ORÓNIMOS DIALECTALES Y MORFOSINTAXIS HISTÓRICA: EL MÉTODO PIDALINO Y LAS FORMACIONES ADVERBIALES CON CIMA Y SOMO


Boletín de la Real Academia Española
[BRAE · Tomo XCVIII · Cuaderno CCCXVII · Enero-Junio de 2018]
http://revistas.rae.es/brae/article/view/247

Resumen: Debemos a Ramón Menéndez Pidal el diseño de un método de comparación de los topónimos actuales con las áreas dialectales de carácter léxico en los primeros siglos de los romances peninsulares. En este trabajo, mostramos que el método pidalino puede aplicarse a las secuencias gramaticales, en concreto a los relacionantes locativos formados a partir de los orónimos cima y somo. Tras trazar el ámbito geográfico de dichos orónimos y sus términos afines en la actualidad, lo comparamos con la ubicación de los datos de esas secuencias que ofrecen los textos antiguos: la uniformidad de ambas distribuciones es muy alta, hecho que abona el método e invita a ahondar en los aspectos dialectales de la (morfo)sintaxis histórica del español.

Palabras clave: historia del español; dialectología histórica; morfosintaxis; relacionantes locativos; cima; somo; uniformidad distribucional.

DIALECTAL ORONYMS AND HISTORICAL MORPHOSYNTAX: THE METHOD OF MENÉNDEZ PIDAL AND ADVERBIAL FORMATIONS WITH CIMA AND SOMO

Abstract: We owe to Ramón Menéndez Pidal the design of a comparative method that brings together present-day toponyms and Medieval Ibero-Romance lexical dialectal areas. In this contribution, we claim the method can be applied to grammatical sequences, such as the locative adverbials formed from the oronyms cima / somo [‘summit’]. After tracing the geographic extension of these oronyms and their related terms, we compare it with the location of those adverbials as attested in Medieval charters and literary texts: the uniformity of both distributions is very high, thus supporting the validity of the method and serving to spur on research on Spanish historical (morpho) syntax from a dialectal standpoint.

Keywords: history of Spanish; historical dialectology; morphosyntax; locative adverbials; cima; somo; distributional uniformity.


Como de tantas otras disciplinas filológicas, Ramón Menéndez Pidal es el padre indisputado de la dialectología histórica en suelo hispánico y, por ende, el primer proponedor de una metodología para el estudio de la lengua de los documentos peninsulares medievales a la luz de la variación diatópica que estos manifiestan y que, en no pocas ocasiones, se prolonga más o menos intacta hasta nuestros días1. En Orígenes del español, su obra cumbre, Pidal añade al examen fonético y morfosintáctico de los textos que edita (y de muchos otros que maneja de forma complementaria) unas apuntaciones léxicas comparativamente breves: tras examinar rápidamente algunos casos en que la extensión geográfica de ciertas voces parece haberse alterado sustancialmente desde época romana o visigótica, se detiene en los «ejemplos o indicios de cierta estabilidad multisecular en el área de extensión de otros vocablos», preservación histórica que admite con la cautela de que el «estado moderno de la repartición de las áreas es dato que solo se puede tomar como análogo al primitivo cuando dé pie para ello algún texto antiguo»2. Con esta observación, Pidal traslada a la investigación histórica de los romances peninsulares, en el ámbito particular de la Geografía lingüística, el postulado metodológico que hoy conocemos como principio de uniformidad del cambio, esto es, la idea de que es posible, en determinadas circunstancias, suponer un paralelismo entre el estado de cosas pretérito y el actual de un mismo fenómeno, en este caso entre la difusión territorial presente y pasada de un elemento léxico3.

En Orígenes, la comprobación léxica del principio de uniformidad se lleva a cabo mediante tres ejemplos principales, de los que dos son denominaciones de sendos animales, el carnero y la comadreja: su reparto geográfico revela, de un lado, una isoglosa que separa con claridad al aragonés del catalán (carnero en Aragón, moltó más al este); de otro lado, y con relevancia mucho mayor en el edificio variacional histórico reconstruido por Pidal (hasta el punto de que dedica a este fenómeno un mapa propio), el castellano comadreja aparece distribuido por un estrecho espacio norteño aproximadamente correspondiente a la actual Cantabria y la Castilla primitiva, y luego «propagado por la expansión castellana a todo el centro y sur de España», difusión que abona la conocida idea pidalina de que «la nota diferencial castellana obra como una cuña que, clavada al norte, [] penetra hasta Andalucía [], borrando los dialectos mozárabes y en gran parte también los leoneses y aragoneses, y ensanchando cada vez su acción de norte a sur para implantar la modalidad especial lingüística nacida en el rincón cántabro»4.

Como tercer ejemplo léxico, don Ramón elige «los nombres topográficos que designan una elevación del terreno aislada y de menor altura que el monte», centrándose en cinco de ellos: cueto (gall. y port. coto), característico del noroeste; poyo / pueyo < PŎDIU, oriental (cf. el cat. puig), con penetración en el este de Castilla la Nueva; o(u)te(i)ro < ALTARIU, ausente tanto en oriente como al sur del Tajo; cerro, de distribución compleja pero ajeno, al parecer, a la submeseta norte; y coll(e) < CŎLLE, propio de los extremos nororiental (Huesca y las tierras de lengua catalana) y noroccidental. Más que las conclusiones que extrae de este análisis, nos interesa aquí el método: Pidal se vale tanto del uso dialectal sincrónico de estos términos como nombres comunes (un cuetu altu, los cerros de Úbeda, etc.) como de la toponimia actual (Outeiro de Rei, Pueyo de Araguás, etc.) y compara estos datos con los de la documentación medieval para establecer las áreas originales y las de expansión de las diversas denominaciones; y, de paso, realiza una interesante constatación: la extensión de los derivados de estos sustantivos no siempre se solapa con la de los primitivos o bases, de manera que si cueto es del noroeste, cotarro y cotorro se encuentran también por la Castilla norteña, hasta Burgos y Vizcaya, y los topónimos Cotanes / Cotaniello, aunque con algo menos de extensión, llegan a Valladolid y Segovia, mientras el área de cotarelo, en cambio, se limita a Galicia y Portugal y cotorrillo parece propia del sur del dominio leonés, desde Salamanca hasta Badajoz; si poyo / pueyo es de la mitad oriental de la Península (con un foco secundario de presencia más débil en el noroeste), el derivado poyal se da, no obstante, en Ávila, y hay varios Poiares en Portugal; y si coll(e) es propio de las citadas áreas laterales, el derivado collado, por contra, resulta común no solo en Asturias y León, sino también en ambas Castillas y Aragón, pero la presencia de collada, sin embargo, se reduce a Huesca y Asturias, y la de collera, solo al último de estos territorios5.

Proponemos en las siguientes páginas una aplicación de este provechoso método, implantado por Menéndez Pidal en la Filología española, a un campo emergente de los estudios variacionales: la morfosintaxis histórica dialectal6. Examinaremos, en concreto, la relación del adverbio encima y la locución adverbial en somo, que ha solido describirse como competidora medieval de dicho adverbio7, así como del resto de locuciones formadas a partir de los orónimos cima / somo ‘cumbre’, con la asignación dialectal que cabe inferir, como veremos, de la distribución geográfica actual de dichos orónimos (y sus derivados: cimada, cimanes, somillo, somero, etc.) y su posible correspondencia con la procedencia de los documentos y testimonios diatópicamente asignables y filológicamente fiables contenidos en el corpus electrónico CORDE que contienen ejemplos de esas piezas o secuencias de naturaleza adverbial. Dicho de otro modo, indagaremos simultáneamente, al modo de Pidal, en los textos antiguos y en las denominaciones actuales de las elevaciones de terreno para tratar de determinar si existe un patrón común que asigne las formaciones con cima a un determinado espacio dentro de la Península y las formaciones con somo a otro (al menos parcialmente) distinto, lo que conduciría a sospechar que el contraste medieval presente en la serie encima / en somo, por cima / por somo, a cima / a somo, etc. es, en realidad, de naturaleza dialectal.

Fue otro gigante filológico, Joan Coromines, el primero (por cuanto se me alcanza) en hacer explícita la naturaleza dialectal de la oposición cima / somo8. Al detectar en romanche una formación toponímica frecuente con sum(ma) o som(ma) < SUMMU / SUMMA (Sum Cuolm, Summapleunca, Summacresta, Sommavia, Somma Prada, Sum la Val, etc., todos ellos sumamente transparentes), comenta:

«es el caso que un empleo enteramente paralelo de SUMMUS aparece en las escrituras romances de Castilla pertenecientes a los ss. xii y xiii, y con tanta frecuencia que da la impresión de tratarse de un giro tan usual allí en esta época como hoy en los Grisones»9.

Como ejemplos, cita Somocueva o Somahoz (Santander), Sansoto en Rioja (documentado ya en 1199 como Sompsoto < SUMMU SALTU), Somorrostro (en las Encartaciones de Vizcaya) y, ya más al sur, los madrileños Somosierra y Somosaguas (somas aquas ya en el Fuero de Madrid, fol. 10v). Este empleo, continúa Coromines, no se da en catalán, salvo «en el límite, Sumacàrcer» (en Valencia10, sobre el Júcar e inmediato al canal de Navarrés)11: lo que se prefiere uniformemente en el dominio catalanohablante es cim, mientras que cima parece, por contra, muy escaso en la documentación castellana hasta bien entrado el siglo xiv; pero en cambio, como se recuerda oportunamente en el DCECH, «en el gallego antiguo de las Cantigas no aparece aplicado a montañas, pero en lo demás el vocablo es allí frecuentísimo y con todos sus usos gramaticalizados o fraseológicos», que se ilustran con ejemplos de {a / en / por} cima, de fond’a cima, dar cima y leixar na cima ‘omitir’12.

Al parecer, pues, los herederos de CYMA dominaban al este y al oeste13, mientras los de SUMMU lo hacían en el área central, o al menos en su mitad norte, de la cornisa cantábrica a Madrid. Estos datos podrían dar pie a una interpretación del contraste cima / somo en términos semejantes a los formulados por Menéndez Pidal a partir de mapas léxicos como el de las denominaciones de la comadreja o la ciruela: el castellano habría difundido una forma norteña por todo el centro peninsular, rompiendo quizá, de este modo, la posible continuidad panhispánica de cim(a). Las cosas son, sin embargo, algo más complejas y, por eso mismo, más interesantes para la reconstrucción de la dinámica de las variedades del centro peninsular en época medieval.

Empecemos por la toponimia: en la actualidad, somo se documenta muy abundantemente en un área norteña que, a grandes trazos, abarca principalmente el centro y oriente de Cantabria14, el noreste de Palencia15, toda la provincia de Burgos (salvo su extremo oeste) hasta el límite aproximado que establece al sur el río Arlanza16, la actual Rioja en su integridad17 y las áreas del País Vasco en las que el romance tenía fuerte presencia a la altura del siglo xiii, esto es, el oeste de Vizcaya y el oeste y sur de Álava18. A ambos lados de esta zona norteña, somo prácticamente desaparece19, y hacia el sur solo vuelve a emerger bastante más allá del Duero, siguiendo la ancha espina que forma el Sistema Central desde el oeste de Salamanca al extremo sur de Soria y el norte de Guadalajara a través de las provincias de Ávila, Segovia y Madrid (hasta el borde norte de Toledo), aunque con frecuencia siempre muy escasa20; más al sur aún, este orónimo parece ser desconocido. Existen, además, dos focos secundarios de somo, uno (ya anticipado por Coromines) en las serranías interiores de Valencia y Alicante21 y otro en el noreste del dominio gallego, que incluye el eonaviego en tierras asturianas22.

Es en este punto donde cobra gran importancia la observación de Menéndez Pidal acerca de la distribución frecuentemente distinta de los topónimos que presentan idéntica base, pero diferentes sufijos. La relación entre ambas distribuciones puede ser de identidad, cuando el territorio de ambas opciones coincide (casi) enteramente; de solidaridad o incremental, cuando una opción se da en buena parte del área donde aparece la otra pero, además, se extiende a nuevos espacios que desbordan los límites de la forma cognada; o, en fin, complementaria, cuando se advierte más bien una tendencia al reparto de zonas, de manera que cada área se decanta por una de las opciones. Puesto que la distribución de somo parece presentar curiosas discontinuidades, serán las relaciones del segundo y tercer tipo (incrementales y complementarias) las que nos permitan avanzar a la hora de establecer un dominio continuo aproximado de somo y sus formas afines que pueda oponerse a otro de formas competidoras igualmente basadas en la raíz som-: veamos cómo.

El rastro más claro que ha dejado somo en el español actual es el adjetivo derivado somero, hoy empleado solo en sentido abstracto (‘superficial, ligero’), pero que en lo antiguo pudo usarse, con el sentido original de ‘culminante, que está en lo (más) alto’, para calificar montes, desfiladeros y otros accidentes orográficos, además de localidades, tierras de pasto o ermitas situadas en una altura. Este procedimiento apelativo abunda en La Rioja23, pero en cambio se da débilmente en Cantabria, donde solo aparece en los extremos oriental (con extensión hasta el propio Bilbao) y meridional, y en Burgos, donde es igualmente escaso y se ciñe a la franja oriental de la provincia24; es evidente, pues, tanto la solidaridad general con somo como una preferencia clara por un área concreta de ese territorio, la riojana. Pues bien: más allá del territorio norteño de somo, el de somero / somera se extiende a toda la provincia de Soria, donde aparece a cada paso25, y se derrama por Guadalajara y Cuenca, hacia el sureste26, y también, de la otra parte, por todo el oeste de Zaragoza al sur del Moncayo, con extensión por el suroeste a la provincia de Teruel, en la que puede encontrarse en el poniente y la mitad meridional de la provincia27, desde donde se continúa de norte a sur por el occidente valenciano, aunque ya de forma más dispersa28. Pero si en esto somero muestra un comportamiento diferenciado del de somo, ambas formas vuelven a coincidir en su presencia en los territorios castellanos en torno al Sistema Central, de Salamanca a Madrid29; desde el sur salmantino y abulense, somero se proyecta, de nuevo en solitario, hacia Extremadura y Huelva, donde pueden encontrarse unos pocos casos dispersos30.

La relación de somo y somero es, pues solidaria (el segundo se da en buena parte de las tierras donde aparece el primero) y, al tiempo, incremental, pues somero se extiende por áreas donde no queda rastro de somo; al mismo tiempo, la superposición de los territorios de ambas piezas permite conectar zonas que se percibían disjuntas a través de la mera observación de somo: en el continuo somo~somero, las tierras al sur del Duero quedan ahora unidas al norte castellano a través de Soria, pero también, de forma más difusa, por el intermedio de una Majada Somera en Arauzo de Miel (al sureste de Burgos) y de unas Corralizas de Somero más al oeste, en el Cerrato palentino (Vertavillo); además, uno de los focos excéntricos, el de los somos de las sierras interiores valencianas, puede verse ya como el extremo de un espacio homogéneo unido al riojano y soriano mediante la difusión de somero por todo el oeste y sur de Aragón y el cuadrante noreste de Castilla la Nueva31.

Otro derivado solidario con los anteriores parece ser somante, que se da en toda la zona norteña de somo32. Más al sur, se difundió bajo la forma asomante, de la que hay interesantes ejemplos toponímicos en Villahizán de Treviño y Melgar de Fernamental, ambos al oeste de Burgos (zona en que, recuérdese, no se documenta somo), que permiten extender el dominio de somo ~somero ~(a)somante hasta el Pisuerga (Mapa 1)33. El derivado somillo, por su parte, se ciñe casi exclusivamente a Álava y Rioja, pero deja un interesante testimonio navarro en Arellano, cerca de Estella y del monasterio de Irache, que junto con otros dos en Genevilla y Azuelo (ya junto a Álava) y un ejemplo medieval de uso apelativo en la vecina cuadrilla de Campezo, permiten aventurar la continuidad de esta familia de elementos en el oeste de la Navarra históricamente romance34.

Frente a la familia somo~somero~somillo~(a)somante, formas que en su conjunto dibujan un área homogénea que incluye la actual Cantabria, las zonas romances del País Vasco y oeste de Navarra, La Rioja, Burgos y Soria, todas las provincias del Sistema Central y, como apéndice extendido hacia el sureste, una franja ancha que discurre por el oriente manchego y el poniente y sur aragoneses para luego adentrarse en tierras levantinas, el sustantivo femenino soma, en cambio, no aparece como mera variante de somo ni tampoco como forma solidaria que en parte comparte su dominio y en parte lo amplia, sino como forma competidora que domina en las áreas norteñas donde somo retrae su presencia. Así, es forma documentada por toda la cornisa norte de Huesca, en los altos valles del Gállego, el Aragón y el Cinca, pero muy débilmente atestiguada en Rioja, Burgos o Cantabria, es decir, en las tierras de somo35; soma reaparece con fuerza, sin embargo, allí donde somo decae, es decir, en Asturias36: pareciera, pues, que somo / soma establecen una oposición con clara tendencia a la complementariedad, en la medida en que tiende a separar la antigua Castilla norteña (incluida la actual Cantabria), La Rioja y los territorios romances vasconavarros, que prefieren somo, de las áreas laterales, coincidentes en su predilección por la forma femenina. Esta también tuvo su forma cognada solidaria, somada, formada con un sufijo que, como señaló Pidal (recuérdese el par collado / collada), en ocasiones marca un contraste entre el aragonés y el asturiano, de un lado, y el castellano, de otro37: la gran mayoría de los casos de somada se concentra, en efecto, en el occidente38; y, de nuevo, es solidaria con esta distribución la forma asomada, que recubre todo el territorio occidental de somada y también lo extiende hacia el sur en dirección al sistema central (sur de Salamanca, norte de Ávila, mitad oeste de Segovia), con lo que vienen a quedar bastante próximos los ejemplos del oeste (que cunden después por Extremadura y Andalucía Occidental) y los del este, que, siempre menos frecuentes, desde Rioja descienden por el sur de Burgos y Soria (sobre todo en la mitad meridional de esta provincia) hacia el este manchego y, al tiempo, se extienden por el oeste y sur de Zaragoza y el sur de Teruel, para luego, ya en solitario, continuar su estela hacia el sureste a través de Albacete, el sur de Alicante y Murcia39. En cambio, la forma (a)somadilla, que a primera vista pudiera parecer mera variante de (a)somada, no sigue la distribución de esta última, pues está ausente de los territorios occidentales: su área norteña propia es parecida a la de (a)somante, aunque (a)somadilla abunda mucho más, con un núcleo muy productivo en La Rioja, ejemplos por todas las tierras de somo y una extensión por Soria y el Sistema Central, además de por el oeste y sur de Aragón hasta el interior valenciano40; así, una vez más, esta pieza (la más frecuente de cuantas llevamos vistas) permite ampliar y definir con mayor nitidez el dominio geográfico de los parientes de somo, perfilando sobre todo su frontera oeste en la meseta norte, que incluye pero no rebasa el centro y sur de Palencia y toda Valladolid, zonas en las que las (a)somadillas conviven con numerosas (a)somadas41.

Los orónimos derivados de SUMM- en España dejan, pues, dos familias enfrentadas en el norte peninsular: la de somo / somero / somillo / (a)somante / (a)somadilla, dominante entre Cantabria y el oeste de Navarra, y la de soma / (a)somada tanto hacia el oeste (Asturias y antiguo reino de León) como, con menor intensidad, hacia el este (somas de Huesca y (a)somadas de La Rioja, si bien en esta última región el predominio es claramente de la familia de somo). Al extenderse hacia el sur la reconquista, ambas familias entraron en contacto en terrenos fronterizos entre León y Castilla (Tierra de Campos y toda Valladolid) y convivieron hacia el Sistema Central, dados los contingentes poblacionales de distinto origen que debieron participar en su repoblación, si bien importa advertir que las isoglosas son todavía claramente perceptibles en esta zona, pues ni la familia de somo rebasa la franja oriental de la provincia de Salamanca ni la de (a)soma(da) se extiende más allá del norte de Ávila, el este de Valladolid y el cuadrante noroeste de Segovia (cf. Mapa 2). Al sur del Sistema Central, varias de las formas desaparecen y la competencia se reduce prácticamente a la de las formas asomada(s) y (a)somadilla(s) (pues somero / somera, mucho más escasa, parece ceñir su itinerario al de las cañadas del oeste): ambas se entremezclan en Extremadura y Andalucía, como era de esperar, pero aun aquí asomada(s) resulta tanto más dominante cuanto más al oeste (cf. Mapa 3). La ausencia de la forma somo en la Submeseta Sur y Andalucía sin duda no resulta trivial a efectos de reconstrucción histórica: puesto que existe una notable diferencia cronológica entre la repoblación de Salamanca, Ávila, Segovia y la Marca Media andalusí (últimos años del siglo xi y principios del xii) y la de las depresiones del Guadiana y el Guadalquivir (que no pudo emprenderse eficazmente hasta la segunda mitad del siglo xiii), parece razonable concluir que hacia finales del siglo xii o las primeras décadas del xiii (esto es, en la época en que comienza a abundar la documentación romance y surgen los primeros monumentos literarios) esta voz posiblemente había caído en desuso en su empleo como orónimo. Hacia el este, por otro lado, todo el amplio conjunto de las formas riojanas, del sureste de Álava y de la navarra occidental y ribereña (somo y somero, muy vigorosas allí; somillo y el menos frecuente femenino somilla, prácticamente exclusivas de esta región; (a)somadilla y también (a)somada, que en este caso debe considerarse orientalismo)42 emprendieron viaje junto con los individuos de ese origen que participaron en la población de la Extremadura soriana, primero, y del oriente manchego y el oeste y sur aragoneses, después, para acabar dejando huellas de todas esas formas por las serranías del Levante interior, y de algunas de ellas (asomada y (a)somadilla) por todo el este de Castilla la Nueva y el antiguo reino de Murcia. Así, en definitiva, una mirada histórica a la distribución actual de los topónimos derivados de SUMM- ciertamente nos sitúa, en la estela de las observaciones pidalinas, ante el carácter diferenciado de las soluciones centronorteñas frente a las preferidas más al oeste (asturleonés) o al este (altoaragonés), pero no nos habla, sin embargo, de un haz de soluciones exclusivamente castellano difundido por un territorio cada vez más ancho a medida que se avanza hacia el sur, sino que, por el contrario, hace visible la «grieta en el interior de Castilla» (Inés Fernández-Ordóñez) que escinde la meseta septentrional en dos mitades dialectales prácticamente simétricas, al tiempo que manifiesta la existencia de soluciones compartidas por el castellano y las variedades inmediatas hacia el este (riojano, navarro occidental) cuyo patrón de difusión geográfica revela, una vez más, el «reino en estado latente» (Diego Catalán) que, al menos en lo lingüístico, se extiende de norte a sur desde esas tierras ribereñas del Ebro por todo el Sistema Ibérico y, más al sur, por el oriente manchego, el interior de Valencia y las tierras históricas de Murcia43.

¿Es posible establecer igualmente un territorio específico y un recorrido geográfico históricamente motivado de la familia del otro orónimo empleado en locuciones adverbiales, es decir, CYMA > cima? Naturalmente, es conveniente renunciar de entrada a la exploración directa de este término, que hoy día sigue empleándose para denotar la parte culminante de una elevación de terreno y, por tanto, es susceptible de comparecer con carácter apelativo como parte de topónimos que pueden, por lo demás, resultar muy recientes. Sin embargo, basta atender a los compuestos, los grupos sintagmáticos lexicalizados y los derivados para obtener pistas muy contundentes de cuál pudo ser el dominio geográfico antiguo de esta familia oronímica: así, por ejemplo, cima(de)villa se encuentra abundantemente entre Galicia y el occidente de Cantabria (afectando más al sur toda la cornisa montañosa de León), pero solo excepcionalmente se da más al este44; numerosos nombres de lugar en la misma zona llevan el complemento de cima45; los derivados cimada, cimanes y cimayo / cimajo (con formas híbridas como cimajada) amplían este ámbito por todo el antiguo dominio leonés (provincia de León y oeste de Zamora y de Salamanca, con extensión por el sur hasta Huelva)46; pero, sobre todo, el derivado solidario cimero (equivalente de somero) 47, permite situar el límite oriental de esta familia en las sierras de Madrid y el extremo noroeste de Guadalajara y, además, seguir su difusión por el norte y este extremeños hasta el Guadiana48. Los orónimos relacionados con cima son, pues, incontestablemente occidentales, con una prolongación máxima hacia el este por las sierras centrales de la Península que se detiene en torno al límite aproximado del meridiano 4 oeste, esto es, allí donde comienza a hacerse muy vigorosa la presencia de la familia de somo. Al occidente del parteaguas que escinde la actual Castilla y León, los barrios de somo(de)villa se tornan de cima(de)villa, las majadas y prados someros pasan a ser cimeros e incluso las gentes dejan de apellidarse Somavía o Somarriba y se llaman con frecuencia, en cambio, Cimas, De Cima o Cimadevil(l)a49.

¿Hasta qué punto refleja la lengua de las fuentes medievales esta divisoria aún presente en la oronimia actual? La orientación más importante nos la proporcionan, sin duda, los documentos originales con data tópica y crónica, que es posible asignar geográficamente y devuelven, además, una imagen inmediata del uso lingüístico del tiempo en que se compusieron. A continuación ofrezco los resultados de una búsqueda exhaustiva de los materiales de este tipo contenidos en el CORDE con fecha anterior a 140050: separo los casos de somo (usado generalmente en locuciones adverbiales como en somo, por somo, de somo, etc., pero también con carácter adjetival: usque ad summam pennam, en soma la presa, etc.) anteriores a 1300 (1a) de los del siglo xiv (1b), y hago lo propio con los de cima (en 2a los anteriores a 1300, en 2b los del siglo siguiente).

1.

1a. San Millán de la Cogolla [800 (2 casos), 807-912 (2 casos), 864 (4 casos), 929 (y una treintena de ejemplos más hasta 1134)]; Valpuesta [804]; Silos [919 (dos casos)]; Santoña [927]; Belbimbre [929]; Cardeña [944 (2 casos), 950, 963, 972 (3 casos), 994, 1045 (5 casos)]; Oña [1011 (2 casos)]; Leyre [1040]; Santoña [1047 (2 casos)]; San Pedro de Arlanza [931, 937, 1042 (3 casos), 1048]; San Juan de la Peña [1049 (2 casos)]; Oña [1063]; Burgos [1075]; Silos [1085]; Santoña [1086, 1091]; Silos [1098]; El Moral [1124]; Lerma [1148]; San Pedro de Arlanza [1154 (3 casos), 1166 (2 casos)]; Aguilar de Campoo [1186]; San Miguel de Busto de Bureba [anterior a 1200]; Cascajares de Bureba [1202]; Fitero [1202]; Ávila [1209];San Pedro de Arlanza [1210]; Ribiella de Mio Cid, junto a Roa [1212]; San Clemente de Toledo [1215]; Oña [1219, 1237]; Miranda del Castañar, Salamanca [1236]; San Millán de la Cogolla [1241, 1242]; Palencia [1242]; Silos [1253]; Irache [1254, 1282]; Oña [1256]; Segovia [1258]; Villanueva del Río, junto a Aguilar de Campoo [1259]; Frías [1267]; Ávila [1270]; Salamanca [1271]; Ávila [1273]; Oña [1276]; Santa María de Mave [1278]; Oña [1279 (4 casos), 1281, 1282 (2 casos), 1283]; Ávila [1283]; Serranos de Avianos, Ávila [1284]; Olite [1288]; Frías [1290]; Valdecorneja, Ávila [1295]; El Espinar, Segovia [1297] (2 casos).

1b. Tía Amuña, Ávila [1301]; Ávila [Becerro de visitaciones, ca. 1303-1310, con numerosos ejemplos]; Mironcillo, Ávila [1304]; Ávila [1304]; Guadalajara [1305]; Campezo [1313]; San Miguel de Serrezuela, Ávila [1315]; Irache [1321, 1383]; Campezo [1332]; Ávila [1361]; El Espinar, Segovia [1368] (2 casos); Guadalajara [1399].

2.

2a. Avilés [1155]; Salamanca [1223]; Carrizo, León [1247]; León [1255]; León [1257]; Carrizo, León [1273]; Salamanca [1281]; Terradillos, Salamanca [1282]; Salamanca [1294]; Ávila [1294]; Valdecorneja, Ávila [1295, 1296].

2b. Ávila [Becerro de visitaciones, ca. 1303-1310, con numerosos ejemplos]; León [1307, 1308, 1310, 1324]; Béjar [1325]; Zapardiel, Ávila [1326]; León [1329, 1334]; Bonilla de la Sierra, Ávila [1335]; Santo Toribio de Liébana [1337]; Guadalupe, Cáceres [1344, 1347]; Areces, Asturias [1345]; León [1347]; Magazuela, Cáceres [1350]; Villanueva del Campillo, Ávila [1361]; Cornellana, Asturias [1364]; Potes, Cantabria [1363]; Santo Toribio de Liébana [1371,1377, 1380, 1386, 1388, 1398]; Ávila [1368]; Cornellana, Asturias [1382]; Orellana, Cáceres [1385]; Santo Toribio de Liébana [1390]; León [1398].

El contraste apenas requiere de comentario, pues es absoluto, como lo es, prácticamente, la correspondencia con la isoglosa oronímica que hemos trazado: el occidente norteño (Asturias, León) desconoce las construcciones con somo, mientras al oriente las prodigan los documentos procedentes de monasterios, cabildos y concejos del este de Palencia (de Campoo a la propia capital), el oriente de Cantabria (Santoña), Burgos (sobre todo hasta el Arlanza, pero incluso hasta Roa, al suroeste y ya sobre el Duero), La Rioja (con prolongación por la ribera navarra hasta Fitero), el sur de Álava (del valle de Valdegovía en que se encuentra Valpuesta hasta la oriental cuadrilla de Campezo) y el oeste de Navarra (Irache), territorios que en cambio no proporcionan ni un solo ejemplo de cima o las locuciones formadas con este término. Como en la toponimia, los límites geográficos del empleo de somo se sitúan por el sur en el Tajo (Toledo, Guadalajara), mientras por el noreste pueden ampliarse hasta el oriente de Navarra y el occidente de Huesca (Olite, Leyre, San Juan de la Peña), en consonancia con los restos toponímicos medievales presentes en esa área51. Las dos formas se dan, como hoy día, en Salamanca y Ávila, pero con predominio claro en la primera de estas provincias de las construcciones con cima, que ha dejado rastro hasta hoy en la preferencia local por los orónimos derivados de esa familia (cimajo en el oeste y el centro, cimero en las sierras del sur y en el este) y que condice, a su vez, con la notable presencia allí de los orónimos occidentales emparentados con soma ((a)somada(s)) y la limitación, en cambio, de los términos afines a somo a la franja este, que incluye la capital; más al oriente, en Segovia, solo se documenta en época antigua somo, de acuerdo con la restricción actual de la familia oronímica de cima, claramente minoritaria en esta zona, a los extremos sur y noreste de la provincia. Las construcciones con cima, por otro lado, se extienden, como hoy día, hasta el occidente de Cantabria (Potes y Liébana) y, por el sur, hacia Extremadura, donde su predominio responde al actualmente perceptible en la provincia de Cáceres.

La consulta de glosarios de documentos medievales como el LHP y de otros corpus documentales en red, como el CODEA+ 2015 o, para el dominio gallego, el CODOLGA y el TMILG52, confirma esos resultados al tiempo que permite afinarlos. El LHP aporta nuevos ejemplos de somo en scriptoria burgaleses donde su empleo fue muy abundante (Oña o San Pedro de Arlanza), así como en otros centros cántabros (Santillana) y riojanos (Valvanera, en Anguiano) (cf. 3a), pero también aporta un primer (y único) ejemplo temprano de cima en plenas tierras de somo que, quizá no por casualidad, se localiza en Oña, a escasa distancia del Monte Cimero de Silanes (3b), entorno del que pudo proceder alguno de los copistas del monasterio de San Salvador. Hacia el oeste, el LHP acrece los ejemplos asturianos de cima con uno ovetense de 1114 (3c), uno portugués y otro gallego (3d), expresión de un vigoroso empleo noroccidental (ya evocado por Coromines y Pascual a propósito de las Cantigas alfonsíes) que unas someras búsquedas permiten corroborar ampliamente (3e), revelando asimismo algún posible empleo muy ocasional de somo (3f, con los ejemplos más claros que he localizado, aunque pudiera tratarse igualmente de calcos de formas latinas) que quizá recuerde la presencia en esos territorios de núcleos donde se emplea hoy dicho orónimo y de los que pudieron proceder algunos escribas atraídos a los grandes centros monásticos o urbanos. Hacia el centro-este, en fin, no resulta difícil encontrar ejemplos que ilustren la expansión de somo por el oeste y sur de Aragón, donde jamás se encuentra cima durante los siglos xiii y xiv (3g)53.

3.

3a. Arlanza [929]; Santillana [1001]; Oña [1014]; Santoña [1047]; Valvanera [1047]; Liébana [1081]; Santillana [1084]; Oña [1084]; Oña [1085]; Oña [1129].

3b. usque ad cima de represa (Oña, 1152, apud LHP, s. v. cima, 140b)

3c. et ad cima de platanera et tornat se per illum rivulum (San Vicente de Oviedo, 1114, íbid.)

3d. et feret in zima de uilla (Celanova, 982, íbid.)

Ego cartemiro concedo ibidem larea que iacet in çima de ipso uiniale (Sozelo, Viseu, 870, íbid.)

3e. in ipso loco de fondos ata incima con suas limides et tota arbuscula qui ibi stane (San Vicente de Oviedo, 1145, apud Xosé Lluis García Arias, «Las scriptae asturianas y leonesas», Lexikon der Romanistischen Linguistik, II.2, Tubinga, Niemeyer, 1995, págs. 618-649, pág. 622a)

et in cima de Barreda I agro (San Julián de Samos, ca. 1020-1052, apud CODOLGA)

exceptis duos casares in cima de ipsa villa (Celanova, 1063, apud CODOLGA)

como uay do Rigeyro de Fundo atra cima da Serra (Pruzos, La Coruña, 1265, apud TMILG)

3f. et per summum cotellum, et per illum Pandum, et per illa Pereta (San Vicente de Oviedo, 853, apud CODOLGA)

et inde per directuram sicut uadit ad summum uallis de Penedus (San Esteban de Chouzán, Lugo, 1248, apud CODOLGA)

3g. asignamos por término al Monasterio de Piedra [] de somo de la loma en el hiermo que es sobre el monasterio [] a somo de la defesa del concello de Nuévalos; e de la otra part [] al somo de Cañada Cremada (Calatayud, 1257, CODEA+ 2015)

de illos Royales de Valle de Forchas per somo de illa serra (Escatrón, Zaragoza, 1242, apud Concepción Contel Barea, «El Císter zaragozano en los siglos xiii y xiv. ii. Documentos», Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, xxxi-xxxii, 1978, págs. 289-592, pág. 340)

Et damos terminos, asin como parte la Rambla del monte et sube a somo del Campillo Aliagoso et por somo de la foç de Chertera (Carta puebla de Villel, dada en Daroca, 1180, apud Ana Isabel Sánchez Casabón, Alfonso II rey de Aragón, conde de Barcelona y marqués de Provenza. Documentos (1162-1196), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1996, pág. 399)

estos terminos, ço es assaber de la Covatiella assi como por somo del Fenar (Concejo de Teruel, 1245, apud Antonio J. Gargallo Moya, «Aportación a la historia del Forum Turolii: el número de alcaldes en Teruel durante la Edad Media», Teruel: Revista del Instituto de Estudios Turolenses, lxvi, 1981, págs. 267-276, pág. 275)

et vadit via ad somo de illa serra de illa cova d’Albaro. Et per illo somo de illa serra exit a.ll.Almallarella (Carta puebla de Morella, 1233, apud Vicente García Edo, «La carta puebla de 1233 y el fuero general de Morella», El fuero de Laredo en el octavo centenario de su concesión, Juan Baró y Margarita Serna (eds.), Santander, Universidad de Cantabria, 2001, págs. 587-605, pág. 604)

Esta estricta correspondencia entre el lugar de redacción de los documentos y el uso de uno u otro término en las construcciones adverbiales se refleja también en las obras literarias, y así, las de Berceo, el Poema de mio Cid o la traducción del Nuevo Testamento en el manuscrito escurialense E6, todas fuertemente asociadas al ámbito riojano o castellano oriental, solo traen ejemplos de somo, nunca de cima (cf. 4a, con los casos del Cid, y 4b, con algunos de los presentes en los milagros de santo Domingo en prosa compilados por Pedro Marín y producidos en el entorno de Silos)54; el contraste se traslada igualmente, por ejemplo, a los dos manuscritos del Alexandre, el occidental O, del siglo xiv, y el oriental P que, a pesar de ser más tardío (del siglo xv), propone somo en tres pasajes donde el otro trae cima (4c).

4.

4a. Al cargar de las arcas veriedes gozo tanto, / non las podién poner en somo maguer eran esforçados (Cid, 170-171)

Vino Pero Vermúez, que la seña tiene en mano, / metióla en somo, en todo lo más alto (Cid, 611-612)

Alegre era el Campeador [] / cuando su seña cabdal sedié en somo del alcácer (Cid, 1220)

el casco de somo apart ge lo echava (Cid, 3651)

4b. viero(n) muy g(ra)nt claridat en somo dela carçel amedia noche (Miraglos, 36r, 778-779, 65)

ueno aderredor [el águila]. & pososse en somo delas menas (ibid., 56v, 1954-1955, 108)

subio en somo del altar de s(an)to domi(n)go & tomo la cruz (ibid., 87v, 4003-4004, 178)

por los poyatos salliero(n) asomo dela Carçel (40v, 1024-1025, 74)

por la senda de somo el pinareio (44v, 1230-1231, 82)

4c. Asmo fer un cauallo de muy fuertes maderos / que copiessen so el quinientos caualleros / en çima fer castiellos & en medio çelleros (AlexO, 692a-c)

yuan cargados assy todos aquellos / que salian los sudores por çima de los çerros (AlexO, 824cd)

El Rey fincó sennero en çima del castiello (AlexO, 2060a)

Pero en los textos literarios pueden intervenir muchas manos, ya sea en el mismo proceso de composición o en el de transmisión55, de modo que en algunas obras castellanas (señaladamente, para el siglo xiii, las alfonsíes) aparecen casos de cima junto a otros de somo sin que pueda apreciarse contraste de significado, lo que lleva a pensar que se deben, simplemente, a la participación en la redacción o la copia de la obra de individuos procedentes ora del oriente, ora del occidente del reino (5a). Con todo, las construcciones con cima siguen siendo claramente minoritarias en los textos castellanos a lo largo del siglo xiii56: la situación cambia, al parecer, al filo del nuevo siglo, pues la traducción de la Gran conquista de Ultramar contiene ya una proporción aproximadamente pareja de secuencias adverbiales con uno y otro elemento (15 con cima y 21 con somo), en varios casos dispuestas de forma contigua en el texto, de tal modo que una de ellas parece retomar sinonímicamente la anterior (5b)57.

5.

5a. pusieron la cabeça del en cima duna lança (Estoria de España 1, 342, 120v)

pososse un bufo en somo dell aruol (Estoria de España 1, 164, 71r)

fabló un espírito [...] e dixo al estrellero quel fiziesse el sofumerio de Mars e quel pusiessse encima de los cuatro pilares que estavan en las cuatro partes del alcoba (General Estoria 4, Nab, 86, 154)

seed como paloma que faze so nío en somo de la boca del forado (General Estoria 4, Jer, 47, 418)

5b. E ordenaron de fincar las tiendas aquel dia en cima de un otero. E quando el conde don iofre fue en somo del otero con toda su gente semeiol que la iornada era pequenna (Gran conquista de Ultramar, 38r-v)

enuio [] sus caualleros que pusiessen la su senna en cima de la mas alta torre de la çipdat []. E quando la hueste de los xristianos uieron la senna del Rey. en somo de la mayor torre fizieron muy grant allegria (íbid., 72r)

E al tiempo que faze las noches escuras fazien en çima daquella torre grant lumbre []. E estonce en sommo daquella torre fue puesta la senna del Rey (íbid., 130v)

¿Cómo es posible explicar que una forma en principio reducida al espacio del noroeste peninsular acabase triunfando en la lengua literaria castellana de tal modo que la solución burgalesa, segoviana o riojana quedara relegada, ya en el siglo xv, a la condición de forma rústica58? Sin descartar posibles factores de índole social o cultural (para los que, por ahora, carezco de indicios sólidos), la clave de la solución a este enigma podría venir, de nuevo, de la mano de la toponimia: como hemos señalado, el orónimo somo no acompañó la gran expansión castellana del siglo xiii por la mitad sur de la Península, lo que sugiere que para entonces había perdido vigor como sustantivo apelativo. Este no fue, naturalmente, el caso de cima, que ha llegado hasta nosotros con ese valor. La preservación del contenido léxico de cima, frente a un somo que ya solo formaba parte de secuencias adverbiales, pudo significar una desventaja para este último elemento, en la medida en que el uso de cima en idénticas secuencias resultaba motivado para el hablante, que podía compararlo con el uso léxico, ya muy dominante sobre el de somo en los primeros textos extensos (en los Libros del saber de astronomía alfonsíes, por ejemplo, ambos términos comparecen para indicar el punto más alto o cenital en una operación de medición, pero cima lo hace 19 veces, por tan solo una de somo: 6a), así como con el empleo de cima con el valor abstracto de ‘punto culminante o final’ en toda una serie de expresiones de carácter temporal (a la por cima / a la cima ‘finalmente’: 6b; encima de ‘al final de’ con un término que expresa un intervalo temporal acotado, como la comida, la vida o un mes del calendario: 6c) y en colocaciones en que cima vale ‘remate, consecuencia última’, como dar cima o haber (buena) cima (6d), usos que se vuelven frecuentísimos a caballo entre el siglo xiii y el xiv y que estaban vedados a somo. Tanto el apoyo de un contenido léxico espacial como el desarrollo de valores abstractos no espaciales pudieron favorecer la sustitución de somo por cima en los esquemas adverbiales gramaticalizados, donde se ve desdibujado el significado referencial, pero se preserva el carácter espacial de la construcción. Sea ello como fuere, el término cima parece haber adquirido en las primeras décadas del xiv un prestigio en la lengua culta castellana trasladado, durante la segunda mitad de ese siglo, a los textos y testimonios orientales, que comienzan a prodigar tanto las secuencias adverbiales como el resto de empleos (6e)59; pero en tierras navarras y aragonesas, donde el uso léxico de somo –como sugieren los ejemplos toponímicos trasladados hasta el Levante– pervivió más largamente (6f, cf. los ejemplos de 3g), los esquemas adverbiales con ese elemento también se mostraron más resistentes, y aún representan el 92% (por un modesto 8% con cima) en las obras de Fernández de Heredia.

6.

6a. sera essa sennal el punto de la çima de la cabeça en essa uilla (Libro del Alcora, 68, 38r)

en saber la longura que a en qual estrella quier [] & entre el punto del somo de la cabeça en qual uilla quier que sea (Libro del Alcora, Tabla, 25v)

6b. como quier que estas razones mucho fuessen entrellos departidas. a la por cima [] tornaronse todos al mas sano e derecho conseio (Estoria de España 1, 69, 34r)

Pero a la çima fablaron omnes buenos con la Reyna. & mostraron le el mal que podrie uenir (Gran conquista de Ultramar, 56v)

6c. que non atendrie fasta çima de la yantar (íbid., 229r)

Mas en çima de sus dias rebataron le que fiziera muy mal (íbid., 19r)

ouieron buen tiempo & en çima de Setienbre arribaron al puerto de Sur (íbid., 141r)

6d. quísol dar buen galardón e buena çima a su ffecho (Alfonso X, Setenario [ms. de la primera mitad del s. xiv], 5r)

aquello fue enel tiempo que la discordia non auie aun çima (Gran conquista de Ultramar, 100r)

si quisiesse parar mientes a que çima tornarie este fecho (íbid., 130r)

6e. fizo entonçe agamenon fazer sus sacrifiços a sus dioses & pedyr consejo dela çima deste fecho (Sumas de Leomarte, 90r)

despues que dos anyos fueron passados, a la por cima la combatio et la priso (Juan Fernández de Heredia, trad. Orosio, Historia contra paganos, 1376-1396, apud CORDE)

6f. et que murassen & cerrassen el somo de la montanya (Juan Fernández de Heredia, trad. Plutarco, Vidas paralelas 1, 1379-1384, apud CORDE)

teniendo a la paul ata el somo de la pantezieilla de la paul (doc. de Irache, 1383, apud CORDE)

El triunfo de cima sería, de todos modos, más lento en los documentos notariales, probablemente más apegados a los usos lingüísticos locales y que, en todo caso, suelen reflejar tan solo el empleo de los esquemas adverbiales: un mero vistazo a los datos que ofrecen el CORDE y el CODEA+ 2015 permite ver cómo, en esta clase de textos, no aflora un primer ejemplo burgalés hasta 1346 ni otro que lo secunde hasta 1369, mientras el más madrugador en la Cantabria oriental es de 1398 (los tres en la secuencia de parte de cima: 7a); de esas mismas fechas son los casos más tempranos en Guadalajara y el País Vasco (7b), y la primera documentación en tierras riojanas se hace esperar hasta 1415; para el último cuarto del siglo xv, somo, ya marginal en la lengua literaria, sigue empleándose con cierta frecuencia en los diplomas vascongados60, en los contratos de artesanos aragoneses o en las actas del concejo de Madrid (7c).

7.

7a. e de parte de ençima que lleguen esso mesmo fasta aquí (Cartulario de Silos, 1346, apud CORDE)

son aledaños de la una parte la calleja, e en fondón viña del ospital del rey, de parte de cima el camino (Burgos, 1369, apud CODEA+ 2015)

escrivi estos testimonios aqui contenidos e la dicha carta del dicho señor rey [] que de parte de çima estan escriptas [] en esta plana de aqueste quaderno en que ba puesto my signo que ba en cada una de las dichas planas de parte de çima (Documentación medieval de la villa de Laredo, 1398, apud CORDE)

7b. que muera e le corten la caueça e que le pongan ençima de un palo (Cuaderno de ordenanzas de Fuenterrabía, 1397, apud CORDE)

E pusieron otro mojón en el sazejar de encima (Documentos del Archivo Municipal de Guadalajara, 1399, apud CORDE)

7c. que en somo de cada istoria aya de ayer su tuba daurada (Disposición de un retablo para la iglesia del convento de la Merced de Zaragoza, 1477, apud CORDE)

Non enpesca do va escripto en somo de la segunda plana [] («Acta concejil» [Colección documental del Archivo Municipal de Mondragón], 1479, apud CORDE)

vn solar en somo del Posacho (Libro de Acuerdos del Concejo Madrileño, 1479, apud CORDE)

A lo largo de estas páginas hemos acompañado a dos familias de orónimos, la de somo y la de cima, a través de un doble recorrido por el espacio y el tiempo. Del cotejo de la distribución actual de los topónimos con la medieval de los documentos que incluyen relacionantes locativos formados a partir de estos dos elementos se deduce una uniformidad geográfica entre el pasado y el presente (Mapa 4) que obliga a concluir que el contraste en la lengua antigua entre encima / en somo, por (en)cima / por somo, de cima / de somo, etc. no fue de carácter gramatical, sino dialectal; que esta diferenciación dialectal aún está muy presente en toda clase de textos durante el siglo xiii, mientras en el xiv (e incluso hasta el xv) la preservan mejor los documentos notariales que las obras literarias; y que la clave del retroceso de las secuencias con somo pudo estar en la pérdida de su empleo como orónimo, ya manifiesta en la Castilla central de mediados del siglo xiii, pues la pieza no arraigó en los nuevos espacios al sur del Tajo, mientras en Rioja, el País Vasco, Aragón o Navarra la persistencia del empleo léxico permitió una mejor supervivencia de los esquemas gramaticales con somo hasta bien avanzado el siglo xv. Pero, ante todo, esperamos haber mostrado que la bondad del método pidalino de Orígenes no solo sigue vigente, sino que puede extenderse a ámbitos nuevos, como el de la explicación de la dinámica histórica de esquemas gramaticales, aportando así a quienes exploran la (morfo)sintaxis diacrónica una mayor conciencia de la necesidad de indagar en el aspecto diatópico de la variación a la hora de acometer el trazado (y, con mayor ambición aún, la explicación) de los fenómenos que abordan.

Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta

Universidad Autónoma de Madrid


Apéndice: mapas 1-4

Las tierras de somo. Distribución en el centro-norte peninsular (Cantabria, Palencia, Burgos, Rioja, País Vasco) de los topónimos somo / (a)somante / somero (círculos). Las cruces representan puntos donde se documentan en la Edad Media secuencias adverbiales con somo (cruces más alargadas para la documentación tardía, del siglo xv).

Mapa 1. Las tierras de somo. Distribución en el centro-norte peninsular (Cantabria, Palencia, Burgos, Rioja, País Vasco) de los topónimos somo / (a)somante / somero (círculos). Las cruces representan puntos donde se documentan en la Edad Media secuencias adverbiales con somo (cruces más alargadas para la documentación tardía, del siglo xv).


Dos familias oronímicas, frente a frente. Distribución en el centro-norte peninsular de los topónimos somo (círculos huecos: solo se representan los puntos más occidentales y meridionales), (a)somante (círculos macizos oscuros), somero (círculos macizos claros), somadilla (triángulos rojos), asomadilla (romboides rojos), asomada (romboides azules), somada (triángulos azules), soma / somado / somiedo (óvalos) y cima / cimada (rombos pequeños: solo se representan los casos no asturianos).

Mapa 2. Dos familias oronímicas, frente a frente. Distribución en el centro-norte peninsular de los topónimos somo (círculos huecos: solo se representan los puntos más occidentales y meridionales), (a)somante (círculos macizos oscuros), somero (círculos macizos claros), somadilla (triángulos rojos), asomadilla (romboides rojos), asomada (romboides azules), somada (triángulos azules), soma / somado / somiedo (óvalos) y cima / cimada (rombos pequeños: solo se representan los casos no asturianos).


Expansión de las familias de cima y somo más allá de la Submeseta Norte. El mapa representa los puntos fuera del área mencionada donde se localizan somo y los compuestos con som- (círculos huecos), somero / somera (círculos macizos), somerada (husos alargados), somillo / somi(e)lla (cuñas), somadilla (triángulos rojos), asomadilla (romboides rojos), soma (óvalos), asomada (romboides azules), somada (triángulos azules) y cima / cimero (rombos pequeños). Las cruces representan puntos donde se documentan en la Edad Media secuencias adverbiales con somo.

Mapa 3. Expansión de las familias de cima y somo más allá de la Submeseta Norte. El mapa representa los puntos fuera del área mencionada donde se localizan somo y los compuestos con som- (círculos huecos), somero / somera (círculos macizos), somerada (husos alargados), somillo / somi(e)lla (cuñas), somadilla (triángulos rojos), asomadilla (romboides rojos), soma (óvalos), asomada (romboides azules), somada (triángulos azules) y cima / cimero (rombos pequeños). Las cruces representan puntos donde se documentan en la Edad Media secuencias adverbiales con somo.


Uniformidad y reconstrucción históricas. Áreas nucleares aproximadas, tanto actuales como medievales, de la familia oronímica de cima (al occidente) y de la familia oronímica de somo (al oriente), coincidentes con las zonas donde se atestiguan uniformemente cima o somo en los documentos notariales de los siglos xiii-xiv. El área intermedia (oeste de Cantabria y Palencia, la mayor parte de Valladolid y Ávila) es transicional. La flecha señala la expansión oriental de somo en dirección sureste desde Rioja y Navarra hasta el interior levantino.

Mapa 4. Uniformidad y reconstrucción históricas. Áreas nucleares aproximadas, tanto actuales como medievales, de la familia oronímica de cima (al occidente) y de la familia oronímica de somo (al oriente), coincidentes con las zonas donde se atestiguan uniformemente cima o somo en los documentos notariales de los siglos xiii-xiv. El área intermedia (oeste de Cantabria y Palencia, la mayor parte de Valladolid y Ávila) es transicional. La flecha señala la expansión oriental de somo en dirección sureste desde Rioja y Navarra hasta el interior levantino.


  1. Cf. por todos Inés Fernández-Ordóñez, «Menéndez Pidal and the beginnings of Ibero-Romance dialectology: a critical survey one century later», Ramón Menéndez Pidal after forty years: a reassessment, Juan Carlos Conde (ed.), Londres, Queen Mary (University of London), 2010, págs. 113-145; Julio Arenas Olleta y Carmen Moral del Hoyo, «Cómo de los textos se hace historia de la lengua: la dialectología histórica en los Orígenes del español», Así se van las lenguas variando: nuevas tendencias en la investigación del cambio lingüístico en español, Mónica Castillo y Lola Pons (eds.), Berna, Peter Lang, 2011, págs. 21-67; y Carlos Garatea, El problema del cambio lingüístico en Ramón Menéndez Pidal: el individuo, las tradiciones y la historia, Tubinga, Gunter Narr, 2005, págs. 85-101. Para calibrar la novedad y la importancia colosal de la propuesta metodológica de Orígenes en el ámbito de la Lingüística románica basta recordar los comentarios sobre esta obra de Alberto Vàrvaro, «Storia della lingua: passato e prospettive di una categoria controversa», Romance Philology, xxvi, 1972-1973, págs. 16-51 y 509-531.  A la idea de poner en pie una «dialectología histórica española» se refería ya Pidal en 1910 al reseñar el Étude sur l’ancien dialecte léonais de Staaff, como recuerda Francisco Gimeno, Sociolingüística histórica (siglos x-xii), Madrid, Visor, 1995, pág. 63.

  2. Ramón Menéndez Pidal, Orígenes del español: estado lingüístico de la Península Ibérica hasta el siglo xi, tercera ed. corregida y aumentada, Madrid, Espasa Calpe, 1950, pág. 394.

  3. «[E]l principio de uniformidad es el supuesto necesario para otorgar validez interpretativa a los sucesos y estructuras del presente a la hora de proyectarlas hacia el pasado», como apunta Pedro Martín Butragueño, «Perspectiva sociolingüística de la historia», Historia sociolingüística de México, Rebeca Barriga y Pedro Martín Butragueño (eds.), i, México, El Colegio de México, 2010, págs. 41-96 (pág. 55). Este postulado procedente de la geología fue rápidamente adoptado por los lingüistas decimonónicos (y tenía, pues, plena vigencia en la forma mentis del tiempo de Pidal), como explica por extenso T. Craig Christy, Uniformitarianism in Linguistics, Ámsterdam / Filadelfia, John Benjamins, 1983; pero es crucial en su aplicación actual al ámbito del cambio lingüístico su recuperación por parte de William Labov, «Some principles of linguistic methodology», Language in Society, i, 1972, págs. 97-120 (pág. 101). Para un estado actual de la cuestión y algunos peligros en la aplicación de este principio, cf. ahora Alexander Bergs, «The uniformitarian principle and the risk of anachronisms in language and social history», The handbook of historical sociolinguistics, Juan Manuel Hernández-Campoy y Juan Camilo Conde Silvestre (eds.), Londres, Blackwell, 2012, págs. 83-101.

  4. Op. cit., págs. 399 y 513, respectivamente. Para la comprobación en datos procedentes de atlas dialectales de la mencionada distribución de comadreja, cf. Enrique Pato, «Sobre geografía léxica española: distribución y áreas léxicas de la mustela», Dialectología, vi, 2011, págs. 45-53. Pocas páginas antes, al tratar de las palabras que sí han variado en su distribución, Pidal se centra en el caso de ciruela frente a la denominación pruna: esta última, aunque atestiguada en el centro-norte peninsular en época visigótica, desaparece luego en el centro y sur del territorio, de modo que su antigua implantación en todo el continuo de romances norteños «aparece hoy rota en dos áreas muy desiguales, en medio de las cuales se extiende el área de cereola» (op. cit., pág. 393). Parece claro que, para Pidal, la distribución de comadreja y la de ciruela, aunque ilustran fenómenos contrarios (cambio frente a preservación), obedecen a una misma causa: la difusión por todo el centro y sur peninsulares de una modalidad castellana que desbanca enteramente a las anteriormente implantadas en esas mismas zonas. Don Ramón situaba ese «gran empuje castellano» (op. cit., pág. 513) después del siglo xi, y suponía que debió producirse al hilo del «gran desarrollo de la literatura y cultura castellanas» a partir de la reconquista de Toledo (íbid.). Para la centralidad de esta hipótesis en el pensamiento pidalino y sus consecuencias, examinadas con oportuna visión crítica, cf. Inés Fernández-Ordóñez, La lengua de Castilla y la formación del español, Madrid, Real Academia Española, 2011.

  5. Op. cit., págs. 405-412.

  6. Los trabajos en este ámbito (o, mejor quizá, desde esta perspectiva) se han multiplicado, en efecto, en las dos últimas décadas, especialmente a partir de un estudio señero de Inés Fernández-Ordóñez, «Hacia una dialectología histórica. Reflexiones sobre la historia del leísmo, el laísmo y el loísmo», Boletín de la Real Academia Española, lxxxi, 2001, págs. 389-464. No es, naturalmente, que no haya habido ilustres precedentes (baste recordar el nombre de Yakov Malkiel) que hayan tenido convenientemente en cuenta el parámetro diatópico en la variación gramatical, sino, más bien, que solo recientemente se va abriendo camino la exigencia metodológica de que el criterio de variación dialectal se emplee de manera sistemática para cribar, organizar y analizar los materiales primarios en que se sustenta cualquier abordaje histórico de un elemento o fenómeno gramatical.

  7. Así, por ejemplo, en Carlos Sánchez Lancis, Estudio de los adverbios de espacio y tiempo en el español medieval, tesis doctoral, Barcelona, Universitat Autònoma de Barcelona, 1990, págs. 114-136; Antonia María Coello Mesa, «Los adverbios locativos de la dimensión vertical en dos sincronías», Español Actual, lxvi, 1996, págs. 43-52; José María García-Miguel, «Los complementos locativos», Sintaxis histórica de la lengua española, Concepción Company (dir.), i (2), México, Universidad Nacional Autónoma de México / Fondo de Cultura Económica, 2006, págs. 1251-1336; Rolf Eberenz, «Sobre relaciones espaciales: los adverbios de localización vertical suso-arriba vs. yuso-abajo en el español preclásico y clásico», Actas del VII Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, Concepción Company y José G. Moreno de Alba (eds.), i, Madrid, Arco Libros, 2008, págs. 537-552 (pág. 545); Rosa María Espinosa Elorza, Procesos de formación y cambio en las llamadas «palabras gramaticales», Logroño, Cilengua, 2010, pág. 239; Araceli Enríquez Ovando y Ricardo Maldonado Soto, «Descripción sintáctico-semántica de la construcción preposición + cima en el español medieval», Tiempo, espacio y relaciones espacio-temporales desde la perspectiva de la lingüística histórica, Carsten Sinner, José Luis Ramírez Luengo y María Jesús Torrens (eds.), Logroño, Cilengua, 2011, págs. 27-62; o Viorica Codita, Locuciones prepositivas en español medieval: siglos xiii-xiv, tesis doctoral, Valencia / Tubinga, Universitat de València / Eberhard Karls Universität Tübingen, 2013, págs. 220-222, 277-278 y 378-380. Ninguno de estos trabajos, por lo demás de alta calidad, contemplan el factor dialectal al caracterizar (más o menos sumariamente, según los casos) las formaciones medievales con cima / somo.

  8. Joan Corominas, «Dis Aup i Pirenèu: à propos du Rätisches Namenbuch», Sache, Ort und Wort: Jakob Jud zum 60. Geburtstag, Ginebra / Zúrich, Droz / Rentsch, 1943, págs. 563-587 (hay versión española, «Dis Aup i Pirenèu: a propósito del Rätisches Namenbuch», Tópica hesperica: estudios sobre los antiguos dialectos, el substrato y la toponimia romances, Madrid, Gredos, 1972, págs. 157-194).

  9. Op. cit., pág. 190 de la edición española.

  10. A partir de aquí, los nombres propios de provincias coincidentes con los de sus capitales se refieren al territorio provincial, no a la ciudad, que en su caso aparecerá explícitamente mencionada como «la capital», «la ciudad de X» u otra expresión semejantemente aclaratoria.

  11. Op. cit., pág. 191. En el DECLC, algunas décadas más tarde, el mismo autor especifica: «En català n’hi ha rastre en cognoms [como, por ejemplo, Sumvila]; però a casa nostra també en tenim relíquia en NLL [= noms de lloc] i genèrics de comarques extremes: Sumarroio, vall de Boí; en la documentació rossellonesa en queden casos fins a temps bastant moderns: loco dicto Al Sum del Manter (a. 1561, vall d’Orbanyà)»; también hay toponimia «en l’extrem Migjorn, sobretot entorn de l’Aitana»; e incluso en Sella (Alicante), afirma, «vaig sentir-ho encara amb paper apel·latiu: A Canyeta és al sóm ‘en el cim’ (1963)»: Joan Coromines, Diccionari Etimològic i Complementari de la Llengua Catalana, viii, Barcelona, Curial, 1992, s. v. som, pág. 60a. Podría añadirse, al menos, una Somada en el Maestrazgo, entre Cervera del Maestre y Càlig, zona que no se antoja extrema y sugiere, junto con un ejemplo del Montseny que mencionaremos más adelante, una cierta continuidad en la distribución de tales reliquias dentro del dominio catalán.

  12. Joan Corominas y José A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, ii, Madrid, Gredos, 1980, s. v. cima, pág. 76a.

  13. CYMA (< gr. κύμα, neutro plural reconvertido a femenino singular en latín) designa, en origen, ‘tallo o brotes de un vegetal’ (cf. el cat. actual cima y ejemplos castellanos medievales como el siguiente: «tomen hun manojo de la camisa del sauco & otro de la çima que dizen mica», Libro de los caballos, fol. 48v); pronto pasó a valer, por extensión, ‘ramas altas o copa de un árbol’, significado que presenta ya en San Isidoro («summitas olerum vel arborum»: Etimologías, xvii, 10, 4, ed. de José Oroz y Manuel Antonio Marcos Casquero, Madrid, BAC, 2004, pág. 1208) y que se registra en textos de la Castilla oriental o copiados en el centro-este peninsular (incluido Aragón) en los siglos xiii-xiv: «deue andar aderedor del arbol enguisa quela soga non tanga ala çima» (Fuero de Burgos, ms. Philadelphia Ems. 245, copia de 1290-1300); «Entre çimas d’un mançanar / un uaso de plata ui estar» (Razón de amor, vv. 1-2); «tajaras la rrama del ponçirer []. E en la çima tu dexaras los brots o rramas» (Ferrer Sayol, trad. Paladio, Agricultura, ms. BNM 10211, copia de 1390-1400). La adquisición por ampliación semántica del significado ‘zona más elevada de una entidad’, así como los usos de carácter abstracto (esto es, no espacial) que indican el término temporal o el punto culminante de un evento («aquello fue enel tiempo que la discordia non auie aun çima», Gran conquista de Ultramar, ms. J [BNE Mss/1187], fol. 100r) se documentan ya igualmente en los textos castellanos del siglo xiii, como veremos con mayor detalle más adelante.

  14. En Cantabria, somo es el nombre –sin duda anteriomente apelativo o común, no nombre propio– de diversos montes sobre los valles contiguos de Miera (Somo de Brenas, Somo de Noja) y de Pas (Somo de Pas, El Somo en Santiurde de Toranzo), así como más al este, en el valle del Asón (en Arredondo, Rasines y Ruesga) y en la Trasmiera (en Entrambasaguas y Liermo), y más al oeste, siguiendo todo el curso del río Pas desde el mar hasta los valles burgaleses (Somo, barrio de Miengo, en la desembocadura; Renedo de Piélagos, cerca de Torrelavega; varios puntos en Valderredible, como el Somo de Peña Coba o el Somo de Lora en Rocamundo); el territorio así definido engloba, desde luego, la capital provincial, que dispone, hacia el oeste, de una calle y barrio de Somo (término referido probablemente al monte Corbán) y mira, del otro lado de la bahía, a una localidad llamada Somo en el municipio de Ribamontán al Mar. En el occidente, somo es indudablemente lebaniego: hay un monte y un río llamados Somo en el entorno de Espinama (Camaleño) y un collado Somasierra en Torices (Cabezón de Liébana), así como un desfiladero denominado Somahoz junto a la Hermida (Peñarrubia, en la entrada a Liébana desde Asturias), pero en el cuadrante noroeste solo encuentro un barrio de Somavilla en Luey (ya junto al Nansa, no lejos de San Vicente de la Barquera), mientras que esta clase de compuestos con somo / soma (en los que esta forma tiene función adjetiva, como summus en latín) se multiplica en los tercios central y oriental: pueden citarse, entre otros, Somaconcha (frente a Pie de Concha) en Pesquera, cerca de Reinosa; Somballe, en Santiuste de Reinosa; Somahoz, localidad en el valle de Buelna; Somocueva / Somocuevas / Somacuevas, punta, playa y barrio, respectivamente, de Liencres (Piélagos, ligeramente al oeste de Santander); Somarriba, localidad de Liérganes; Somavía, calle (de origen claramente apelativo) de Arenas de Iguña, en el curso medio del Besaya, y de San Miguel de Aguayo, en su curso alto; o Somavilla, barrio tanto en Camargo, justo al sur de Santander, como en San Pedro de Soba, ya inmediato al valle de Carranza, que aparece como (Mies de) Somovilla en Castanedo (Ribamontán al Mar). Formas como Somovilla o Somocueva (existe igualmente, al menos como apellido, Somovía) delatan un reanálisis del primitivo adjetivo como formante de tipo preposicional que ya llamó la atención de Coromines («el masculino tiende a generalizarse, lo cual denota que se trata de una construcción que ya no se comprende», op. cit., pág. 191) y que es consecuencia de la fijación formal característicamente aparejada a los procesos de gramaticalización (cf. Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta, Los relacionantes locativos en la historia del español, Berlín, De Gruyter, 2016, págs. 45-46).

  15. Así, por ejemplo, Somo es una cumbre aislada en La Valdivia, El Somo es un pago en término de Aguilar de Campoo y existe un Somo Ubiedo en Salinas de Pisuerga.

  16. Al norte, en las Merindades, hay en Baranda «otro sitio comun [] llamado la Sierra ó Somo», según Pascual Madoz (Diccionario geográfico-estadístico-historico de España y sus posesiones de Ultramar, iii, Madrid, P. Madoz y L. Sagasti, 1846, pág. 378a), y un río del Somo (Hornillastra, Merindad de Sotoscueva, donde hay también unos Montes de Somo y, en San Martín, un barrio de Somovilla), mientras Espinosa de los Monteros yace al pie de «una elevada sierra, titulada el Somo» (Madoz, op. cit., vii, 1847, pág. 576a) y Medina de Pomar presenta en su barrio alto una plaza de Somovilla; más al este, hay una ermita del Somo o de santa Isabel en Villamor (valle de Losa) y, algo más al sur, una peña del Somo sobre San Millán de San Zadornil, junto a Valpuesta, y un puerto del Somo en Valderrama (valle de Tobalina); discurriendo por el borde de Álava hacia tierras riojanas, un paraje lleva el nombre de Somo al norte de Miranda de Ebro, y más al sur se eleva un Somo sobre Eterna, en término de Belorado; de ahí hacia el oeste se encuentra una calle de Somavilla en Rublacedo de Abajo (La Bureba) y, en el extremo opuesto de la provincia, hacia Palencia, otro Somo sobre Hoyos del Tozo, en Las Loras; junto a la capital, en Villalbilla de Burgos, hay un camino del Somo, y un Somo de la Vega junto a la del río Urbel (Valle de Santibáñez); en dirección a la Demanda burgalesa, localizo un risco de Somo Grande junto a Villamiel de la Sierra o un bosque de Tras-Somo en Quintanilla de Urrilla y, volviendo de allí hacia el suroeste, un collado del Somo en la sierra de las Mamblas, que separa Covarrubias del alfoz de Lara, y otro junto a Jaramillo Quemado, en el extremo contrario de dicho alfoz (localizado, como buen número de los parajes que citaré, en el portal OpenStretMap [en línea], OSM Foundation [consultado en marzo de 2018], disponible en https://www.openstreetmap.org).

  17. Basta consultar la obra de Antonino González Blanco, Diccionario de toponimia actual de La Rioja, Murcia, Instituto de Estudios Riojanos / Universidad de Murcia, 1987: Somo se documenta allí como nombre de un monte en Alfaro, Galbárruli, Leiva, Nieva, Villanueva o Viniegra de Abajo, y solo en torno a Calahorra se encuentran el Somo de Alganiel, el de la Torrecilla y el de Zapata; hay que añadir una calle del Somo en Nalda y, entre los compuestos, el cerro de Somosilla (Pinillos), así como calles o barrios de Somo(de)villa en Hervías, Medrano, Pedroso y Zarratón. Como se ve, somo es abundante en toda la región, tanto la más cercana a Castilla como la más próxima a Navarra y Aragón.

  18. En el oeste de Álava, somo es orónimo frecuente en tierras de Ayala (hasta cinco veces lo menciona Federico Barrenengoa Arberas, Onomástica de la tierra de Ayala. 1. Toponimia (términos), Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1988): he podido localizar, además, una altura de este nombre en Oyardo, ligeramente al este de Orduña, un Somo de Guillarte en Cuartango y, algo más al sur, sendos montes de Somo junto a Pobes (sobre el río Bayas) y en las inmediaciones de Viloria y Arreo, además de un alto del Somo en Arceniega, localidad contigua al valle de Mena, y otro en Valdegovía, del lado de Valpuesta; en el este, ya en la linde de Navarra, El Somo junto a Labraza y una explotación agrícola homónima en Moreda de Álava, así como, algo más al norte, en la cuadrilla de Campezo, otro monte de igual nombre junto a Bujanda; en el sureste, en el entorno de Laguardia, sendas alturas junto a Leza y a Lanciego; entre Treviño y la raya riojana, hay somos en Urizaharra (Peñacerrada) y, ya cerca de Miranda de Ebro, en Berantevilla; la denominación, finalmente, es frecuentísima en el propio condado de Treviño, donde María Nieves Sánchez González de Herrero (El habla y la toponimia de Arganzón y el condado de Treviño, Vitoria, Diputación Foral de Álava,1985) la registra en Arana, Bajauri, Franco, San Martín Zar y Sáseta, así como en un documento de La Puebla de Arganzón. En Vizcaya, somo es topónimo muy extendido en las Encartaciones, como resulta esperable en vista de su vecindad con la Cantabria oriental y el valle de Mena: lo localizo, por mencionar solo tres enclaves, en Arcentales, en Zalla (un barrio llamado Somovalle, mencionado ya por Madoz, op. cit., xii, 1849, 216b) o en Güeñes: «en Güeñes, sí, hay un “somo de Bermejillo” con cueva curiosa» (Historia General del País Vasco, Julio Caro Baroja y Manuel Agud Querol (eds.), v, Bilbao, La Gran Enciclopedia Vasca, 1980, pág. 269); pero, además, somo se extiende claramente hasta la misma margen del Nervión, pues reciben este nombre un barrio de Alonsótegui y un monte junto a Bilbao («á la falda del somo de Meazabal en la planicie de una eminencia, á cuyo pie está fundada la villa de Bilbao»: «España pintoresca: Iglesia y palacio de Begoña», Semanario Pintoresco Español, xxxiii, 18.8.1844, pág. 257b), lo contiene el conocido Somorrostro (Musques) y aún parece que conservaba incluso cierto uso apelativo en la zona a mediados del pasado siglo: «es este de Artiba un somo baracaldés donde todavía puede oírse [] el euskera primitivo» (Ernesto Perea Vitorica, Perfiles baracaldeses, 1944 [reed. en Revista K, Baracaldo, Ayuntamiento de Baracaldo, 2011], 80a).

  19. Existe un ejemplo navarro de Somorrostro, pero es en Zúñiga, inmediatamente junto a la cuadrilla alavesa de Campezo. En Asturias (con excepción del extremo occidental, al que me referiré después) encuentro tan solo un monte y punta de Somo(s) cerca de Ribadesella. Al Somport oscense, paso de montaña sobre la raya de Francia documentado como Somo del puerto de Aspa en 1278, 1301 y 1307 (cf. Antonio Durán, El hospital de Somport entre Aragón y Bearn (siglos xii y xiii), Zaragoza, Guara, 1986), nos referiremos más adelante, pero importa por ahora reseñar que, además de situarse al límite del territorio lingüístico altoaragonés, se trata de un caso aislado, al menos en la toponimia actualmente subsistente.

  20. El Somo es un paraje de Gomecello, algo al noreste de la ciudad de Salamanca, y Madoz (op. cit., i, 1846, 142a) menciona una aldea llamada Somosanchos en Alaraz, cerca de Malpartida: ambos lugares se sitúan al este de la provincia. En Ávila, El Somo es una elevación de terreno en Gutierre-Muñoz, cerca de Adanero, y en Segovia es un paraje elevado junto a Fuentesoto, cerca de Fuentidueña (curso medio del Duratón) y en Roda de Eresma, unos quilómetros al noroeste de la capital. En Madrid están los consabidos Somosierra y Somosaguas, y Toledo ofrece apenas un arroyo Valdesomo en Santa Cruz de la Zarza, cerca de Tarancón y, por tanto, del límite con Madrid y Cuenca. En Soria, somo es un orónimo en Alcubilla de las Peñas y en Retortillo de Soria, ambos en la linde meridional de la actual provincia; además, hay una calle del Somo en Alconaba, a poca distancia al sureste de la capital, y otra en Cañamaque, muy cerca ya del límite con Zaragoza sobre el camino que parte de Almazán. En la mitad norte de Guadalajara, finalmente, existe una fuente del Somo en Ledanca, entre Jadraque y Brihuega, y un alto llamado Somo en Saelices de la Sal, más al este y más cerca de Soria.

  21. Además del ya mencionado topónimo Sumacárcel, somo es orónimo de por sí en Teresa de Cofrentes («los [montes] llamados Somo y Carrascal de Alcoy»: Madoz, op. cit., v, 1846, pág. 578b), en la sierra de Mariola (Mas el Somo, entre Bocairent y Alcoy) y, yendo de allí hacia el mar, en Castell de Castells («son notables las cuevas llamadas de Ayalt y el Somo»: José Sanchis y Sivera, Nomenclator geográfico-eclesiástico de los pueblos de la diócesis de Valencia, Valencia, M. Gimeno, 1922, pág. 182) y entre Bolulla y Tárbena (Madoz, op. cit., v, 1849, 318b).

  22. Los ejemplos se concentran, en efecto, en un estrecho contorno a ambos lados del Eo y entre este río y el curso alto del Navia en Asturias, en tierra de Oscos. Del lado lucense, cabe citar O Somo en Meira, hacia el sur, y otro Somo cerca de Vilamartín Grande (Barreiros, próximo a Ribadeo), además de un caserío titulado Somo en el propio Ribadeo; del lado asturiano hay un Pico del Somo en Morlongo (Villanueva de Oscos) y otro Somo en Pesoz, ya sobre el Navia.

  23. De acuerdo con González Blanco (op. cit.), el topónimo Prado Somero, por ejemplo, se da en cuatro localidades riojanas, mientras Barrio Somero, Campo Somero, Colla(d)o Somero y Llano Somero comparecen dos veces cada uno, y Cuadro Somero, Pico Somero y Rozo Somero, una vez en cada caso; por sí solo, Somero se localiza en Igea y Ortigosa, y Someros, en Villavelayo; son localidades Bergasilla Somera y Santa Eulalia Somera (Arnedillo); se dan dos casos de Mata Somera y uno de Era Somera y hay, además, una calle Somera en hasta seis localidades diferentes; como topónimo exento (esto es, sin sustantivo al que acompañe), Somera aparece en Grávalos, Ledesma o Villaverde.

  24. En Cantabria encuentro solo un Cotero Somero en Castañeda, al sur de Santander, y un paraje llamado Somera en Castro-Urdiales. En Bilbao, Somera es una de las famosas Siete Calles del casco viejo. Al sur de Cantabria, hay una Loma Somera en Valderredible. En el este de Burgos localizo una Majada Somera en Encío, cerca de Pancorbo, y, más al sur, un Hondo Somero en Salas de los Infantes y una calle Somera en Monasterio de la Sierra, en la Demanda, ambos ya en torno al Arlanza. No encuentro ejemplos alaveses de somero, a pesar de que es tierra donde, como se ha visto, resulta muy abundante somo.

  25. Baste citar, sin ánimo de exhaustividad, los siguientes casos: calles (de) Somera en Abejar, Aylagas, Barcebal, Burgo de Osma (frente a una calle de Bajera), Canredondo de la Sierra, Cantalucía, Cigudosa (frente a la calle de la Bajera), Fuentecantos (frente a una calle Bajera y una calle Medio), Garray, Golmayo, Sotos del Burgo, Talveila (frente a la calle del Barrio Bajero), Torralba del Burgo, Valdegeña, Valdemaluque (de nuevo junto a una calle Bajera); Bajada Somera en Valdenebro; Cabeza Somera en Arcos de Jalón; Cerrada Somera en Valderrodilla y Cerradas Someras en Aldealices; Dehesa Somera en Fuentepinilla; Fuente Somera en Valdenebro y calle de Fuente Somera en La Cuenca; Haza Somera en Chaorna, cerca de Arcos de Jalón; Hoya Somera en Herrera de Soria y Hoyos Someros en Garray; Laguna Somera en Tera y en Vinuesa; Mala Somera en Aldehuela del Rincón; Mata Somera en Villar del Ala; Peña Somera en San Leonardo; Someros Quemados en Valdemaluque y, en fin, Vega Somera en Trévago y Fuentelmonge.

  26. En Guadalajara, somero / somera se concentran en el centro y este de la provincia: Dehesa Somera en Adobes, junto a la raya de Teruel; Fuente Somera en Buenafuente del Sistal (Olmeda de Cobeta), en Canredondo y en Barriopedro; Hoya Somera junto a Henche, Hoyo Somero en Las Inviernas y Pradera Somera en Mandayona, no lejos de Sigüenza. En Cuenca, los topónimos se dan sobre todo en la franja oriental: hay un paraje llamado La Somera en Mira, una Peña Rubia Somera en Landete, un Prado Somero en Moya, una Fuente Somera en Alcalá de la Vega y otra en Piqueras del Castillo, más hacia el centro de la provincia, que también ofrece un Cubillo Somero; la extensión de norte a sur puede cifrarse entre el Pozo Somero y el Prado Somero de Valdemoro, al noreste (Serranía de Cuenca), y el Hoyo Somero de Iniesta, al sureste.

  27. En Zaragoza, encuentro Somera en Cariñena, La Somera en Almonacid de la Sierra y en Cosuenda y Las Someras en Cetina; Cañada Somera en Las Cuerlas y en Tierga, donde también hay un Plano Somero; Vega Somera en Embid de Ariza; calle Somera en Maluenda y calle Somero en Alhama de Aragón, Sestrica y Aranda. Ya en Teruel, hay una calle del Prado Somero en Calamocha, una Era Somera mucho más al sur, en Tramacastiel, y en el extremo sureste, una Fuen Somera en Manzanera y un Prado Somero en Camarena de la Sierra; además, Las Someras es un paraje de la propia capital provincial y, al sureste de esta, Mora de Rubielos ofrece unos Prados Someros.

  28. Encuentro La Somera en Casas Bajas, en el Rincón de Ademuz circundado por Teruel; y, yendo hacia el sur, una Hoya Somera en Benagéber, una calle Balsa Somera en Chelva y una calle Somera en Requena, ejemplos a los que conviene sumar, aún más al sur, una Huerta Somera en Villa de Ves, ya en el actual Albacete, pero en la vecindad inmediata de Cofrentes.

  29. En Salamanca, los ejemplos se ciñen al sureste (La Somera en Candelario y un Prado Somero en Navamorales), con continuidad sobre todo en el occidente de Ávila (El Somero en Avellaneda, Las Someras y Cerradas Someras en Santiago del Collado, Fuente Somera en Hoyorredondo, Majada Somera en San Juan de Gredos, Prado Somero en San Miguel de Corneja y La Horcajada), aunque se da algún caso no lejos de la capital provincial (Prado Somero en Tolbaños); no encuentro, en cambio, ejemplos segovianos. En Madrid, hay un Prado Somero en Puentes Viejas, en el entorno de Somosierra, una Majada Somera en Alameda del Valle (entre Lozoya y Rascafría) y, algo al este de la capital (recuérdese que Somosaguas está ligeramente al oeste), una Vega Somera en Mejorada del Campo.

  30. Así, Las Someras en Guijo de Santa Bárbara y una Majada Somera en Villanueva de la Vera, en el noreste de Cáceres; pero este orónimo reaparece en Villanueva de La Serena (La Somera) y, mucho más al sur, en la serranía de Huelva (La Vega Somera en Cala) e incluso en el este de la provincia, no lejos del Aljarafe sevillano (La Somera en Hinojos) y al suroeste, en la raya de Portugal (La Somera en Ayamonte). La ausencia de casos semejantes en el resto de Andalucía Occidental lleva a pensar en una extensión a lo largo de la antigua vía de la Plata o de las grandes cañadas reales que transcurren en igual dirección (cañada de la Vizana y leonesas occidental y oriental). En cambio, deben tener origen en repoblaciones específicas los dos casos que localizo en sendas áreas montañosas del sur y oeste de Jaén: La Somera en Jimena, junto a Sierra Mágina, y un Morro de Cañada Somera más al oeste, en Iznatoraf, a las faldas de la sierra de Cazorla, en tierras que dependieron de la jurisdicción eclesiástica del arzobispado de Toledo y eran administrativamente vecinas del reino de Murcia, que se extendía hasta los cursos altos del Segura y el Guadalimar.

  31. En el área galaica de somo existe igualmente, al parecer, una relación solidaria e incremental con someiro y, así, O Someiro en Abadín permite ampliar ligeramente hacia el oeste el área de derivados gallegos de SUMM-, que con O Someiro en Regoela (Cabañas) puede extenderse mucho más lejos, casi hasta la costa coruñesa a la altura de la desembocadura del Eume. También en Cataluña (dicho sea solo de paso), un Pla Somera en Viladrau, a las puertas del Montseny, parece dejar un nuevo resto que añadir a los citados en ese territorio por Coromines.

  32. Así, en Rioja se encuentran alturas con este nombre en Altuzarra (Ezcaray), Medrano, Navarrete y Sojuela; en Álava, en Zambrana, Samaniego y Taravero (Treviño); en el norte de Burgos, en Miranda de Ebro; en Cantabria, en fin, hay una Hoya Somante cerca de Isequilla (Liendo, junto a Laredo).

  33. Puesto que en la zona norteña se da alternancia de género (el somante / la somante), parece razonable suponer que somante procede de asomante por resegmentación en un entorno de sandhi con los artículos (una asomante > una somante, del asomante > de la somante, etc.); el recurso a la terminación adjetival en -nte seguramente se explique a través de su uso en la Edad Media para expresar relaciones posicionales: «El collado que es assomante del aceña de Andres Peres» (Libro de la montería, iii, 15, 218v). La continuidad del área de (a)somante queda garantizada por la presencia de un ejemplo en Trespaderne (cerca de Oña y Frías, Burgos) y, hacia el Sistema Central, de varios casos próximos entre el noreste de Salamanca y el noroeste de Ávila (Zorita de la Frontera, al norte de Peñaranda de Bracamonte; Salvadiós, Flores de Ávila y Gimialcón, en este último enclave bajo la forma plural Los Asomantes), así como en Segovia (en Sangarcía y en Aldealcorvo, además de Los Asomantes en Brieva) e incluso, del otro lado de la cordillera, en Casarrubios del Monte (Toledo, de nuevo junto a la raya de Madrid) y en San Martín de Trevejo (norte de Cáceres); por el este, los ejemplos se hacen más escasos, pero hay algún caso en Soria (Villaseca de Arciel, junto a Gómara) y el extremo noroeste de Guadalajara (El Cardoso de la Sierra, junto a Peña Cebollera, donde confluye la provincia con Madrid y Soria).

  34. Hay Somillo(s), en efecto, en las sierras del centro-sur riojano (Viniegra de Abajo, Muro en Cameros, Ventrosa de la Sierra). En Soria puede citarse El Somillo en las cercanías de Cidones, a su vez no lejos de la capital provincial. Más extendido está este orónimo por el sur de Álava, donde comparece en Lantarón, cerca de Miranda de Ebro, pero también en La Puebla de Arganzón (condado de Treviño) y en Elvillar, junto a Laguardia (Calle de Somillo). El ejemplo medieval del oriente alavés, que recoge el CORDE, es el siguiente: «Et de alli a vna peñuela que esta por mojon en el somillo» (Documentación medieval de la cuadrilla de Campezo, 1481).

  35. En Huesca se documentan, por ejemplo, La Soma (Caldearenas), Solano de la Soma (en la subida al monte Oroel, sobre Jaca) o La Soma de la Estiva (al noreste de Aínsa). En Rioja, La Soma es el nombre de un camino en Clavijo, en el centro de la región, y puede sumarse como compuesto Somalcampo (Manzanares, cerca de Santo Domingo de la Calzada), topónimo repetido en Burgos (Soma del Campo en Villamartín de Sotoscueva, en el extremo norte, y Somalcampo en Villalbilla de Villadiego, hacia el oeste) y atestiguado para el oriente cántabro (Miera), bajo la forma de una fuente Somalcampo, en el catastro de Ensenada (cf. Virgilio Fernández Acebo, «Toponimia del alto río Miera (Cantabria) en el catastro de Ensenada», Altamira, lv, 1999, págs. 149-176, pág. 157); más dudoso me parece Sumalarad (Grañón, Rioja, cit. en Fabián González Bachiller, Aspectos fonéticos de la toponimia actual de La Rioja, Logroño, Universidad de La Rioja, 2011, pág. 28), pues podría tratarse de un uso adjetival concordado con el sustantivo femenino La Rad.

  36. Es denominación muy frecuente en el occidente: baste citar, de oeste a este, Soma (aldea de Castropol), A Soma (concejo de Grandas de Salime), Soma del Pozo (cerca de Fuentes de las Montañas, entre Cangas del Narcea e Ibias), Peña de la Soma (cerca de Llamas del Mouro, Cangas del Narcea), Monte de la Soma (junto a Pandiello, Cangas del Narcea), La Soma (Robledo de Tainás, Cangas del Narcea; también junto a Muño, Pola de Siero, y en el concejo de Tineo, cerca de Los Tamallanes). También se encuentran, no obstante, ejemplos en la zona central, como La Soma cerca de Sietes (Villaviciosa) o La Somiella junto a Oviedo (lugar mencionado como de escuela vacante en la Gaceta de Instrucción Pública, 18.2.1903, pág. 490a). Puede añadirse, ya en el noroeste de León, La Soma en Fasgar (Murias de Paredes). El derivado somilla es solidario con soma (como somillo con somo), y así, además del ejemplo ovetense recién citado, se documenta un antiguo somellas apelativo en el somontano de Guara oscense («inter ambas somellas» [1237]: cf. Agustín Ubieto Arteta, Documentos de Casbas, Valencia, Anubar, 1966, pág. 70); con La Somilla de Fonzaleche y la vecina Treviana (Rioja) debe ponerse en relación, en fin, el Cerro Somilla de La Yesa, junto a Titaguas (cit. en José Donat Zopo, Catálogo espeleológico de la provincia de Valencia, Madrid, Instituto Geológico y Minero de España, 1966, pág. 140): su localización en la zona de Valencia colindante con Teruel hace sospechar que la denominación viajó desde Rioja hasta esta comarca levantina acompañando a los somos y someros que muestran igual recorrido.

  37. También lomada / lombada, por ejemplo, se documentan en portugués, gallego y leonés, y además en el noroeste de Valladolid (Palazuelo de Vedija), en Extremadura (Valdehornillos, Badajoz) y en las Canarias (varios enclaves en Tenerife), pero no más hacia el este, a pesar de ser loma orónimo común a todas las variedades centrales.

  38. Es posible localizar alguna somada riojana (en Nestares, Santa Engracia del Jubera o Villoslada: cf. Gonzalez Blanco, op. cit.; hay que sumar otro caso en Oyón, ya en Álava, pero junto a Logroño), en consonancia con la existencia allí de soma, y encuentro también un solitario ejemplo cántabro cercano al Somalcampo antes citado (La Somada en Garzón, en término de Solórzano); un único ejemplo soriano (La Somada en Alcubilla de las Peñas, al noroeste de Medinaceli) debe ponerse sin duda en relación con los riojanos; pero la vitalidad de la formación es claramente mucho mayor en occidente, no tanto en Asturias (donde solo encuentro un Barrio de la Somada en San Roque del Acebal, junto a Llanes) cuanto en León (La Somada en San Vicente del Condado y en Fuentes de Carbajal), Zamora (La Somada en Cerecinos de Campos, un puente de la Somada en Cerezal de Aliste y una calle Somada en Villalcampo), Salamanca (La Somada en Cantalpino, Somada en La Fuente de San Esteban, La Somada de la Zarba en Vilvestre y un Alto de la Somada al oeste de Aldeaseca de Alba, además de un Teso de la Somada de Aldealama en La Mata de Armuña, citado en un apeo de bienes eclesiásticos de 1753) y Valladolid, sobre todo al oeste (Cuesta de la Somada en Villagómez la Nueva, sobre el Valderaduey, cerca de Mayorga; Somada Grande en Cabezón de Valderaduey, frente a Villagómez la Nueva; La Somada del Prado en Villabrágima), pero también en Piñel de Arriba (La Somada), sobre la ribera del Duero y ya muy cerca de Roa, del mismo modo que una Primera Somada y una Segunda Somada en Becerril de Campos (Palencia) extienden el ámbito de esta forma por el norte hasta cerca del río Carrión. Puesto que en esta zona occidental somada comparece en localidades alejadas de las grandes cordilleras y situadas más bien en vegas o llanadas, es de sospechar que somada designa más bien un montículo que un monte, lo que podría explicar su menor frecuencia en Asturias y el norte de León. El masculino Somado es muy raro, y solo lo localizo en el nombre del conocido pueblo asturiano (concejo de Pravia); también en Asturias, esta vez al sur, aparece el masculino Somiedo, con un sufijo distinto, -iedo, que comparece en otros topónimos asturianos y cántabros (Madiedo, Periedo, Serpiedo, Villacarriedo; con terminación femenina: Morieda, Ucieda) y puede relacionarse con sendos montes de Sumedo en Lugo (Castro de Rei) y El Bierzo (Balboa), como sugiere Alf Monjour, «Historia de la lengua asturiana y toponimia», Lletres Asturianes, xxxv, 1990, págs. 7-23, (págs. 20-21). En Zamora, por último, encuentro La Somadica en Villafáfila, con terminación que se corresponde, por ejemplo, con la de La Colladica en La Ercina (León).

  39. La forma asomada se crea, al igual que asomante, por fonética sintáctica. Un ejemplo de A Asomada en el extremo sureste de Galicia (A Vilavella, Orense) confirma la extensión occidental del continuo somada~asomada, lo mismo que varios ejemplos de (La) Asomada en tierras de Sanabria (Santa Cruz de Abranes) y Sayago (Bermillo de Sayago y Fariza de Sayago), en el oeste de Zamora; en esta misma provincia se encuentran otros casos en Villalcampo, Santa Eufemia del Barco y, más al este, en Toro, en similar latitud que Reliegos de las Matas (Santas Martas), en el sureste de León. En Cantabria, dos casos en Cabezón de la Sal (Asomada) y Carmona, en término de Cabuérniga (Asomada del Cosío), revelan que la forma solo es propia de la zona occidental, al oeste del Saja. Lo mismo ocurre en Palencia, donde los ejemplos apenas rebasan el Carrión en el centro de la provincia (Asomada de San Nicolás en Moratinos, La Asomada en Quintanilla de Onsoña, en Carrión de los Condes y en Villaherreros), pero por el sur comparecen en el Cerrato (La Asomada en Garón, Antigüedad), continuándose en el este de Valladolid y suroeste de Burgos (La Asomada en Piñel de Arriba y Las Asomadas en Haza); en Valladolid, como era esperable, la forma se documenta también más al oeste, siguiendo el curso del Duero (Las Asomadas en Tudela de Duero, Asomada de Eván en Pollos, cerca de Tordesillas, y La Asomada en Torrecilla de la Orden). En Salamanca, los ejemplos se concentran en las serranías del sur de la provincia (La Asomada en Béjar, en Sotoserrano y en El Maíllo, Asomada Áspera en El Maíllo), mientras el único ejemplo abulense se presenta cerca de la raya salmantina a la altura de Peñaranda de Bracamonte (Las Asomadas en Narros de Saldueña), y en Segovia, los casos disponibles se sitúan en la mitad occidental de la provincia (Las Asomadas en Codorniz, Asomada de las Viñas en Aragoneses, cerca de Nieva y, más hacia el este, La Asomada en Cabañas de Polendos). Ya en Extremadura, el topónimo se da por todo el territorio (Aldeanueva de la Vera, Romangordo, Cañaveral y Salorino, en Cáceres; Villar del Rey –con tres casos: Asomada del Montijo, Asomada de la Roca y Asomada–, Alconera, Alconchel, Campillo de Llerena, Olivenza y la propia capital provincial –junto a La Albuera– en Badajoz). Más al sur, hay una Asomada Chica y una Asomada Grande en Huelva capital, y en el entorno de Niebla se sitúan Las Asomadas (Lucena del Puerto); aún más al sur y hacia el este hay un Cerro de La Asomada en Chiclana de la Frontera (Cádiz) y, ascendiendo por la depresión del Guadalquivir, es posible encontrar este orónimo en el este de Sevilla (Las Asomadas en La Campana, término de Fuentes de Andalucía, y Asomada en Osuna) y el suroeste de Córdoba (Paredones de La Asomada en Luque); más difícil de ubicar respecto de este continuo es una Cruz de La Asomada en Baeza. De nuevo, asomada es solución abundante en las Canarias (Barrio de la Asomada en Tías, Lanzarote; La Asomada en Puerto del Rosario, Fuerteventura; tres calles de la Asomada en Tenerife, concretamente en Puerto de la Cruz, Isora y San Felipe, junto a Icod de los Vinos, y otra más en El Pinar de El Hierro). Por el lado oriental, encuentro una sola Asomada en Rioja (Santa Engracia del Jubera), otra en la contigua sierra de la Demanda burgalesa (Palacios de la Sierra), varias en Soria, sobre todo en el sur de la provincia (La Asomada en Medinaceli, en Bayubas de Abajo, en Alcubilla de las Peñas y en Portillo de Soria, además de una Asomada del Barrancón en San Esteban de Gormaz) y algunas en Zaragoza (La Asomada en Fuendejalón, en Langa del Castillo y en Puebla de Albortón, cada vez más al este y al sur); pero solo he podido recuperar un caso en Teruel (La Asomada en la propia capital), que hacia el sureste parece continuarse con un ejemplo de La Asomada en Marines (Valencia, a los pies de Sierra Calderona y ya sobre el borde del dominio lingüístico catalán). Tampoco localizo, en fin, más que un caso en Guadalajara (La Asomada en Torrebeleña, cerca de Cogolludo y no lejos de los enclaves que atestiguan la forma en el sur de Soria), desde donde la forma parece atravesar el oeste de Cuenca (La Asomada en Buendía, Cañada Asomada en Mota del Cuervo) para, recalando en el sur de Albacete (La Asomada en Pozohondo, Loma de La Asomada en Peñas de San Pedro), internarse en Murcia, sobre todo hacia el oriente (La Asomada en Abarán, en Aledo y en Cartagena; Loma de la Asomada en Cartagena; Castillo de La Asomada en El Palmar, junto a Alcantarilla), y en el sur de Alicante (La Asomada en Torremendo, Orihuela).

  40. En Rioja, González Blanco (op. cit.) documenta una quincena de casos (Las Somadillas en Autol, en Muro de Aguas y en Las Ruedas, junto a La Villa de Ocón; Somadilla en Arenzana de Abajo, Azofra, Calahorra, Camprovín, Cervera, Clavijo, Igea, Treguajantes, Tricio y Valdeperrillo, además de un Mojón de Somadilla en Haro; Asomadilla tan solo en Arnedillo). En el resto de las tierras de somo, encuentro La Somadilla en Álava (Caicedo de Yuso, Lantarón), en la mitad oriental de Cantabria (barrio de la Somadilla en San Pantaleón de Aras, paraje de La Asomadilla en Villacarriedo) y en todo Burgos hasta el Arlanza (Alto de la Somadilla en Vizcaínos, en las estribaciones de la Demanda; Asomadilla en Villagalijo, cerca de Belorado, y en Robredo Temiño, entrando a la Bureba; entre Mata y Robredo, junto al Ubierna; en Vizmalo y en Iglesias, hacia el Arlanzón; calle Asomadilla en Santa Cecilia, muy cerca de Lerma). Abunda en Soria (Las Somadillas en Almarza; La Somadilla en Miño de San Esteban y en Villálvaro, ambos cerca de San Esteban de Gormaz, y también en Morón de Almazán y en Renieblas; no menos de catorce ejemplos de Asomadilla repartidos por toda la provincia, además de uno de Asomadillas en Velamazán), en Guadalajara (Las Asomadillas en La Miñosa, cerca de Atienza, y una docena de ejemplos de Asomadilla por toda la provincia, de Corduente en el oriente a Tamajón y Yebes cerca del norte de Madrid, pasando por Sigüenza, Anguita, Riba de Saelices o, ya al sur, Peñalén) y en Cuenca, principalmente en su mitad norte (La Somadilla en Moya, Asomadillas en Torrubia del Campo, Asomadilla en Alcalá de la Vega, Carboneras de Guadazaón, El Hito, Las Majadas, Mota de Altarejos, Paredes, Tébar, Villar de Cañas y Villar de Olalla). No es, en cambio, muy frecuente en el oeste y sur aragoneses, ni en Zaragoza (solo una Asomadilla en Jaulín, cerca de Muel) ni en Teruel (La Somadilla en Abejuela y en Camarena de la Sierra, ambas en el extremo sur; Asomadilla en Visiedo, en el centro de la provincia). Más al sur, la forma pasa al oriente de Albacete y norte de Murcia (La Asomadilla, de norte a sur, en Villatoya, Golosalvo, Montealegre del Castillo y Hellín, además de una calle Asomadilla en Isso, junto a Hellín; La Asomadilla en Bullas, cerca de Caravaca) y, débilmente, al interior de Valencia (La Asomadilla en Higueruelas, en la comarca de Los Serranos, y, más al sur, una calle Somadilla en Ayora). En el Sistema Central, es infrecuente en Salamanca, donde los ejemplos se concentran al sur, en tierra de Béjar (La Asomadilla en Fresnedoso y en Valdefuentes de Sangusín, Las Asomadillas en Sorihuela), con extensión al extremo noroeste de Cáceres (La Asomadilla en Perales del Puerto y Villasbuenas de Gata); en cambio, es solución abundantísima en Ávila, sobre todo en la mitad sur de la provincia (Las Somadillas en La Torre y Asomadillas en Navalmoral, sobre el Alberche, en Pradosegar, sobre el Adaja, y en Zapardiel de la Ribera, sobre el Tormes, además de un barrio de la Asomadilla en Pedro Bernardo y una calle La Asomadilla en Lanzahíta, ambos en Gredos, y Asomadilla en El Arenal, Junciana, La Hija de Dios, San Lorenzo de Tormes y Santa María de los Caballeros, además de un alto de la Asomadilla en La Horcajada y una calle de la Asomadilla en Hoyo de Pinares; en torno a la capital, Asomadilla en Gemuño, en Casasola y en el propio término de Ávila; algo más al norte, La Somadilla en Chamartín y Asomadilla en Velayos), y no menos común en Segovia (Asomadilla en Adrados y la vecina Hontalbilla, en La Lastrilla y en Valseca, además de una calle Asomadilla en Cantalejo; Asomadillas en Añe, Martín Miguel, Palazuelos de Eresma y Sacramenia), aunque no localizo ejemplos al oriente del Duratón. En Madrid, finalmente, la forma se da a lo largo de las sierras del norte y el oeste (Las Asomadillas en Gascones y Asomadilla en Cenicientos, Ciempozuelos y Valdemanco, además de una calle La Asomadilla en Los Pajares, cerca de El Escorial).

  41. En Palencia, (La) Somadilla y Asomadilla son frecuentes en Tierra de Campos (la primera, en Boada de Campos, Guaza de Campos, Pedrosa de la Vega, Villacidaler, Villaprovedo y Villarramiel; la segunda, en Fuentes de Nava y en Valle del Retortillo, además de una Asomadilla del Gato en Abia de las Torres), y también encuentro Asomadilla en el Cerrato (Reinoso); algo al norte de Sahagún y cerca del borde norte de la Tierra de Campos está Cea, único enclave de León donde se da esta forma (Asomadilla). En Valladolid son también abundantes los ejemplos terracampinos (Somadillas en Villabaruz, Somadilla en Villafrades y Asomadilla en Gatón de Campos y Herrín de Campos), pero se encuentran también en el sur de la provincia, en torno a Medina del Campo (La Somadilla en El Campillo, en la contigua Villaverde de Medina y en San Vicente del Palacio), lo mismo que hacia el este, Duero arriba (Asomadilla en Santibáñez de Valcorba, cerca de Sardón de Duero, en Langayo, cerca de Peñafiel, y más al sur en Torrescárcela, algo al oeste de Campaspero), e incluso en el noroeste (Las Asomadillas en Villanueva de San Mancio, algo al norte de Medina de Rioseco). La forma también deja algunos ejemplos al sur del Arlanza en Burgos, cerrando así un compacto territorio en la mitad oriental de la Submeseta Norte (Las Somadillas en Roa, Asomadilla en Valdeande, algo al sur del Esgueva, y en Fuentecén, ya junto a Haza, además de La Asomadilla en Tubilla del Lago, según el catastro de Ensenada). La forma también aporta algunos ejemplos en Toledo, sobre todo en el cuadrante noreste, continuando los casos madrileños y conquenses (Alto de la Asomadilla en Pelahustán, muy cerca de Cenicientos, y La Asomadilla en Almendral de la Cañada, no lejos de allí, además de entre Ajofrín y Sonseca, algo al sur de la capital; también en Tembleque, en La Guardia, al sur de Ocaña, y en La Estrella, en la Jara toledana; La Somadilla en Villatobas, al oeste de Ocaña). Más al sur, (a)somadillas pierde frecuencia pero gana extensión, compareciendo en todo el territorio: Ciudad Real (Calle de la Asomadilla en Valenzuela de Calatrava, junto a Almagro, y en Mestanza, ya junto a Jaén), sur de Cáceres (Benquerencia), Badajoz desde el oriente de la provincia hasta Tierra de Barros (Calle de la Asomadilla en Orellana de la Sierra, La Asomadilla en Valdetorres y Valencia de las Torres, La Somadilla en Aceuchal y Villanueva de los Barros) y ejemplos dispersos por toda Andalucía y Canarias (en Cádiz, Puerto de las Asomadillas en Jimena de la Frontera y Las Asomadillas sobre Alcalá de los Gazules, además de una calle La Asomadilla en Bornos; en Córdoba, La Somadilla en El Guijo, dentro del valle de los Pedroches, y un parque de la Asomadilla en la propia capital; en Jaén, calles de la Asomadilla en Pozo Alcón, al sureste, y en Orcera, junto a la sierra de Segura; en la Axarquía de Málaga, Asomadilla del Lugar en Totalán; en las sierras centrales de Almería, calle de la Asomadilla en Lúcar; en Gran Canaria, calle de Asomadilla en Vega de San Mateo; calles del mismo nombre en Lanzarote, junto a Valleseco y en Telde; en Tenerife, Asomadilla en Las Zocas, San Miguel de Abona).

  42. El área de Rioja, oeste y sur de Navarra y sureste de Álava es, claramente, la de mayor productividad en la formación de derivados de esta familia, lo que es indicio de su gran vitalidad local: a los citados cabe añadir somal (Cerrosomal en Mirafuentes, oeste de Navarra), que reaparece en Levante, al borde del dominio catalán, en una Rambla de Somal de Alfara de la Baronía, sobre el Palancia; somanco (Cabezo Somanco en Poyales, Rioja); somerada, formación riojana consecuente con la presencia de -ada en somada y la alta frecuencia de somero, que figura en la información sobre Ezcaray del catastro de Ensenada (según María Isabel Castro Marín, «Toponimia actual e histórica de los términos de Ezcaray, Valgañón, Zorraquín y Ojacastro (La Rioja)», Oihenart, xviii, 2000, págs. 17-47) y se traslada a Fuentetoba, en Soria (Somerada de Valdehermoso) o a Alconchel de Ariza, en el oeste de Zaragoza (Barranco de Somerada), además de aparecer como apelativo en documentos antiguos de Salas de los Infantes («otro mojón un poco más adelante [] en la somerada de la Hoz de la Maliciosa», amojonamiento de 27.9.1601), de Navarredonda de Gredos («un pedaço de tierra de Pero Rromero que está a la somerada de la Çepeda», 1466, CORDE) y del noroeste de Murcia («en la somerada de la cañada de Martín Yvañez», apud Indalecio Pozo Martínez, «Las torres medievales del campo de Caravaca (Murcia)», Mélanges de la Casa de Velázquez, xxxii, 1996, págs. 263-285, pág. 270, nota 19); o, en fin, som(an)iego, que al menos en Vizcaya parece seguir describiendo al habitante de un caserío en altura (cf. Sigifredo Gutiérrez Arechabala, Reflexiones de un somiego vizcaíno, Madrid, Editora Nacional, 1974) y bien podría estar detrás del topónimo Samaniego en Álava, pero en todo caso parece dejar rastro en unos Baños de Somiego encima de Moratalla, en el mismo noroeste murciano.

  43. Diego Catalán, «De Nájera a Salobreña. Notas lingüísticas e históricas sobre un reino en estado latente», Studia Hispanica in Honorem R. Lapesa, iii, Madrid, Seminario Menéndez Pidal / Gredos, 1975, págs. 97-121; Inés Fernández-Ordóñez, La lengua de Castilla y la formación del español, Madrid, Real Academia Española, 2011, pág. 33.

  44. En Galicia, baste citar, de muchos ejemplos posibles, Cimadevila de Langullo (Orense), Cimadevila de Santalla (Lugo) o Cimadevila de Frades (La Coruña), además de una calle de ese nombre en Viloira (barrio de O Barco de Valdeorras). En Asturias, y más allá del área eonaviega (Cimadevila es una aldea sobre San Mamed, en Villanueva de Oscos, o una calle en Grandas de Salime), Cimadevilla corresponde, por ejemplo, al nombre de un conocido barrio del viejo Gijón (en torno a la ciudad hay otros dos parajes de este nombre) y al de otro junto a San Claudio, a las afueras de Oviedo, ciudad que cuenta también con una calle Cimadevilla en su casco antiguo, lo mismo que Llanes, Cudillero o Grado; llevan también el mismo nombre una aldea cerca de Santana, en el concejo de Villaviciosa, y otra sobre Pola de Allande; Cimalavilla es una calle de Lada, cerca de Langreo, así como el barrio alto de Orlé (concejo de Caso). Hay una calle Cimavilla en Potes, en el suroeste de Cantabria. Más al este, sin embargo, tan solo encuentro una plaza Cimavilla en Osma de Valdegovía (extremo suroeste de Álava). Pasando al norte de León, este compuesto denomina una calle en Cacabelos y sendas plazas en Langre (Berlanga del Bierzo) y en Riaño, bastante más al este. Otros compuestos con cima en segunda posición, como Vegacima (Moreda, concejo de Aller), La Casacima (Mieres), Braña Cima (Cangas de Onís), Campa Cima (La Pola de Siero), Cuesta Cima (a las afueras de Mieres) o Ería Cima (Infiesto) se dan, como puede verse, en el mismo ámbito.

  45. En Galicia, por ejemplo, Feces de Cima (Verín, Orense), Rubián de Cima (O Incio, Lugo) o Vilar de Cima (entre Bugallido y Corneira, La Coruña). En Asturias, Vega de Cima (junto a Puerto de Vega, Navia), La Carrera de Cima (cerca de Santibáñez de Murias, Aller) o Cuétaras de Cima (San Roque del Acebal, Llanes; mencionado en el apeo de ese concejo de 1712-1713, cit. en Fermín Canella y Secades, Historia de Llanes y su concejo, Llanes, Ángel de Vega, 1896, pág. 340). Más al sur, hay en tierra de Sanabria, en el extremo noroeste de Zamora, un Riodonor de Cima y un Barrio de Cima en Pedrazales (Galende).

  46. Cimada se encuentra apelativamente como ‘cima de los montes’ y como ‘parte cimera de una heredad’ en Asturias (Xosé Lluis García Arias, Contribución a la gramática histórica de la lengua asturiana y a la caracterización etimológica de su léxico, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1988, pág. 191) y, con la primera acepción, en el Bierzo (Verardo García Rey, Vocabulario del Bierzo, Madrid, Aguirre, 1934, s. v., pág. 67), mientras cimarada y cimajada aparecen con idéntico significado al oeste de Salamanca (José Lamano y Beneite, El dialecto vulgar salmantino, Salamanca, Tipografía de El Salmantino, 1915, ss. vv., pág. 336), y tanto cimada como acimada designan accidentes geográficos en las ordenanzas de 1535 de Zalamea la Real, en la sierra norte de Huelva (cf. Manuel Álvarez, «Notas sobre el léxico de las ordenanzas de Zalamea», Manuel Ariza (ed.), Problemas y métodos en el análisis de textos: homenaje a Antonio Aranda, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1992, págs. 37-48, pág. 41). En toponimia, cimayo(s) es común en el oeste de Zamora (Ferreras de Abajo, Peque, Villardeciervos y Villardiegua de la Ribera, además de un Falistal del Cimayo en Rosinos de la Requejada) y se extiende a la mitad oeste y el centro de Salamanca, donde la forma comparece como cimajo(s) (Abusejo, Lumbrales, Sobradillo y Yecla de Yeltes, todos en el entorno de Vitigudino, así como Sanchón de la Sagrada, en el corazón de la provincia, y Villarmayor, en tierra de Ledesma, al norte; también en Las Grañeras, junto al Burgo Ranero, al este de León, y en Higuera de la Sierra, en Huelva; se encuentra igualmente, de forma aislada, en Chillarrón del Rey, Guadalajara). Cimada se prefiere claramente en la toponimia del oeste de la provincia de León y, así, es una calle en Fasgar (cerca de Murias de Paredes, en Las Omañas), y tres montes (Cimada de Pierna Larga, Cimada de Pierna Corta, Cimada del Valle del Informal) en Tabuyo (Luyego, Maragatería): hay también, por ejemplo, una Cimada del Merondanal en Almagarinos (Igüeña, El Bierzo) y una Cimada del Bago en Argañoso (Santa Colomba de Somoza, Maragatería); ya en casos aislados, el orónimo llega considerablemente lejos por el este, hasta una localidad de Segovia rayana con Ávila (La Cimada del Horcajo en Muñopedro), y en el sur deja una huella de repoblación en La Cimada, junto a Ronda, lugar que sustentó un conocido marquesado. Cimanes, en fin, es derivado con el mismo sufijo de cotanes que se encuentra en lugares leoneses donde parece indicar una elevación modesta sobre una vega, como en San Andrés de Rabanedo (Altos de Vallín Cimanes, sobre el Bernesga) o en las localidades de Cimanes del Tejar, junto al Órbigo, y Cimanes de la Vega, más al este, sobre el Esla. Menos comunes son cimal, que parece restringido a Portugal y Galicia (por ejemplo, Fonte do Cimal, junto a Sargadelos, norte de Lugo) o el adjetivo cimosa, que solo encuentro en una Cañada de la Cimosa ya en el Sistema Central (Navalmoral, en el suroeste de Ávila).

  47. El adjetivo es de mucho uso en Portugal (baste citar Cimadas Cimeiras, junto a Cimadas Fundeiras, cerca de Proença-a-Nova) y frecuentísimo en Asturias (prado de Campocimero en Candás, en un testamento de 1826, apud Ricardo del Arco, «Testamento de D. Carlos Benito González de Posada e inventario de sus bienes», Boletín de la Real Academia de la Historia, LII, 1908, págs. 51-61, pág. 55; Cerro Gavio o Cimero en el este de Pola de Siero y Pico Hospital o Cimero cerca de Pola de Allande, además de Pico Cimero en Ceceda, Pozo Cimero en Santo Adriano, Llano Cimero del Arguma, en el sur de Belmonte, y Llano Cimero en Morcín; Prau Cimero junto a Moreda, Valle Cimero al sur de Lena, Campo Cimero en Brañes, cerca de Oviedo, Canalón Cimero al sur de Quirós, Camiso Cimero en Tuiza de Arriba, al sur de Lena, Muñón Cimero frente a Muñón Fondero, también en Lena, Castañéu Cimero en Sobrerriba y Silla de Caballo Cimero en el extremo este, sobre el valle de Liébana; Cimera en el sur del concejo de Quirós, La Cimera en el oeste de Cangas del Narcea, en el sur de Grado, además de junto a Orderías en Somiedo, en el suroeste de Tineo y en el sur de Aller; La Llana Cimera junto a Las Llanas, al este de Quirós, y también al sur de Riosa, además de La Chana Cimera al oeste de Tineo; Vega Cimera en el extremo sur de Somiedo, Vegas Cimeras al este de Cangas del Narcea y Veiga Cimera al norte de Villamayor, Teverga; Braña Cimera cerca de Valdebueyes, al este de Ibias, Mortera Zureda Cimera al oeste de Campomanes, Cava la Cimera cerca de Llanuces, en Quirós, Campa Cimera cerca de Urbiés, en Mieres, y también al sur de El Entrego; Las Castellanas Cimeras al sur de Ponga y Praos Cimeros cerca de Buso, en el sur de Ibias), lo mismo que en León (salvo el sureste) y en el noroeste de Palencia (Prado Cimero en Valverde de la Sierra y Era Cimera junto a Barniedo de la Reina, ambos en término de Boca de Huérgano, como El Bildar Cimero; Pradera Cimera en Riaño, Iría Cimera en Palacios del Sil y La Chana Cimera en Páramo del Sil; Majada Cimera en Santa Colomba de Curueño y en Velilla del Río Carrión, además de Majá Cimera cerca del puerto de San Isidro y un Pico de la Majada Cimera entre Polvoredo y Acebedo, Burón; Cotada Cimera y Barrera Cimera en Cuadros, Collada Cimera junto a Casares de Arbás, Villamanín, Coronas Cimeras en Vega Cerneja, Burón, Lomelica Cimera cerca de Pardamaza, Toreno, Campa Cimera en Candín, Fuente Cimera en Otero de Naraguantes, Fabero, y Laguna Cimera en el límite norte de Cervera de Pisuerga, ya en Palencia; Pico Cimero en Valporquero y en Villalfeide, Lobil Cimero en el noroeste de Burón, Canto Minadorio Cimero al norte de Crémenes, Prau Cimero en Cármenes, Soto Cimero en Acebedo, Campo Cimero en Abadengo de Torío, Llano Cimero en Maraña y en Valdeluguero, Chao Cimero al norte de Villafranca del Bierzo, Caballonar Cimero en Caldas de Luna, Charco Cimero en Saelices del Payuelo, Valdepolo, Corralón Cimero en Fresno del Río y Tejo Cimero al norte de Cervera de Pisuerga, estos dos últimos ya en Palencia; La Cimera del Vallejo Caizal en Gradefes y La Valleja Cimera cerca de Villazanzo de Valderaduey, en la raya de Palencia, lo mismo que Era Cimera cerca de Morgovejo; Cimera Riosequín cerca de Olleros de Alba, Cimera La Congosta en Riello, Cimera de la Relumbrera en Murias de Paredes, Cimera de Moratín en Santa María de Ordás, Cimera de Valdecavado en San Feliz de las Lavanderas, Cimera de las Vallinas y Cimera de Valdeluz en Espinosa de la Ribera y Cimera del Frade en Posada de Valdeón; Cimera de la Collada en Las Omañas, Cimera de las Pedrosas en Santa María de Ordás, Cimera de los Pozos en Valdesamario, Cimera del Soto en Otero de las Dueñas y Cimera de la Vallina de Andrés cerca de El Corzo, en Rioseco de Tapia; Cubos Cimeros en Acebedo, Las Retuertas Cimeras en Villapadierna, Huertas Cimeras junto a Santa Colomba de Somoza, Vegas Cimeras en Páramo del Sil, Prados Cimeros en Sorribos de Alba, Joyo Cimero al sur de Crémenes, Pontón Cimero en Matallana de Torío y Vallejo Cimero en Villalba de Guardo, ya en Palencia; Cimera de Chano Forcón cerca de La Pola de Gordón, Fonturión al Amargo Cimero en Aviados, Valdepiélagos, Cimero Vallejo del Palo en Cebanico, Sierro del Viso Cimero en Irede de Luna y un simple Cimero en Fuentes Carrionas, en la raya de Cantabria; Pasaje Cimero en Irián, Camino Cimero en Cofiñal, Puebla de Lillo, Puente Cimero sobre el Torío, en Hoces de Vegacervera, Barrio Cimero en Millaro de la Tercia, Villamanín, o calle Cimera en Crémenes). En el suroeste de Cantabria, este orónimo se continúa por tierras lebaniegas en Mesa Cimera y Sal de Pozo Cimero (Camaleño), El Pando Cimero (Toranzo, Vega de Liébana), Cueto Cimero (frente a Cueto Bajero en Tanarrio, Camaleño) y Peñas de la Horcada Cimera (entre Camaleño y Vega de Liébana).

  48. En Salamanca, cimera se da exclusivamente en Las Batuecas, en torno a Béjar y en la franja este de la provincia, ya sobre la raya de Ávila (Cimera del Arrozado en Salmoral, Prado Cimero en Santibáñez de Béjar, Cerrada Cimera en Navacarros y un camino de Cancilla Cimera en Herguijuela de la Sierra). La forma es, en cambio, de lo más común en el centro, sur y oeste de Ávila: Prado Cimero en Robledillo, Solosancho, San Juan del Molinillo y Villatoro, además de Pradillo Cimero en Muñana, Llano Cimero en Hoyocasero, Mojón Cimero en Burgohondo, Pedazo Cimero en San Juan de la Nava y Regajo Cimero en Navarredondilla; Canal Cimera cerca de Muñana, Cruz Cimera en Amavida, Hiruela Cimera en Candeleda, Majada Cimera en Puerto Castilla y Fuente Cimera en La Hija de Dios (donde convive, por cierto, con una Asomadilla), así como junto a Lastrilla (Santiago del Tormes); Hoya Nevada Cimera al sur de Navalperal de Tormes, Nava Cimera en San Martín de la Vega del Alberche y Navas Cimeras al norte de La Torre; Maleones Cimeros en Navarrevisca, Pinos Cimeros en Hoyos del Espino y Labrados Cimeros en Villanueva del Campillo; Cimera del Hoyo de Serranos en Cabezas del Villar, Cimero del Valle en Manjabálago y en Herreros de Suso, Cimero de la Cañadilla en Gallegos de Sobrinos y Cimero Montote en Valdecasa, amén de Prado Fuente Cimeras en Los Llanos de Tormes y calle Cimera en Guisando. En Segovia, los escasos ejemplos se concentran en el extremo noreste (Molinillo Cimero en Riaza, Prado Cimero en Gomeznarro y La Hiruela Cimera en Becerril), con continuidad del lado contiguo de Guadalajara (Casilla Cimera en Cantalojas, Peñas Cimeras en Villares de Jadraque, Sierra Cimera entre Atienza y La Miñosa, Mojón Cimero en La Huerce, Cabezo Cimero en Retiendas), mientras en Madrid la forma sigue la orientación SW-NE de las sierras (al noreste se encuentran Lomo Cimero en Piñuécar, Porrejón Cimero en Puebla de la Sierra y Chortal Cimero en Patones; al oeste, de norte a sur, La Pared Cimera en Rascafría y Mojón Cimero en San Martín de Valdeiglesias). En Extremadura, en fin, la forma se da por toda la mitad norte de Cáceres, desde donde sigue por el extremo este hasta el rincón noreste de Badajoz, de modo que no rebasa el Guadiana (Vega Cimera en Ladrillar, El Cimero en Valdeobispo, Huerta Cimera en Portaje, Puente Cimero y Majada Cimera en Tornavacas, en el Valle del Jerte, y al oeste Hoya Cimera en Acehúche, ya sobre el Tajo; Pasadilla Cimera en Mesas de Ibor, Soto del Cimero en Alía, Barrial Cimero del Sotillo en Casas de Don Pedro y Cimero al norte de Herrera del Duque). Fuera de este dominio homogéneo, se dan tan solo casos aislados en el centro de Cantabria y norte de Burgos (Los Pandos Cimeros –frente a Los Pandos Bajeros– en Arenas de Iguña, sobre el Besaya, y un Monte Cimero en Silanes, en los montes Obarenes). Finalmente, una Loma Cimera en Aliaga (Teruel) debe encontrar su explicación en la cercanía al ámbito catalanohablante, pues en el inmediato Pitarque hay una Loma de la Cima, y La Cima es igualmente el nombre de sendas elevaciones cerca de Caudiel (Alto Palancia, Castellón) y en Zucaina (Alto Mijares, Castellón), aún dentro del ámbito castellanohablante, lo mismo que en Sueras, ya más al este y en zona de habla catalana; apenas veinte quilómetros al noroeste de Aliaga, por otra parte, se sitúa Son del Puerto, topónimo de la familia oronímica de somo (cit. como Sum del Porto en un documento de 1212, según Agustín Ubieto Arteta, Toponimia aragonesa medieval, Valencia, Anubar, 1972, s.v., pág. 188), lo que permite adivinar que la isoglosa oriental aproximada de somo frente a cima transcurre por el oriente de Teruel y el límite que separa el sur de Castellón de la provincia de Valencia.

  49. En efecto, las indicaciones onomásticas siguen siendo, a día de hoy, sumamente elocuentes: de entre los 773 españoles que en 2010 llevaban por primer o segundo apellido Cima, 323 (el 42%) residían en Asturias, mientras entre Zamora y Valladolid se localizaban 324 de los 912 individuos apellidados Cimas (un 35,5%), y en Palencia, 71 de los 160 llamados De Cima (un 44%); típicamente burgalés y santanderino es, en cambio, Somavilla, pues 423 de los 773 ciudadanos con tal apellido (un 55%) residían en dichas provincias, al tiempo que en Cantabria se concentraba el 73% (282 sobre 385) de los Somarriba, y en La Rioja, el 52% (423 sobre 814) de los Somovilla (consultas a la página Nombres y apellidos [en línea], Madrid, Instituto Nacional de Estadística de España [consultada el 10.3.2018], disponible en www.ine.es/widgets/nombApell/index.shtml).

  50. Además de documentos originales, he incluido, con la fecha que les asigna el corpus académico, los contenidos en cartularios cuya recopilación no supere la fecha de 1300. En los casos más antiguos, el uso de somo o cima está oculto, naturalmente, tras grafías alatinadas (por ejemplo, «et in quarta parte in summo via qui exit de Sancti Martyni et vadit per illo prato in summo ad eeclesie Sancti Cipriani»: Becerro gótico de Cardeña, 944). Las búsquedas se realizaron durante el mes de mayo de 2012 y se comprobaron en el de abril de 2018.

  51. En el Becerro antiguo de Leyre (s. xii) se menciona en un documento del año 1103 una Summa Lomba (referida, al parecer, al actual alto de la Lomba en Lozasa, Estella, según Carlos Eduardo Corona Baratech, Toponimia navarra en la Edad Media, Huesca, CSIC, 1947, págs. 108-109): la formación sigue el mismo patrón de SUMMU PORTU > Somport, igualmente documentado desde antiguo; en Javierregay, cerca de Puente la Reina de Jaca, existe un lugar llamado Somanés que se registra ya en 1063, según Agustín Ubieto (Toponimia aragonesa medieval, pág. 185); más al sur y algo más al este, en Casbas, aflora en un documento de 1237 un «campum in Somasponna» (Agustín Ubieto, Documentos de Casbas, pág. 69). Un ejemplo jacetano del siglo xii donde a summo tiene el significado ‘de arriba, desde lo alto’ corrobora la vitalidad medieval de las locuciones con somo a lo largo de todo el curso del río Aragón («sicut est terminatus et signatus ex omnibus partibus et a summo usque ad deorsum. sicut supradictum est», Libro de la cadena de Jaca, 1187), mientras el ejemplo de Olite mencionado en (1a) prueba el uso de somo como orónimo apelativo en la Navarra oriental todavía a fines del siglo xiii («el mi huertho de cerca la puent nueva, al sommo de parte de cierço, cabo Cidacos», Testamento dado en Olite, 1288).

  52. Rafael Lapesa y Constantino García, Léxico hispánico primitivo (siglos viii al xii), Manuel Seco (ed.), Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal / Real Academia Española, 2003; Grupo GITHE, Corpus de Documentos Anteriores a 1800 (CODEA+ 2015) [en línea], Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2015 [consultas realizadas el 15.4.2018], disponible en corpuscodea.es; Corpus Documentale Latinum Gallaeciae (CODOLGA) [en línea], Santiago de Compostela, Centro Ramón Piñeiro, 2006 [consultado el 3.4.2018], disponible en corpus.cirp.es; Tesouro Medieval Informatizado da Lingua Galega (TMILG) [en línea], Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 2007 [consultado el 4.4.2018], disponible en https://ilg.usc.es/tmilg/.

  53. El último caso de (3g) podría tomarse como indicador de la expansión de somo hacia tierras del interior de Valencia, si bien conviene recordar que Morella se ubica hoy dentro del dominio lingüístico catalán.

  54. Cantar de Mio Cid, Alberto Montaner (ed.), Madrid, Real Academia Española, 2011; Pero Marín, Miráculos romançados, Karl-Heinz Anton (ed.), Burgos, Abadía de Silos, 1988.

  55. Para la heterogeneidad interna y las transformaciones textuales que ello implica, véase con carácter general la monografía de Inés Fernández-Ordóñez, Transmisión y metamorfosis: hacia una tipología de mecanismos evolutivos en los textos medievales, Salamanca, SEMyR, 2012. Aunque aún no es práctica muy extendida en los estudios diacrónicos del español, conviene, naturalmente, descartar de entrada las obras para las que solo disponemos de testimonios copiados en fecha muy posterior a la de su composición original: basta una ojeada a algunos ejemplos de textos creados en el siglo xiii o la primera mitad del xiv, pero conservados solo en manuscritos del xv o incluso posteriores, para percibir que la proporción de construcciones con cima respecto a las que prefieren somo es sensiblemente superior a la que puede observarse en los textos alfonsíes procedentes de la cámara regia, por lo que debe sospecharse, por ende, que ha intervenido una modernización (parcial, al menos) por parte de los copistas cuatrocentistas; los casos con somo figuran en cada caso a la izquierda de la barra, los de cima a la derecha: Calila e Dimna [3/9], Castigos e documentos [1/10], Crónica del Moro Rasis [1/3], Crónica de Alfonso X [1/6], Crónica abreviada de don Juan Manuel [2/8], Gran crónica de Alfonso Onceno [2/56], Leyes de partida (impreso de Sevilla, 1491) [4/6]. Para los peligros de incorporar en los análisis datos extraídos de testimonios tardíos, puede verse ahora, con una nómina completa de los que no resultan recomendables para la investigación lingüística de la Edad Media hispánica, Javier Rodríguez Molina y Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta, «La imprescindible distinción entre texto y testimonio: el CORDE y los criterios de fiabilidad lingüística», Scriptum Digital, vi, 2017, págs. 5-68.

  56. Una vez reducida la búsqueda a las obras que presentan testimonios copiados en fecha cercana a la de la creación original de la obra, encuentro un total de 14 casos de construcciones adverbiales del tipo preposición + cima en obras del siglo xiii (todos ellos en textos del entorno alfonsí, si esta etiqueta es aplicable también al Moamín), frente a 144 de secuencias análogas con somo, de modo que las primeras representan un mero 9% de la suma de ambas. En el siglo xiv, los casos con cima ascienden a 100, mientras los de somo se reducen a 89, de modo que cima pasa a dominar ligeramente, con una proporción del 53% sobre el total, seis veces mayor que en la centuria anterior: el incremento es ciertamente espectacular, especialmente si se tiene en cuenta que cerca de dos tercios de las secuencias con somo se encuentra en las obras aragonesas producidas en torno a Juan Fernández de Heredia (57 ejemplos, o un 64%), de modo que el dominio de cima en los textos producidos en el reino de Castilla es aún sensiblemente mayor.

  57. Por lo demás, varias de las obras literarias del siglo xiv incluidas en el CORDE se conservan en textos o testimonios manifiestamente occidentalizantes, como es el caso del manuscrito que transmite el Otas de Roma (12 casos de secuencias con preposición + cima por ninguna con somo) o del Poema de Alfonso Onceno, con un único ejemplo de somo (por somo de la escalera) frente a 9 con cima. A mediados de siglo, sin embargo, cima domina claramente en las Sumas de Leomarte (9 casos, por tan solo uno con somo), conservadas en un manuscrito con claros rasgos orientales, y para las últimas décadas del Trescientos el esquema preposición + cima se ha introducido en el aragonés literario de Fernández de Heredia, dejando 5 ejemplos (frente a los mencionados 57 con somo, eso sí) en las diversas traducciones promovidas por el gran maestre del Hospital.

  58. Así lo indica este pasaje cancioneril: «Sí, para San Julián, / ya llega somo la peña; / purr’acá el çurrón del pan» (Íñigo de Mendoza, Coplas de vita Christi, 1467-1482). Con esta nota comparece, poco más adelante, en Juan del Encina, Lucas Fernández, Torres Naharro, Diego Sánchez de Badajoz o el pastor leonés de la Segunda Celestina, y después en el Auto del destierro de Agar o la Comedia Tidea de Francisco de las Natas.

  59. Incluso un testimonio oriental tardío resistente a las secuencias de preposición + cima, el manuscrito P del Alexandre, acepta sin embargo este término en su uso léxico de ‘punto culminante, cenit’: «çiegalo la cobdiçia, faze lo asomar, / faze lo de la çima caher en mal logar» (Alexandre, ms. P, 1904cd).

  60. Tras 1475 aún se recogen en tierras vascas ejemplos de secuencias con somo en Campezo (1479, 3 casos; 1481; 1495, 2 casos; 1503, 2 casos; 1505), Salvatierra (1481; 1516, 2 casos) y Bilbao (1495, 3 casos).