¿CERVANTES LECTOR DE MONTAIGNE?


Boletín de la Real Academia Española
[BRAE · Tomo XCVII · Cuaderno CCCXVI · Julio-Diciembre de 2017]
http://revistas.rae.es/brae/article/view/194

Resumen: Varios hispanistas, cervantistas o no, supusieron o afirmaron que Cervantes leyó los Essais de Montaigne. En este breve estudio, se tratará de demostrar que la aserción es improbable por no decir imposible.

Palabras clave: Cervantes; Montaigne; Essais; Quijote.

CERVANTES READER OF MONTAIGNE?

Abstract: Several hispanists, wether specialists on Cervantes or not, assumed that the author read the Essais by Montaigne. In this short study, we will try to prove that the assumption is not only improbable but impossible.

Keywords: Cervantes; Montaigne; Essais; Quijote.


Según algunos estudiosos de las literaturas hispánicas, es posible que Cervantes leyera Les Essais de Montaigne. Sin duda alguna la cronología lo permitiría: varias ediciones de la obra cumbre de Montaigne publicadas entre 1580 y 1588 y hasta las póstumas de 1595, 1598, 1600 y 16021 hubieran podido llegar a Cervantes, nacido en 1547 y muerto en 1616. Nihil obstat, pues, desde el punto de vista cronológico, pero sí desde el lingüístico ya que nos consta que, si bien Cervantes dominaba el italiano y podía desenvolverse en latín, en cambio no hablaba ni leía el francés, que sepamos. Desde luego tendremos en cuenta la traducción italiana de Les Essais de Girolamo Naselli, publicada en 1590 por Benedetto Mamarello en Ferrara bajo el título de Discorsi morali, politici e militari2. El traductor italiano trabajó a partir de la edición parisina de 1587, la cual era una reimpresión de la de Burdeos de 1582, que contenía versiones aumentadas y corregidas de los libros i y ii de Les Essais3. Por otra parte sabemos que Cervantes estuvo en Italia entre 1569 y 1575. Desde luego no pudo leer la tradución de 1590 durante su estancia italiana. Para no dejar cabo suelto, aduciremos que una traducción española parcial, manuscrita y perdida fue obra de Baltasar de Zúñiga (1561-octubre de 1622). Es la única que hubiera podido leer Cervantes, pero cabe poca posibilidad de que cayera este manuscrito confidencial entre las manos del autor del Quijote. Otra también parcial e inédita salió de la pluma del excarmelita descalzo Diego de Cisneros entre 1634 y 16364. Estamos ya fuera del ámbito cronológico cervantino. Ambas tentativas de traducción al castellano de Los Ensayos «se quedaron en nada por la presión del integrismo religioso y político»5.

Sin pretensión de exhaustividad, empezaremos nuestra revisión de los críticos que sostienen que Cervantes conoció la obra de Montaigne con Bernat Castany Prado, autor de una monografía sobre el escepticismo en la obra de Jorge Luis Borges donde leemos esta frase tajante: «Shakespeare, Cervantes y Quevedo fueron asiduos lectores de Montaigne»6. Shakespeare, sí a través de la traducción inglesa de Les Essais por John Florio publicada en 1603. Y mucho más Quevedo, quien los leyó en francés7. Pero ¿Cervantes?

Otra pista abierta por Bernat Castany es la de Huarte de San Juan cuyo Examen de ingenios (1575) «tuvo una influencia capital en Montaigne, en Pierre Charron, en Francisco Sánchez y en Miguel de Cervantes»8. Pero es inútil pasar por el intermedio de Montaigne, ya que el camino que va del Examen de ingenios al Ingenioso hidalgo es directo9. En verdad, tampoco pretende el crítico alicantino que pasase por Los Ensayos. Pero, pocas páginas antes, cita un prólogo de Borges a la obra de Paul Groussac, donde éste «pudo equiparar» Cervantes «a Montaigne»10. Huelga decir que «equiparar» no es «tener a la vista». Siguiendo el hilo de las conferencias de Paul Groussac sobre Cervantes, se lee en una de ellas que «las pláticas del ingenioso hidalgo en casa de Miranda, sobre los hijos y la poesía, son dignas, ya de Montaigne, ya de Rabelais []»11. Al mismo capítulo de la Segunda Parte del Quijote (ii, 18) remite Antonio Muñoz Molina:

[] me parece que estoy visitando una versión manchega y por lo tanto más modesta del castillo del señor de Montaigne []. Don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán, lleva una vida que habría aprobado Montaigne: apartada en el sosiego de la casa y en la lectura –tiene «hasta seis docenas de libros»–, pero también activa, de manera equilibrada []. Montaigne dice que «la conversación es el ejercicio más fructífero y natural de nuestro espíritu», «más dulce que ninguna otra acción de nuestra vida». Don Diego de Miranda, igual que sin duda lo era Cervantes, es un excelente conversador, y hasta Don Quijote, cuando se encuentra en su casa, habla con más conocimiento y lucidez que nunca, y hay momentos en los que sus reflexiones sobre la invención literaria, y sobre el uso noble y natural en ella de la propia lengua en lugar del latín, nos hace pensar en la prosa de Montaigne12.

Un bellísimo encuentro entre dos genios literarios, que no debe nada a la lectura de Montaigne por Cervantes, sino a ciertas «afinidades» entre ambos, como escribe el mismo Antonio Muñoz Molina en otro artículo:

[] dos almas templadas en tiempos de furibundas explosiones de fanatismos religiosos, dos viajeros por Italia, dos herederos de la corta era de apertura mental del humanismo de la primera parte del siglo xvi13.

Tampoco es significativa, según quisiera Castany14, la vacilación cervantina sobre los nombres de personas, empezando con la más famosa de todas del primer capítulo de la Primera parte:

Quieren decir [‘algunos dicen’] que tenía el sobrenombre [‘apellido’] de «Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, que por conjeturas verisímiles se deja entender que se llamaba «Quijana»15.

Dicha vacilación sería «equiparable» a la de Montaigne en el capítulo «De los nombres»:

Et ce Pierre ou Guillaume, qu’est-ce qu’une voix pour tous potages? [‘¿qué es sino una palabra aplicable a varios?’] ou trois ou quatre traicts de plume, premierement si aisez à varier, que je demanderois volontiers à qui touche l’honneur de tant de victoires, à Guesquin, à Glesquin, ou à Gueaquin ? (i, 46, 300)

Paralelismo de idea y expresión no equivale a fuente o intertexto sino, a lo sumo, al interdiscurso, humanista en nuestro caso, definido por Cesare Segre16. Tratándose del mismo tema de la vacilación de nombres, menos convincente aún es el «influjo» de Montaigne sobre «El curioso impertinente», novela intercalada en la primera parte del Quijote17. Aunque sin que Castany lo precise, el único episodio de la novela donde figura el motivo es sin lugar a dudas el pasaje donde Anselmo, el curioso impertinente, pide a Lotario, su amigo, que escriba algunos versos de alabanza a Camila bajo el nombre de Clori (D.Q., i, 34, 436-439). Pero «era costumbre extendida en la época que los poetas ocultasen bajo nombres ficticios –como, en este caso, Clori– la identidad real de las damas a quienes dirigían sus versos» (i, 34, 436, n. 18).

Por otra parte, el escepticismo cervantino, descrito por Castany a la zaga de Maureen Ihrie18, no necesita la lectura de Montaigne cuando basta recurrir a una tradición que se remonta a los Esbozos pirrónicos de Sexto Empírico (hacia 200). La forma más famosa del escepticismo cervantino es el perspectivismo que, como el pirronismo, se fundamenta en la duda y la suspensión del juicio zanjadas finalmente por Sancho al crear la palabra híbrida baciyelmo (i, 44, 570), a partir de la bacía «robada» a un barbero y del yelmo de Mambrino «ganado» en combate por don Quijote, «robada» o «ganado» según la perspectiva de cada uno de los protagonistas. La misma invención lingüística de Sancho es el cuño de la originalidad cervantina que marca su distancia con la tradición pirrónica de la duda sistemática. Por supuesto que Cervantes «haya puesto la invención del baciyelmo en boca del gran “prevaricador” de la lengua, Sancho Panza, no es baladí», según escribí en otra parte19. El perspectivismo cervantino se aleja, pues, del pirronismo que se expresa en la «Apologie de Raimond de Sebonde» de Montaigne20, verdadera apologia doctae ignorantiae:

Toutes choses produites par nostre propre discours et suffisance, autant vrayes que fauces, sont subjectes à incertitude et debat. (ii, 12, 585)

Actitud que, reconoce Montaigne, fue la suya en vista de la inestabilidad del ser humano, del mundo y de la versatilidad del juicio de los hombres21:

L’incertitude de mon jugement est si également balancée en la pluspart des occurrences, que je compromettrois [‘confiaría’] volontiers à la decision du sort et des dets [‘dados’]. (ii, 17, 693)

Sorprende más que un cervantista pudo ver la huella de Montaigne como intermedio entre un clásico latino y Cervantes. Según el resumen de un episodio del capítulo i, 18 del Quijote procurado por Antonio Barnés Vázquez, «dos simples polvaredas, contrapuestas la una a la otra, provocan de inmediato en la mente de don Quijote la imagen vivísima de dos ejércitos enfrentados»22, mientras se trata de rebaños de ovejas y carneros.

–¿Ves aquella polvareda que allí se levanta, Sancho? Pues toda es cuajada de un copiosísimo ejército que de diversas e innumerables gentes por allí viene marchando.

–A esa cuenta, dos deben de ser –dijo Sancho–, porque desta parte contraria se levanta asimesmo otra semejante polvareda. []

[] y has de saber, Sancho, que este que viene por nuestra frente, le conduce y guía el grande emperador Alifanfarón, señor de la grande isla Trapobana; este otro que a mis espaldas marcha es el de su enemigo, el rey de los garamantas, Pentapolín del Arremangado Brazo, porque siempre entra en las batallas con el brazo desnudo. (i, 18, 205-206)

Pocas páginas después, Sancho, embobado por el discurso alucinado de su amo, descubre, a medida que se acercan, que son rebaños de ovejas y carneros los que don Quijote quiere embestir, a lo cual contesta éste:

–El miedo que tienes –dijo don Quijote– te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas, porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son []. (i, 18, 211)

Descartada la influencia directa de la Ilíada, iii, 10-1523, nos queda la parodia de las batallas épicas y de los libros de caballería para la descripción de los ejércitos que rondan la mente perdida de don Quijote. En cuanto a las polvaredas transformadas en ejércitos, la fuente «puede estar», escribe Barnés Vázquez24, en la Epístola a Lucilio, xiii, 8, de Séneca25:

Non coarguimus illa, quae nos in metum adducunt, nec excutimus, sed trepidamus et sic vertimus terga, quemadmodum illi, quos pulvis motus fuga pecorum exuit castris, aut quos aliqua fabula sine auctore sparsa conterruit26.

Antonio Barnés Vázquez no hace sino repetir la «conjetura (y solo conjetura)» sugerida por Francisco Rico en 1982 sobre la presencia de Séneca en el ciclo quijotesco del «miedo» que incluye este episodio de las polvaredas y el de los batanes (i, 20)27. La conjetura es tanto más verosímil cuanto que las Epístolas a Lucilio son un recurso cervantino repetido por ejemplo la xliv, 4-5 en d.q., ii, 6, la lxvii, 2 en ii, 16 y la xix, 2 en ii, 59. Es de notar que en 1982, el profesor Rico no mencionaba para nada a Montaigne cuyo nombre aparece tan solo como «evocación» de la Epístola senequista en el comentario de nuestro capítulo quijotesco28. Ahí se cita Les Essais,i, 17, es decir el capítulo «De la peur»:

Mais parmy les soldats mesme, où elle devroit trouver moins de place, combien de fois a elle changé un troupeau de brebis en esquadron de corselets [‘coraceros’] ? des roseaux et des cannes en gens-darmes et lanciers ? (i, 17, 77)

¡Es así como la «evocación» por Montaigne de la Epístola a Lucilio de la nota complementaria de la edición dirigida por Francisco Rico se convierte en el hecho de que Montaigne «pudo ser» el «intermedio» entre Séneca y Cervantes en la nota de pie de Barnés Vázquez! Hipótesis superflua: se trata de un caso más de «utilización por ambos de las mismas fuentes clásicas»29.

Pero para dejar una posible puerta abierta, señalaremos que en la traducción italiana de Les Essais de 1590 que Cervantes hubiera podido leer después de sus viajes por Italia, la comparación se traslada casi literalmente en el capítulo titulado «Della paura ò spavento»: «Ma medesimamente tra soldati, dove ella [la paura] dovrebbe manco haver luogo, quante volte ha ella fatto credere che un branco di pecore fosse un squadrone di corsaletri?»30. Pero en vista de la impronta senequista en la prosa del Quijote –donde se encuentran no menos de 19 referencias al filósofo estoico al ser el noveno autor clásico más citado, según el mismo Barnés Vázquez–31 me parece más económico olvidar el intermedio de Montaigne traducido al italiano. Nos las habemos, pues, con otro interdiscurso cultural entre Montaigne y Cervantes: huelga decir que la obra de Séneca y en particular las Epístolas a Lucilio son de las más socorridas, mencionadas y aludidas en Les Essais. Pero no nos cansaremos de repetirlo, un interdiscurso no es un intertexto y menos una fuente.

Son de la misma índole las analogías y parecidos advertidos por Otilia López Fanego entre Montaigne y la obra narrativa de Cervantes –desde la Galatea al Persiles pasando por el Quijote y las Novelas ejemplares–, después de otros eruditos, como Américo Castro32. Dejando aparte los que hubieran podido llegar a Cervantes a través de la traducción italiana parcial de 1590 todavía por probar, se trata de coincidencias, similitudes y características semejantes debidas esencialmente a las raíces humanistas comunes. Los estudios más recientes de Michael Scham y Aitor Bikandi-Mejias navegan por las mismas aguas de las afinidades y paralelos entre Montaigne y Cervantes33.

A este acervo cultural de época pertenece, por ejemplo, la contienda de las siete ciudades griegas sobre el lugar de nacimiento de Homero en las páginas finales del Quijote, ii, 74, 1335 («como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero»), y su recuerdo en Los Ensayos (ii, 36, 791): «Sept villes Grecques entrerent en debat du lieu de sa naissance []». Ambos por separado recordaban un verso de las Noches áticas, iii, 11, de Aulo Gelio (h. 130-h. 180): «Septem urbes certant de stirpe insignis Homeri».

A todos los ejemplos de «similitud espiritual» o «afinidad intelectual»34 señalados por esos estudiosos, añadiré algún que otro más. Así la sentencia de Montaigne «nostre sagesse [est] moins sage que la folie» (ii, 12, 602) podría ser ilustrada por el deseo de Sancho Panza de que su amo vuelto cuerdo a la víspera de su muerte recupere su locura, aunque sea pastoril en vez de caballeresca (ii, 74, 1333). No creo que se pueda ni siquiera equiparar la anécdota cervantina tierna y compasiva al dicho abstracto de Montaigne. El mismo contraste resalta entre la observación tan escueta como clarividente de Les Essais: «Nostre vie est partie en folie, partie en prudence [‘cordura’]» (iii, 5, 932) y el ya mencionado capítulo 18 de la Segunda Parte del Quijote donde don Diego de Miranda y su hijo se extrañan repetidamente de la alternancia de locura y cordura en los hechos y discursos de don Quijote, interrogada entre otros por Edward C. Riley35:

–No sé lo que te diga, hijo –respondió don Diego–; sólo te sabré decir que le he visto hacer cosas del mayor loco del mundo y decir razones tan discretas, que borran y deshacen sus hechos []. (ii, 18, 843)

–No le sacarán del borrador de su locura cuantos médicos y buenos escribanos tiene el mundo: él es un entreverado [‘entremezclado’] loco, lleno de lúcidos intervalos. (ii, 18, 846)

De nuevo se admiraron padre y hijo de las entremetidas [‘entremezcladas’] razones de don Quijote, ya discretas y ya disparatadas []. (ii, 18, 852)

Al terminar esta también escueta nota, podríamos concluir que muchos más fueron los investigadores que compararon Los Ensayos con la prosa de Cervantes en términos de interdiscursos más bien que de intertextos. Dejando abierta la improbable fisura de la traducción italiana de 1590, la lectura de Montaigne por Cervantes ha de caer en el pozo de los mitos filológicos de donde no hubiera tenido que salir jamás.

Remontando el tiempo, ¿podríamos imaginar a Montaigne lector de Fernando de Rojas? En el auto i de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, leemos: «[] los bienes, si no son comunicados, no son bienes»36. Y en Les Essais: «Nul plaisir n’a saveur pour moy sans communication» (iii, 9, 1032). ¿Será el encuentro fortuito o debido a una fuente común? De hecho a renglón seguido, leemos en Montaigne una cita de las Epístolas a Lucilio, vi, 4: «Si cum hac exceptione detur sapientia, ut illam inclusam teneam, nec enuntiem, reiiciam». Pero la frase que sigue en Séneca se acerca más aún al texto de Los Ensayos y de La Celestina: «Nullius boni sine socio iucunda possessio est»37. Aforismo que se repite casi literalmente en las Auctoritates Aristotelis, xx, 17: «Nullius rei iocunda est posesio sine socio»38. Dada la impregnación senequista de ambas obras, me inclinaría más bien hacia la teoría del intertexto común excluyendo por supuesto la referencia celestinesca en Montaigne. De la misma manera hemos excluido cualquier referencia de Michel de Montaigne en Miguel de Cervantes.

Jacques Joset

Académie Royale de Belgique


  1. Véase la «Bibliographie des éditions anciennes des Essais (1580-1600)», en Montaigne, Les Essais, edición de J. Balsamo, M. Magnien y C. Magnien-Simonin, París, Gallimard, «La Pléiade», 2007, pp. lvii-lxiv. De aquí en adelante remito directamente en el texto a Les Essais por esta edición, con indicación de libro, capítulo y página. Modernizo la puntuación.

  2. Íd,, p. xxiv.

  3. Íd., p. lxxxvii.

  4. Véase Vicente Molina Foix, «Lectores de Montaigne», en Revista de Libros, 2ª época, noviembre de 2015, consultado en el sitio www.revistadelibros.com/articulos/ensayos-de-montaigne .

  5. Antonio Muñoz Molina, «Escondiéndose en Montaigne», en El País. Babelia, 26.09.2015, p. 4.

  6. Bernat Castany Prado, Que nada se sabe: el escepticismo en la obra de Jorge Luis Borges, Alicante, Universidad de Alicante, «Cuadernos de América sin nombre, 31», 2012, p. 89. La influencia de Montaigne sobre Shakespeare se analiza en las pp. 135-136.

  7. Molina Foix, art. cit. Es de notar que Molina Foix no menciona nunca a Cervantes entre los «lectores de Montaigne».

  8. Castany Prado, op. cit., p. 124.

  9. Véase entre otros Rafael Salillas, Un gran inspirador de Cervantes. El doctor Juan Huarte y su «Examen de ingenios», Madrid, Victoriano Suárez, 1905.

  10. Castany Prado, op. cit., pp. 119-120.

  11. Paul Groussac, Obra crítica, Barcelona, Hyspamérica, 1987, p. 52. Otra vez comparaison n’est pas raison.

  12. Muñoz Molina, art. cit. Véase también Otilia López Fanego, «Contribución al estudio comparado de Montaigne y Cervantes», en Anales cervantinos, xviii, 1979-1980, p. 167.

  13. Antonio Muñoz Molina, «Una forma de leer», en El País. Babelia, 06.02.2016, p. 7.

  14. Castany Prado, op. cit., p. 312.

  15. Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, edición dirigida por Francisco Rico, Madrid, Real Academia Española, «Biblioteca clásica de la rae, 47», 2015, p. 39. De aquí en adelante remito al Quijote por esta edición directamente en el texto, con indicación de parte, capítulo y página.

  16. «Intertestualità e interdiscorsività nel romanzo e nella poesía», en Teatro e romanzo. Due tipi di communicazione letteraria, Torino, 1984, pp. 103-118. Recordamos que la interdiscursividad trata de «i rapporti que ogni testo, orale o scritto, intrattiene con tutti gli enunciati (o discorsi) registrati nella corrispondente cultura e ordinati ideológicamente, oltre che per registri e livelli.» (p. 111)

  17. Castany, op.cit., p. 136.

  18. Íd., pp. 126-130 y Maureen Ihrie, Skepticism in Cervantes, Londres, Tamesis Books Limited, 1982. No he podido ver Eunice Piazza GAI, Sob o signo da incerteza: o ceticismo em Montaigne, Cervantes e Machado de Assis, Santa Maria, RS: Editora UFSM, 1997.

  19. Jacques Joset, «Lectura» del cap. i, 44, en Cervantes, Don Quijote, ed. cit., vol. complementario, p. 135.

  20. No traducida en la versión italiana de Girolamo Naselli.

  21. Véanse respectivamente: «Finalement, il n’y a aucune constante existence, ny de nostre estre, ny de celuy des objects. Et nous, et nostre jugement, et toutes choses mortelles, vont coulant et roulant sans cesse. Ainsin il ne se peut establir rien de certain de l’un à l’autre, et le jugeant et le jugé estans en continuelle mutation et branle.» (ii, 12, 639) y «Jamais deux hommes ne jugerent pareillement de mesme chose. Et est impossible de voir deux opinions semblables exactement, non seulement en divers hommes, mais en mesme homme, à diverses heures.» (iii, 13, 1114)

  22. Antonio Barnés Vázquez, « Yo he leído en Virgilio». La tradición clásica en el Quijote, Vigo, Academia del Hispanismo, 2009, p. 170.

  23. Para lo cual véase Joset, «Homero en el Quijote», en Cervantes y los géneros literarios, Anuario de Estudios cervantinos, xii, 2016, p, 140.

  24. Barnés Vázquez, op.cit., p. 170, n. 85. Véase también Alexander H. KRAPPE, «La fuente clásica de Miguel de Cervantes Don Quijote, Primera Parte, capítulo xviii», en Romanic Review, xx, 1929, pp. 42-43.

  25. No la xvii. Barnés Vázquez repite la misma errata del volumen complementario de la edición dirigida por F. Rico, p. 409.

  26. Sénéque, Lettres à Lucilius. Livres i-iv, París, Les Belles Lettres, 2002, libro ii, epístola 13, pp. 48-49. «Rápido aceptamos las opiniones, no verificamos aquellas que nos inducen miedo ni las escrutamos, en lugar de esto nos ponemos a temblar y así damos la espalda a la manera de aquellos que desertan las casernas a causa del polvo levantado por un ganado de ovejas que huye, o como otros que son espantados por rumores sembrados sin fundamento» (traducción nuestra).

  27. Francisco Rico, Primera cuarentena y Tratado general de Literatura, Barcelona, El Festín de Esopo, 1982, pp. 59-61.

  28. D. Q., ed. cit., vol. complementario, p. 409, nota a 205.14.

  29. López Fanego, «Contribución», p. 164.

  30. Discorsi morali, politici e militari, f.º 11v.º, sign. B3. Consultado en el sitio www.gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k72203g/f31.item.r

  31. Barnés Vázquez, op. cit., p.29.

  32. Otilia López Fanego, «Contribución», pp. 163-207; también en Cervantes: su obra y su mundo. Actas del I Congreso Internacional sobre Cervantes, ed. M. Criado de Val, Madrid, Edi-6, 1981, pp. 975-1022. De la misma autora, véanse «Montaigne y la Inquisición: una coincidencia con Cervantes», en Anales cervantinos, xxiv, 1986, pp. 149-162 y «Algunas reflexiones acerca de la mujer en Montaigne y Cervantes», en Anales cervantinos, xix, 1981, pp. 105-117. Véase también Américo Castro, Hacia Cervantes, Madrid, Taurus, 1967.

  33. Michael Scham, «Dialogue and Exemplarity in Montaigne and Cervantes», en Transitions: Journal of Franco-Iberian Studies, v, 2009, pp. 57-78; Aitor Bikandi-Mejias, «Fortuna, predestinación divina y libre albedrío: reflexiones desde Montaigne y Don Quijote», en Actas del III Congreso Ibero-Asiático de Hispanistas, Pamplona, Universidad de Navarra, 2015, pp. 35-49.

  34. López Fanego, «Contribución», p. 164.

  35. Edward C. Riley, Introducción al «Quijote», Barcelona, Crítica, 1990.

  36. Fernando de Rojas (y « antiguo autor »), La Celestina. Tragicomedia de Calisto y Melibea, ed. y estudio de F. J. Lobera y G. Serés, P. Díaz-Mas, C. Mota e I. Ruiz Arzalluz, y F. Rico, Madrid, Real Academia Española, «Biblioteca clásica de la RAE, 18», 2011, p. 65.

  37. Sénèque, ed. cit., libro i, epístola 6, p. 17. «Si me dieran la sabiduría con la condición de mantenerla oculta sin comunicarla, la rechazaría. Los bienes cuya posesión no se comparte no tienen sabor.» (traducción mía)

  38. Apud Rojas, La Celestina, ed.cit., p. 781, nota complementaria 65.426. Las Auctoritates Aristotelis se compusieron entre 1267 y 1325.