Reseña. The Classical Tradition in Medieval Catalan...


Boletín de la Real Academia Española
[BRAE · Tomo XCIX · Cuaderno CCCXIX · Enero-Junio de 2019]
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Lluís Cabré, Alejandro Coroleu, Montserrat Ferrer, Albert Lloret y Josep Pujol. The Classical Tradition in Medieval Catalan, 1300-1500. Translation, Imitation, and Literacy, Londres, Tamesis (Serie A, monografías, 374), 2018, xi + 289 páginas y 3 mapas.


Estamos ante un libro fundamental para entender, documentar e interpretar la influencia de la tradición clásica en la literatura en lengua catalana durante la Edad Media y el primer Humanismo. Sus autores han tenido muy en cuenta el pionero El renacimiento clásico en la literatura catalana, que en el ya muy lejano 1889 publicó Antoni Rubió i Lluch, que siguieron y completaron importantes estudios de Lluís Nicolau d’Olwer, Martín de Riquer, Jordi Rubió i Balaguer, Lola Badia y, entre otros, cuatro de los cinco firmantes (Cabré, Ferrer, Lloret y Pujol) en la magna y magnífica Literatura medieval, en tres volúmenes, dirigida por Lola Badia. Estamos ante un excelente y muy ingeniosamente dispuesto estudio, que se deja leer como un ensayo sin perder un ápice de rigor y erudición y, como indica el subtítulo, donde se analizan las relaciones entre traducción e imitación (una actividad no se entiende sin la otra) de los letrados y literatos, laicos o clérigos, latinistas y romancistas, de los diversos estamentos sociales. El tercer concepto del subtítulo, “literacy”, se refiere fundamentalmente al acceso a la cultura escrita de selectos lectores romancistas, fruto de las traducciones y, en menor medida, de las imitaciones y emulaciones de los clásicos. Ha sido redactado en un tono neutro y sin prejuicios nacionalistas, considerando rigurosamente el flujo cultural que se dio entre los reinos de Aragón y Castilla, dentro y fuera de la península ibérica. Lo publican en inglés para que llegue a más lectores y para que se conozca la formación, inquietudes, lecturas, intereses culturales de los escritores, promotores culturales o magnates de uno de los períodos más brillantes de las letras catalanas, injustamente poco conocido e incluso postergado por otros períodos literarios más recientes.

La parte i (“The Classical Tradition in Medieval Catalan”) analiza y documenta, los tres ítem del subtítulo (traducción, imitación y formación literaria). Su primer capítulo es una bien documentada y justificada introducción histórica (“Historical Background”) de 24 páginas para reseñar, desde la Antigüedad a nuestros días, el territorio de la “Catalan-Aragonese Crown”, justificar la diferencia con el resto de la península y caracterizar la singularidad histórica y cultural de los territorios de lengua catalana. La relativamente larga extensión de esta introducción histórica se entiende, al igual que el idioma, porque los autores son conscientes de que fuera de los estrictos límites peninsulares (o incluso dentro de ellos), pocos lectores conocen la historia del reino de Aragón hasta su unión con Castilla.

En el segundo capítulo (“Literacy: Translations and Royal Patronage”, pp. 29-91) se analiza lo que el término inglés “literacy” vale en este contexto: el acceso a la escritura y a la cultura escrita, y cómo aquel acceso evoluciona y se enriquece, especialmente con el contacto con el latín, directamente o a través de mediadores culturales, traductores y comentaristas o glosadores. En este apartado describen la actividad cultural y literaria desde el primer “count-king, Alfonso, in 1162” hasta la muerte del príncipe Carlos, hijo de Juan II, en 1461. Un primer período (1162-c.1360) lo caracterizan como el de las primeras traducciones, que lo completan con la figura de Pedro III, el Ceremonioso (1336-1387) y su pasión por la historia. A continuación lo analizan en función de los sucesivos reyes y príncipes: Juan I (1380-1396), Martín I, el Humano (1396-140), Fernando I, Alfonso IV, el Magnánimo y Carlos, príncipe de Viana (1412-1461).

El tercer capítulo (“Imitation: The Classical Tradition in the Work of Five Major Authors”, pp. 93-122) es la parte del león, porque se centran en los grandes autores, grecolatinos e italianos, y los asocian con otras tantas figuras u obras cimeras de las letras catalanas medievales, señalando la influencia de aquellos en los más grandes de esta. Es un planteamiento muy original: no establecen una correspondencia biunívoca entre los pares, sino que señalan las tendencias lectoras, las influencias, las modas, las aficiones, o incluso el prestigio de leer o citar a determinado autor en un momento preciso, y lo ejemplifican con eximios representantes del reino de Aragón en lengua catalana. Se ajustan a las tres etapas del “clasicismo en las letras catalanas” que estableció Rubió i Lluch: su aparición en los reinados de Juan I, Martín I y Fernando de Antequera (1387-1416), la más fértil en traducciones, que personalizaba en las figuras de Bernat Metge y Antoni Canals; la segunda es la del reino de Alfonso el Magnánimo (1416-1458), que marca el apogeo del “verdadero humanismo”, en tanto que cercano a los humanistas italianos como Valla, Facio o el Panormita, con nombres como Ferran Valentí y Joan Ramon Ferrer; la tercera la hace coincidir con los reinados de Juan II y Fernando el Católico (1458-1516), cuyo humanismo latino alcanza su cima con Jeroni Pau y Pere Miquel Carbonell. Subdividen ingeniosamente el capítulo en cinco secciones, en función de otras tantas auctoritates, traducidas o imitadas por otros tantos auctores en catalán y que caracterizan modos o funciones de la escritura, también la de crear una literacy, un corpus de lecturas ad usum nobilium, o civium en general. De este modo, asocian (3.1) a Bernat Metge con Petrarca; en concreto, con el Secretum y el De remediis utriusque fortunae; del primero, “the drammatic dialogue on philosophical and moral themes” y “the communication with the ancients”; de hecho, Metge “invoques them as if he were conversing privately with them through his books” (p. 94). A Ausiàs March (3.2) con Ovidio, porque, por ejemplo, “he was well able to extract exempla directly from the Latin. Poem 51 mentions as ‘examples from the past’ Jason’s ingratitude towards Medea, Theseus’s towards Ariadne, and Aeneas’s towards Dido in same order in which they appear in Ovid’s Ars amatoria (3,25-42) and with the same intention” (p. 99). El otro gran clásico, Virgilio, con Curial y Guelfa (3.3), dado que “the historical plot shadows that of the Aeneid, which the autor must have read along with a set of classroom commentaries” (p. 107). A Boccaccio, otra de “le tre corone”, lo vinculan con Joan Roís de Corella (3.4), ya que al parecer “Corella also learnt the art of the short story, or novella, from Boccaccio”, lo que no implica que no “had to look to other sources” (p. 112). El mejor representante de la prosa, Joanot Martorell (3.5) con Tito Livio, pues “Livy’s historiographical model” fue el que “provides the general framework for Tirant, independent of the specific sources for the rhetorical set pieces inserted throughout the narrative” (p. 121).

En el cuarto capítulo (“Printing: Humanism and the Renaissance”, pp. 123-154) no se han limitado a redactar un mero catálogo, sino un estupendo tratado de sociología e historia del libro (también de la bibliofilia) del naciente humanismo, que poco a poco se va afianzando con las traducciones de los principales autores y disciplinas, que, por lo general, llegan desde la otra ribera del Tirreno, merced a la labor de intérpretes como Antoni Canals, Joan Ramon Ferrer o Francesc Alegre, o por la difusión que asumieron humanistas como Pere Miquel Carbonell, Jeroni Pau o el cardenal Joan Margarit. Porque “from the mid-fifteenth century, in Catalonia and other territories of the Crown of Aragon, representatives of the urban ruling clases began to establish direct cultural links with Italy” (p. 125). Señalan que el papel importante para esta introducción del humanismo italiano no fue tanto la corte como miembros de las “patrician families”, como Ferran Valentí o Nicolau Quilis, que vertieron al catalán a Cicerón (los Paradoxa y el De officiis), Valerio Máximo, Séneca, Boecio, Flavio Josefo y Livio. Obviamente, los contactos con Italia se incrementaron desde que Alfonso el Magnánimo dejó la península en 1432 y se convirtió en rey de Nápoles diez años después; no menor papel tuvo Carlos, príncipe de Viana, o el secretario del rey, Arnau Fonolleda, que le pidió a Leonardo Bruni una traducción de la Política de Aristóteles, o Pere Torroella. La descripción y estudio de los impresos es muy minuciosa y abarca desde la primera imprenta, que ya operaba en Barcelona y Valencia en 1473, de las que salieron las obras de Diógenes Laercio, Plutarco, Cicerón, Flavio Josefo, Boecio… hasta Dante, Petrarca, o los humanistas Lorenzo Valla o Pier Paolo Vergerio. También se adentran en el siglo xvi y dedican doce apretadas páginas a reseñar y mostrar la proyección peninsular del “number of classical texts –both in original and in translation- and literary works inspired by the classical tradition in the Crown of Aragon during the first decades of the sixteenth century” (p. 143), particularmente hasta 1522. Los tres primeros capítulos están vinculados con el cuarto, pues la información de las obras y los autores citados allí en versalitas se corresponden con otras tantas entradas en este, de modo que se ofrece un útil entramado de referencias cruzadas que permiten al lector saltar de un capítulo a otro y completar así la información pertinente.

La catalogación y estudio de las traducciones está en el origen del libro y es el fruto de un trabajo de muchos años del equipo de profesores que firman la obra y de algunos más; son 65 obras originales que incluso alcanzaron más de una versión, como los Facta et dicta de Valerio Máximo o el De consolatione de Boecio. Ese metódico esfuerzo, minucioso y colectivo, lo han plasmado en la parte ii (“Catalogue of Translations to 1500”, pp. 155-223), que es un completo catálogo de todas la traducciones conocidas (existentes o perdidas) de textos clásicos, ya sea desde las traducciones del Renacimiento italiano (desde Dante hasta León Bautista Alberti) ya de los grandes autores medievales que contribuyeron a la transmisión y difusión de los clásicos; remiten, pertinentemente, a la base de datos del BITECA, de la Universidad de Berkeley. En todas las entradas y asientos se indica el proceso de traducción desde la lengua de origen al catalán y, si ha lugar, al castellano. Después de la preceptiva lista de autores y obras traducidas (pp. 157-160), los describen siguiendo las bien fijadas pautas previas: traducciones de la “Classical Antiquity” (pp. 161-194); de “the Medieval Latin Tradition” (pp. 195-208) y de “the Italian Renaissance” (pp. 208-223).

Los asientos son muy precisos. Por ejemplo, el de Ovidio (pp. 179-182), del que espigo algún fragmento ilustrativo: de la primera entrada, “Heroides (c. 5 BC)”, apuntan que la versión castellana depende de la catalana, y esta de la latina (“Latin > Catalan > Castilian”). Señalan que “until the end of the 15th century, the corpus of the Heroides comprised epistles 1-14 and 16-21 only”, [] y a continuación explican cómo por lo general se hicieron preceder de accessus y completar con glosas moralizantes, “many produced in Orléans during the second half of the 12th century”. A renglón seguido añaden el asiento del primer traductor catalán de Ovidio, Nicolau, de quien también ofrecen utilísimas referencias: “Lletres d’Ovidi (Guillem Nicolau, 1390). Guillem Nicolau served as scrive and royal chaplain during the reigns of Peter III and John I. Before translating the Heroides, Nicolau produced a translation of the Chronicon Siculum … supplemented his versión of Ovid’s epistles with a translation of William of Orléans’ introductions to the Heroides in the Bursarii Ovidianorum (c. 1200)…” (pp. 179-180). La siguiente entrada es las Metamorfosis (“Latin > Catalan + Latin > Italian > Catalan”); a continuación, la obra de “Giovanni del Virgilio, Expositio and Allegoriae on the Metamorphoses, c. 1322 (Latin > Italian > Catalan)”; la cuarta es ya el Pseudo Ovidio De vetula, anónimo de la segunda mitad del siglo xiii (“Latin > Catalan”), que interesó a Bernat Megte, cuya versión y adaptación (Ovidi enamorat / La velletona) es anterior a 1399. También explican la diversidad de títulos de la obra, las bibliotecas o fondos documentales en los que está y otras útiles informaciones. La precisa documentación, recogida sin alharacas, facilita una lectura ágil y es de una claridad meridiana.

Completan el estudio con sendos utilísimos índices de manuscritos y onomástico (de 15 apretadas páginas), que incluye las respectivas obras como subentrada, si es preciso, y una exhaustiva bibliografía de 38 páginas. Añaden dos apéndices no menos útiles: uno de los detallados asientos (con indicación del impresor, lugar y fecha publicación) de incunables e impresos de humanistas italianos que salieron de las prensas de la Corona de Aragón entre 1473 y 1535 (pp. 225-226), agrupados en cuatro secciones: Gramática y Retórica, Poesía, Tratados de Filosofía moral y Pedagogía, y ficción. El segundo apéndice es un cuadro de los reyes de Aragón y condes de la casa Barcelona (1137-1516).

Es un libro imprescindible, y no sólo para la literatura catalana y en catalán, sino también para las letras peninsulares en su conjunto, incluido el reino de Nápoles, pues da un amplio panorama de la llegada, transmisión, difusión, asimilación, interpretación, comentario y aplicación de los clásicos en todos sus géneros y disciplinas, de sus glosadores, de las “tre corone” italianas y de otros humanistas y divulgadores culturales de todos los estamentos. Da asimismo cuenta de la formación de los hombres de letras, profesionales o ilustrados, en catalán, aragonés, e incluso en castellano, pues no en balde en la corona de Aragón se hablaban esos tres idiomas, y el occitano, porque obviamente no se han tenido en cuenta las obras escritas en latín por algunos humanistas. Es un estudio excelente, que reúne las ventajas y amenidad del ensayo, y las virtudes y rigor de la enciclopedia manual o libro de consulta.

Guillermo Serés

Universidad Autónoma de Barcelona