LA RELEVANCIA DE VINCENCIO SQUARZAFIGO PARA LA HISTORIA DE LA ORTOGRAFÍA ESPAÑOLA


Boletín de la Real Academia Española
[BRAE · Tomo XCVIII · Cuaderno CCCXVII · Julio-Diciembre de 2018]
http://revistas.rae.es/brae/article/view/259

Resumen: En este trabajo pretendo demostrar la relevancia que Vincencio Squarzafigo, primer secretario de la Real Academia Española, tiene para la historia de la ortografía española. Su «Dissertacion Academica en que se pretende probar que para el mas perfecto conocimiento de las Vozes es conveniente arreglar la ortographia de ellas à sus origenes» (1718) es una de las primeras discusiones serias sobre este asunto en el seno de la Docta Casa y supone la aplicación del criterio etimológico en la fijación ortográfica del español. Esto último no sería trascendente si no fuera porque Squarzafigo sienta los principios sobre los que descansa la ortografía académica –la cual, por sí sola, constituye un hito en la periodización de la ortografía española– y se anticipa a las críticas que los ortógrafos vierten sobre los impresores cuando contravienen aquel criterio.

Palabras clave: Lengua española; Ortografía; Real Academia Española; Etimologismo; Lexicografía.

THE RELEVANCE OF VINCENCIO SQUARZAFIGO FOR THE HISTORY OF SPANISH ORTHOGRAPHY

Abstract: In 1718, Vincencio Squarzafigo, the first Secretary of the Spanish Royal Academy, wrote «Dissertacion Academica en que se pretende probar que para el mas perfecto conocimiento de las Vozes es conveniente arreglar la ortographia de ellas à sus origenes». This text is one of the first important discussions of Spanish orthography conducted within this august body, which is a landmark in itself, insofar as it entails the use of etymological criteria in order to regulate the orthography of the Spanish language. Moreover, as an orthographer, Squarzafigo was the first orthography scholar to criticize the work of printers who go against this etymological principle. So, I conclude, his text is very significant in the history of the Spanish orthography and deserves to be recognized as such.

Keywords: Spanish Language; Orthography; Spanish Royal Academy; Etymological principle; Lexicography.


Presentación

Para la elaboración de mi artículo «Vincencio Squarzafigo (1670-1737)»,1 no pude contar con un texto fundamental del primer secretario de la Real Academia Española: la «Dissertacion Academica en que se pretende probar que para el mas perfecto conocimiento de las Vozes es conveniente arreglar la ortographia de ellas à sus origenes» (1718). La razón fue que el documento estaba ilocalizable en el archivo de la Docta Casa –si bien de las palabras de Fernando Lázaro Carreter se desprende que él sí pudo consultarlo–2 hasta que la actual archivera, Covadonga de Quintana, sabedora de mis pesquisas, me comunicó el feliz hallazgo. El (re)descubrimiento engrosa ya la colección de nuevos datos que, sobre la vida y la obra de Squarzafigo, he recabado desde la publicación de aquel artículo. Sin embargo, considero fundamental abordar la «Dissertacion» (1718) en un estudio aparte debido a su importancia, pues no es solo el pensamiento del autor sobre esta materia sino que, como tendremos ocasión de comprobar, es también una de las bases sobre la que se asienta la ortografía académica y, por tanto, el fundamento de la nuestra en la actualidad.

Y digo que es una de las bases porque –aparte de la tradición, de cuyas características la crítica ha dado debida cuenta– investigaciones como la recién publicada por Margarita Freixas están sirviendo para conocer los textos ortográficos pioneros de la Docta Casa y situar el de Squarzafigo en su justo lugar: es decir, inmediatamente después del discurso «Sobre si la z es letra castellana» (1715) de Bartolomé Alcázar y del «Discurso de la Orthographía de la lengua castellana» (h. 1716) de Adrián F.J. Connink Jácome, folios 114-120 y 410-485, respectivamente, del manuscrito 112 de la Biblioteca de la Real Academia Española.3 A continuación estaría, por orden cronológico, la «Dissertacion» (1718) de nuestro autor. Como se verá, es de celebrar la coincidencia en los planteamientos ortográficos de cara a la lematización de las voces del Diccionario de autoridades (1726-39)4 por parte de sus gestores iniciales, puesto que, en primera instancia, la Academia creó una ortografía para su propio uso y, a la postre, para su obra.5 No fue hasta mucho más adelante cuando la institución adquiere definitivamente su condición de agente normativo en esta materia.6

El manuscrito consta de seis hojas en cuarto manuscritas por ambas caras y sin foliar. La primera hoja está encabezada por una cruz y el título. La letra de Vincencio Squarzafigo es claramente reconocible en todas las hojas, además de algunos añadidos. En la primera, una referencia («f. 187») al folio del primer libro de Actas de las Juntas académicas, en concreto la de 26 de mayo de 1718, donde se comenta la lectura de la «Dissertacion»,7 así como una antigua signatura puesta a lápiz (1257) y un añadido, con la misma caligrafía característica de Squarzafigo: «Puede imprimirse aun despues de publicada la Orthographia», pareciendo aludir así al «Discurso proemial de la orthographia de la Lengua Castellana» (1726).8 En todas las hojas está estampado el sello del archivo de la Docta Casa. La archivera encontró el texto junto con otras disertaciones, dentro de una pila de papeles de todas las épocas productivas de la institución. En algún momento nuestra «Dissertacion» (1718) se traspapeló, razón por la cual estaba ilocalizable, hasta que pudo recuperarse, digitalizarse y volver a su emplazamiento original, según el orden que le corresponde en el archivo.

El asunto principal es la defensa del criterio etimológico en la fijación ortográfica del español.9 Para el autor, no hay dudas de la uniformidad del castellano en cuanto a escribir solo las letras que se pronuncian, conforme al principio fonológico de la escritura (una grafía para cada fonema, y viceversa). El problema está en qué letras son las adecuadas. Gran parte de los «abusos» o «desviaciones» cometidos por quienes escriben –respecto de la ortografía según conviene al origen, entiéndase– se debe a la intervención de los impresores, que les dan carta de naturaleza en sus ediciones de los monumentos literarios. El desconocimiento del origen de los vocablos o su falta de atención son la causa de la introducción de los «errores». El atender a la etimología para establecer la ortografía se erige como criterio universal y racional y como el único capaz de evitar dichas deturpaciones. Solo así se consiguen las pretendidas propiedad y pureza de los términos con que nos expresamos. Es por uno de los cometidos fundamentales de la Academia, averiguar y fijar la propiedad y pureza del léxico, por lo que ha de estar siempre vigilante y establecer el uso cuando no exista certeza etimológica.

El criterio etimológico

La etimología es, junto a la pronunciación y el uso implantado, uno de los principales referentes a la hora de proponer la ortografía de cualquier lengua. La Academia considera que, sin el conocimiento de la etimología, «será vária, libre y sin fundamentos la Orthographía».10 Es por ello por lo que «ha empleado sus fatigas en el conocimiento de las Etymologías, singularmente de aquellas Voces, que ò lo necessitan mas para su comprehensión, ò se deben atender para la Orthographía».11 De ahí –por tanto, y entre otras razones– la presencia de un «Discurso proemial sobre las etymologias» (1726) en los prolegómenos de Autoridades (1726-39), a fin de conocerlas e inferirlas mejor. Además, la ortografía no debe oscurecer el origen de las palabras. Así pues, el criterio etimológico pareció regir las normas de escritura de nuestra lengua. Lo podemos ver en un caso concreto, discutido en la Junta académica de 18 de septiembre de 1732, según consta en su Acta:

Haviendose excitado en la Academia de 11 deste mes dos dudas acerca dela Voz homenage, la primera sobre su orígen para establecer el modo de escribirla con propiedad poniendola con aspiracion ò sin ella. [...] Se puso a tratar del punto: Ser su etimología de homo agens, por cuya razón se debe escribir con aspiracion.

Existieron, no obstante, discrepancias puntuales en la aplicación de dicho criterio. Una de ellas, por ejemplo, tiene que ver con la lematización de barrer, donde puede comprobarse, en este caso, el predominio del criterio del uso frente al etimológico.12 Las plantas del Diccionario de autoridades (1726-39) –tanto la aprobada en el Acta de la Junta académica de 2 de diciembre de 1713 y editada inmediatamente,13 como la que figura en el mismo diccionario–14 dan cuenta de la posibilidad de aplicar el criterio de uso. Vincencio Squarzafigo participa en la redacción de esta última planta, por lo que es posible que, debido a esta participación, se mantenga el criterio etimológico por encima del uso. Este solo se aplicaría en el caso de que no se conozca el origen de la palabra en cuestión. La Academia, en definitiva, no desdeña las variantes con las grafías establecidas por el uso, que figuran en el Diccionario (1726-39) como remisiones a la forma que mejor refleja su origen:

16. Anotar las variedades que se hallaron en el escribir algunas Voces, aprobando la mejor y desechando las demas, como algunos dicen aora, otros agora, y parece lo mejor decir ahora, advirtiendolo en los lugares que les tocare. Lo mismo se dice del verbo volver, que muchas personas y todos o casi todos los Impressóres le comienzan con b, desfigurandole su orígen. []

Se ofreció dificultád en el artículo 16, sobre si en el modo de escribir algunas Voces se ha de estar al uso con que comunmente se ha practicado ò si teniendo por abúso se ha de enmendar poniendoles con las letras que corresponden à su verdadero orígen. Y haviendose pasado à votar sobre ello quedó resuelto por la mayór parte de votos que en todas las que pudiera haber duda se observe el arreglarse à los orígenes, pero atendiendo à excusar la confusión en los que, ignorando de dónde se originan, las hubieren de buscar, se anoten segun el uso en el lugar que les toque el alphabéto, remitiendolas para su explicacion al que deben tener segun su orígen (Acta de la Junta académica de 2 de diciembre de 1713).

Observar exactamente la Orthographía de las Voces, de suerte que no se obscurezca su primitivo orígen, desterrando los abúsos que en contrário se hallaren. []

Annotar las variedades que se hallaren en el escribir algunas Voces, aprobando la mejor, y desechando las demás: como algunos dicen aóra, otro agóra, y paréce lo mejor decir ahóra, advirtiéndolo en los lugáres que les tocáre. Lo mismo se dice del Verbo Volver, que muchas Persónas, y todos, ò casi todos los Impressóres le comienzan con b, desfigurandole su orígen. Mas juntamente (atendiendo à excusar la confusión en los Lectóres del Diccionario, que ignoraren de donde las Voces se origínan, y las huvieren de buscar) se annotarán segun el uso común, ò vulgar de escribirlas, en el lugar que les tocáre del Alphabéto; pero remitiéndolas para su explicación al que deben tener segun su orígen y Etymología: y assi el exemplo puesto arriba de Volver, se colocarà en la b, por atender al uso común, diciendo: Bolver. Vease Volver.15

Es así como se conjugan ambos criterios por parte de la Docta Casa, no sin antes establecer que el de uso está en cierto modo supeditado al etimológico. De ahí que se llegue a la conclusión de que el medio seguro y cierto para fijar la ortografía «es recurrir à los orígenes de las palabras, y examinar sus etymologías, atendiendo à las modificaciones con que el tiempo ha ido suavizando y templando el rigór que en lo antíguo se practicaba, y observando el estílo con que el uso ha ido sentando y estableciendo el modo de reducir al papél no pocos términos y palabras, diferentemente de lo que antes se hacía».16 No obstante, también entra a formar parte de los criterios establecidos por los académicos aquel que finalmente acabará triunfando: el de la pronunciación.17 Así, la ortografía es «una Facultad, ò Arte de escribir rectamente las Voces conforme à su orígen, significación y sentído de las palabras, y de las sylabas».18 Ahora bien, uno de sus cometidos es

escribir pura y correctamente las Voces, conformandolas, en quanto sea dable, al modo con que generalmente se pronúncian, y atendiendo al mismo tiempo à los orígenes de donde vienen, para no desfigurarla (ibidem).

El criterio etimológico, como puede comprobarse, sigue vigente. En su «Dissertacion» (1718), Vincencio Squarzafigo comenta una de las conocidísimas propiedades del español: el observar «entre la pluma, y los labios la uniformidad honrada de no escribir más, ni menos letras delas que pronuncia» (fol. [1v]). Sin embargo, justo a continuación de aquellas palabras de Adrián F.J. Connink Jácome, advierte este autor de que lo que se escribe no es «copia de lo que se habla, ò se concibe».19 Porque quizás no sea tan dable ajustar la ortografía a la pronunciación, debido a la diversidad dialectal de nuestra lengua y a la existencia de varios valores fonológicos en una misma letra, es necesario no atender a ella como criterio único.20 Los casos más conflictivos son los de b y v, z, g, j y x, h, q y la duplicación y concurrencia de consonantes.21 En este caso, la Academia sigue entendiendo el etimológico como el criterio que debe guiar el establecimiento de la ortografía.

Lo mejor es que el uso se adecue al origen, pero más adelante se establece que si el uso atiende más a la pronunciación que a la etimología, entonces debe prevalecer aquella sobre esta. Así figura en el Acta de la Junta académica de 21 de junio de 1731, como respuesta a una duda en relación con la variedad en la ortografía de ciertas voces, unas veces según sus orígenes y otras según su uso. La solución final es que «siempre que se pueda componer el uso con la etimología se haga; pero que quando el uso comun es diferente dela etimología, que de observarla resultaba aspereza en la pronunciacion, se esté al uso comun, quedando à la discrecion dela Academia la determinacion en cada caso particular sobre como se deben escribir las Vozes, en que esto aconteciere». Y ello, pienso, entra en consonancia con lo dicho por Vincencio Squarzafigo trece años antes, al final de su «Dissertacion» (1718): lo primero es la etimología, pero en caso de desconocimiento es

instituto de la Academia establecer, y determinar, mediando entre la variedád de dictamenes el suyo: siendo como es mayor inconveniente que à la voluntaria resolucion delos que pueden resolver en esta materia, se dexa libre el innovar cada día, haciendo menos apreciable para las otras Naciones un Idioma que en su elegancia, en su caudal de terminos, y multitud de frases no tiene que envidiar à otro alguno (fols. 5v-6r).

La capitulación se debió a la tradición de la lengua española. Como dice Ángel Rosenblat, «la Academia se proclama campeona de la ortografía etimológica, pero en realidad está muy lejos de aplicarla en todo rigor. Su etimologismo teórico [] está calcado en gran parte sobre el de la Academia Francesa. Pero en Francia la Academia se apoyaba en una tradición ortográfica que se remontaba ininterrumpidamente hasta el siglo xiii. La Academia Española se encontraba, en cambio, con un uso general, antiguo y moderno. Y no sólo no pudo romper con él, sino que tuvo que aceptarlo en gran parte».22 La atención al uso y a la pronunciación supone el inicio del giro que se verá completado en los proyectos de creación del suplemento del Diccionario (1726-39) y la primera Orthographia (1741).23 Sin embargo, esto no es óbice para señalar la «Dissertacion» (1718) como apoyo al criterio preferido –no aplicado a rajatabla, ajustado a las circunstancias– en los inicios.

El papel de los impresores

En su «Dissertacion» (1718), Vincencio Squarzafigo fija como propósito de la Academia «averiguar y fixar la propiedad y pureza de los vocablos» (fol. [1v]), tanto en la pronunciación como en la escritura. Ahora bien, sobre esta última hay que decir que, en la ortografía del español, se han cometido una serie de abusos que pueden caracterizarse como universales, por un lado, y autorizados, por otro. Los abusos universales se cometen tanto consciente como inconscientemente, mientras que los autorizados lo son al hallarse impresos en los textos de las autoridades. Sin embargo, no hay que soslayar los frecuentes descuidos en las impresiones (y no solo las realizadas en España). Además, los autores no ejercen control alguno sobre la impresión de sus obras.24 Por eso, la atención al origen de las voces para ajustar su ortografía es conveniente, ya que supone un ejercicio de restitución de la honra de la práctica escritural de los autores (fol. [2r]). Estos son reacios a las novedades. Su prudencia les hace no querer erigirse como autoridades de los desvíos que contravienen la etimología (fol. [3v]).

Squarzafigo aprovecha cualquier momento para llamar la atención sobre los continuos errores de las impresiones manejadas en la extracción de autoridades. Si ofrecen una solución antietimológica, hay que buscar más textos y mejores impresiones. En sintonía con su pensamiento ortográfico, Squarzafigo apela, para la lematización de ortiga, a lo que se acordó en 1713: «siempre que en las Voces se hallasse etimología cierta se escriban conforme à ella sin atender à lo que parece uso comun, por ser este sumamente difícil y aun casi impossible de averiguar por los repetidos errores que se hallan en las más delas impressiones. Y solamente quando la Voz fuere propria de la lengua española se podrá discurrir la orthographia que le corresponde haciendo el cotejo delas impressiones que pareciessen mas correctas. Y en esta consequencia quedó [] determinante que la Voz ortiga se reserve para la letra o, y que en la h se ponga solo una simple remisión por motivo de hallarse tan frecuentemente escrita con aspiracion» (Acta de la Junta académica de 12 de febrero de 1733).

María J. Martínez Alcalde,25 siguiendo a Lázaro Carreter,26 fija como fecha de lectura de la «Dissertacion» el 26 de mayo de 1728, cuando en realidad fue diez años antes.27 Este baile de fechas podría ser un asunto baladí si no fuera porque el adelanto sirve para que el autor se anticipe a Antonio Bordazar de Artazú en las críticas a la responsabilidad de los impresores en los desvíos ortográficos. Bordazar publica, en su Ortografía (1728), una «Carta» dirigida a sus colegas, los impresores españoles, por su lógica responsabilidad, la edición de textos escritos, en la ortografía de nuestra lengua. El valenciano señala que los autores, por lo general, confían en el proceder de dichos profesionales, «por considerarnos peritos en aquella Arte de que hacemos profesión», continuando con la autoridad en esta materia de los impresores de antaño, que «tratavan mas de introducir Ortografia que de reformarla», si bien sus preceptos para tal consecución no eran del gusto de todos.28 La siguiente cita parece una respuesta a las críticas de Squarzafigo a la labor de los impresores:

Que una Arte que, como dice Leon Decimo, [] se inventò para gloria de Dios, aumento de la Fè, i propagacion de las Artes; sirva ahora para acreditar los errores de los Professores de ella? Ignominia grande serà esta. No creo yo Señores mìos, que v.ms. toleren que por nuestro descuido se envilezca una tan noble Arte. [] No creo yo, que voluntariamente abatamos una tan insigne profession que por su nobleza es libre de las contribuciones plebeyas; por su egercicio es liberal; i sus Professores benemeritos. [] No creo yo, que v.ms. permitan, que por nuestro descuido se desprecie una tan benemerita Arte que hizo deuda de justicia las mayores honrras de los primeros Principes del Orbe, Monarcas, i Pontifices.29

Squarzafigo señala casos de especial problematismo: el desconocimiento del origen o su falta de atención son la causa de que sean «raras» ocurrencias gráficas como caballo, envidia (así lematizadas en Autoridades [1726-31]) o amaba y las formas restantes del pretérito imperfecto de la primera conjugación (fol. [4]), frente a las más usuales en las impresiones: cavallo, embidia y amava;30 o el uso de u como consonante, por lo que surge la posibilidad de confusión en la pronunciación de uva, problema que ya ha sido solucionado en las impresiones en otras lenguas europeas.31 Bordazar, por su parte, relaciona el problema de la naturaleza vocálica y consonántica de u con el de i. Pero –a diferencia del andaluz, para el que los impresores son el problema más que la solución– el valenciano resuelve este asunto confiriéndole naturaleza exclusivamente vocálica a la i y consonántica a la y, apelando para ello a los testimonios de los ortógrafos que le precedieron, a su propio uso como impresor, al ejemplo de sus colegas y la práctica constatable en el primer tomo del Diccionario (1726-39):

Lo que devo hacer, i hago, es, sentar por regla fija de Ortografia, que la i vocal se escriva siempre i solo cuando tenga oficio de tal, estè sola, o acompañada, como se vè en esta impression. [] Tengo [] la esperanza de verlo practicado de muchos, como llego a ver con vanidad el uso de la u vocal, i v consonante con la diferencia que introduge pocos años ha en el Romance [] i observan curiosamente todos los Impressores de esta Ciudad [Valencia], i en la Corte el de la Real Academia de la Lengua en su nuevo Diccionario; siendo de lo uno i de lo otro tan igualmente essencial la regla, como distinguir con el caracter lo que se distingue en la pronunciacion, esto es, letras consonantes de letras vocales.32

Esta diferencia, i constante aplicación respectiva de la u vocal, i v consonante, en uno, un, uva, huviesse, huvo, etc. he introducido (como dige) en las impressiones Castellanas, i me he imitado a las Latinas estrangeras, con gran complacencia de verlo ya usado en ambas Lenguas por todos los Impressores de esta Ciudad, [Valencia] i practicado por el de la Real Academia de la Lengua Española en el Diccionario nuevo; aviendo llevado yo a los principios el rubor de la contradicion, por la fealdad con que suele aparecer lo nuevo. Pero mas me avìa avergonzado de ver impresso en Romance Iuan por Ivan, i el Latin vuæ por uvæ, o yendo por regla de Ortografia a mis mayores, que en principio de diccion no devìa aver u abierta, ni en medio v que llamamos de corazon. De cuyo manifiesto i envegecido error, podrà seriamente juzgar el Letor prudente, cuan justa es la reforma que intentamos hacer de otros abusos: i que, como llevo dicho, la complicación de las i, y, es una misma con la de las u, v, deviendo diferenciarse las vocales de las consonantes.33

Esta consonante ve, se distingue de la be, en pronunciarse la v abiertos los labios, i la b cerrados: de que se sigue, conocer, què letras pueden preceder a la v, i què letras a la b, cuando la v, o la b, son forzadas, o sabidas en la diccion; i como antes de b precissamente ha de aver m, i no n; assi tambien antes de v, forzosamente ha de ser n, i no m, convencido, envilecer, etc. Para escrivirse b, o v, no puede darse por regla la derivacion Latina (como ya se dijo) porque la mayor suavidad de la Lengua Castellana tiene algunas excepciones, para las cuales se deve observar el buen uso, i mas propia pronunciacion; precaviendo algunos errores, que por contagio del Paìs se transfunden a los Vocabularios (35-36).34

No tengo constancia de que Bordazar conociera las críticas vertidas por la Academia –al menos las lanzadas por uno de sus representantes más notables: Squarzafigo– a la labor ortográfica de los de su gremio. Como puede comprobarse, para Bordazar los impresores no son causa alguna de abusos ortográficos sino, más bien, de introducción –es decir, de consolidación del uso– y no de reforma. Y aunque esa consolidación se ajusta en gran medida al origen de las voces, en otros casos (los usos de b y v, por ejemplo) hay que atender a otros criterios, como es el de la pronunciación, debido a las diferencias fónicas entre el latín y el castellano. La manzana de la discordia que suponía la labor de los impresores en materia ortográfica pareció seguir años más tarde, como se advierte en el «Prólogo» a la tercera edición del Tratado de Orthographia Castellana (1742) de Salvador J. Mañer: «El Lector hallarà varias voces escritas con poca conformidad à las reglas que aquí se establecen; pero esto se deberà atribuir à la costumbre de la Oficina en que se ha impresso esta Obra».35

Polémica con los revisores

Como dice María J. Martínez Alcalde, «los enfrentamientos entre ortógrafos no son precisamente infrecuentes y hacen que la ortografía se presente, históricamente, como uno de los principales motivos de polémica en las obras de contenido lingüístico».36 En el caso que nos ocupa, me voy a centrar en la polémica, en el seno de la Docta Casa, sobre cómo escribir las voces que van a ingresar en el Diccionario (1726-39), si manteniendo las formas tal como figuran en las autoridades o ajustándose a los planteamientos ortográficos establecidos en el «Discurso proemial» (1726). En los dos bandos de la polémica se encuentran, a un lado, los revisores, Lorenzo Folch de Cardona y Tomás P. de Azpeitia; y, a otro, Vincencio Squarzafigo. Y, a juzgar por cómo considera este la labor de los impresores, ya comentada, no nos resulta complicado saber cuál es la posición del primer secretario académico. La polémica ya fue analizada en mi artículo de 2006:37 en el Acta de la Junta académica de 11 de octubre de 1731 se habla de cómo los revisores habían traído un reparo

sobre el modo de copiar las autoridades que se ponen en el Diccionario para apoyo delas voces, atribuyendo à errór que no se haya observado en ellas la escritura con que se hallan en los libros, sino reducidolas à la Orthographía que tiene establecida la Academia; y pretendiendo que en lo venidero se emiende esta practica; y haviendose leído sin embargo de que Yo [Vincencio Squarzafigo] me opuse à que se diese oidos à esa novedad, que juzgo perjudicialissima al honor de la Academia, y à la perfección de la obra y pedí que por lo menos se diesse tiempo para meditar un punto de tanta conseqüencia, expresando algunos fundamentos que mi cortedad tiene por suficientes para enervar los que se contienen en el papel, no pude lograr se me dexassen expresar todos, y se passó a votar sobre ello y por la mayor parte de voces quedó resuelto, que en adelante se observe la Orthographía establecida en todas las definiciones, y demás cosas que sean propriamente obra dela Academia; pero que las autoridades se trasladen con las mismas letras que se hallassen en los libros: y que respecto de que à la hora desta está puesta en limpio para el tercer tomo toda la letra d. y la mayór parte de la e se entienda esta novedad solo para los legajos de cédulas que faltan de llegar à mis manos (que son tres y contienen desde la voz esdruxulamente hasta el fin de la e) en los quales ha de ser del encargo delos señores Revisores reconocer todas las autoridades y arreglarlas à esta resolución; y del de la Secretaría hacerlas imprimir en la forma que los dichos Señores las enviaren.

Esta última responsabilidad que se le atribuía a la secretaría era especialmente delicada para Squarzafigo, que protestó por ello, aceptando su ejecución en todo cuanto está de su parte, pero con la advertencia de que «siendo impossible dexen de cometerse en Casa muchos descuidos procedidos deque con la costumbre que con sumo estudio y cuidado hemos adquirido mis Amanuenses y yo de escribir conforme à las reglas dela Academia, es preciso se nos vaya la pluma hácia esta práctica; y tambien porque el tiempo de corregir las pruebas dela imprenta, que se hace entre dos, es imposible conocer por el oído si en el original esta una voz escrita con una letra, y con otra en lo impreso, siendo letras unísonas ò que no se pronuncian, que son las que unicamente se han mudado hasta ahóra, no se me deben imputar estos descuidos como voluntarios, sino como precisos» (ibidem). Pero la protesta es, además, un pretexto para que nuestro autor se desahogara, pues se quejaba del estado en que llegaban a sus manos determinados materiales, que tenía que reparar:

Y asimismo protesté que de aquí adelante se excusará en Casa el improbo trabajo en que hasta ahora me he empeñado de reconocer quantas autoridades me ha sido posible, por haber llegado à mis manos infinitas vulneradas no solamente en la Orthographía sino tambien en las voces y aun en el sentido, lo qual he executado atendiendo à la mayór perfeccion dela obra sin ser dela obligación de mi empleo (ibidem).

En la Junta académica de 25 de octubre de 1731, Squarzafigo excusó su ausencia a través de un papel enviado a José Cassani, a la vez que remitió los acuerdos de la Junta última y el papel formado por los revisores sobre el modo de copiar las autoridades, así como su voto acerca de este asunto. Y es que esa Junta iba a ser decisiva, ya que se iba a celebrar, a petición del director de la Academia, una nueva votación (la oposición contra el motor del Autoridades [1726-39] suponía un grave peligro para su avance, por eso la dirección de la Academia quiso arreglar este asunto cuanto antes). En esta ocasión, ejerció como secretario accidental, ante la ausencia de nuestro autor, Lorenzo Folch de Cardona, que recogió el envío de Squarzafigo, pero el académico Jacinto de Mendoza excusó su asistencia y «no haviendo remitido su voto, se acordó se difiriesse el tratar este punto hasta el martes próximo» y que se le avisase para que asistiera o enviara su voto sobre cómo se han de copiar las autoridades (Acta de la Junta académica de 25 de octubre de 1731).

Squarzafigo tampoco asistió a la Junta siguiente, por lo que Folch de Cardona pasó, de nuevo, a ocupar la secretaría. La sesión estuvo presidida por Juan de Ferreras, quien mandó que se votara «si se había de mantener el acuerdo establecido en la Junta del martes 11 de este mes, por el cual se resolvió que las autoridades de que usa la Academia para calificar las Voces del Diccionario se trasladassen en la misma conformidád que se encontrassen en los libros, sin variar las letras para ajustarlas a la orthographia que para sí ha compuesto la Academia;38 ò si reformandose este acuerdo se había de continuar en copiarlas como hasta aquí, poniendo una nota al principio del tercer tomo que se está imprimiendo, en que se advirtiesse que, deseando observar en el Diccionario la mayór uniformidád, pareció conveniente se arreglassen las autoridades a la orthographia dela Academia, para cuyo fin si en el libro que se copia se halla impressa la voz escrivir se traslada escribir, y assi en las demas» (Acta de la Junta académica de 30 de octubre de 1731).

Se leyó el papel de los revisores y se pasó a votar «con toda la seriedad, reflexión y madurez que acostumbra la Academia». La mayoría resolvió que se mantuviese el acuerdo, «y que las autoridades se copiassen en la forma que se hallassen en los libros de donde se sacaren sin alterar las letras con que se encontraren impressas». Esta decisión afectaba a partir del cuarto tomo, «corriendo el tercero que se está imprimiendo en la conformidad que se empezó y que se han impresso el primero y segundo» ¿La razón del cambio? La misma Acta lo dice: si antes parecía conveniente que, «para que se pudiesse conseguir la uniformidad que se desea observe el Diccionario», había que ajustar el texto de las autoridades a la ortografía académica, ahora se entiende que dicha decisión de enmendar los textos puede ir «en perjuicio de la estimacion que merecen» los autores, «o que quizás se pase a censurar que no se copian sus cláusulas con la formalidad que es razón» (ibidem). Y, así, quedan relegados los principios ortográficos académicos tan solo a todo lo que sea producción de su propio cuño.

La ortografía se convierte de nuevo en la manzana de la discordia. Ahora bien, la decisión consensuada, que no era del gusto de Squarzafigo, no llegó a ejecutarse. Como dice Fernando Lázaro Carreter, «nadie afronta la restitución a su ortografía original de la masa de papeletas acumuladas en tantos años. Mucho después, en 1755, cuando se piensa en una segunda edición de la obra, halla el ya difunto Squarzafigo justa vindicación: se declara inútil el mantenimiento de las grafías originales, pues los textos se han de extraer de ediciones sumamente alteradas, que no reflejan las escrituras auténticas (24-v-1757). Pero Azpeitia y Cardona, representantes de un estadio más “moderno” del criterio lexicográfico de la Academia, tenían también razón, aunque fuera una razón imposible».39 Aun así, Squarzafigo seguiría corrigiendo errores y deficiencias, puesto que los materiales que le llegaban de los genuinos revisores no eran precisamente los óptimos. Su posición con respecto a todo este asunto acabó, finalmente, triunfando.

Conclusión

La fijación definitiva de la data, adelantada diez años con respecto a lo señalado hasta ahora por la crítica, ha resultado fundamental, pues sirve para ahondar en el carácter pionero de la «Dissertacion» (1718) de Vincencio Squarzafigo. Desde la publicación de nuestro trabajo de 2006 constato dicha data, pero ha sido ahora, con la consulta del texto, cuando he podido demostrar, además, su relevancia para la historia de la ortografía española. En primer lugar, porque está en sintonía con sus predecesores más inmediatos, Bartolomé Alcazár y Adrián F.J. Connink Jácome, en su defensa del criterio etimológico, presente en otros escritos suyos y en su propia labor lematizadora. Juntos sientan los principios sobre los que descansa la ortografía académica, la cual, por si sola, constituye un hito en la periodización de la española y supone el punto de inflexión entre la variedad de propuestas anteriores a la fijación académica y su oficialización en 1844, con la firma, por Isabel ii, de la Real Orden que promulga la enseñanza de la ortografía académica en las escuelas públicas.

Pese a las coincidencias, extraña que Squarzafigo no aludiera a estos pioneros en su «Dissertacion» (1718). De todas formas, en el fondo subyace una noble causa que, no por archiconocida, ha de ser obviada. El primer secretario de la Real Academia Española alude, al final de su texto, a la responsabilidad de la corporación –«Supremo Tribunal», al decir de Connink (fol. 452)–40 en lo concerniente al establecimiento de un criterio en los casos de diversidad ortográfica y cuando no se halle la «verdadera etymologia» de una determinada voz, inconveniente este que siempre será menor que dejar libre «à la voluntaria resolucion delos que pueden, y de los que no pueden resolver en esta materia, [] el innovar cada día, haciendo menos apreciable para las otras Naciones un Idioma que en su elegancia, en su caudal de terminos, y multitud de frases no tiene que envidiar à otro alguno» (fols. 5v-6r), como se trataría de demostrar, más adelante, mediante la elaboración de un diccionario de la talla de Autoridades.

Francisco M. Carriscondo Esquivel

Universidad de Málaga


Transcripción

[1r]

+

Dissertacion Academica

en que se pretende probar que para el
mas perfecto conocimto delas Vozes es
conveniente arreglar la ortographia
de ellas à sus origenes

Puede imprimirse aun despues de publicada la Orthographia

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[1v]

+

La fiel puntualidad con que los escritos deben
expresár los conceptos, y discursos indu-
ce inexcusable precission de arreglár
la escritura de suerte que se facilite su
inteligencia. Mucho mas en nuestra
habla española, que observa entre la
pluma, y los labios la uniformidad
honrada de no escribir más, ni menos
letras delas que pronuncia. Miró por
esto nuestra Real Academia, donde los
principios, como empleos igualmente
dignos desu diligente estudio, y entre
sí mismos inseparables, es averiguar y
fixar la propiedad y pureza delos vocablos
en el pronunciarlos, y en el escribirlos.

La mayor dificultad que en este segundo
estudio se ofrece consiste en ser los abusos
introducidos, y que se desean desterrar
mas universales, y estar mas authorizados

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[2r]

en la apariencia. Son mas universales,
como se experimenta en Personas indoc-
tas (aunque capazes) à quienes el uso
de oir pronunciar bien (como hablan
en fuerza del eco) perficiona talvez
en el bien hablar, pero no los enmien-
da en la costumbre que tienen de escri-
bir viciosamente. Verdad es que seme-
jantes personas solo pueden hacer nú-
mero; mas lo hacen con otros muchos
que, procediendo con poca mas adver-
tencia en táles abusos, pretenden au-
thorizarlos por que los hallan de molde
en libros de Authores mui clásicos en
las facultades sobre que discurrieron, y
no menos en la elegancia de su estilo:
Dificultad que à breve reflexion se des-
vanece, teniendo presentes dos cosas.
Una que deben poca, ò ninguna mas
fidelidad á las prensas desus Patrias
los hombres doctos que fueron de ellas

[2v]

el fruto desus ingeniosas tareas en
otros Reynos, que los authores de nues-
tra nacion à nuestras Imprentas. Exa-
minense volumenes de diversos Idio-
mas, dados à luz en diversos tiempos,
y se verá que en todas las Provincias por
varias edades floreció el esmero y       
en lo substancial delas obras, y preva-
leció el descuido en las impressiones. Y
aun à costa de menos travajo leanse
las fachadas de tales libros donde nada se
halla mas frequente que quexarse las
modernas impressiones modernas delas
antiguas. En esto se gasta muchas vezes
la tinta colorada, como si el Author ò
los que reimprimen sus obras llorasen
con lagrimas de sangre el agravio no-
torio que padece por el hecho mismo, no
faltando quien le quiera atribuir como le-
gítimos conceptos desu ingenio, y herede-
ros forzosos dela estimación que el supo

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[3r]

merecerse, los que son abortos dela ig-
norancia (ya que no digamos dela mali-
cia) ù dela inadvertencia, ù del poco
cuidado que puso quien debió con tiempo
corregir la composicion delos moldes.

De esta reflexion nace la segunda: y es que
no siendo las mas vezes facil assistir un hombre de
letras assistir personalmente un hom-
bre deletras à la impresion desus obras,
y mucho menos quanto ellas son mas
crecidas, y él de mayor authoridad;
por estár mas dedicado al obsequio
dela Republica literaria, no es razon
que de su celebre nombre usurpen au-
toridad aquellos errados que injurian
su merecida fama.

El establecér pues que se arregle la escri-
tura con los orígenes de las Vozes, siempre
que estos se puedan averiguar de cierto,
es en primer lugar conveniente por
la honra que se restituye à estos

[3v]

Authores: quedando assí discernidas
las dicciones que su pluma huviera
escrito, delos que no escribirían si por
su mano huviera escrito los exempla-
res que en contrario se pueden alegar.
Ni obsta que en exemplares manus-
critos de Varones de literatura se ob-
serva confirmada la costumbre de es-
cribir alguna, ò algunas dicciones
sin atencion al origen: pues quizá fue
condescendér con la cortedad de algunos
que se embarazan en todo quanto nunca oyeron, y
no querer asustarlos con la novedad
que les causaría la mudança: y mas
si à la margen no se pussiese anotado
por que se quebrantaba el que se re-
puta uso, como no puede ponerse sin
llenar las margenes de notas molestas
è improprias del principal asumpto.
Y sin duda fue prudencia delos au-
thores el no variar de el uso comun,
reusando introducirse à dar ley en una

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[4r]

materia mui accidental para su
propósito; y de que no podrían prome-
terse mas que la nota de singulares.
La Academia sí, que debe mirar
muy de otro modo el abuso introdu-
cido siendo su especial intento intento       
fixar y establecer la mayor perfeccion
de nuestra Lengua.

Y cierto que ninguna otra regla pudie-
ra (a mi corto juicio) darse mas uni-
versal ni mas segura para Regla.

No mas universal; pues por la mayor
falta parte la falta de atención noticia,
ù atencion al Origen delas Vozes, fue
ocasion de introducirse el abuso de equi
varios abusos, como lo es el de equivocar
           la b. con la v.           
           haviendo echado tan-
tas raíces, que en algunas palabras
se tiene por regla en las imprentas el
errór: à cuya causa se hallan con difi-
cultad algunos impresos donde esté caba-
llo con b. ni tampoco los preteritos im-

[4v]

perfectos en ba, como amaba, ni con
v.           envidia. Ni es menos digno de reparo
el de escribir con u consonante muchas
sylabas donde la u retiene su fuerza
de vocal, dificultando la lectura con la
equivocacion que puede causar, como en
los preteritos delos verbos volo, y vol-
vo que no pueden distinguirse no dis-
tinguiendose la segunda v, que en el pri-
mero es vocal y en el segdo consonante.
y aun en nuestra lengua podremos po-
ner exemplo en la palabra uva en que
el estrangero que no supiese su signi-
ficado pudiera leer vua. Este error
nos le advierten ya algunas Naciones
con la practica que han introducido
de enmendarle; pues no se hallará im-
pression hecha de algunos años à esta
parte en Francia ni en Holanda, donde
no se cuide de hacer la distincion de-
bida. Y assi restituyendo las dicciones
à la raiz de donde se derivan apenas que-
dará alguna voz sobre cuya escritura

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[5r]

pueda dudarse, ò que en caso de duda
se deba exceptuar de esta regla. Y estas
razones parece prueban tambien ser
las mas seguras. Ademas que fuera de el
uso (à quien se mira como ley por admi-
tido ò tolerado) no se ofrece otra; y es cier-
to que, al examinár el de cada voz en
particular, se dexa advertir mui in-
constante en aquellos escritos, que se pu-
dieren hacer probable. Ni es verisimil
que los primeros inventores del uso ó
abuso en contrario tuviesen mas ra-
cionál motivo para introducirlo, que
los primeros Padres de nuestro Idioma
para conformarse con la raiz de don-
de tomaban las vozes; ò que los mismos
que primeramente las usaban fuesen
desde luego extraviandolas de su origen;
pues antes bien se debe creer procurarían
seguir la regla delos mas clasicos, au-
tores de la latinidad lengua latina ma-
dre dela nuestra, como Ciceron y otros

[5v]

de su tiempo, en cuyas obras no se ha-
llara Voz que la latinidad huviese
tomado del Griego, en que no se obser-
va la Ortographía conforme al origen.
Por lo qual reducidas à este todas
nuestras Vozes se asegura mas en
todas, aquella propriedad y pureza
que se pretende.

Y quando en alguna no se acierte de
hecho con su verdadera etymologia
ò no se pueda averiguar, siempre es
de instituto dela Academia estable-
cer, y determinar, mediando entre
la variedád de dictamenes el suyo:
siendo como es mayor inconveniente
que à la voluntaria resolucion de
los delos que pueden, y delos que
no pueden determinar resolver en esta mate-
ria, se dexa libre el innovar cada
día, haciendo menos apreciable para
las otras Naciones un Idioma que en

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[6r]

su elegancia, en su caudal de terminos,
y multitud de frases no tiene que en-
vidiar à otro alguno.


Imágenes

«Dissertacion Academica». Copia del documento original que se conserva en el archivo de la Real Academia Española.

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  1. Francisco M. Carriscondo Esquivel, «Vincencio Squarzafigo (1670-1737)», Boletín de la Real Academia Española, lxxxvi, Madrid, Real Academia Española, 2006, págs. [241]-294.

  2. Crónica del Diccionario de autoridades (1713-1740). Discurso leído el día 11 de junio de 1972 en el acto de su recepción pública en la Real Academia Española, y contestación de Rafael Lapesa Melgar, ed. preparada por la Real Academia Española, Madrid, Biblioteca Nueva, 2014 [1972], pág. 64, n. 27.

  3. Vid. Margarita Freixas, «Orígenes de la Ortografía de la rae: primeras aportaciones de Bartolomé Alcázar (1715) y de Adrián Conink (h. 1716)», Revista de Filología Española, xcvi, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2016, págs. [113]-148.

  4. Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua [Diccionario de autoridades], Madrid, Francisco del Hierro, 1726 (i: a-b) y 1729 (ii: c), Imprenta de la Real Academia Española, por la Viuda de Francisco del Hierro, 1732 (iii: d-f), Imprenta de la Real Academia Española, por los Herederos de Francisco del Hierro, 1734 (iv: g-ñ), 1737 (v: o-r) y 1739 (vi: s-z).

  5. Vid. Real Academia Española, «Prologo», [Diccionario de autoridades], op. cit., i, pág. iv, § 5 y pág. viii, § 22.

  6. María J. Martínez Alcalde señala que «[l]a cuestión ortográfica no estuvo, al parecer, entre las preocupaciones iniciales de la Academia, si se atiende a sus Estatutos fundacionales. Estos exponían, en su capítulo quinto, las obras en las que tenía previsto ocuparse una vez acabado el Diccionario, y no se citaba entre ellas ninguna Ortografía. [] La Academia se enfrentó al problema ortográfico como consecuencia de su labor lexicográfica» (La fijación ortográfica del español: norma y argumento historiográfico, Bern et al., Peter Lang, 2010, pág. 28). Luego sí hubo preocupación académica desde los inicios de su andadura. Otra cosa es que no existiera un especial celo por elaborar una obra exenta, pero tanto las disertaciones académicas sobre este asunto, entre las que se encuentra la de Vincencio Squarzafigo, como el «Discurso proemial de la orthographia de la Lengua Castellana» (1726), demuestran dicha preocupación.

  7. «Leyóse el asumpto que se me avía mandado escribir y pertenece à este presente mes, conforme à los estatutos de la Academia, y fue una Disertacion pretendiendo probar, que para el mas perfecto conocimiento delas Vozes es conveniente arreglar la Ortographia de ellas à sus origenes. Y se acordó se guarde en la Secretaría entre los demas papeles de esta calidad» (Acta de la Junta académica de 26 de mayo de 1718).

  8. Vid. [Adrián F.J. Connink Jácome], «Discurso proemial de la orthographia de la Lengua Castellana», [Diccionario de autoridades], op. cit., i, pág. lxxxiv, § 66. Conviene recordar que en el Acta de la Junta académica de 10 de enero de 1724 se le encomendó a Connink dicho discurso, «valiendose delos dos papeles que tiene trabajados y leídos en la Academia sobre este asumpto». Se trata de los «Dos papeles críticos sobre los defectos y falta de conformidad que se halla en todos nuestros autores en orden a la Ortografía castellana y medios que se ofrecen para fijarla», leídos en 1720 y 1721, respectivamente, y citados por Antonio Ferrer del Río, «Reales Academias», Apéndice a la historia de las órdenes de caballería, ed. de José Gil Dorregaray, Madrid, Imprenta de Tomás Rey, 1865, pág. 91. Pero antes se encuentra el «Discurso de la Orthographía de la lengua castellana» (h. 1716) de Connink, considerado por Margarita Freixas como «una copia de uno de los primeros borradores del tratado de ortografía que finalmente adoptó la corporación» (op. cit., pág. 115).

  9. Con independencia de que, como ha demostrado Margarita Freixas, los compañeros de Squarzafigo (Alcázar y Connink) sean del mismo parecer, pensamos que al secretario de la Academia le vino la querencia por el criterio etimologista, cuya aplicación exige altas dosis de conocimiento histórico y erudición en materia lingüística, debido a su formación jesuítica. Nuestro autor ingresó en el Colegio Imperial de Madrid, donde, entre otras disciplinas, aprendió latín (vid. Francisco M. Carriscondo Esquivel, op. cit., págs. 248-249). Baste recordar las palabras de Salvador J. Mañer al frente de su ortografía para relacionar esta formación con aquella querencia: «en los doctos Colegios de la Compañía de Jesus, y demàs Comunidades, que instruyen la juventud, se enseña con gran cuydado la Latina Orthographia, que con mediana aplicacion à la Castellana, consiguen sus Estudiantes la comprension de ambas» (Methodo breve de orthographia castellana, para con facilidad venir en el pleno conocimiento del bien escrivir, Cordova, Imprenta de la Viuda de Estevan de Cabrera, 1725, pág. [3]).

  10. [José Cassani], «Discurso proemial sobre las etymologias», [Diccionario de autoridades], op. cit., i, pág. li, § 11. Este discurso fue asignado en un principio al académico José de Montealegre, tal como aparece en el Acta de la Junta académica de 10 de enero de 1724, valiéndose para ello «delos dos papeles que à este fin compuso y leyó en la Academia últimamente». Uno de esos papeles fue su «Discurso sobre la necesidad de averiguar las etimologías y su importancia», leído el 16 de diciembre de 1723 y que, según Emilio Cotarelo y Mori, «se aprovechó en el Prólogo del Diccionario en 1726» («La fundación de la Academia Española y su primer Director, don Juan Manuel F. Pacheco, Marqués de Villena», Boletín de la Real Academia Española, i, Madrid, Real Academia Española, 1914, pág. 111). Sin embargo, José Cassani informa que fue él quien finalmente lo compuso («Historia de la Real Academia Española», [Diccionario de autoridades], op. cit., i, pág. xxxviii, § 27). Vid. para ello, además, el Acta de la Junta académica de 13 de septiembre de 1725. Margarita Freixas señala que el discurso «Sobre si la z es letra castellana» (1715) de Bartolomé Alcázar «pretendía responder a las inquietudes que en materia ortográfica había manifestado José Casani» a su autor, en relación con c, z, por un lado, y b, v, por otro (op. cit., pág. 116).

  11. [José Cassani], op. cit., pág. li, § 12.

  12. «Disputóse si la voz barrer se deve poner en el Diccionario con b. ò con v. respecto de que por su origen del verbo Latino Verro se corresponde la v, y que sin embargo en el uso común delos Autores y Diccionarios sehalla con b. Haviendose pasado a votar se resolvió por mayor parte de todos se escriba con b. advirtiendo se escriba así, porque prevalece el uso, aunque por el origen de esta voz deviera tener la v.» (Acta de la Junta académica de 24 de mayo de 1725). Y así fue como se reprodujo dicha decisión en la obra académica: «Viene del Lat. Verrere: y aunque segun este orígen se debía escribir con v, respecto de que el uso común está en contrário, y que lo escriben con b Covarr. Nebrixa, Salas, Calepíno, y otros Diccionarios se pone con la b. Lat. Verrere. Converrere» (Real Academia Española, [Diccionario de autoridades], op., cit., s/v barrer).

  13. Vid. Real Academia Española, Planta y método que, por determinación de la Academia Española deben observar los académicos, en la composición del nuevo diccionario de la lengua castellana; a fin de conseguir su mayor uniformidad, Madrid, Imprenta Real, 1713.

  14. Apud [José Cassani], op. cit., págs. xv-xviii, § 10.

  15. Apud [José Cassani], op. cit., pág. xvi, § 10.

  16. [Adrián F.J. Connink Jácome], op. cit., pág. lxx, § 24.

  17. Como comentan Miguel Á. Esparza («Trazas para una historia de la gramática española», Scripta Philologica in memoriam Manuel Taboada Cid, i, A Coruña, Universidade da Coruña, 1996, pág. 70) y Juan M. Lope Blanch («La lingüística española del siglo de oro», Estudios de historia lingüística hispánica, Madrid, Arco Libros, 1990, págs. 47-49), el establecimiento de una ortografía basada en el criterio de la pronunciación tiene como autoridad clásica la de Quintiliano, y como hitos fundamentales en nuestra lengua a Elio A. de Nebrija, Pedro de Madariaga Vizcaíno, Juan Sánchez, Mateo Alemán, Bartolomé Jiménez Patón y Gonzalo Correas. Precisamente, la conocida radicalidad de este último –a partir de 1625, es decir, justo un siglo antes que la Academia– había llevado a una reacción en contra de la aplicación de este criterio o, lo que es lo mismo, a la proliferación de los partidarios del etimológico, como Juan de Robles o Gonzalo Bravo Graxera, hasta llegar, finalmente, a la Academia. En el siglo xviii perviven las polémicas entre los etimologistas y los partidarios de la escritura tal como se pronuncia. No hay más que ver, por poner un ejemplo, las posiciones enfrentadas entre Gabriel de Artabe, en el primer bando, y José H. Valiente, en el segundo.

  18. [Adrián F.J. Connink Jácome], op. cit., pág. lxi, § [1].

  19. Op. cit., pág. lxv, § 16.

  20. Op. cit., págs. lxvii-lxviii, § 19. Margarita Freixas señala que Connink, en su «Discurso de la Orthographía de la lengua castellana» (h. 1716), trata de situar al español a medio camino entre una opción gráfica más cercana a la etimología –propia del francés– y otra más apegada a la pronunciación –como el toscano» (op. cit., pág. 128), según se deduce de las propias palabras del académico: «No porque esto lo comprehendo yo assí, me passa por la idea discurrir quanto mas pensar, que se hable de una manera, y se escriba de otra, como hacen los Franceses; y que lo escrito no deba ser, en quanto sea posible, mui conforme á lo que se pronuncia, como hace el Toscano» (fol. 440, apud Freixas, ibidem).

  21. Op. cit., págs. lxxii-lxxxii, § 30-58.

  22. «Las ideas ortográficas de Bello», Estudios gramaticales, Caracas, Ministerio de Educación, 1951, págs. lxx-lxxi.

  23. Fernando Lázaro Carreter sintetiza esta evolución: La discrecionalidad del acuerdo tomado en la Junta académica de 21 de junio de 1731 «quedaba mediatizada por los criterios establecidos en los dos primeros tomos, que estaban ya en la calle. Aquel acuerdo parece aún tímido, ante este otro de ocho años más tarde, adoptado con vistas al proyectado suplemento y al libro suelto de la Ortografía: al escribir las palabras, es forzoso que “se atienda, en primer lugar, a la pronunciación”, y “cuando en esta haya alguna dificultad, se atienda a los orígenes de las voces”; caso de que el arreglo sea difícil, decidirá el “uso entre los eruditos más comúnmente recibidos” (5-iii-1739)» (op. cit., pág. 66). Y es que no hay más que ver las diferencias entre la lematización de las voces en Autoridades (1726-39) y en su incompleta segunda edición (Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, 2.ª impresión corregida y aumentada, Madrid, Joachín Ibarra, 1770) para darnos cuenta de esta evolución. En los preliminares de esta edición se habla, con respecto a la elaboración de una ortografía, de cómo se desea que no tuviera «tanta dependencia del origen de las voces, como la que estableció el que se puso entre los discursos proemiales del Diccionario, y sirviese de regla á la Academia en lo que fuera imprimiendo» (pág. xxix). Como muestra del giro académico, quiero poner el botón del criterio que sigue la primera Orthographia (1741) de la Docta Casa: «Tres principios, ó tres raices pueden servir á la construccion, y disposicion de las reglas de Ortographía: estos son la pronunciacion, el orígen, y el uso» (Real Academia Española, Orthographia española, Madrid, Imprenta de la Real Academia Española, 1741, pág. 93). El orden en este caso es pertinente, puesto que –más adelante, tras la explicación de cada uno de estos principios– se señala lo siguiente: «La pronunciacion se debe atender siempre que por ella sola se puede conocer con que letra se ha de escribir la voz: porque, donde ella entera, y plenamente rige, no tiene lugar ni el origen, ni el uso, pues entonces sería abuso. En todas las voces, en que la pronunciación no puede gobernar enteramente la pluma, y tiene orígen conocido, se debe atender á el, no habiendo constante uso contrario. Quando es constante el uso de omitir la letra châracterística del orígen [] ha de prevalecer el uso; pero siendo este vario, y el origen cierto, ha de prevalecer el origen. En las voces de orígen dudoso, ó incierto, y que pueden escribirse con letras diversas, pero de una misma pronunciacion, [] se ha de consultar el uso, y no habiendole constante, se debe escribir con la letra que sea mas natural, y propria del idioma» (págs. 112-113). El giro académico también se produjo en cuanto al carácter de su ortografía, que de ser para uso interno se pretende ahora oficializar: «En la sesión celebrada el 9 de septiembre de 1738, los académicos ya habían acordado pedirle al rey que mandase observar su ortografía “en todos sus Reynos, y Señorios” con la intención de “fijarla en ellos”. [] En 1741, se reiteró esta petición al rey “a fin de que se mandase observar en todos estos Reynos”. La oficialización de la ortografía de la Academia no se produciría hasta el siglo siguiente, en el marco de unas nuevas circunstancias históricas, pero su tratado sobre esta materia tuvo siete ediciones en el xviii (1741, 1754, 1763, 1770, 1775, 1779 y 1792) y sus doctrinas recibieron la consideración que derivaba del respeto hacia la institución, aunque no consiguieron un éxito inmediato» (María J. Martínez Alcalde, op. cit., pág. 30).

  24. La opinión de Adrián F.J. Connink Jácome en su «Discurso de la Orthographía de la lengua castellana» (h. 1716) es, sin embargo, distinta, pues comenta que «muchos libros fueron corregidos, y emendados por sus Autores» y que pueden localizarse distintas formas de escribir las palabras «en los mesmos originales escritos por su mano» (fol. 418, apud Freixas, op. cit., pág. 124). No obstante, la solución a este problema de la falta de unidad ortográfica –que no debería darse, debido al origen latino de nuestra lengua– sigue siendo la misma, pues «puede acudirse a la etimología para la escritura» (fol. 421, apud Freixas, ibidem).

  25. Op. cit., pág. 29.

  26. Op. cit., pág. 64, n. 27.

  27. Vid. Francisco M. Carriscondo Esquivel, op. cit., pág. 250. En ese mismo año Squarzafigo escribía lo siguiente: «La Ortografia Castellana es una materia que se debe atender con el mayor cuydado por su importancia; pues sin ella los grandes escritos pierden mucha parte de su lucimiento. Es assimismo sumamente dificultoso el tratar de ella, assi por la continuación de los muchos abusos introducidos, que es necessario corregir, como por la variedad de opiniones que se hallan à cerca della» («Censvra de D. Vincencio Squarçafigo Centurion y Arriola, Señor de la Torre de el Passage, en la Provincia de Guipuzcoa, Academico, y Secretario de la Real Academia Española», Arte nuevo de escribir por preceptos geométricos y reglas matemáticas, Madrid, Imprenta de los Herederos de Manuel Ruiz de Murga, 1719 [1718], pág. [2]). La preocupación ortográfica de Squarzafigo en 1718, manifestada en este texto, sirve para reforzar la data de su «Dissertacion».

  28. Antonio Bordazar de Artazú, Ortografía Española fijamente ajustada a la naturaleza invariable de cada una de las letras, Valencia, Imprenta del autor, 1728, págs. [iii]-[iv].

  29. Op. cit., págs. [iv]-[vi].

  30. Vid. el trabajo de Freixas (op. cit., págs. 132-136) para consultar numerosos ejemplos de aplicación a entradas concretas de los criterios ortográficos –no solo el etimológico, aunque sea el favorito– extraídos del «Discurso proemial de la orthographia de la Lengua Castellana» (1726), de las Actas de las Juntas académicas, así como del «Discurso de la Orthographía de la lengua castellana» (h. 1716) de Connink y del discurso «Sobre si la z es letra castellana» (1715) de Alcázar, el cual dedica sus últimas páginas a las diferencias entre b y v.

  31. Con su «Dissertacion» (1718) se adelanta también a las críticas a la labor de los impresores que los académicos lanzan en los prolegómenos de Autoridades (1726-39). ¿O resuenan más bien sus palabras en ellos? Toda la evidencia se centra en los usos de b y v, de los cuales se dice en el «Prólogo» (1726) lo siguiente: «se debe advertir, que en la explicación de las voces, y en los textos de los Autóres citados, se encontrará alguna variedád, ocasionada assi por la incúria de los Impressores, como porque en algunas voces es mui dudosa la letra con que se deben escribir, hallandose en ellas b, ò v, cuya determinación es de bastante estúdio: y hasta que estas voces lleguen à ser principáles no se pueden fijar: por cuya razón podrá suceder que se hallen con alguna variedád en lo escrito» (op. cit., pág. viii, § 23). Y ya tuvimos ocasión de comprobar otra crítica en el texto de la «Historia de la Real Academia Española» (1726) que he citado antes (pág. xvi, § 10). Ya en el «Discurso proemial de la orthographia de la Lengua Castellana» (1726), sobre los usos vocálicos y consonánticos de v se habla de la falta de «diferéncia y distinción que à cada passo se halla en qualesquiera obras impressas, de usar de la v cerrada en el princípio de las palabras, sin atender à si es consonante, ò vocál» (op. cit., pág. lxxi, § 27). Por último, Freixas nos recuerda que, como consta en el Acta de la Junta académica de 26 de octubre de 1724, los dos primeros pliegos del Diccionario (1726-39) tuvieron que ser reimprimidos por las erratas existentes en ellos, causados «por no estar prácticos los oficiales de la Imprenta en la Ortografía que la Academia ha resuelto establecer» (op. cit., pág. 119, n. 12).

  32. Antonio Bordazar de Artazú, op. cit., págs. 25-26.

  33. Op. cit., págs. 34-35.

  34. Op. cit., págs. 35-36.

  35. Salvador J. Mañer: Tratado de Orthographia Castellana, 3.ª ed., revista, y considerablemente añadida por el autor, Madrid, Imprenta del Reyno, 1742, pág. [8].

  36. Op. cit., pág. 16.

  37. Francisco M. Carriscondo Esquivel, op. cit., págs. 275-281.

  38. La cursiva es mía, y lo destaco como una prueba más de que, en un principio, la Academia no perseguía un fin purista. Ello no es óbice, sin embargo, para pensar que en la «Dissertacion» (1718) de Squarzafigo encontremos alguna manifestación del prescriptivismo académico: cuando no se halle solución etimológica para la grafía de una palabra, porque haya discrepancias o porque no se puede averiguar la definitiva, siempre es «de instituto dela Academia establecer, y determinar, mediando entre la variedád de dictamenes el suyo» (fol. [5v]). El uso de las autoridades en el Diccionario (1726-39) bien pudo perseguir una finalidad prescriptiva. El problema estaba, según Squarzafigo, en que no eran fiables, por los desvíos –antietimológicos, todo hay que decirlo– que se encontraban en ellas, fruto de la acción de los impresores.

  39. Op. cit., pág. 123.

  40. Apud Freixas, op. cit., pág. 134.