connotaciones negativas, como veremos a continuación. El maestro Gonzalo Correas recuerda, a propósito del refrán «Al buen callar, llaman Sancho; al bueno bueno, Sancho Martínez», que «es de advertir que algunos nombres los tiene recibidos y calificados el vulgo en buena o mala parte y significación [...]. Sancho, por santo, sano y bueno; Martín, por firme y entero; Beatriz, por buena y hermosa; Pedro, por taimado, bellaco y matrero; Juan, por bonazo, bobo y descuidado; Marina, por malina y ruin [...] y con tales calidades andan en los refranes...» (refrán 1549)10. Según Margit Frenk, la significación del nombre Pedro y sus diminutivos se sitúa en tres niveles, pudiendo designar: 1) Un hombre cualquiera, fulano; función social (criado, pastor, labrador) y 3) Una de varias maneras de ser y actuar11. Por otra parte, Ángel Iglesias Ovejero recuerda que «Pedro es nombre de criado bellaco y falsario inspirado en el apóstol negador de Jesucristo, a quien el canto del gallo recuerda su traición»12; de ahí que su elemento emblemático sea el gallo.

Con estos antecedentes estamos en condiciones de adentrarnos en el poema. Un total de 39 veces es mencionado expresamente el nombre Pedro en el mismo, sin contar las veces en que es aludido. Por razones de espacio me voy a ocupar aquí solo de algunas de ellas, las que me han parecido más atractivas desde el punto de vista popular y folklórico. Reproduzco, en primer lugar, el poema completo que figura en las páginas 282 a 296 de Periquillo el de las gallineras:

Amigo Pedro, pues que retirado
a buen vivir se ha entrado
y al mundo malicioso
le dio el último «Vale» cuidadoso;
5pues como Pedro Chivo
bendiciones le echó sin pie ni estribo,
abatiendo sus alas,
dando al mundo sus treinta noramalas;
debe, pues Pedro es, ser piedra firme;
10ya que se tiene en buenas, reducirme
a ejemplo de los Pedros cuidadosos
que en el mundo vivieron valerosos,
que en lo imitable de su real costumbre
nunca en su pedernal faltó la lumbre.
15Y pues en ocasiones
Pedro Entrellas le vi con sus razones,
y cursando sus aulas
también fue Periquito de Urdemaulas,
haciendo muy sin tasa
20travesuras de Pedro mozo en casa,
siguiendo entre floreos
de Perico el perdido los poleos,
obrando, aunque mozuelo,
como Pedro Mochuelo,
25pues sus linternas claras por el día
solo sus culpas entre errores vía.
Pues ya se vio sobrado,
cual Pedro Pordemás, el muy nombrado,
y de noche en cuestiones
30también se fue a tener sus conclusiones,
pues con espadachines
antes de recogerse oyó maitines
(y entonces yo lo aplico
que era estimado más que el rey Perico).
35Y, pues libre de azotes,
cual Periquito aquel de los Palotes,
se vio en sus travesuras
descartado de sotas y figuras,
dé de mano a los oros
40que a los bienes del mundo vuelve moros,
sin contemplar afeites
ni a las copas que brindan con deleites;
y a la espada que forma resistencia
no la mire, pues tiene ya prudencia,
45creyendo en las mujeres,
que son bastos sus más finos placeres;
y así le dirá el mundo: «¡Ah, hijo Pedro,
con vos ya días ha muy poco medro!».
Y responderle Pedro con su tema,
50cual Pedro Hernández el de la gran flema,
o Perico en la horca el gravedoso:
«Atiende, Mundo vario y malicioso,
que ya soy otro Pedro,
y aun has de medrar menos, si yo puedo».
55Dé de mano mi Pedro a sus pasiones,
pues sabe que en el gusto hay agrazones,
y que sus suavidades
llevan de un pelo a todas mocedades,
siguiendo su jornada
60como el que va por viña vendimiada
y, ya llenas sus cubas,
nos dice: «Pedro Antón, comed las uvas».
Así estiende sus mangas
para que el hombre a caza ande de gangas,
65lisonjeando con trampas y enredadas
como Pedro el que dio a las cogujadas,
y mire si la toma,
Pedro amigo, del rabo a la paloma,
que, dejando la pluma,
70que vuela sin engaños no presuma,
y el que llevare a cuestas este trillo
aun ha de ser peor que Pedro Grillo,
el que, cuando botero,
le dio una hija a Pedro Borreguero,
75y cuando le vio yerno
le pareció que hablaba Pedro Tierno;
y naciendo una nieta,
imaginó en la burra del profeta
que un pastor detenía,
80y al son de unos panderos la decía,
aunque con voz turbada:
«Tú la tienes, Pedro, la borrica preñada».
De todos estos Pedros he jugado
por creer a mi Pedro ya trocado;
85y, pues pobre lacayo le contemplo,
deje Pedro lo hidalgo, y al ejemplo
de la casa que tiene, que en sus modos
es la merced de Dios, que alcanza a todos,
procure sus costumbres muy leales,
90porque si va a las bodas celestiales
no le digan junto a la cruz del cedro:
«No venís vos para en cámara, Pedro»;
como a los mal logrados
que por su culpa fueron desterrados,
95que se sabe que están en el agüero
de la caldera de Pero Gotero,
saliendo del Leteo aquel reclamo
de «Aquí tan bueno es Pedro como el amo».
Ejerza muy sincero
100lo lacayo, y aspire a despensero;
y, si acaso lo fuere,
cuando los jarros mal compuestos viere,
de ofenderlos no trate,
ni a coz ni puntapié me los maltrate;
105no le diga su amo con desgarro:
«Coz que le dio Periquito al jarro»;
ni con las servilletas ni manteles
no me haga papeles;
trátelos con limpieza y con ardid,
110no le llamen Perico el de Madrid,
ni del gran Pedro Anzúlez el osado
se le acuerde su historia, que ha pasado
cuando tan manso y ledo
sacó a su rey Alfonso de Toledo;
115ni la lealtad famosa
que a Peribáñez le guardó su esposa;
que, siendo Pedro atento, sabio y manso,
vivirá con sosiego y con descanso,
burlando a la desdicha;
120que ser lacayo en casa es grande dicha;
y así, desde su estancia
diga con arrogancia:
«Bien está Pedro en Roma,
aunque de noche pepitoria coma»,
125sin cantar, desde un polo al otro polo,
«Periquito niño y solo»,
que no será razón, en ningún modo,
decir que a Pedro se lo mandan todo.

A continuación, paso a comentar los principales personajes folklóricos asociados a la figura de Pedro que aparecen en el poema:

Pedro Chivo (v. 5): el contexto de esta mención está dado por los primeros versos del poema: ahí el mozo hidalgo Pedro, imaginado por el virtuoso Periquillo, ha abandonado la vida maliciosa propia de lacayos como él, y se compara su súbito abandono del mundo con el que de él hiciera Pedro Chivo. Según una leyenda anónima de Alcalá de Henares, este Pedro Chivo era un mozo que montado en su caballo pasaba por Anchuelo en busca de su novia Irene, residente en Pioz (Guadalajara). En el trayecto ambos discuten en qué lugar van a residir una vez casados: ella prefiere Pioz, junto a su padre; y él, que tenía un telar en Alcalá, prefiere residir en esta última localidad. El desacuerdo lleva a Irene a maldecir a Pedro con estas palabras: «¡Quiera el cielo que hoy te mates con el caballo y te salgan cuernos como a los chivos!». De regreso a Alcalá, cerca de Anchuelo, una tormenta descarga un rayo sobre el caballo de Pedro y se cumple la maldición (aunque se desconoce si fueron cuernos los que le salieron o dos grandes chichones que le aparecieron producto de la caída del caballo). En el sitio se levantó una columna con una cruz para recordar el suceso. La leyenda se resume en unos versos: «Así pasó esta leyenda, / que ocurrió en este lugar, / a media legua de Anchuelo / y a unas cuantas de Alcalá»13. Esta versión legendaria es confirmada por los versos que siguen en la silva, alusivos a la caída del caballo del personaje.

Pedro Entrellas (v. 16): también conocido como Perico entre ellas (donde ellas está naturalmente referido a las mujeres), este modelo de galanteador zalamero y seductor es una versión folklórica bien conocida de nuestro personaje Pedro o Perico, cuyas connotaciones viriles y eróticas se pueden identificar en una larga serie de refranes, romances y canciones, así como en los distintos Pedros que aparecen en algunas procesiones y mascaradas disparatadas, donde siempre figura con un papel de tótem sexual y fecundatorio14. Así lo atestiguan numerosos refranes de Correas: «Pedro del Cañaveral, siete mozas en cada lugar» (refrán ); «Pedro, no nos arrevuelvas, que harto estamos arrevueltas» (refrán ); «Por ahí, Pedro; que por ahí me duelo, o meo» (refrán ); «Pícame, Pedro, que no me ve mi madre» (refrán ) y «Pícame, Pedro, que yo me lo quiero» (refrán ), entre otros. En esta tradición se inscribe la expresión “Pedro entre ellas”, que el Diccionario de Autoridades registra como «frase con que se moteja al hombre que gusta de andar entre mujeres»15. Montoto puntualiza que más usualmente se dice Periquito entre ellas, y cita también, con el mismo sentido, la expresión Mariquita entre ellas, que «dícese del hombre que no pierde ocasión ni pretexto para estar siempre al lado de las mujeres»16. Similar personaje registra Correas: «Juan de las mozas. Dícese por donaire al que anda entre ellas» (refrán ). La alusión es, por tanto, a la fama de galanteador y mujeriego que Periquillo enrostra a su compañero de trabajo. Ángel Valbuena Prat, en su edición de la obra publicada en Aguilar, parece desconocer este personaje folklórico y enmienda estrellas, creando involuntariamente un nuevo personaje, «Pedro estrellas»17.

Periquito de Urdemaulas (v. 18): diminutivo de Pedro de Urdemalas, personaje folklórico muy extendido en la literatura ibérica y americana, ingenioso en tretas, burlas y engaños (téngase presente que maula es «engaño o artificio encubierto»18) y modelo de bellacos, a quien usualmente se identifica con el diablo. Santos sigue aquí, por tanto, la versión folklórica del Pedro matrero y bellaco. Así en el refranero de Correas: «Es un Pedro de Urdemalas. El que es tretero, taimado y bellaco» (refrán 9496); «Pedro de Urdimalas. Así llaman a un tretero; de Pedro de Urdimalas andan cuentos por el vulgo de que hizo muchas tretas y burlas a sus amos y a otros» (refrán ). Este Pedro de Urdemalas es el protagonista del Viaje de Turquía y de la comedia Pedro de Urdemalas de Cervantes, además de aparecer en obras de Delicado, Timoneda, Espinel, Lope de Rueda, Lope de Vega, Quevedo, Calderón, etc.19

Pedro mozo en casa (v. 20): unido al anterior, este personaje refuerza el carácter ruin del nombre Pedro, en el contexto de su función social de criado, tal como apunta Correas: «Ni mula mohína, ni moza marina, ni poyo a la puerta, ni abad por vecino, ni mozo Pedro en casa, ni moral, ni higuera en el corral» (refrán ); «Ni moza adivina, ni mujer latina, ni mozo Pedro en casa» (refrán ), y «Ruin por ruin, estése Pedro en casa, o Martín» (refrán ). Además de lo dicho más arriba en relación con el nombre Pedro, téngase presente que en el siglo xvi el doctor Francisco Rosal, al comentar el primero de los refranes ya citados de Correas, recuerda que aparecen Marina y Pedro porque «se toma el nombre que era más ordinario de mozos []; infaman aquel nombre que era común en ellos»20. También Sebastián de Horozco cita el proverbio «Ni mozo Pedro / en casa», que explica así: «No tiene más en ser ruin / el mozo Pedro que Juan / []. // Mas Pedro tiene la fama, / y más si le apunta el bozo / y retoza con el ama; / y si la casa disfama / no Pedro en casa por (núm. 2019)21. No parece improbable que la forma recogida en el poema esté relacionada con el dicho «Como Pedro por su casa» recogido por Iribarren22, el cual se usa para referirse al que se conduce con tanta familiaridad y franqueza en casa ajena como en la propia. Tal como veremos en otros casos que indico más abajo, la mención del poema de Santos no solo tiene que ver con la holgazanería propia del personaje, sino también con referencias de tipo sexual.

Perico el perdido (v. 22): comienzan aquí las alusiones a la vida nocturna del hidalgo Pedro, que se lo pasa en juegos y pendencias. El diminutivo Perico es, según Frenk, sinónimo de «mozo “taimado, bellaco y matrero”»23; también es tipo de personaje perdulario y jugador empedernido, un bravo. Esta cita de Santos es el único ejemplo que recoge Montoto en su obra. La palabra poleos que acompaña a este Pedro equivale a ‘fanfarrias, presunciones, bravatas’24, acepción proveniente de poleo, «la jactancia y vanidad en el andar o hablar» (Aut).

Pedro Mochuelo (v. 24): otro personaje coincidente con el anterior en cuanto a la nocturnidad atribuida al vicio y al juego, por lo que le calza a la perfección un nombre vinculado a un ave de hábitos nocturnos como es el mochuelo.

Pedro Pordemás (v. 28): este personaje que «se vio sobrado» (‘atrevido’), nuevamente es aquí sinónimo de haragán y ocioso. Así en el refranero de Correas: «Pedro por demás. Sin hacer nada» (refrán ) y «Como Pedro por demás. Por desocupado» (refrán 5183). También en Horozco: «Ándome por aquí como Pedro por demás», que explica así: «El ocioso y descuidado / que no emplea su persona / en algo que esté ocupado / es un desaprovechado, / como el unto de la mona. // Y si yo me ando así, / las manos puestas atrás, / yo podré decir por mí / que me ando por aquí / como Pedro por demás» (núm. 284). En forma de canción popular lo registra Frenk: «El gris, gras, / con el Pedro por demás» (núm. 2191)25. Es personaje que recuerda Quevedo: «Yo quedé confuso, cuando se llegaron a mí Perico de los Palotes, y Pateta, Joan de las Calzas Blancas, Pedro Pordemás»26.

Periquito... de los Palotes (v. 36): prototipo de tonto, este Perico el de los Palotes es «un bobo que tañía con dos palotes. El que se afrenta de que le traten indecentemente, suele decir: “Sí, que no soy yo Perico el de los Palotes”» (Covarrubias)27. También recogido en el refranero: «Perico de los palotes. Apodo de bobo y necio» (Correas, refrán ). Según Julio Cejador en su Fraseología, el nombre que comentamos «acaso alude al niño que aprende a escribir y está aún en los palotes, o a las muletas del Cojuelo. También se llamó así al diablo»28. La afirmación de Periquillo de que este personaje nocturno se ve «en sus travesuras / descartado de sotas y figuras», juega con metáforas tomadas de la jerga naipesca: el bravucón y pendenciero hidalgo Pedro, antes acompañado de sus amigos jugadores y espadachines, es descartado de sotas y figuras; esto es, se queda sin su compañía y sin sus engaños. En sentido literal descartar es «dejar las cartas en el juego de naipes, cuando hacen daño en él o no son a propósito; y las más veces, según las condiciones del juego, se hace tomando otras en su lugar», pero también «en la milicia vale echar o despedir los soldados de la compañía, por inútiles o por otros defectos» (ambas acepciones en Aut). Este sentido se ve reafirmado porque sota es «una de las figuras de los naipes que representa el infante o el soldado» (Cov.), y figuras «en la baraja de los naipes son aquellos tres que hay en cada palo que representan cuerpos, y se llaman Rey, Caballo y Sota. Llámanse así, a distinción de las demás que se llaman cartas blancas, por componerse solo de puntos» (Aut). En el nivel moral, como se verá en los versos siguientes, Periquillo insta, pues, al hidalgo Pedro a abandonar los vicios y afanes del mundo.

Pedro, con vos... muy poco medro (vv. 47-48): otro refrán asociado a la función de Pedro como criado negligente y perezoso, con las siguientes variantes en los Refranes de Hernán Núñez: «Pedro, por ti poco medro. —Menos medrarás si yo puedo. Las primeras palabras son del amo al mozo. Las segundas son respuesta del mozo rezongón»29. También en Correas: «Pedro, contigo poco medro. —Y menos medrarás si yo puedo. Lo primero dice el amo, lo segundo el mozo rezongón; otros dicen: “Pedro, por ti poco medro”» (refrán ). Apunta Aut que es «refrán que reprehende a los descuidados en los encargos que tienen, y la advertencia solo les sirve para ser más descuidados».

Pedro Hernández el de la gran flema (v. 50): el carácter holgazán del personaje folklórico se ve reforzado por esta alusión a la proverbial flema de Pedro (o Pero) Hernández (o Fernández), tal como indica Correas: «La flema de Pero Hernández», cuyo origen explica así: «Fue un personaje de entremés, tan flemático, que de puro frío era gracioso, y se tomó su flema por refrán» (refrán ). También se puede apreciar en este otro: «El aliño del Pedro Fernández, que vino el jueves y fuese el martes» (Correas, refrán 2059). Existe, además, una novela contemporánea del Periquillo que lleva por título La flema de Pedro Hernández: discurso moral y político (Madrid, 1656), de Marcos García. Es personaje que recuerda Francisco López de Úbeda: «Cierto soldado quiso ganar de comer a poca costa, y para esto se puso a lo escolástico, aunque algo bastardillo: un bonete algo lardosillo y muy metido hasta la cóncava; un cuello solo asomado, aunque pespuntado de grasa; una cara a humo muerto, un sayo sayón, un ferreruelo largo y angosto como cédula de sacar prendas, unas calzas que se reían del tiempo, un zapato empanado, un andar de Pero Hernández»30.

Perico en la horca el gravedoso (v. 51): vinculada a la flema del anterior personaje, la expresión proverbial «Perico en la horca» es condenada por Quevedo en su Premática de 160031, y figura en la colección de proverbios de Horozco bajo el título «Fantasía tiene ya / más que Perico en la horca», que explica así: «Cuando alcanza el miserable / cuatro doblas que gastar / piensa que es un condeestable, / y no hay hombre que le hable / ni a nadie deña hablar. // Más ancho y ufano está / que si fuese suya Lorca, / por quien decirse podrá: / “Fantasía tiene ya / más que Perico en la horca”» (núm. 1189)32. Existen también las variantes «Tiene más fantasía que Mingo en la horca» (Correas, refrán ) y «Más grave que Rodrigo en la horca» (Luis Galindo, Sentencias filosóficas), expresión esta última que explican en detalle Montoto e Iribarren33. Lo recuerda el cobarde protagonista del Estebanillo: «Llevando yo su bandera con más gravedad que Perico en la horca»34.

Pedro Antón, comed las uvas (v. 62): el registro sufre ahora un vuelco radical: Santos remite con esta alusión a la figura folklórica del Pedro cornudo, otro atributo de nuestro personaje bien documentado en el refranero: «Perantón, come de las uvas; Perantón, que no están maduras» (Correas, refrán ); «No quiere mi Perantón que hile, sino que me ponga a la puerta y mire» (Correas, refrán ). La fuente es una canción popular: «—Perantón, dame de las uvas. / —Perantón, que no están maduras» (Frenk, núm. 1532, quien cita varios ejemplos literarios).

Pedro el que dio a las cogujadas (v. 66): téngase presente que la cogujada es un ave parecida al gorrión. Periquillo insiste aquí en alusiones relativas a la hombría del hidalgo Pedro objeto del poema. Según Margit Frenk, este Pedro es ejemplo de torpeza e inutilidad, manifestada en su incapacidad de «habérselas con las aves para cazarlas», aunque la investigadora se pregunta si no hay aquí una alusión a su incapacidad para atrapar a las mujeres35. La fuente es una canción popular registrada por la misma investigadora: «Azertado la á Pedro / a la coguxada, / que el rrabo lleva tuerto / i la ala quebrada» (núm. 1918C, que se corresponde con el refrán 1213 de Correas). Aparece ya en los Refranes del Marqués de Santillana: «Acertádole ha Pedro a la cogujada, que el rabo lleva tuerto»36; otra variante en Correas: «Acertóla Pedro a la cojugada, que el rabo lleva tuerto. Moteja de tuerto y mal tirador» (refrán 1216). Según el DRAE, 1899, es «refrán con que irónicamente se reprende a los que se jactan de lo que no han hecho»37. Para Cov., este refrán se dice «cuando uno piensa haber acertado en alguna cosa que de cien leguas la ha errado», pero Horozco lo interpreta en clave burlesca: «Por manera de reír, / cuando alguno va errado / viéndole claro mentir / es costumbre referir / un refrán que es muy usado: // «Acertole Pedro cierto / tirando a la cogujada, / y aun por poco no la ha muerto, / porque el rabo lleva tuerto / y la cabeza pelada”» (núm. 24). Agrega Iglesias Ovejero que «estas habilidades de Pedro en los juegos y el amor concuerdan con las de Pedro / cazador, con el motivo irónico de la cogujada y su cola torcida en el refranero antiguo, transformada más tarde en paloma con otras posibilidades, de sentido»38.

La toma, Pedro... del rabo a la paloma (vv. 67-68): el autor reitera el motivo anterior; se trata aquí de una canción popular que documenta Frenk: «Por el rabo las toma / Pedro a las palomas» (núm. 1918A); «Por la cola las toma, toma / Pedro a las palomas, / por la cola las toma, toma» (núm. 1918B). También en el refranero: «Por la cola las tomas, Pedro, las palomas»39; «Por el rabo las tomas, Pedro, las palomas» (Correas, refrán ); «Por la cola la tomas, Pedro, la paloma. Así dicen los que no quieren decir rabo» (Correas, refrán ). Lo explica Horozco: «El rábano comenzar / por las hojas, que es el cabo, / como dice otro vulgar, / se podrá decir tomar / las palomas por el rabo. // No es mucho que no las comas / y con las plumas te quedes / si por el rabo las tomas, / como Pedro las palomas: / mejor serié con las redes» (núm. 2383). Según Montoto, esta expresión «dícese de aquel que todo lo entiende y hace al revés, sin trazas ni arte para ejecutar la obra que emprende»40.

Pedro Grillo (v. 72): este Pedro Grillo es nombre burlesco de campesino, sinónimo de profeta o agorero de disparate, «profeta de la evidencia» y necio redomado, a partir del cual se acuñó el concepto de perogrullada. Según Iglesias Ovejero, Pero Grillo es el «rústico ladrón que vive de adivinar dónde están escondidos sus propios robos o a quien la suerte favorece en última instancia»41. Así en Correas: «¡Ay, grillo, grillo, y en qué aprieto estás metido! Llamábase uno Grillo, y jactábase de grande adivinador, siendo ignorante; para tentarle, un caballero puso la mano en el suelo sobre un grillo, animalejo, y preguntó: “¿Adivina lo que está aquí?”. El hombre llamado Grillo, dijo para sí: “¡Ay, Grillo, y en qué confusión estás metido!”. Entendió el caballero que lo decía por el grillo que estaba debajo de la mano, como que lo había adivinado, y quedó con mayor opinión de adivinador, por caso fortuito, como en las demás adivinaciones suyas» (refrán 3291)42. El origen de este personaje se sitúa a mediados del siglo xv, época en que figura como protagonista de una Profecía de Pero Grillo que corrió luego en numerosos pliegos sueltos. En este breve relato se describe a un profeta ermitaño llamado Pero Grillo, quien, dotado de una notable verborrea, lanza una profecía que es una sarta de disparates y obviedades (“perogrulladas”), dando cuenta de cómo una serie de coplas y canciones populares se asentaban sobre la base del sistema de disparates. Este personaje reaparece casi cien años después en los Refranes o proverbios en romance del comendador Hernán Núñez, convertido ahora en Pero Grullo: «Vámonos a acostar, Pero Grullo, que cantan los gallos a menudo»43. Pero las alusiones a un Pedro cornudo o mal galanteador de los versos anteriores hacen pensar aquí también en que este Pedro Grillo o Pero Grullo es un cornudo en potencia, según Frenk44, quien recuerda el siguiente refrán de Correas, que completa el enunciado por Núñez: «Vámonos a costar, Pero Grullo, que cantan los gallos a menudo; hilar, hilar, Teresita, que si los gallos cantan no es hora» (refrán ).

Pedro Borreguero (v. 74): prototipo del pastor y marido zafio y grosero, es figura del cancionero popular: «¡Mal haya quien a vos casó, / la de Pedro Borreguero!» (Frenk, núm. 239A; también núm. 239B); «Mal haya quien os casó, / la de Pedro Borreguero, ma[l] haya quien os le dio / ese marido grosero» (núm. 239C). La misma Frenk apunta que es un cornudo en potencia45, lo cual se confirma por el sentido de todo este pasaje. Este Pedro Borreguero no solo viene a ser una hipercaracterización del mal marido, además de cornudo, sino que su sobrenombre integra explícitamente un motivo animalesco presente en las atribuciones de Pedro, según apunta Iglesias Ovejero46. Así se refleja en Correas: «Agora que tengo oveja y borregos, todos me dicen en hora buena estéis, Pedro. Sucede honrar a los que medran, y a los que no, dejarlos» (refrán 1333).

Pedro Tierno (v. 76): Aut recoge la expresión «Es de la casta de Pero Tierno, que se descostillaba durmiendo. Refrán contra los delicados, que se quejan de pocas cosas y con muy poco motivo» (Aut). Así también en Correas: «Es de la casta de Pedro Tierno, que se desespaldó durmiendo; o que se descostilla durmiendo» (refrán 9309). Pedro vuelve a ser aquí prototipo de mozo perezoso y holgazán, como el Pedro mozo en casa ya antes visto.

Tú la tienes, Pedro, la borrica preñada (v. 82): la asociación Pedro/cornudo termina aquí de confirmarse con los versos iniciales de esta canción popular registrada por Frenk, que alude justamente a un Pedro cornudo: «—Tú la tienes, Pedro, / la borrica preñada. / —Xuro a mí, no tengo, / que vengo del arada» (núm. 1824C). La misma Frenk recuerda que la fuente es el Arte de la lengua española castellana (1625) de Gonzalo Correas, y que también figura en el entremés Los órganos y sacristanes, incluido en la obra Flor de entremeses (1676) y atribuido por Cotarelo y Mori a Quiñones de Benavente47. Aparece también como proverbio en Horozco: «No sé nada / que de mis viñas vengo», que explica así: «En negocio de mal arte / que ha de venir a las pruebas, / si quisieres escusarte / procura siempre apartarte / sin hacer lo que no debas. // Por cosa más acertada / escusarse el hombre tengo / en la pendencia trabada, / diciendo “Yo no sé nada, / porque de mis viñas vengo”» (núm. 2096). Existe otra variante registrada por Frenk: «—Tú la tienes, Pedro, / la tu mujer preñada. / —Juro a tal, no tengo, / que vengo del arada. // —¿Quién l’á empreñado, / dílo tú, amigo? / —Yo no sé quién, / Dios m’es testigo» (núm. 1824D). El verso es tridecasílabo, licencia que se toma el autor por respetar la estructura de la canción.

No venís vos para en cámara, Pedro (v. 92): Pedro es aquí un prototipo de personaje rústico, incapaz de comportarse en sociedad. La fuente es una canción popular recogida por Frenk, con distintas variantes: «No soys vos para en cámara, Pedro, / ni menos para en corredor» (núm. 1922A); «No soys vos para en cámara, Pedro, / no soys vos para en cámara, no» (núm. 1922B); «No sois vos para en cámara, Pedro, / no sois vos para en cámara, non, / sino para en camaranchón [‘desván, trastero’]» (núm. 1922C). Lo explica Cov.: «Dice un cantarcillo, notando a los poco cortesanos: No sois vos para en cámara, Pedro, / no sois vos para en cámara, non, / sino para en camaranchón». La versión del refranero dice: «No sois vos para en cámara, Pedro, ni menos para en corredor; o no sois vos para en cámara, no» (Correas, refrán ). Es personaje que recuerda el protagonista del Lazarillo: «Yo le satisfice de mi persona lo mejor que mentir supe, diciendo mis bienes y callando lo demás, porque me parescía no ser para en cámara»48.

La caldera de Pero Gotero (v. 96): Pero Gotero es nombre folklórico aún vigente para el diablo49, variante de Pedro Botero (aludido en el verso 73) y Botello. En esta última forma lo recoge Cov.: «Caldera de Pero Botello, se por el infierno; fúndase en algún particular que yo no alcanzo; sospecho debía ser algún tintorero caudaloso que hizo cualque caldera capacísima» (s. v. caldera). También en el refranero: «En las ollas de Pero Botello. En las calderas; tómalas el vulgo por tinas infernales de fuego y penas: dicen que comenzó de un rico-hombre de pendón y caldera, y después Maestre de Alcántara que desbarató muchas veces a los moros con varios ardides, y coció muchas veces cabezas de ellos, en unas grandes calderas, y sería para presentarlas, y dicen que los despeñaba en una sima u olla muy profunda» (Correas, refrán 8770). Es personaje que se repite en Quevedo: «Yo soy, dijo, Pero Gotero: esa es mi caldera, tan famosa entre los cuentos y los muchachos [...], que son muchos los que vienen a la caldera de Pero Gotero y muchos los que hay en ella»50; «Que hay mujer destos, de honra postiza, que se fue por su pie al don, y por tirar una cortina, ir a una testera, hartará de ánimas a Perogotero»51.

Tan bueno es Pedro como el amo (v. 98): expresión presente en el refranero: «Tan bueno es Pedro como su amo, y mejor un palmo. Es variable» (Correas, refrán ); «Tan bueno es Pedro como su amo»52. También en los proverbios de Horozco: «Tan bueno es Pedro / como su amo», que explica así: «Todo va ya de través, / no queda hoja ni ramo, / y aun en casa lo verés: / pues que Pedro dice que es / tan bueno como su amo» (núm. 2899). El sentido de la palabra bueno queda claro en Espinosa: «Tan ruin es Pedro como su amo»53. Montoto registra la expresión Tal es Pedro como el amo, y señala que es equivalente a expresiones como «Cual es el ama, tal casa manda»; «Cual es María, tal hija cría»; «Cual es el rey, tal es la grey» y «Cual el dueño, tal el perro», todas «frases que significan [] que el concierto o desconcierto de la familia está en quien la gobierna»54. Hay aquí, por tanto, una crítica evidente de Periquillo a su amo, el caballero madrileño: al mozo vicioso descrito en el poema le corresponde un amo de equivalentes malas partes.

Coz que le dio Periquito al jarro (v. 106): la fuente es una canción popular recogida por Frenk: «Coz que le dio Periquito al jarro, / coz que le dio, que le derribó» (núm. 2158). Según Aut, la expresión Coz que le dio Periquillo al jarro es «cierto juego con que se divierten los muchachos, poniéndose en rueda dadas las manos y dando vueltas alrededor con prisa: el que ha quedado, por suerte, fuera, procura asir a alguno de la rueda, y estos se defienden de él tirándole coces, y van cantando: “Coz que le dio Periquillo al jarro, coz que le dio que le derribó”; y si coge a alguno, él queda libre y se pone en la rueda, y el cogido continúa el juego en su lugar». Todo el pasaje alude al peligro que corren los jarros de vino que como despensero cuida nuestro hidalgo gallego, teniendo en cuenta el refrán «Dar golpe. Dícese por comer y probar algo; como dar golpe al jarro, a la empanada u otra cosa» (Correas, refrán 6492). Pero téngase presente también que dar coz «dícese de un taimado falso, que hace engaño y treta» (Correas, refrán 6439), y existe la expresión dar coz como gallego, que «dícese del criado fiel en las entradas y falso en la salida, de que está infamada la plebe galiciana entre los castellanos: comienza servicial, humilde, por flojo, y despídese con mal trato»55.

Bien está Pedro en Roma (v. 123): es refrán bien conocido, con distintas variantes en Correas: «Bien se está San Pedro en Roma, si no le quitan la corona. Lo primero pertenece al que está bien; lo segundo dice violencia, y esta adición es menos usada, mas da a entender que el que está bien suele ser inquietado de otro más poderoso o tirano» (refrán 3629); «Bien se está San Pedro en Roma, y el cagajón en tu boca. Añaden algunos esta pulla» (refrán 3630); «Bien se está San Pedro en Roma, y San Alifonso en Zamora» (refrán 3631). También Horozco registra el proverbio «Bien se está / San Pedro en Roma», que explica así: «Cuando el hombre a su contento / viviere en algún lugar / donde ya tiene su asiento / nunca haga mudamiento / porque le podría pesar. // Ya sabe lo conocido, / no lo que de nuevo toma, / y si a ello es inducido / responda desde su nido: / “Bien se está San Pedro en Roma”» (núm. 417). Aut explica que es «refrán que se dice contra cualquier mudanza que se propone a alguno que haga, si él juzga que no es de su conveniencia respecto del estado en que se halla». También figura como canción popular: «Tú eres broma; / bien está San Pedro en Roma» (Frenk, núm. 2202).

Periquito niño y solo (v. 126): es otra encarnación del Pedro mañoso y seductor de mujeres, también presente en el refranero: «Niño Periquito y solo, ¿cómo lo haré todo?» (Correas, refrán ). Como canción popular la registra Frenk, núm. 1198a, quien recuerda en otro lugar que en el siglo xvi se cantaba con unas estrofas en que el amo le ordena al mozo ocuparse de todo el trabajo de la casa, incluyendo visitar a su mujer56. El verso es octosílabo, licencia que se permite el autor por respetar la estructura de la canción.

A Pedro se lo mandan todo (v. 128): figura complementaria a la del verso anterior, Frenk destaca aquí que el rasgo predominante es el de Pedro ‘holgazán’57. Parece adaptación del refrán «Manda, manda, Pedro, y anda. Quiere decir: y mira si se hace lo que mandas»58, que también recoge Correas: «Manda, manda, Pedro, y anda. A ver si se hace lo que mandas» (refrán ). Según Montoto, «da a entender que toda diligencia en los que mandan es poca, porque no han de contentarse con mandar, si no vigilan por que se ejecute lo mandado»59. Frenk cita otra variante del refrán como canción popular: «Pues tú te lo quieres y yo te lo mando, ándate, Periquito, holgando» (núm. 1902; se repite en Correas, refrán ).

Y hay más Pedros, porque me dejo en el tintero referencias al Rey Perico, Perico el de Madrid, Per Anzúrez, Peribáñez y de seguro algunos otros que no he llegado a descubrir…

Conclusión

Es claro que Periquillo el de las gallineras es una obra de sumo interés para entender no solo el proceso de decadencia que siguió el género picaresco en España, sino la evolución de una parte de la narrativa peninsular del siglo xvii. La cultura del Barroco permea una obra que por un lado es de carácter culto y erudito, presentando evidentes fines moralizadores y didácticos, y por el otro muestra algunos interesantes destellos de cultura popular. Y a la vez nos encontramos también ante una novela que, desde el punto de vista estructural, es un epígono que revela de forma muy interesante el proceso de desintegración que siguió el género picaresco a lo largo del siglo xvii.

El poema «matizado de Pedros», como lo llama el amo de Periquillo, nos muestra en particular las amplias posibilidades semánticas que facilita un personaje que lleva el nombre de Pedro, el cual de la mano del folklore, de la lírica popular y del refranero deambula de uno a otro oficio (criado, labrador, pastor...); de tonto y haragán a mañoso, embaucador y matrero; de zafio, cornudo y desconocedor de las artes amatorias a seductor zalamero.

En definitiva, Periquillo el de las gallineras es una novela curiosa y extraña, algo difícil de encasillar; una novela cuyo protagonista debiera ser un pícaro pero que en realidad se opone diametralmente a esta figura. Y es que no solamente las conductas de Periquillo son virtuosas y se oponen por tanto a la malicia propia del protagonista del género: la presencia de un poema como en la obra sirve, contra todo pronóstico, justamente para resaltar, por los ejemplos a contrario que presenta, la figura virtuosa del protagonista. El Pedro hidalgo, compañero de trabajo del protagonista, es la otra cara, la otra medalla del Pedro/Periquillo santurrón y virtuoso que domina sin contrapeso las restantes páginas de la novela.

Miguel Donoso Rodríguez

Universidad de los Andes (Chile)


* En el presente trabajo se desarrollan y amplían algunas ideas expuestas en el Estudio preliminar de Francisco Santos, Periquillo el de las gallineras, edición de Miguel Donoso Rodríguez, New York, IDEA (Instituto de Estudios Auriseculares), 2013.

  1. Ver Santos, Periquillo el de las gallineras, ed. cit., págs. 28-33. Todas las citas del Periquillo en este trabajo corresponden a dicha edición.

  2. Ver Jerónimo de Alcalá Yáñez, Alonso, mozo de muchos amos, ed. de Miguel Donoso Rodríguez, Madrid-Frankfurt am Main, Iberoamericana-Vervuert, 2005, págs. 39-49.

  3. Vale la pena recordar que la desintegración del género picaresco se produjo no solo por la vía temática, sino también por la de su aspecto estructural o formal. A la pérdida del relato autobiográfico en primera persona se suma la de su unidad, por lo que vemos cómo en distintas novelas picarescas la acción se interrumpe para intercalar poemas, entremeses, etc. Así ocurre, por ejemplo, en varias novelas de Castillo Solórzano, en el Alonso y, ni qué decir tiene, en la Vida de don Gregorio Guadaña (1641), de Antonio Enríquez Gómez, obra donde la desintegración estructural llega a tal punto que el relato picaresco se inserta dentro de un poema satírico que lleva por título El siglo Pitagórico.

  4. Periquillo, pág. 281.

  5. Periquillo, pág. 297.

  6. Periquillo, pág. 279.

  7. Periquillo, págs. 277-278.

  8. La silva de pareados fue un género lírico cultivado en España, único en Europa, que solía utilizarse para temas satíricos y amorosos, pero también podía abordar el registro dramático y cómico-burlesco (tal como ocurre en nuestro poema), con ilustres cultivadores en Lope de Vega, Quevedo y Calderón. Ver para este tema Alberto Blecua, «Forma y sentido de la canción “No os espantéis, señora Notomía” de Quevedo», en Diferentes y escogidas. Homenaje al profesor Luis Iglesias Feijoo, Santiago Fernández Mosquera (ed.), Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Vervuert, 2014, págs. 57-74, especialmente págs. 70-73; también Begoña López Bueno et al. (eds.), La Silva. I Encuentro Internacional sobre Poesía del Siglo de Oro (Sevilla-Córdoba, 26-29 de noviembre de 1990), Sevilla, Universidad de Sevilla, 1991.

  9. Téngase presente que la silva fue un tipo de composición lírica muy popular en la España del siglo xvii, por influencia, sobre todo, de la poesía italiana renacentista.

  10. Gonzalo Correas, Vocabulario de refranes y frases proverbiales, ed. digital Rafael Zafra, Pamplona-Kassel, Universidad de Navarra-Reichenberger, 2000. Todas las citas de este refranero que siguen corresponden a dicha edición, registradas en forma abreviada como Correas.

  11. Margit Frenk, «Mucho va de Pedro a Pedro», Poesía popular hispánica: 44 estudios, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 2006, págs. 568-587. La cita en la pág. 570.

  12. Ángel Iglesias Ovejero, «Figuración proverbial e inversión en los nombres propios del refranero antiguo: figurillas populares», Criticón, 35, 1986, págs. 5-98. La cita en la pág. 68.

  13. Versión legendaria recogida en http://www.pueblos-espana.org/usuario/15435/mensajes/13438/.

  14. En consonancia con estos atributos eróticos del personaje, Frenk le dedica un apartado que justamente lleva por título “Pedro, Perico, Periquito y la picardía erótica” (ver Frenk, «Mucho va de Pedro a Pedro», págs. 583-585). En el mismo sentido véase el apartado “Pedros y fray Pedros”, así como el desarrollo de los personajes Pero Pando, Padre Pando y Pero Palo en el artículo de José Manuel Pedrosa «Rey Fernando, rey don Sancho, Pero Pando, Padre Pando, Pero Palo, Fray Príapo, Fray Pedro: metamorfosis de un canto de disparates (siglos xiv-xx)», Bulletin Hispanique, 98, n.o1, 1996, págs. 5-27, y la amplia bibliografía ahí citada.

  15. Cito por la edición de la Real Academia Española, Diccionario de Autoridades, ed. facsímil, Madrid, Gredos, 1990, 3 vols. En adelante solo indico, entre paréntesis, Aut.

  16. Luis Montoto y Rautenstrauch, Personajes, personas y personillas que corren por las tierras de ambas Castillas, Sevilla, Librería de San José, 1911-1912, 3 vols. Las presentes citas en vol. ii, págs. 163 y 294.

  17. Ver Ángel Valbuena y Prat (ed.), La novela picaresca española, Madrid, Aguilar, 1966, pág. 1909a.

  18. Cito por el Diccionario de la lengua española (vigésima segunda edición), Madrid, Real Academia Española, 2001, 2 vols. En adelante solo se citará, entre paréntesis, DRAE.

  19. Para ahondar en este personaje se puede consultar el trabajo de Augustin Redondo, «Folklore, referencias histórico-sociales y trayectoria narrativa en la prosa castellana del Renacimiento. De Pedro de Urdemalas al “Viaje de Turquía” y al “Lazarillo de Tormes”», Actas del IX Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (Berlín, 18-23 de agosto de 1986), Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Vervuert, 1989, 2 vols (vol. i, págs. 65-88). Véase también el ya citado trabajo de Iglesias Ovejero, «Figuración proverbial...», especialmente las págs. 54-58.

  20. Citado en Frenk, «Mucho va de Pedro a Pedro», pág. 572.

  21. Sebastián de Horozco, Teatro universal de proverbios, ed. José Luis Alonso Hernández, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2005. En adelante cito siempre como Horozco.

  22. Ver José María Iribarren, El porqué de los dichos, Pamplona, Departamento de Educación y Cultura del Gobierno de Navarra, 2000, pág. 194.

  23. Frenk, «Mucho va de Pedro a Pedro», pág. 576.

  24. José Luis Alonso Hernández, Léxico del marginalismo del Siglo de Oro, Salamanca, Universidad, 1976, s. v. poleo.

  25. Todas las canciones populares que cito proceden de Margit Frenk, Corpus de la antigua lírica popular hispánica (siglos xv a xvii), Madrid, Castalia, 1990 y su complemento: Corpus de la antigua lírica popular hispánica. Suplemento, Madrid, Castalia, 1992. Cito siempre estas obras en el cuerpo del trabajo como Frenk, núm. xx.

  26. Francisco de Quevedo, Los sueños, ed. Ignacio Arellano, Madrid, Cátedra, 1999, pág. 396.

  27. Sebastián de Covarrubias Horozco, Tesoro de la lengua castellana o española, ed. integral e ilustrada de Ignacio Arellano y Rafael Zafra, Madrid, Universidad de Navarra-Iberoamericana-Vervuert-Real Academia Española-Centro para la Edición de Clásicos Españoles, 2006. Cito siempre por esta edición, indicando, entre paréntesis, Cov.

  28. Citado por J. M. Iribarren, El porqué de los dichos, pág. 206.

  29. Hernán Núñez, Refranes o proverbios en romance, eds. Louis Combet, Julia Sevilla Muñoz, Germán Conde Tarrío y Josep Guia i Marín, Madrid, Guillermo Blázquez Editor, 2001, 2 vols. La cita en vol. i, núm. 5924.

  30. Francisco López de Úbeda, Libro de entretenimiento de la pícara Justina, ed. David Mañero Lozano, Madrid, Cátedra, 2012, págs. 382-383.

  31. En Francisco de Quevedo, Prosa festiva completa, ed. Celsa Carmen García-Valdés, Madrid, Cátedra, 1993, pág. 152.

  32. Véase también Frenk, «Mucho va de Pedro a Pedro», pág. 586, nota 27.

  33. Montoto, Personajes, vol. iii, págs. 23-24; Iribarren, El porqué de los dichos, págs. 198-199.

  34. La vida y hechos de Estebanillo González, eds. Antonio Carreira y Jesús Antonio Cid, Madrid, Cátedra, 1990, 2 vols. La cita en vol. i, pág. 66.

  35. Frenk, «Mucho va de Pedro a Pedro», pág. 578.

  36. Marqués de Santillana (Íñigo López de Mendoza), Refranes que dicen las viejas tras el fuego, ed. Hugo O. Bizarri, Kassel, Reichenberger, 1995, núm. 15.

  37. Citado por Montoto, Personajes, vol. ii, pág. 262.

  38. Iglesias Ovejero, «Figuración proverbial...», pág. 36.

  39. Núñez, Refranes, vol. i, núm. 6081.

  40. Montoto, Personajes, vol. ii, pág. 262.

  41. Iglesias Ovejero, «Figuración proverbial...», pág. 69; trata en detalle el personaje en págs. 67-71.

  42. Ver también Maxime Chevalier, Cuentos folklóricos en la España del Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 1983, específicamente el núm. 208.

  43. Núñez, Refranes, vol. i, núm. 8041. Trata el origen del personaje y su presencia en la literatura áurea J. M. Iribarren, El porqué de los dichos, págs. 161-162.

  44. Frenk, «Mucho va de Pedro a Pedro», pág. 580.

  45. Frenk, «Mucho va de Pedro a Pedro», pág. 580.

  46. Iglesias Ovejero, «Figuración proverbial...», págs. 35 y 48.

  47. Emilio Cotarelo y Mori, Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas desde fines del siglo xvi a mediados del xviii, ed. facsímil, estudio preliminar e índices de José Luis Suárez García y Abraham Madroñal, Granada, Universidad, 2000, 2 vols. El tema en vol. ii, pág. 638b.

  48. Anónimo, Lazarillo de Tormes, ed. Francisco Rico, Madrid, Cátedra, 2005, pág. 75.

  49. Julio Cejador, en su Fraseología, explica, respecto del apelativo Pedro Gotero, «que así llaman a Satanás, por andar entre pez, como los boteros» (citado por Iribarren, El porqué de los dichos, pág. 82).

  50. El entremetido y la dueña y el soplón, en Francisco de Quevedo, Obras: tomo primero, ed. Aureliano Fernández Guerra, Madrid, Imprenta de M. Rivadeneyra, 1852, pág. 376.

  51. Francisco de Quevedo, Los sueños, pág. 451.

  52. Santillana, Refranes, núm. 689.

  53. Citado por Frenk, «Mucho va de Pedro a Pedro», pág. 572.

  54. Montoto, Personajes, vol. ii, pág. 261.

  55. Luis Galindo, Sentencias filosóficas, citado por Carreira y Cid en su edición del Estebanillo, i, pág. 96.

  56. Frenk, «Mucho va de Pedro a Pedro», pág. 585.

  57. Frenk, «Mucho va de Pedro a Pedro», pág. 574.

  58. Núñez, Refranes, vol. i, núm. 4733.

  59. Montoto, Personajes, vol. ii, pág. 268.