ZORRILLA Y LOS ROMÁNTICOS PERUANOS (PALMA, CORPANCHO E INGUNZA) *


Boletín de la Real Academia Española
[BRAE · Tomo XCVII · Cuaderno CCCXV · Enero-Junio de 2017]
http://revistas.rae.es/brae/article/view/187

Resumen: Este ensayo enfoca los canales y rutas de la influencia ejercida por el romanticismo hispano, en particular el de José Zorrilla, en los escritores peruanos Ricardo Palma, Manuel Nicolás Corpancho y Francisco Esteban de Ingunza, quienes trataron personalmente al vate y le merecieron expresiones de aprecio y amistad. Se rescatan los términos de cada relación y se propone que un personaje de Zorrilla, Don Carlos, héroe de la segunda parte de la leyenda en verso Dos Rosas y dos Rosales (1859), puede tener como sustento fáctico la figura de Corpancho.

Palabras clave: Romanticismo peruano; José Zorrilla; Ricardo Palma; Manuel Nicolás Corpancho; Francisco Esteban de Ingunza y Basualdo.

ZORRILLA AND THE PERUVIAN ROMANTICS (PALMA, CORPANCHO AND INGUNZA)

Abstract: This essay focuses on the channels and routes of influence travelled by Hispanic Romanticism and particularly the Romanticism of José Zorrilla by examining the Peruvian writers Ricardo Palma, Manuel Nicolás Corpancho and Francisco Esteban de Ingunza, who personally dealt with the poet and received expressions of appreciation and friendship from the same. Terms are recovered from each relationship; it is proposed that one of Zorrilla’s characters, Don Carlos, the hero from the second part of the verse legend Dos Rosas y dos Rosales (1859) may have factual basis in the figure of Corpancho.

Keywords: Peruvian Romanticism; José Zorrilla; Ricardo Palma; Manuel Nicolás Corpancho; Francisco Esteban de Ingunza y Basualdo.


Antecedentes

Algunos años después de la Independencia de Hispanoamérica continental, en las nuevas Repúblicas surgieron jóvenes talentosos que componían versos y redactaban relatos y ensayos bajo el fuerte influjo de los arquetipos que llegaban de Europa. Fueron los románticos, ardorosos cultores de la libertad, de su ideología, el liberalismo, y del republicanismo. En el Perú constituyeron un grupo deseoso de alcanzar triunfos en las lides literarias, recibir los parabienes de la sociedad y merecer un lugar destacado en el parnaso nacional en construcción. En efecto, en 1846 empezó a formarse en Lima un grupo de adolescentes con manifiesta vocación para la lectura literaria e histórica, así como para la composición de versos al uso de la época, el romántico. Reciben el nombre de bohemios porque así los llamó con fraterna nostalgia Ricardo Palma en su ensayo memorialista La bohemia de mi tiempo (1886), obra en la que con pinceladas y anécdotas esboza los primeros años de presencia social y de labor intelectual de veinticuatro bohemios en una lista en la que muchos faltan y algunos sobran. Nacidos, la mayoría, entre 1828 y 1837, su temprana presencia en los medios periodísticos advirtió a las generaciones líderes que estaban dispuestos a ganarse un nombre como escritores. En la historia de la literatura peruana, representan el surgimiento del primer grupo de literatos nacionales animados de ideales, estética, sentimientos, etc., semejantes y hasta comunes, lo que ha permitido hablar de la «generación romántica», algo no muy exacto pues pertenecieron a más de una1.

Aunque a los románticos peruanos y, en general, a los hispanoamericanos, la crítica literaria del siglo veinte no les ha encontrado originalidad ni luz propia, sino sobradas pruebas de copia o imitación, amén de otras máculas2, la historia literaria tanto como la intelectual debe echar luz sobre sus estrechos vínculos con los modelos europeos, en particular los españoles y franceses. Lectura personal y en grupo, representación teatral, alocuciones y declamaciones, aprendizaje metódico, enseñanza colegial y universitaria, amistad personal y epistolar, labor editorial, estudios críticos, etc., son caminos que explorar en busca de los múltiples contactos que mantuvieron las élites intelectuales hispanoparlantes de ambas orillas durante buena parte del siglo xix. Es una historia que aún aguarda ser escrita en profundidad.

Los románticos peruanos y la literatura española

La Independencia del Perú trajo la absoluta quiebra de los vínculos políticos que lo unieran a España durante cerca de tres siglos. En 1824 fue derrotado el ejército real en Ayacucho, pero solo en 1879 ambos Estados establecieron relaciones diplomáticas en regla y sin condiciones. Si los vínculos políticos desaparecieron, y también en gran medida los económicos, los sociales no se cortaron totalmente, pues muchas familias conservaron los lazos que las unían a sus parientes del otro lado del Atlántico, no obstante las dificultades de todo tipo que se ofrecían. Por cierto, el drástico cambio operado redujo severamente la presencia de españoles en el Perú3; los que se quedaron tuvieron que obtener cartas de naturaleza o permisos especiales, pero hacia los años 1830 y 1840 la situación fue variando a favor de aceptar su presencia, lo que facilitó la llegada de algunos inmigrantes. En cuanto a la cultura, la secular presencia hispana en el solar peruano dejó honda huella, tornándose imposible borrar sus múltiples expresiones, las cuales, adaptadas y mestizadas, formaban ya parte esencial del acervo del nuevo Estado.4

Testigos, primero, y más tarde actores de los primeros años de vida republicana, los bohemios conocieron desde la infancia los desórdenes suscitados por el caudillismo y la falta de tradiciones democráticas, pero también disfrutaron de la relativa estabilidad lograda por el primer gobierno del mariscal Ramón Castilla (1845-1851), cuando varios culminaron su educación secundaria y algunos hasta su formación profesional. Al surgir en un medio bastante politizado, no ajeno al partidismo personalista, bien pronto, siendo incluso colegiales, manifestaron opiniones sobre la respublica. Al igual que en otros países de la región, por esos años imperaba en el Perú un sentimiento y opinión antihispano bastante extendido entre el pueblo y la élite, el cual produjo algunas expresiones intelectuales, como las del coronel Juan Espinosa, veterano de la Independencia, periodista y político uruguayo radicado en Lima,

amigo de muchos románticos, autor de La herencia española de los americanos. Seis cartas críticas a Isabel Segunda (1852), obra que revela las tendencias predominantes entre los hombres de pensamiento y acción de la época: romanticismo liberal, crudo antiespañolismo y beato optimismo democrático. La reacción conservadora antiliberal se produjo cuando el sacerdote Bartolomé Herrera, rector del prestigioso Colegio de San Carlos, en las notas del célebre sermón que pronunció en 1846, afirmó que el Perú había sido creado por la Conquista, que la enemistad a España era contraria al Evangelio porque predicaba el odio a nuestros padres, etc.5

En efecto, el discurso liberal que privaba solía expresarse hispanófobo y los jóvenes lo abrazaban sin mayores reparos, pues no confesarse liberal era casi como retar a duelo a la sociedad toda.6 Los bohemios se formaron en ese ambiente antihispano, producto de la reciente Guerra de Independencia, tuvieron como maestros y guías a hombres que habían actuado en ese conflicto, los más en el lado patriota, entre los cuales algunos conservaban hondos resentimientos contra España y los españoles, como el referido Espinosa. Sin embargo, también operaron factores a favor de la antigua metrópoli, como la presencia de vecinos de origen hispano que por sus actividades y productos intelectuales podían ejercer cierto liderazgo. Entre ellos estuvieron los poetas y educadores José Joaquín de Mora, Francisco Miranda y Vengoa, Sebastián Lorente7 y Fernando Velarde, considerado por Palma «el capitán de la bohemia» y, sin duda, el más influyente8, los actores Mateo O’Loghlin y Pelayo Azcona, entre muchos más, los militares Blas Cerdeña y Juan Pardo de Zela, el librero Pérez, el impresor José María Masías, el empresario Nicolás Rodrigo, el periodista Juan Martín Larrañaga9, el literato y periodista Casto Iturralde10, así como los hermanos Felipe y José Pardo y Aliaga, limeños que se habían educado en Madrid, en el colegio de Alberto Lista, pero estaban integrados en la nacionalidad peruana. No cabe preterir la presencia de toreros y cantantes de zarzuela, algunos de los cuales suscitaron extendida simpatía popular.

La actitud hacia España de los peruanos en general y, desde luego, de los románticos, no fue ajena a la marcha de los acontecimientos internacionales en que la exmetrópoli anduvo involucrada, como la frustrada Expedición «Floreana» (1846), desventurado proyecto militar y político dirigido a establecer una monarquía en el Ecuador que un bohemio con perfil de líder, José Arnaldo Márquez, condenó severamente cuando apenas tenía quince años11. Pero la opinión hacia España cambió con el paso de los años y precisamente aquel confesó su favorable parecer (1861):

…no participamos de la tendencia comúnmente atribuida a nosotros, americanos españoles, a despreciar cuanto concierne a la España. No solo hacemos justicia a la grandeza del pasado sino que miramos con sincera i viva simpatía el movimiento de progreso que se observa hoi en ella, i que parece prometer la resurrección de su antigua prosperidad12.

Era verdad, la situación de los españoles en el Perú habíase tornado bastante halagadora, y Márquez la refirió así:

Casas españolas acaban de obtener del gobierno peruano comisiones que son consideradas como la fuente segura de grandes fortunas; i no son escasos, por cierto, los ejemplos de capitalistas i hombres influyentes en el país, que de España fueron al Perú sin otro capital que su trabajo i la hospitalidad de aquellas jentes [sic].13

Sin embargo, a poco el antiespañolismo iba a resurgir con mucho vigor y patriótica pasión a raíz de las insólitas acciones de los políticos y marinos ibéricos destacados en el Pacífico sudamericano, en perjuicio del Perú y Chile, las cuales dieron lugar a la guerra que culminó en el combate del Callao, el 2 de mayo de 1866. En tal coyuntura, los bohemios se convirtieron en verdaderos «cantores del pueblo» peruano, indignado por aquellos sucesos.14

En los años 1840 y 1850, aunque la hispanofobia heredada del periodo final del Virreinato y, sobre todo, del borrascoso tiempo de la Independencia, se dejaba oír, hubo un producto cultural español que no solo contó siempre con admiradores sino que de un tiempo a esa parte se ofrecía con nuevo atractivo y magia deslumbrante: la lengua castellana. El triunfal desarrollo de la literatura romántica permitía su amplia difusión a través de las múltiples ediciones que se hacían de las firmas más reputadas, y también de algunas de segundo nivel, no menos que del cultivo fervoroso y hasta obsesivo de la lectura. La lengua de Cervantes, desplegada por los escritores de moda con sus mejores galas y arreos, cautivó profundamente a las élites peruanas, haciendo adeptos fidelísimos, sobre todo, entre los jóvenes románticos. Palma recordó así tan apasionado culto:

[...] la juventud a que yo pertenecí fue altamente hispanófila. El nombre de España, aunque no siempre para ensalzarlo, estaba constantemente en nuestros labios; y en las representaciones del Pelayo aplaudíamos con delirio los versos del gran Quintana, como si fuesen nuestros el protagonista y el poeta, y nuestra la patria en que se desarrollaba la tragedia. La vida colonial estaba todavía demasiado cerca de nosotros... Los americanos de la generación que se va, vivíamos (principalmente los de las Repúblicas de Colombia, Centro-América y el Perú) enamorados de la lengua de Castilla. Éramos más papistas que el papa, si cabe en cuestión de idioma la frase15.

Contradictoria y curiosa era esa situación, pues mientras el discurso político, civil o militar, condenaba a España por su dominación colonial, el castellano, uno de los mejores legados de ese periodo, embelesaba a algunos –la juventud letrada que miraba a Europa– y los transportaba al universo de ese país lejano, exmetrópoli expulsada que estaba presente nada menos que en la realidad cotidiana y forzosa de la lengua, sin mencionar la legislación, las costumbres, la religiosidad y tantos otros aspectos de la cultura. Así, admiración y rechazo, adhesión y censura, fueron sentimientos concurrentes frente a España y lo hispánico. La Guerra de la Independencia había dejado graves resentimientos, pero también, por una exigencia psicológica, la nueva nacionalidad requería afirmarse oponiéndose a la española; en otras palabras, el ser distintos –peruanos– exigía tomar distancia de quienes poco tiempo antes habían enseñoreado en la parte de América que ahora les pertenecía.16

Un rápido examen de las inserciones literarias publicadas en los primeros cinco años del diario limeño El Comercio (1839-1843) arroja, al menos, los nombres de los siguientes escritores peninsulares: Alcalá Galiano, Arolas, Bermúdez de Castro, Bretón de los Herreros, Campoamor, Escosura, Espronceda, García y Tassara, Gil y Carrasco, Hartzenbusch, Madrazo, Mesonero Romanos, Mora, Suricalday y Zorrilla.17 El editorial de un diario limeño –El Correo Peruano de 22 de setiembre de 1845– señaló a Zorrilla, Espronceda y Mora como los poetas cuyas obras habían contado con numerosos suscriptores.18 No tuvo menos importancia la difusión de revistas literarias españolas y francesas en castellano, de las cuales los periódicos peruanos solían reproducir composiciones de sabor romántico, como la Revista de Madrid19 o la Revista Española de Ambos Mundos20, de la cual los editores de El Comercio muchas veces tomaron poesías, ensayos y crónicas del uruguayo radicado en España Alejandro Magariños Cervantes;21 el Semanario Pintoresco Español y La Ilustración, que se ofrecían en venta a fines de 185122, etc.

Si bien los primeros textos románticos que llegaron al Perú fueron también los pioneros en el mundo latino, vale decir las poesías y las novelas de los franceses Chateaubriand, Hugo, Lamartine, etc., poco después ingresaron las obras de los españoles Espronceda, el Duque de Rivas, Zorrilla, entre otros. Aunque un sector de la élite hablaba y leía francés, esta lengua requirió difundirse para alcanzar a un público más amplio; sin duda, la brillante literatura gala estimuló su propagación, así como, en cierta medida, las muchas traducciones que circulaban. No enfrentaron ningún obstáculo, en cambio, los textos de los románticos españoles –no se conocen restricciones políticas a su difusión–, es más, fue la literatura española la que contó con la preferencia de los bohemios por razones de mucho peso: el absoluto dominio de la lengua castellana, el común ancestro cultural, los antecedentes históricos y estéticos, su difusión a través de ediciones diversas (incluso francesas), la simpatía que sus exponentes generaron en el medio hispanoamericano, la sensibilidad compartida, las tradiciones familiares, en fin, factores a los que, con seguridad de fiel memorialista, suma Palma el siguiente:

A los muchachos de mi tiempo se nos forzaba a pasar cuatro años aprendiendo latín y nociones de griego. Esta circunstancia, unida a la de que, en las pocas y pobres librerías de la capital, era difícil encontrar libros en francés, inglés o alemán, influyó para que aquellos jóvenes de mi tiempo, picados por la tarántula de las aficiones literarias, se diesen un hartazgo de lectura con las obras de los grandes hablistas castellanos del siglo xv hasta nuestros días juveniles, en que la batuta de la literatura española estaba en manos de los románticos Espronceda, Zorrilla, Arolas, etc., etc.23

Consecuencia natural de esa preferencia fue la gran influencia, sin duda, la primera de todas, que los románticos españoles ejercieron sobre sus juveniles pares peruanos, como se ha reconocido desde antiguo.24 Sin embargo, cabe mencionar que no pocos vates hispanos fueron, a la vez que conductores, intérpretes de los modelos galos. Es archiconocido el testimonio de Palma referido a los autores románticos que los bohemios leyeron:

Nosotros, los de la nueva generación, arrastrados por lo novedoso del libérrimo romanticismo, en boga a la sazón, desdeñábamos todo lo que a clasicismo tiránico apestara, y nos dábamos un hartazgo de Hugo y Byron, Espronceda, García, Tassara [sic] y Enrique Gil. Márquez se sabía de coro a Lamartine; Corpancho no equivocaba letra de Zorrilla; para Adolfo García, más allá de Arolas no había poeta; Llona se entusiasmaba con Leopardi; Fernández, hasta en sueños, recitaba las doloras de Campoamor; y así cada cual tenía su vate predilecto entre los de la pléyade revolucionaria del mundo viejo. De mí recuerdo que hablarme del Macías de Larra o de las Capilladas de Fray Gerundio, era darme por la vena del gusto.25

Adviértese el predominio de los escritores españoles, reiterado en otras ocasiones por el tradicionista.26 De ello resulta que Espronceda, Zorrilla y Arolas, fueron sus preferidos, uniéndoseles Enrique Gil y Carrasco y Antonio de Trueba. El bohemio Luis Benjamín Cisneros, a su turno, recordó «los versos de Espronceda y de Zorrilla que todos recitábamos» en San Carlos, silenciando a los demás.27

José Zorrilla y los románticos peruanos

El vallisoletano José Zorrilla y Moral (1817-1893) fue el romántico español más admirado por los bohemios limeños. Menéndez y Pelayo asevera que fue el poeta predilecto de los americanos, y Carilla lo señala como el más conocido en los países del Pacífico.28 Sus poesías se leyeron tempranamente en Lima, donde se publicó una edición por entregas en 1843.29 El diario El Comercio las reprodujo muchas veces, así como sus traducciones30, y otros periódicos hicieron lo mismo. Su drama fantástico Don Juan Tenorio se representó en diversas temporadas del Teatro Principal, siendo coeditado en 1858 en Madrid y Lima.31 Su influencia en los poetas peruanos del siglo xix ha sido destacada por muchos críticos, incluso por el poeta César Vallejo.32 Los bohemios le tuvieron profundo aprecio y respeto, tomándolo como a uno de sus paradigmas: «[...] tan grande era el culto que le tributábamos, los entonces humildísimos estudiantes, que toda nuestra estética se reducía a imitarlo, no solo en las bellezas, sino hasta en las extravagancias de su musa juvenil [...]».33

Residir muchos años en México y Cuba (1854-1866), le permitió a Zorrilla estrechar relaciones con el universo hispanoamericano.34 El Perú aparece algunas veces en su teatro, como en las comedias Ganar perdiendo, con hechos situados en Toledo y 1690,35 y La mejor razón, la espada, escrita sobre una de Moreto.36

Ricardo Palma

Palma (Lima, 1833-Miraflores, 1919) fue siempre un rendido y declarado admirador de la poesía de Zorrilla, tanto que no dudó en reconocer más de una vez que en los versos que escribió en los primeros años de su larga carrera literaria «hay no poco que refleja a Zorrilla, a Espronceda y a otros grandes poetas románticos...».37 Confirmándolo, los críticos han encontrado en sus versos notoria influencia zorrillesca38. Tan presentes tenía su ejemplo y sus populares obras teatrales que, a los diecisiete años y amparado por el anónimo, se valió de los personajes más conocidos de ellas para escribir una versada burlesca con la cual puso en solfa las representaciones de los dramas zorrillescos que daban en escenificar los estudiantes de los Colegios de San Carlos y de la Independencia (o de Medicina)39. La poesía en forma de carta, titulada «La comedia casera. Quevedo a Zorrilla», se publicó en El Comercio suscrita por Quevedo; era una picante sátira, plena de alusiones personales, sugerida por una representación de actores aficionados del Don Juan Tenorio en el Colegio de la Independencia:40

De la mansión infernal
donde por mis chistes vivo,
querido Pepe te escribo;
que a no hacerlo, fuera esquivo
con bardo tan inmortal.

Durmiéndome sosegado
con los diablicos me estaba,
cuando escucho que estallaba
tal risa, que dolor daba
al diablo más endiablado.

Era que entre bastidores
pintados a mamarrachos,
con músicos rascadores,
con recios apuntadores
farsa hacían los muchachos.

Juan Tenorio dan aquí,
acá El rey y el zapatero,
un papamoscas vi allí,
acá rey de negro cuero;
y triste lloré por ti.

Aquí te matan, te estrujan,
por allá te descuartizan,
acullá te reburujan,
más acá, fieras te empujan,
allende te martirizan.

................................

Caricaturas formando
de ti están, los infernales,
y si te siguen cascando
te están a los mundos dando
por mártir de colegiales.

Representa al intendente,
no te quedes, Pepe, ledo,
que en este infierno caliente
quemaremos esa gente.

28 agosto.
Quevedo. 41

Palma satirizó así la afición escénica de sus camaradas colegiales, dio rienda suelta a su ingénita burla y demostró su amplio conocimiento de Don Juan Tenorio, El zapatero y el rey y El puñal del godo42. Más tarde, dueño de un asentado prestigio literario, cuenta Palma que le envió a Zorrilla un libro suyo, iniciando así «relaciones epistolares»; el vate le avisó recibo «con halagadoras frases, y solicitó le indicase la fuente donde había bebido ciertos datos. Desde entonces cambiábamos, por lo menos, un par de epístolas al año».43 Casi sesentón, Palma tuvo el privilegio de recibirlo y abrazarlo en el hotel de Madrid donde se hospedaba como enviado peruano a las celebraciones del cuarto centenario colombino, y de hacerle varias visitas en su domicilio de la calle de Santa Teresa, de todo lo cual ha dejado un sentido testimonio en el primero y más extenso de los esbozos de literatos castellanos recogidos en sus Recuerdos de España, el muy interesante libro de viaje y memorias sobre su intensa y feliz residencia en la península entre 1892 y 1893.44 Contamos también con las frecuentes menciones de Zorrilla en las cartas de Palma a su mujer, Cristina Román, según las cuales el primer encuentro con Zorrilla de Palma y sus hijos Angélica y Ricardo, sus compañeros de viaje, fue el 17 de setiembre de 1892, en Madrid.45 El poeta visitó a los Palma en su hotel el 24 y don Ricardo escribió: «El poeta Zorrilla ha estado en casa. Es un viejecito de 79 años, muy encantador. A Angélica le dio media docena de besos ordenándole que, en lo sucesivo, lo llame abuelito».46 Las visitas se interrumpieron por el viaje de Palma a Andalucía, para participar en las celebraciones colombinas, reanudándose el 15 de noviembre, cuando por la tarde se fue a verlo con sus hijos: «Pasé en charla con el querido poeta hasta las cinco…».47

En todos sus Recuerdos de España no hay frases más sentidas que las dedicadas a Zorrilla, como estas sobre su primera y frustrada visita al vate y su posterior y emocionado encuentro:

Confieso que, al tomar el cordón de la campanilla, sentí la emoción del niño, yo que nunca he pecado por cortedad de genio. Era que el nombre y la persona del poeta despertaban en mi espíritu un mundo de recuerdos, y que Zorrilla continuaba para mí tan prestigioso y querido como en los días de la juventud…

...Zorrilla superó mi ideal. Yo lo escuchaba con verdadero arrobamiento, y mi espíritu estaba suspenso de sus palabras. Desde niño alimenté el deseo de conocerlo y estrechar su mano, y parecíame soñación verlo realizado. Allí, en mi cuarto de hotel, a pulgadas de distancia, estaba el poeta a cuyo genio tributé siempre culto entusiasta, y al abrazarme había sentido palpitar su corazón cerca del mío.48

Entre los temas de conversación no pudieron faltar la mención y el comentario de los poetas peruanos y sus obras, materia apreciada por los escritores y en la que Palma daba cátedra pues la conocía desde joven y ya había publicado La bohemia de mi tiempo. Palma recordó lo siguiente:

…Zorrilla era un conversador muy entretenido, y hablaba con benevolencia hasta de sus enemigos. Del Perú solo le eran conocidos versos de Márquez, Salaverry, Llona y Cisneros. Me pidió y le di noticias sobre ellos. Me manifestó su predilección por Arnaldo Márquez, de quien conservaba en la memoria unas estrofas.

Declaro que yo oía como embelesado el elogio de mis compatriotas en boca del gran poeta. Hablaba de ellos con la ternura con que un padre habla de las gracias de sus hijos, y con el afecto del maestro para con los discípulos más aventajados.49

Zorrilla no hizo memoria de Corpancho, el primer romántico peruano que cultivó su amistad, seguramente porque habían pasado más de cuarenta años desde su encuentro en París.

Palma era un tenaz coleccionista de autógrafos de personajes literarios y no perdía oportunidad para conseguirlos; el álbum de su hija Angélica le servía de maravilla para satisfacer su arraigada afición50, no tardando mucho en lograr uno del valetudinario Zorrilla. «Apenas formuló Angélica su deseo, cuando el galante Zorrilla se apoderó del álbum, y en una de sus páginas del centro, escribió, en tres o cuatro minutos51, este delicado romance…»52:

A Angélica

En tu patria, la del Sol,
te habló tu padre de mí,
y de verme te antojaste
al encontrarte en Madrid.
Tu padre y yo nos quisimos
siempre bien, y en tu país
te diría él de mí algo
de lo que yo de él aquí.
Mas ya me has visto, y te he visto,
y ¡oh peruano querubín!
ya has visto bien que no soy,
lo que te han dicho que fui,
ni más que un viejo ya inútil,
que hoy se tiene por feliz
de abrazarte y bendecirte
un día antes de morir.

José Zorrilla.
Madrid, 28 de setiembre [de 1892]. 53

Angélica, que era una cultivada jovencita, le causó muy grata impresión a Zorrilla, tanta que la citó, a la sombra de su padre, en unos versos que compuso con motivo del viejo 1892 y del nuevo 1893, en los que hizo memoria de varias figuras notables del Centenario colombino, entre las cuales solo mencionó a tres escritores americanos –Palma, Zorrilla de San Martín y Darío–:

cuantos con fe o fachenda de América vinieron
a ver o hacer, su mano poniendo en la labor
del Centenario; Cánovas el presidente nato
de cuanto presidible se instala en la nación;
………………………………………………………………
la Palma de una Angélica, mi homónimo uruguayo,54
Chapí, Rubén Darío, Sepúlveda, Bretón.55

La adolescente Angélica tuvo así el privilegio de acompañar a figuras muy notables de España e Hispanoamérica en una de las últimas poesías de circunstancia que compuso el fecundo cantor vallisoletano.

El coleccionismo llevó a Palma a labrar un valioso álbum de retratos firmados, entre los cuales no pudo faltar el de Zorrilla con la siguiente efusiva dedicatoria: «A Ricardo Palma, su admirador, amigo y hermano en Europa, José Zorrilla. Obre., 28, 92».56 Palma lo haría reproducir, junto a los de Cánovas del Castillo, Núñez de Arce, Campoamor, Pardo Bazán, Castelar, Menéndez Pelayo y Tamayo y Baus, en la segunda edición de sus Recuerdos de España.57 Incansables, el 3 de enero los Palma asistieron en el Teatro Español a una representación de Traidor, inconfeso y mártir, el famoso drama «del abuelito Zorrilla».58

Palma trató a un Zorrilla anciano, enfermo y próximo al sepulcro, que sin embargo era capaz de hacer memoria de los buenos tiempos de sus sonados triunfos literarios y escénicos, lo que no le impedía, una y otra vez, aludir a sus males e inminente final. En una de las visitas del tradicionista ocurrió el sentido episodio que este iba a rememorar en carta a un corresponsal arequipeño:

Tuve un día entre mis manos la corona con que en Granada ciñó el pueblo español la frente del inmortal Zorrilla, y al besar sus hojas con entusiasmo me dijo el poeta: «Cuidado, don Ricardo, no vaya U. a herirse con las espinas, que no son pocas las escondidas entre esos efímeros laureles». Y, asustado, volví la corona a su sitio,59

aunque de otra manera en sus Recuerdos de España:

…en el saloncito que le servía de escritorio y cuyas paredes estaban adornadas con tarjetas fotográficas… y muchas coronas con las cintas empolvadas, obsequio de las municipalidades de Valladolid, Granada, Barcelona, Valencia y otras ciudades, al ver que yo desprendía una para examinarla más de cerca, me la quitó para limpiarla con un plumerillo, y me dijo con aire melancólico: «Ya lo ve usted, Ricardo, esto es la gloria del poeta… polvo. Eso será pronto también el dueño de la corona»…60

En realidad, los encuentros de Palma con su admirado Zorrilla no pudieron evadirse de la forzosa tristeza y de los malos augurios del vate, aquejado por la decadencia física no menos que por la enfermedad.

El poeta no equivocó el presagio pues, a poco, el 23 de enero de 1893, murió en Madrid. Palma, que lo habría visitado el 20, recibiendo el abrazo «de la despedida eterna»,61 hubo de presenciar el multitudinario entierro:

El gran suceso de la semana ha sido la muerte de mi viejo amigo el gran poeta D. José Zorrilla. Hace cinco días que la prensa de toda España no se ocupa sino de la muerte del poeta, cuyo entierro ha sido de lo más espléndido que puede uno imaginarse. No sería mejor el de un rey de España. Medio Madrid, doscientas mil almas por lo menos ocupaban el trayecto,

escribió a su esposa dándole cuenta del suceso.62 El sábado 11 de febrero se celebraron las honras fúnebres del poeta en la iglesia parroquial de Santa Bárbara, ordenadas por la Real Academia Española, a las que asistió Palma.63 De vuelta en Lima, al hacerse una colecta en España y el mundo hispanoamericano para levantar un monumento a su memoria, Palma previno al librero López, su agente en Madrid, que lo suscribiera en 25 pesetas.64 Sin duda, su mejor homenaje al autor de las leyendas y orientales que embelesaron su adolescencia y juventud fueron las sentidas páginas que le dedicó en sus Recuerdos de España, las cuales remató así:

Allí [en el entierro del poeta] estaba todo Madrid, pagando su último tributo de lágrimas al que mató a don Pedro, al que salvó a don Juan, al poeta legendario que mejor supo comprender e interpretar el carácter romancesco de su pueblo. Con Zorrilla no ha desaparecido un hombre, sino una generación a la que él sirvió de símbolo en los ideales del arte y de lo bello.65

Avanzado en años y alejado de la actividad laboral y literaria, Palma no dudó en colocar a Zorrilla entre los grandes hombres que había conocido.66

Manuel Nicolás Corpancho

Manuel Nicolás Corpancho (Lima, 183167-Golfo de México, 1863) fue uno de los románticos peruanos que desde la adolescencia se ligó estrechamente a España y a sus modelos literarios. Su hispanismo se habría originado en el curso de literatura que siguió en el Colegio de la Independencia (antigua Escuela de Medicina de San Fernando) cuando tenía catorce años (1845), «las nociones que en dicha clase recibió y la lectura de los clásicos españoles a que se entregó con un ardor sin ejemplo, formaron su gusto y fueron desarrollando rápidamente sus dotes poéticas».68 Por lo mismo, Corpancho fue un decidido admirador e imitador de Zorrilla69: «el más aventajado» entre sus seguidores bohemios, «no equivocaba letra de Zorrilla []», dice Palma, y el culto que le tributaba «se transparentaba hasta en su manera de versificar»; incluso se le parecía físicamente y se le «dio en usar idéntico peinado».70

Fue también Corpancho el primer bohemio joven que visitó España y otros países europeos. El viaje que hizo a Europa por cuenta del Gobierno (1852-1853), como médico destinado a la dotación de la fragata de guerra «Amazonas», le permitió visitar Londres, París, Cádiz y Sevilla.71 En París, posiblemente a través del uruguayo Alejandro Magariños Cervantes (1825-1893) o del colombiano José María Torres Caicedo (1830-1889),72 conoció a Zorrilla, quien era el más leído y admirado vate español vivo –Espronceda había muerto en 1842–. De vuelta en Lima, le dedicó su poema épico «Magallanes»:

Al Sr. D. José Zorrilla.

Señor:

Permitidme colocar vuestro ilustre nombre al frente de uno de mis ensayos literarios que considero menos defectuoso, y manifestaros de este modo mi gratitud por la jenerosidad [sic] y benevolencia con que os dignasteis favorecerme con vuestra amistad, junto a las bulliciosas márjenes [sic] del Sena.

Si aceptáis este recuerdo, y perdonando la pobreza de mi trabajo, solo miráis en esta manifestación el verdadero reconocimiento de un corazón americano, quedarán satisfechas las aspiraciones de vuestro humilde servidor y respetuoso amigo

Manuel Nicolás Corpancho.
Lima, 1853.73

Zorrilla agradeció la dedicatoria con una carta que al llegar a Lima hizo época. Palma recordó el suceso:

Día que mi malogrado colega [Corpancho] marcó con piedra blanca entre los de su corta existencia, fue aquel en que recibió la primera carta de Zorrilla [] Esa carta corrió de mano en mano entre los bohemios, llamándonos no poco la atención el carácter de letra. La de Zorrilla era clara, de limpios perfiles, bien redondeada y elegante; letra clásica, a lo Palomares y Torío de la Riva. Y nosotros que nos imaginábamos que los románticos escribían patas de mosca o garrapatos ininteligibles, dimos en mejorar o reformar nuestra escritura. De mí sé decir que debo a Zorrilla el beneficio de poseer letra legible sin esfuerzo.74

Zorrilla reiteró su aprecio a Corpancho en el artículo «Poetas americanos colaboradores del Nuevo Eco de Ambos Mundos», publicado por el diario El Heraldo de Lima a fines de 1854.75 Zorrilla hace en él reiteradas confesiones de amistad y simpatía hacia Hispanoamérica: «Nuestro periódico, lo hemos dicho mil veces, se escribe para las Américas españolas, país que amamos como habitado por razas hijas de nuestros abuelos, a cuya fraternidad nos creemos con derechos legítimos, y con cuyas simpatías nos consideramos honrados, si algún día llegan a captárnoslas nuestros trabajos []».76 En efecto, encargado de dirigir el Nuevo Eco de Ambos Mundos, revista en español publicada en París, confesó que procuraba lograr «la colaboración de ilustrados americanos» y que se proponía abrir para ellos el folletín de la segunda página del periódico, «contribuyendo lealmente al aumento de su fama con la publicidad que sus columnas puedan dar a sus producciones, primera fuerza impulsiva de las alas del ingenio, y primer espacio que para extenderlas y probar la de sus plumas necesitan», lo que en buen romance significaba que quería contribuir a su reconocimiento internacional. Por entonces, Zorrilla ya había publicado en su revista composiciones del venezolano Abigaíl Lozano y tenía en su poder otras de un joven talento cubano y «del señor D. Nicolás Corpancho, de Lima, a quien debemos una carta y un prólogo que más adelante insertaremos []». El colombiano Torres Caicedo le mereció buena parte del artículo, que Zorrilla finalizó prometiendo publicar biografías de poetas americanos difuntos y semblanzas de los vivos, etc. Sin duda, el afamado vate de las leyendas románticas estaba impresionado por los progresos literarios de la América española, que empezaría a conocer de manera directa en París, capital europea que congregaba a varios exponentes de la poesía escrita en esta parte del mundo, y después en México. Su residencia en la capital francesa le permitió aproximarse a una realidad que, por razones políticas o de otra índole, en España se ignoraba o tenía escasa difusión. Precisamente, por esa misma época el español Francisco de Paula Mellado, editor de la Revista Española de Ambos Mundos, en un nuevo prospecto, anunció reformas importantes en su revista, de la cual eran colaboradoras las principales plumas hispanas del momento, como el trabajo de unos «redactores corresponsales en América», lista integrada por varios argentinos.77

La relación Corpancho-Zorrilla continuó algunos años –Palma afirma que el español le envió al peruano más de una carta– y en 1859 Zorrilla publicó en La Habana la leyenda en verso Dos Rosas y dos Rosales, cuya acción está ligada al Perú y contiene elementos que parecen referirse a su admirador peruano.78 Así, el prólogo (págs. 5-7) es una carta dirigida a un D. Carlos Rosales, en Lima, a quien Zorrilla conoció en París, donde fueron presentados por Madama de M; Zorrilla le agradece unos apuntes para completar la segunda parte de su obra –Las almas enamoradas. Historia de la segunda Rosa. Drama-leyenda– la cual refiere la historia y los amores frustrados de dicho D. Carlos y la segunda Rosa. Pues bien, D. Carlos es un limeño hijo de andaluz que vive en España al lado de un tío paterno al haber quedado huérfano de padre, a quien han arruinado las guerras civiles del Perú; D. Carlos ha debido interrumpir sus aplicados estudios en París:

El mozo era tenaz, y el que con brío,
con fe, constancia y juventud se empeña
en la empresa más ardua, la domeña;
y así lo hizo el galán del cuento mío.
Estudió con fervor y con constancia,
y en siete años que allí duró su estancia,
cercenando horas del placer y el sueño,
en el colegio principal de Francia
dejó con honra el pabellón limeño.79

El retrato de D. Carlos parece inspirado en el de Corpancho:

Este don Carlos tan gentil, tan grave,
amable tan sin par, nacido en Lima
y educado en París, hijo del clima
ardiente de la América, y que sabe
cuanto en sus años juveniles cabe;
tan lleno de entusiasta idealismo,
a quien tan fiero corazón anima,
que con tan honda fe fía en sí mismo,
que tiene ya, aunque huérfano y tan joven,
ideas tan seguras y tan latas
del mundo; que de Schubert y Beethoven,
de Kalbrenner [sic] y Liszt toca sonatas,
que en siete lenguas habla y en tres rima:
que siendo bachiller en Ciencias y Artes,
y profesor de equitación y esgrima,
puede hablar y lucir en todas partes
y conquistarse universal estima [].80

En efecto, Corpancho también era músico, de modales finos e idealista, y tenía formación tanto científica como literaria. Zorrilla debió de hallar en el joven peruano alguien que compartía o se acercaba a sus propias aficiones, entre las cuales estaba conceder importancia al elemento musical de la poesía o tener un concepto musical de lo poético.81 Precisamente, en 1852, cuando estuvo en París y conoció a Zorrilla, Corpancho se habría dado tiempo para ponerle letra (versos) al Álbum peruano del francés Óscar Comettant, primera colección impresa de piezas musicales inspiradas en aires locales82. Alonso Cortés repara en la simpática figura de Don Carlos, a quien Zorrilla, afirma, quiere presentar como un ser real83, tan real, creo, como el deslumbrado joven limeño que se acercó al vate junto «a las bulliciosas márjenes [sic] del Sena». Por la misma época, Zorrilla se inspiraba en la novela o leyenda en verso Celiar (1852), de Magariños Cervantes, para escribir su leyenda poética La Rosa de Alejandría (1857).84

El paso del tiempo colocó a Corpancho y a Zorrilla en posiciones contrapuestas, aunque afortunadamente no contemporáneas. En efecto, Zorrrilla residía en México cuando Corpancho llegó allí nombrado encargado de negocios del Perú en los azarosos días de la malhadada intervención francesa. Emilia Romero no encuentra huella de alguna conexión entre ambos en el año y medio que duró la comisión del limeño,85 quien dedicó gran parte de su tiempo a trabajar intensamente en favor del gobierno nacional de Benito Juárez, lo que ocasionó su expulsión por el gobierno monarquista favorable a los franceses y, a raíz de ello, su trágico final en el naufragio del vapor español «México» en el golfo de México (13 set. 1863). Poco después (28 may. 1864), llegó a México el archiduque Maximiliano de Habsburgo-Lorena, convertido en emperador del país azteca gracias a las armas de Napoleón III y al apoyo de un sector del pueblo mexicano, el cual nombró a Zorrilla, que residía en el país desde 1854, director del teatro nacional. Si Corpancho hubiera vivido habría sufrido una gran decepción al ver que su ídolo literario daba su apoyo al gobierno más opuesto a sus ideales republicanos.

No fue Zorrilla el primer escritor español que reconoció los méritos de Corpancho. Poco antes lo había hecho el canario Andrés Avelino de Orihuela (¿1818?-1873), quien en el Panorama Universal había publicado una reseña de su poemario Brisas del mar, recuerdos poéticos (Lima, 1853). Orihuela reconoció que era una de esas obras que no podían ser analizadas con toda la severidad del arte, ni sin tener en consideración el estado naciente de la literatura peruana; que sus composiciones no eran perfectas y abundaban en lunares, pero también encerraban pensamientos dignos de elogio, por lo cual merecían aliento y recomendación; Corpancho «no es muy correcto, generalmente hablando, descuida la pureza del estilo, prefiriendo el arranque de la fantasía a la claridad del pensamiento mismo; es más poeta en el fondo que en las formas».86 Corpancho agradeció por carta la amistosa crítica de Orihuela87. Otro español que no le escatimó elogios fue el periodista Casto Iturralde, director del diario limeño La Revista.88

Corpancho fue también el primer romántico peruano que recibió opiniones favorables de escritores americanos radicados en Europa, como los ya citados Magariños Cervantes, quien reseñó sus Ensayos poéticos89, y Torres Caicedo, que publicó una larga crítica de toda su obra.90 Sin duda, Corpancho se benefició de los nuevos aires que respiraban España y sus excolonias, y, agradecido, le envió a Magariños Cervantes un ejemplar autografiado de su drama El templario o los godos en Palestina,91 obra que había dedicado (Lima, 3 oct. 1855) «al ilustre peruano» Juan de Zabala y de la Puente, teniente general de los ejércitos españoles, ministro de Estado, etc., en señal de gratitud porque lo alentó y estimuló cariñosamente por su primera obra e influyó «de un modo especial en la protección que me dispensó entonces el Gobierno».92 Es claro que poderosas razones tenía para sentirse muy ligado a España, hecho que supieron reconocer los editores de La América. Crónica hispano-americana, revista madrileña que desde julio de 1859 lo tuvo entre sus numerosos colaboradores españoles e hispanoamericanos.93

Francisco Esteban de Ingunza y Basualdo

Pasajera aunque muy cordial fue la relación amical que el vate vallisoletano sostuvo con otro peruano: Francisco Esteban de Ingunza y Basualdo (Huánuco, 1809-Lima, 1886), relación hasta hoy inexplorada. Abogado, juez y viajero cuyo recuerdo en Lima se debe al artístico mirador que construyó junto a la plaza de toros de Acho94, Ingunza hizo un extenso viaje por varios países de Europa, Egipto, Tierra Santa, entonces en el Imperio Otomano, y Persia, entre 1847 y 1853, fruto del cual fue su libro ilustrado Viajes por el Oriente (París, 1852), donde, sin embargo, solo se ocupó extensamente de Tierra Santa.95 La obra, influenciada por los más difundidos relatos de viaje, como los de Chateaubriand y Lamartine, mereció comentarios favorables del sabio Alexander von Humboldt y del magistrado francés Betancour.96 Dado el año de su nacimiento, Ingunza pertenece a la generación prerromántica peruana, o a la romántica, viviendo en su mejor edad bajo esa influencia, aunque ciertamente no es uno de los escritores representativos del período. Ingunza conoció y trató a Zorrilla en París y 185397, punto de obligado paso y anhelada residencia de todo viajero hispanoamericano por el viejo mundo, generándose entre ambos una simpatía cordial, sustentada tal vez en el común orientalismo, que dio lugar a la siguiente composición del ya famoso poeta:

Al señor doctor D. Francisco Esteban de Ingunza

El destino es invariable.

Parte, yo no te doy mi despedida.
La tierra es un inmenso laberinto
cuyo centro es la tumba; cada vida
por diferente senda su recinto
cruza, mas todas en la tumba acaban,
y en su lóbrego umbral depositamos
el fardo del dolor con que nos gravan
los designios de Dios, y descansamos.

No te aflijas, doctor, parte y no llores
si al otro lado de la mar no encuentras
a tu buen padre ya; no llores si entras
en su hogar solitario, si las flores
del jardín que él cuidó marchitas hallas,
y desquiciada la mohosa puerta,
y ruinosos sus muros y sus vallas
y la paterna cámara desierta.

Partió ante ti; la senda de la vida
recorrió hasta su fin, y entró su alma,
de esta cárcel de penas desprendida,
en las regiones de la eterna calma.
Tú por la vida que te dio quisiste
la flor de tus trabajos ofrecerle,
y la mitad del mundo recorriste
pensando en su vejez entretenerle
con el cuento gentil de lo que viste;
mas ¡oh inútil afán! ya no has de verle
sobre la tierra más, y sus miradas
no podrán recorriendo tus escritos
el insomnio apreciar de tus veladas,
ni de tus aventuras ya pasadas
recompensar los riesgos inauditos.

Mas no te desesperes, no le llores;
en más feliz y luminosa esfera,
libre ya de amarguras nos espera,
y en los jardines del edén benditos
duerme en un fresco pabellón de flores.

Parte, caro doctor, no me despido;
pronto, pájaro errante, alzando el vuelo,
dejando a Europa y el paterno nido,
me lanzaré en los aires, y en el suelo
de América pasando [sic], en tus hogares
ensayaré el poder de mis cantares.

Parte, doctor, y cumple tu destino;
fuerza es que llene cada cual el suyo;
si no nos lanza por igual camino,
llevas mi corazón, guárdame el tuyo.

José Zorrilla.98

El poeta encuentra inspiración en la próxima partida de Ingunza hacia el Perú, a donde debía retornar después de su largo periplo, y en el dolor que el viajero iba a sentir al no encontrar vivo a su padre, recientemente fallecido.99 Sin embargo, Zorrilla no se despide pues también él pasará a América próximamente, y anima a su amigo peruano a volver pronto al hogar paterno. Por cierto, la composición revela la efusión de sentimientos muy nobles: solidaridad, consuelo, esperanza, amistad. Es una de las muchas poesías de circunstancia propias del romanticismo que permite advertir, sin embargo, la fraterna solidaridad que en Zorrilla motivara el dolor de un viajero peruano ante su inesperada orfandad.100

Los vínculos de Zorrilla con el Perú, aunque en forma indirecta, se descubren también en la estrecha relación que lo ligó a los Condes de Guaqui. En efecto, el político español de origen peruano José Manuel de Goyeneche y Gamio, Conde de Guaqui (Arequipa, 1831-Madrid, 1893), y su esposa, fueron destacados mecenas de la cultura y las artes a través de la Fundación Villahermosa-Guaqui y, para el caso, los protectores más conocidos del gran escritor.101 Por último, sin poder asegurar que el tema de Zorrilla y los románticos peruanos quede agotado, cabe citar la amistad que lo habría ligado al quechuista puneño estudioso del Ollantay Gabino Pacheco Zegarra (1846-1903).102

Oswaldo Holguín Callo

Pontificia Universidad Católica del Perú
Academia Peruana de la Lengua


* Versión ampliada y mejorada de la ponencia «Los románticos peruanos, Corpancho y Zorrilla». Concepción Reverte Bernal (ed.). Diálogos culturales en la literatura iberoamericana. Actas del XXXIX Congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, Madrid, Editorial Verbum, 2013, disco compacto, págs. 440-450.

  1. José Miguel Oviedo, Historia de la literatura hispanoamericana, ii (Del romanticismo al modernismo), Madrid, Alianza Editorial, 2012, pág. 13.

  2. Por ejemplo, José de la Riva-Agüero y Osma, Carácter de la literatura del Perú independiente. Tesis para el bachillerato en Letras, Lima, E. Rosay, 1905, págs. 83-84.

  3. Entre otros factores, la radical política antihispana de Bernardo Monteagudo, brazo derecho del protector José de San Martín, alejó a miles de peninsulares de Lima.

  4. Algunos aspectos tocantes al medio hispanoamericano han sido abordados por Carlos M. Rama, Historia de las relaciones culturales entre España y la América Latina. Siglo xix, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1982.

  5. Oswaldo Holguín Callo, «Conciencia de la historia y romanticismo literario en el Perú». Margarita Guerra Martinière, Oswaldo Holguín Callo y César Gutiérrez Muñoz (eds.). Sobre el Perú. Homenaje a José Agustín de la Puente Candamo, i, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú (Facultad de Letras y Ciencias Humanas y Fondo Editorial), 2002, págs. 649-674 (pág. 657); véase también Raúl Porras Barrenechea, Fuentes históricas peruanas. (Apuntes de un curso universitario), Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Instituto Raúl Porras Barrenechea), 1963, págs. 478 y 479.

  6. Holguín Callo, op. cit., pág. 657.

  7. Ricardo Palma, Poesías, Lima, Imp. de J. M. Masías, 1855, pág. 77, y «La bohemia de mi tiempo. 1848 a 1860. (Confidencias)», en Recuerdos de España, precedidos de La bohemia de mi tiempo, Lima, Imp. La Industria, 1899, págs. 1-72 (pág. 4).

  8. Palma, ibíd., pág. 5; y Alberto Varillas Montenegro, «Fernando Velarde y su aparición dentro del romanticismo peruano», Aula Palma, v, Lima, 2005-2006, págs. 243-267.

  9. Oswaldo Holguín Callo, Tiempos de infancia y bohemia. Ricardo Palma (1833-1860), Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1994, págs. 590 y 592.

  10. Ibíd., pág. 576.

  11. Es muy probable que fueran suyos los artículos políticos antihispanos suscritos por A. M. y elogiados por Los Redactores por provenir de un joven de quince años, publicados en El Correo Peruano (Lima) de 17 nov. y 9 dic. 1846 (cf. eds. 584, pág. 3, col. 4, en adelante 3, 4; y 603, 1, 4-5, respectivamente). Sobre la Expedición «Floreana», véase Jorge Basadre, Historia de la República del Perú (1822-1933), v, Lima, Orbis Ventures S. A. C. (El Comercio), 2005, págs. 100-102.

  12. José Arnaldo Márquez, «Cánticos del Nuevo Mundo, por D. Fernando Velarde. Nueva York, 1860», Revista del Pacífico, v, Valparaíso, 1861, págs. 5-18 (págs. 7-8).

  13. Ibíd., pág. 14.

  14. Cf. Carlos García Barrón (comp.), Cancionero de la guerra hispano-peruana de 1866, Miami, Ediciones Universal, 1979, pássim. Un estudio de los «bohemios» Márquez, Palma y Paz Soldán y Unanue (Juan de Arona) frente a tal coyuntura, en Ascensión Martínez Riaza, «El Dos de Mayo de 1866. Lecturas peruanas en torno a un referente nacionalista (1860-1890)». Carmen Mc Evoy (ed.), La experiencia burguesa en el Perú (1840-1940), Frankfurt, Vervuert, y Madrid, Iberoamericana, 2004, págs. 391-419.

  15. Ricardo Palma, «Neologismos y americanismos», en Recuerdos de España, precedidos de La bohemia de mi tiempo cit., págs. 223-309 (págs. 227-228).

  16. Oswaldo Holguín Callo, «Ricardo Palma y el 98: el problema cubano, el americanismo y el hispanismo», Revista Complutense de Historia de América, xxvi, Madrid, 2000, págs. 233-260 (págs. 236-237).

  17. Jorge Prado Chirinos, Los primeros cinco años de El Comercio (1839-1843), Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Instituto Raúl Porras Barrenechea), 1974, pássim.

  18. Apud Luis Monguió, Don José Joaquín de Mora y el Perú del ochocientos, Madrid, Castalia, 1967, pág. 308. Mora debió de influir en el talante historicista de los bohemios a través de sus Leyendas españolas (Luis Alberto Sánchez, La literatura peruana. Derrotero para una historia cultural del Perú. Cuarta edición y definitiva, iii, Lima, P. L. Villanueva, 1973-1975, pág. 917).

  19. Prado Chirinos, op. cit., pág. 68.

  20. El Comercio, 22 nov. 1854, 4593, 3, 2-3 (poema de Carolina Coronado).

  21. V. gr. en las eds. de 21 set. 1854, 4541, 2, 1-4, y 22 nov. 1854, 4593, 2, 1-5, y 3, 1-2.

  22. La Revista, Lima, 16 dic. 1851, 378, 4, 1-2, aviso.

  23. «Charla de viejo», en Tradiciones peruanas completas. Edición y prólogo de Edith Palma, nieta del autor, con siete extensos apéndices y una selección de cartas del autor, Madrid, Aguilar, 1964, 5ª ed., pág. 1506.

  24. «A partir de esta fecha [1850 o 1848] se nota una nueva tendencia: la imitación directa de la poesía francesa. Sin embargo, siguió predominando la imitación española; y nuestro grupo de románticos, aunque leyera y estudiara asiduamente a Lamartine y Hugo, se inspiraba de preferencia en el romanticismo español» (Riva-Agüero y Osma, Carácter de la literatura… cit., pág. 81).

  25. Palma, «La bohemia de mi tiempo... » cit., pág. 5. El cuadro obedece a un esquema que evita con estudiada estrategia toda reiteración, por lo que no cabe reconocerlo como verdad inconcusa; sin embargo, su validez es evidente (Holguín Callo, Tiempos de infancia y bohemia… cit., pág. 201).

  26. Palma, «Recuerdos de España. 1892 a 1893», en Recuerdos de España, precedidos de La bohemia de mi tiempo cit., págs. 73-222 (pág. 135); «Charla de viejo» y «De cómo desbanqué a un rival», en Tradiciones peruanas completas cit., págs. 1438 y 1506; Epistolario, i, Lima, Editorial Cultura Antártica S. A., 1949, págs. 331 y 333; y Poesías completas, Barcelona, Casa Editorial Maucci, 1911, pág. 8.

  27. Luis Benjamín Cisneros, «Reminiscencia de colegio», en Obras completas..., mandadas publicar por el Gobierno del Perú, ii, Lima, Lib. e Imp. Gil, 1939, págs. 361-366 (pág. 363).

  28. Emilio Carilla, El romanticismo en la América hispánica, i, Madrid, Editorial Gredos, 1967, 2ª ed., págs. 109-111.

  29. Cf. aviso a los suscriptores de Poesías de don José Zorrilla, El Comercio, 8 ago. y 18 set. 1843, ápud José Gálvez Barrenechea, Nuestra pequeña historia, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1966, pág. 54; El Comercio, 28 set. 1843, pág. 6, y 28 dic. 1843, pág. 6; véase también El Comercio, 10 ene. 1844, pág. 1, aviso.

  30. Cf. El Comercio, 20 jul. 1854, págs. 2 y 3, y eds. siguientes; 19 oct. 1854, pág. 3, íd.; 7 nov., pág. 3, íd., y 6 dic. 1854, págs. 2 y 3, íd.

  31. Cf. José Zorrilla, Don Juan Tenorio. Drama religioso-fantástico en dos partes, Madrid, Lib. de Pablo Valverde, y Lima, Lib. Hispano-Francesa, 1858. Se estrenó en Lima el 16 oct. 1851 (Jorge Basadre, Introducción a las bases documentales para la Historia de la República del Perú, con algunas reflexiones, i, Lima, Ediciones P. L. V., 1971, pág. 358, registro 4656). Una reposición ocurrió a comienzos de 1855 (El Comercio, 16 ene. 1855, pág. 4).

  32. En su El romanticismo en la poesía castellana (Lima, 1954), ápud Ricardo Navas Ruiz, La poesía de José Zorrilla. Nueva lectura histórico-crítica, Madrid, Editorial Gredos, 1995, págs. 21-22.

  33. Palma, «Neologismos y americanismos» cit., pág. 135, y Holguín Callo, Tiempos de infancia y bohemia… cit., págs. 206-207; véase también Raúl Porras Barrenechea, «Palma romántico», Sociedad Amigos de Palma, Ricardo Palma 1833[-]1933, Lima, Cía. de Impresiones y Publicidad, 1934, págs. 77-122 (pág. 104).

  34. En no pocos casos, Cuba sirvió de puente cultural entre España y sus excolonias: Velarde residió allí antes de pasar al continente, Orihuela, referido más adelante, y Zorrilla, vivieron en la isla largas temporadas.

  35. El personaje Luisa expresa con desenfado: «Sentar plaza por ahí / De vireina [sic] del Perú» (José Zorrilla, Obras dramáticas de Don José Zorrilla, México, Boix, Besserer y Compañía, Biblioteca Universal Económica, 1852, pág. 17, con Obras poéticas de Don Ramón Campoamor. Google Books (consulta de jul. 2015).

  36. «Y no le dijera yo / Eso que me dices tú / Por la plata del Perú», expresa Guijarro, un criado gracioso (José Zorrilla, Obras de D. José Zorrilla. Con su biografía por Ildefonso de Ovejas, ii, París; Baudry, Lib. Europea; 1847, pág. 405. Google Books (consulta de jul. 2015).

  37. Poesías completas cit., pág. 8.

  38. Carilla descubre su influencia en el drama Rodil (El romanticismo… cit., i, pág. 112). Un temprano crítico del drama palmino, Aristófano (seguramente, Manuel Atanasio Fuentes), lo llamó «desacertado imitador de Zorrilla» en 1852 (Holguín Callo, Tiempos de infancia y bohemia… cit., pág. 332, y véase también las págs. 206-207). Igualmente, César Miró le encuentra notas zorrillescas (Don Ricardo Palma, el patriarca de las tradiciones, Buenos Aires, Editorial Losada, 1953, pág. 51). Angélica Palma certifica que su padre leía «orientales de Zorrilla» (Ricardo Palma, Buenos Aires, Ediciones Argentinas «Cóndor», 1933, págs. 32-33). Ejemplos del orientalismo poético de Palma son sus composiciones «Jerusalem» (1853) y dos del mismo título, «Oriental» (Palma, Poesías cit., págs. 17-22; y Armonías. Libro de un desterrado, París y México, Lib. de la Vda. de Ch. Bouret, 1912, págs. 67-68 y 148-149, respectivamente).

  39. Holguín Callo, Tiempos de infancia y bohemia… cit., págs. 165-168.

  40. El Comercio, 10 abr. 1855, 4707, 6, 3.

  41. El Comercio, 29 ago. 1850, 3339, 4, 1, comunicado. Consta de nueve quintillas –omito las más imperfectas– que en La bohemia de mi tiempo Palma rebautizó como «Carta de Quevedo a Zorrilla» y convirtió en seis modificadas y una, la quinta, totalmente novedosa: «A un monago con cerquillo / lo vi de alcalde Ronquillo; / y vi, Pepe, de igual modo / a una pava con moquillo / luciendo El puñal del godo» («La bohemia de mi tiempo…» cit., págs. 37-38). Fueron descubiertas por Guillermo Ugarte Chamorro (Ricardo Palma, autor teatral, separata de San Marcos, xiv, Lima, ene.-mar. 1976, págs. 127-166 [pág. 137]).

  42. «La bohemia de mi tiempo …» cit., págs. 37-38.

  43. «Recuerdos de España…» cit., pág. 137. Sin embargo, extraña que Palma no le dedicara ni poesía ni tradición.

  44. Rubén Darío, que por esa época también se hallaba en Madrid y sabía que Palma escribía un libro de estampas de España, lo animó a publicarlo: «Usted nos dirá de Castelar cosas curiosas…; de Zorrilla, con quien le unía tanta y tan antigua amistad, nos puede referir más de una anécdota interesante…» (Sociedad Amigos de Palma, Ricardo Palma. 1833[-]1933 cit., pág. 260).

  45. Palma, Cartas a Cristina de su esposo Ricardo Palma. Prólogo de Estuardo Núñez, Miraflores (Lima), Municipalidad de Miraflores y Patronato de la Casa de Ricardo Palma, 1992, pág. 50. El 20 se repitió la visita (pág. 51).

  46. Ibíd., pág. 58.

  47. Ibíd., pág. 94.

  48. Palma, «Recuerdos de España…» cit., págs. 137 y 139-140. Un testigo privilegiado de ese y los siguientes encuentros, Angélica Palma, subrayó también «la emoción de las entrevistas con Zorrilla» (Ricardo Palma cit., pág. 109).

  49. «Recuerdos de España…» cit., pág. 139.

  50. «El álbum está ahora en poder de Menéndez Pelayo. Después escribirán Valera, Manuel del Palacio, Salvador Rueda, Rubén Darío, Riva Palacio, &a. &a. No bajarán de cuarenta firmas notables las que lleve a Lima» (Palma, Cartas a Cristina… cit., pág. 62).

  51. Esto no parece exacto pues Zorrilla devolvió el álbum el 27(?) de setiembre, vale decir, lo retuvo algunos días (loc. cit.).

  52. «Recuerdos de España…» cit., pág.140.

  53. Angélica Palma, Álbum de autógrafos de Angélica Palma. Edición + introducción S. F. Rench. Lima, Visual Service S. R. L., 1995, pág. 18. Versión con ligeros cambios en Palma, «Recuerdos de España…» cit., págs. 140-141.

  54. Juan Zorrilla de San Martín.

  55. Resaltes míos. Bajo el título «1892-1893», los versos salieron en El Liberal de Madrid de 1° de enero de 1893 (Narciso Alonso Cortés, Zorrilla. Su vida y sus obras, Valladolid, Lib. Santarén, 1943, 2ª ed., pág. 927). Palma los envió a su esposa con el encargo de hacerlos reproducir en El Nacional de Lima o en el periódico de Clorinda Matto de Turner, que era el bisemanario Los Andes (Cartas a Cristina… cit., pág. 120). Angélica Palma, buena memorialista, también relevó la presencia de los tres (Ricardo Palma cit., pág. 107).

  56. «Catálogo de la exposición». Sociedad Amigos de Palma, Ricardo Palma 1833[-]1933 cit., págs. 135-164 (pág. 152). Con una escueta pero cariñosa esquela sin data, posiblemente de Madrid y 1892, en la que Zorrilla reitera no tener «tiempo para más» a causa de la enfermedad de su mujer, envió el vate su retrato dedicado a «mi querido Palma» (Palma, Epistolario cit., ii, pág. 231).

  57. Salvo el de Tamayo y Baus, sin duda por los graves desencuentros que ambos tuvieron en el seno de la Real Academia Española (Palma, Cartas a Cristina… cit., pág. 104; y «Recuerdos de España…» cit., págs. 135, 151, 157, 176, 180, 186 y 203).

  58. Cartas a Cristina… cit., pág. 125.

  59. En carta a Francisco Mostajo, de Lima y 7 nov. 1896 (Palma, Cartas inéditas de don.... Introducción y notas de Rubén Vargas Ugarte, S. J. Lima, Carlos Milla Batres, 1964, pág. 105). La apoteósica coronación de Zorrilla ocurrió en 1889.

  60. «Recuerdos de España…» cit., pág. 146.

  61. Ibíd., pág. 146. «Zorrilla ha estado bastante grave en los últimos días, pero ya ha mejorado mucho…», le cuenta Palma a su esposa en carta de 20 ene. 1893, pero no refiere haberlo visitado, como sí a Núñez de Arce (Cartas a Cristina… cit., pág. 130).

  62. Carta de Madrid y 27 ene. 1893, dos días después del concurrido funeral (ibíd., p. 132); véase también «Recuerdos de España…» cit., pág. 147.

  63. Cartas a Cristina… cit., pág. 138. La crónica «Funerales de Zorrilla» de El Día, diario de Madrid, de 11 feb. 1893, ed. de la noche, 2, 1, informa que, entre los personajes políticos e intelectuales, asistieron «los representantes del Perú y Colombia» (http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002327061&lang=es ) (consulta de jul. 2015).

  64. Epistolario cit., i, pág. 87.

  65. «Recuerdos de España…» cit., pág. 147.

  66. Cf. «Una visita al mariscal Santa Cruz. Reminiscencias históricas» (Palma, Tradiciones peruanas completas cit., pág. 1418).

  67. Oswaldo Holguín Callo (Pedro Perulero), «Corpancho, un año más joven», El Comercio, Lima, 7 abr. 1980, pág. 2.

  68. José Casimiro Ulloa, «Noticia biográfica». Manuel Nicolás Corpancho, Ensayos poéticos de… precedidos de varios juicios escritos en Europa y América. [Epígrafe latino de Horacio], París, Imp. y Lit. de Maulde y Renou, 1854, págs. 1-8 (pág. 5).

  69. Menéndez y Pelayo afirma que «no tuvo tiempo para emanciparse de la imitación demasiado directa de Zorrilla» (Historia de la poesía hispano-americana. Edición preparada por Enrique Sánchez Reyes…, ii, Santander, Aldus S. A. de Artes Gráficas, 1948, pág. 186). Carilla encuentra su influencia en los dramas El poeta cruzado y El barquero y el virrey (El romanticismo… cit., i, pág. 112).

  70. Palma, «La bohemia de mi tiempo…» cit., págs. 5 y 20, y «Recuerdos de España…» cit., pág. 136. También el poeta y bohemio José Pardo usaba una «melena romántica a lo Zorrilla» («La bohemia de mi tiempo…» cit., pág. 60).

  71. Estuardo Núñez, «Manuel Nicolás Corpancho: apuntes sobre su vida y su obra», Revista de la Universidad Católica, xi-xii, Lima, 1982, nueva serie, págs. 91-120 (pág. 115); véase también Holguín Callo, Tiempos de infancia y bohemia… cit., pág. 153.

  72. Ambos escritores tuvieron mucha amistad con Zorrilla en París (Alonso Cortés, Zorrilla… cit., págs. 1073 y 1074), por lo que cabe sospechar que algunos poetas hispanoamericanos los buscaban al llegar a la cosmopolita capital francesa.

  73. Manuel Nicolás Corpancho, Brisas del mar, recuerdos poéticos de… [epígrafe de Heredia], Lima, Tip. del Mensajero, 1853, pág. ix; y Ensayos poéticos de… cit., pág. 61. El mismo título, Ensayos poéticos, habían empleado en sus poemarios los españoles Eduardo Asquerino, Salvador Bermúdez de Castro, Juan Eugenio de Hartzenbusch y Fernando de la Vera (E. Allison Peers, Historia del movimiento romántico español, ii, Madrid, Editorial Gredos, c1954, pág. 645; y Navas Ruiz, La poesía de José Zorrilla… cit., pág. 106), algunos de los cuales debió conocer Corpancho.

  74. Palma, «Neologismos y americanismos» cit., págs. 136-137.

  75. Tomado de El Eco de Ambos Mundos. Al parecer, no ha merecido la atención de los zorrillistas.

  76. José Zorrilla, «Poetas americanos colaboradores del Nuevo Eco de Ambos Mundos», El Heraldo de Lima, Lima, 20 dic. 1854, 249, 2, 4-5, remitido (tomado de El Eco de Ambos Mundos).

  77. Francisco de Paula Mellado, «Revista Española de Ambos Mundos, publicada por Mellado. Con la colaboración de los señores…», El Heraldo de Lima, 23 dic. 1854, 252, 3, 2-3, remitido.

  78. José Zorrilla, Dos Rosas y dos Rosales. Leyenda en dos partes, La Habana, Imp. del Diario de la Marina, 1859. Google Books (consulta de jul. 2015). José Jiménez Borja advirtió el ingrediente peruano pero no el posible vínculo con Corpancho («José Zorrilla y América», Letras Peruanas. Revista de Humanidades, viii, Lima, oct. 1952, págs. 117 y 140-141 (pág. 141).

  79. Zorrilla, op. cit., pág. 226.

  80. Ibíd., pág. 230.

  81. Navas Ruiz, La poesía de José Zorrilla… cit., págs. 37-38. También Palma reparó en esa característica zorrillesca: «Era oírlo decir versos como escuchar una deliciosa melopea. Para él los versos eran como el teclado de un piano, y a los eptasílabos [sic] y endecasílabos les daba cierto misterioso ritmo musical que deleitaba infinito» («Recuerdos de España…» cit., pág. 141).

  82. Holguín Callo, Tiempos de infancia y bohemia… cit., pág. 154.

  83. Alonso Cortés, Zorrilla… cit., pág. 591.

  84. Apud Max Henríquez Ureña (Rama, Historia de las relaciones culturales… cit., pág. 263).

  85. Emilia Romero de Valle, Corpancho, un amigo de México. Introducción de Fernando B. Sandoval. México D. F., Junta Mexicana de Investigaciones Históricas (Editorial Jus), 1949, pág. 11.

  86. Andrés Avelino de Orihuela, «Brisas del mar. Recuerdos poéticos de don Manuel Nicolás Corpancho. 1 tomo. Lima, 1853. (Copiado del Panorama Universal) ». Corpancho, Ensayos poéticos… cit., págs. 47-56 (págs. 50, 51 y 54). El crítico recomendó los valores líricos de la poesía «Impresiones a orillas del Betis».

  87. Basadre, Historia de la República del Perú… cit., vi, pág. 180.

  88. Elogió su drama «El poeta cruzado» en la ed. 113 de 22 ene. 1851 (José María Torres Caicedo, «Don Manuel Nicolás Corpancho», en Ensayos biográficos y de crítica literaria sobre los principales poetas y literatos hispano-americanos, ii, París, Lib. de Guillaumin y Cía., 1863, págs. 405-442 (pág. 411).

  89. «Literatura peruana. Ensayos poéticos [sic] Dr. D. Manuel Nicolás Corpancho. (De La Voz del Pueblo)», El Comercio, Lima, 22 feb. 1855, 4667, 3, 3-4, comunicado. Tomado de la parisina Revista Española de Ambos Mundos. Sobre Magariños Cervantes, un escritor hispanoamericano «trasplantado» en España, véase Rama, Historia de las relaciones culturales… cit., págs. 263-265.

  90. Torres Caicedo, op. cit.

  91. El templario o los godos en Palestina. Drama caballeresco en cinco actos y en verso por…, escrito expresamente para el beneficio del actor don Pelayo Azcona, Lima, Lib. Hispano-Peruana, 1855. En la portada del ejemplar de la Universidad de Harvard se lee manuscrito: «Al distinguido poeta D. Alejandro [Ma] / gariños Cervantes. / Su admirador y amigo. / El autor [firma] Lima / 1857[?]». Google Books (consulta de jul. 2015).

  92. Corpancho, op. cit., pág. 3. En 1859 Zabala –militar y político español nacido en Lima en aristocrática familia, primer Marqués de Sierra Bullones, grande de España, presidente del Consejo de Ministros en 1874, etc., etc.– recordó «con singular distinción» a Corpancho cuando el bohemio Pedro Paz Soldán y Unanue (Juan de Arona) lo visitó en Madrid (Guillermo Lohmann Villena, Los americanos en las órdenes nobiliarias (1529-1900), i, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo), 1947, pág. 182; y Pedro Paz Soldán y Unanue, Memorias de un viajero peruano. Apuntes y recuerdos de Europa y Oriente (1859-1863), Lima, Biblioteca Nacional del Perú, 1971, pág. 66).

  93. Véase la ed. de 8 jul. 1859, 3: 9, pág. 1, en pág. web http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002228320&page=1&lang=es (consulta de jul. 2015).

  94. https://web.archive.org/web/20160313152824/http://www.miradordeingunza.com (consulta de jul. 2015).

  95. Se ocupa de lugares y ciudades hoy en Palestina, Israel, Jordania, Líbano, Siria y Turquía. Extendido error de algunos estudiosos es asegurar que se trata del primer vol. de la obra, lo que repite Google Books (consulta de jul. 2015).

  96. Rafael Guevara Bazán, «Humboldt y un viajero peruano en el cercano oriente», Oiga. Revista de actualidades, Lima, 18 may. 1973, 525, págs. 45 y 46; Manuel Augusto de Ingunza Simonetti, «Prólogo a la segunda edición», en Francisco Esteban de Ingunza y Basualdo, Viajes por el Oriente… Edición ilustrada, Lima, Deb-fonts, 2002, 2ª ed. fac. ampliada, (5) págs. (pág. 3); véase también Estuardo Núñez, «Ingunza en Palestina» e «Ingunza y Humboldt», en La imagen del mundo en la literatura peruana. (Segunda edición con ampliaciones), Lima, Fondo Editorial del Banco Central de Reserva del Perú, 1989, págs. 84-85 y 86, respectivamente.

  97. Posiblemente, también allí se vinculó a otros personajes españoles, entre ellos el militar y diplomático Antonio Remón Zarcó del Valle y el notable escritor Manuel Bretón de los Herreros (Ingunza Simonetti, op. cit., pág. [4]).

  98. Zorrilla, «Al señor doctor D. Francisco Esteban de Ingunza». Semanario Pintoresco Español. Lectura de las familias, Madrid, 1854, págs. 7-8. Google Books (consulta de jul. 2015). Publicada sin data en la revista de Ángel Fernández de los Ríos, sí la contenía el manuscrito que conservaba la viuda de Fernández Cubas: París, 6 de mayo de 1853 (Alonso Cortés, Zorrilla… cit., pág. 509 nota).

  99. El vizcaíno Francisco Esteban de Ingunza y Zamácola murió en Lima el 4 ene. 1852, por la época en que su hijo, en París, entregaba a la imprenta los originales de su libro de viaje, en el cual este confiesa su gran amor filial: «Ignoraba mi alma hasta qué grado de elasticidad podía llegar el amor entrañable de un hijo para con el autor de su existencia. Yo le he amado siempre, es verdad, con toda la ternura de mi corazón, i con aquel respeto que la relijión [sic] i la naturaleza han impreso en mi alma; pero jamás había sentido emociones tan vehementes, jamás había puesto, como ahora, a prueba mi cariño. El estrecharle entre mis brazos, i arrodillado besarle sus manos, es lo que pido a Dios como la mayor de las felicidades en la tierra!...» (Francisco Esteban de Ingunza y Basualdo, Viajes por el Oriente, escritos por el doctor don… Edición ilustrada. París, Imp. de Ad. Blondeau, 1852, pág. xii).

  100. Son de notar algunas semejanzas entre Ingunza y Basualdo y el personaje zorrillesco Don Carlos referido más arriba, como el ser ambos hijos de españoles avecindados en el Perú, haber quedado huérfanos mientras residían en Europa y haberlos conocido Zorrilla en París.

  101. https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Manuel_de_Goyeneche_y_Gamio (consulta de jul. 2015). Zorrilla expresó su gratitud a los Guaqui como él sabía hacerlo, en verso: ¡A escape y al vuelo! Carta-cuenta a la Excma. señora Condesa de Guaqui, Madrid, R. Velasco, 1888. Google Books (consulta de jul. 2015).

  102. Núñez, La imagen del mundo en la literatura peruana cit., pág. 90.