LA PALABRA «PATA» Y SUS CORRELATOS ROMANCES: UNA PROPUESTA ETIMOLÓGICA GLOBAL PARA LA ROMANIA


Boletín de la Real Academia Española
[BRAE · Tomo XCIX · Cuaderno CCCXIX · Enero-Junio de 2019]
http://revistas.rae.es/brae/article/view/150

Resumen: La etimología de algunos vocablos patrimoniales ha sido objeto de largas diatribas, dando lugar a numerosas hipótesis endebles. Es necesario ahondar más directamente en el rico léxico latino para hallar el étimo adecuado y acotar rigurosamente su campo semántico. Ciertas acepciones latinas de raíces y términos bien conocidos han sido casi ignoradas y se recurre incluso a las muy socorridas propuestas onomatopéyicas y a la concurrencia de hipotéticos y nunca atestiguados términos de otras lenguas antes de agotar las posibilidades de un latín vulgar, base del habla de todos los rincones de la Romania. Es el caso del verbo latino pangĕre y su participio pacta o pancta.

Palabras clave: etimología; pata; patte; pauta; pota.

THE WORD «PATA» AND ITS ROMANES CORRELATES: A GLOBAL ETIMOLOGICAL PROPOSAL FOR ROMANIA

Abstract: The etymology of some patrimonial words has been the subject of long diatribes leading to many weak hypotheses. A more direct, deeper exploration of the rich Latin lexicon is necessary to identify the proper etymology and rigorously delimit its semantic field. Certain Latin meanings of well-known roots and terms have been almost completely disregarded, resort being made instead to use of onomatopoeic approaches and the confluence of hypothetical and undocumented terms of other languages before exhausting the possibilities of Vulgar Latin, the basis of the speech of all corners of Romania. This is the case of the Latin verb pangĕre and its participle pacta or pancta.

Keywords: etymology; pata; patte; pauta; pota.


El estado de la cuestión

La etimología de la palabra «pata» y sus equivalentes en lenguas romances occidentales ha dado lugar a uno de los montajes más inconsistentes que observarse pueda en el terreno de la etimología. Es palabra de clara existencia en diversas lenguas romances, pues aparte de «pata» en castellano, tenemos pata en portugués y patte en francés. En italiano se constata una forma patta (golpe dado con la mano) en toscano y dialectos septentrionales, con el derivado pattone (golpe dado en la tierra al caer), en uso especialmente en veneciano, mientras zampa es la forma habitual para «pata». El occitano en cambio tiene la variante pauta, de la que sin duda depende el catalán pota, con una forma monoptongada, que casi todos consideran variantes ajenas por génesis a nuestra «pata».

Es constatable además, como bien señala Corominas1, que «pata» en Nebrija se refiere no sólo a lo que entendemos por pata, sino a la planta del pie, acepción que también recoge luego Oudin, y que para Covarrubias designa los pies y manos del buey u otros animales y procede del verbo griego πατέω (pisar), lo que más o menos asume el primer diccionario académico de 1737. Curioso es constatar también que el Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales recoge para patte en francés una acepción de 1458 como «mano del hombre», y que en alemán existe Patsche, forma dotada de un sufijo diminutivo, y su derivado o compuesto Patschhand, ambas con el significado de manita o manecita.

Una forma del francés antiguo poe o pote es directamente relacionable con la variante occitana pauta y la catalana pota.

Y en definitiva, dado que no se ha sido capaz de encontrar un étimo que explique todo este panorama global, se ha recurrido en gran medida a la imaginación. Y la explicación más en boga que casi todos aceptan es que «pata» y todas las formas que directamente se relacionan con ella, dependerían de una onomatopeya pat- del ruido de la pisada, onomatopeya que algunos casi «universalizan», incluyendo en ella el verbo griego πατέω (pisar) que generó la denominación de los conocidos peripatéticos. Socorrido recurso universal el de la onomatopeya, de la que se hace eco el Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales para patte, y Pianigiani2 en patta y pattone, para explicar lo poco explicable, que cuando no es evidente, nos deja en la duda de si los humanos oyen generalmente pat-, o bien tap-, o pon-, o toc-, o chof, o más cosas, dependiendo de la naturaleza de sus suelos o sus zapatos. De ningún modo es esta dudosísima onomatopeya comparable a las evidentísimas del piar de los pájaros o el zumbar de las abejas.

Pero claro, además, el occitano pauta y el catalán pota, aunque se parezcan, no cuadran con la supuesta onomatopeya *pat-. La solución, contando con la arcaica forma del francés poe/pote, con el alemán Pfote (pata), procedente del bajo alemán medio pôte, y el neerlandés medio pôte, fue postular para estas formas un hipotético étimo germánico *pauta, que, ya se sabe, pasaría a través del fráncico a los territorios galos, y de ahí al catalán, solución de Frings que aún recoge para pota, por ejemplo, el diccionario de Alcover3. Aun así, como bien argumenta Corominas, es extrañísimo que ese supuesto étimo germánico no aparezca en absoluto en el conjunto de las lenguas germánicas, a lo que podemos añadir que también es notorio que sólo se dé en origen en muy escasos territorios en contacto con la Romania. Además de la rareza de las raíces germánicas iniciadas por p. Ya Corominas, no en su Diccionario Crítico-Etimológico del castellano, sino en el etimológico y complementario de la lengua catalana, en su entrada pota4 se muestra, con toda razón, firme partidario de que la forma pôte del bajo alemán medio y el neerlandés, no son sino préstamos procedentes de la Romania.

Pero también para la ausencia de tal raíz en germánico se ha hallado solución, porque ya el propio Frings apuntó que podía tratarse de una voz prerromana, pregermánica (¿ilírico?, ¿ligur?). Y así el Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales soluciona el asunto de la vieja voz francesa poe/ pote, con un *pauta «precéltico», que vaya usted a saber qué puede ser. Y frente a todas estas imaginativas especulaciones, Corominas opone muy razonablemente un dato: la existencia de una arcaica forma pouta en gallego y portugués antiguo, que hay que sumar a las que ya hemos señalado, frecuentemente referida a la idea de garra o zarpa, claramente vinculada a estas variantes pero sin contacto con ellas, lo que desbarata el aporte del fráncico de una voz germánica o pregermánica, o bien de la supuesta voz precéltica en suelo galo.

Corominas afirma, en todos sus diccionarios y muy acertadamente, que “salta a la vista la imprudencia de separar *pauta del tipo *patta del castellano y otros romances”, y sin embargo no acierta a librarse de la hipótesis onomatopéyica para *patta, y en cuanto a *pauta, siguiendo a Jud y Sainéan, que estudian los derivados romances del latín plauta (femenino de plautus, adjetivo referido, entre otras cosas, a la superficie plana de la planta del pie), concluye que ha de tratarse de un cruce entre *patta y plauta. Como mínimo hay que reconocerle a Corominas el mérito de una clarividencia respecto al hecho de que todas estas formas para la idea de pata han de tener un origen común y que la distribución geográfica de sus variantes necesariamente ha de responder a un producto interno de la Romania, aunque a nuestro juicio el asunto haya quedado hasta hoy sin solución satisfactoria. En el citado diccionario catalán, Corominas, además de un inmenso acervo de derivados catalanes de pota, de gran interés, aporta otros datos muy dignos de ser contemplados, como la existencia en el dialecto macedo-rumano (arrumano) del rumano de unas variantes pată (garra) y pătună (pata)5, que poco en cuenta se han tenido, pero que en este caso a Corominas le sirven, no para concebir la idea de la necesidad de un étimo latino común panromano, sino para asentar la concepción de la onomatopeya casi universal, comparando con el hitita pat/pata y otras formas que tienen otra diferente explicación, pues pat-/pad- son también realizaciones en lenguas indoeuropeas antiguas, especialmente orientales, de la raíz indoeuropea *ped- (pie), su origen en ningún caso es onomatopéyico y su casi coincidencia o parecido con las formas romances en pat-/patt-/paut- puede considerarse meramente casual.

Por eso, ante tal panorama, hace bien la RAE, en nuestra modesta opinión, cuando prudentemente, hasta ahora, en el Diccionario de la Lengua indica un origen incierto para la palabra pata.

Las acepciones del latín: el verbo pangĕre, sus participios y formas nominales asociadas

Lo primero que resulta conveniente es ir desbrozando el campo y deshacernos de toda adición sin fundamento. Del verbo griego πατέω no tenemos el menor indicio de que hubiera pasado al habla vulgar de la Romania y tiene también su propio origen y explicación, fuera de toda onomatopeya. Este verbo, que aparte de pisar y caminar, sobre todo en principio parece ser «pisotear, apisonar», y que en el habla rural griega se emplea por ejemplo para la idea de pisar la uva o batir el trigo, para muchos es un deverbal de πάτος (camino de tierra apisonada), que si no es una variante de πόντος (mar, pero en origen indoeuropeo camino abierto, camino de tránsito), como defienden algunos y recoge Chantraine6, se ha barajado alguna vez una posible relación con el verbo πάσσω/πάττω (sacudir y espolvorear), que forma su presente en doble sigma/doble tau por una yod sufijal y se vincula con una raíz indoeuropea *kwēt- (sacudir, golpear), en este caso con la regular labialización en p de la labiovelar indoeuropea [kw]. O bien una muy hipotética vinculación con la raíz indoeuropea *petƏ- (extender, desplegar). Pero sobre todo Pokorny7, por su parte, relaciona los vocablos πατέω, πάτος y πόντος, así como el avéstico panta, el sánscrito pánthāh (vía, sendero) y el latín pons, pontis (puente) con una raíz indoeuropea *pent- (andar o pisar, caminar). Exactamente lo mismo recoge el Diccionario etimológico indoeuropeo de Roberts-Pastor8 y parece hoy lo más asumido. De manera que absolutamente nadie, que sepamos, entre los etimólogos del griego o entre los indoeuropeístas, contempla para πατέω un origen onomatopéyico ni relación alguna con la palabra «pata».

Lo segundo es centrarse en el acervo léxico latino y dirigir nuestra atención al verbo pangĕre. Es este un notable verbo latino, sin duda bien conocido para todos los etimólogos, verbo con un infijo nasal vinculado a la raíz indoeuropea *pak- (fijar, clavar, atar, asegurar), pero que en la mente de los romanistas aparece habitualmente asociado, bien a la idea de ensamblar (por obra de sus frecuentes prefijados que generan vocablos como compacto e impacto), bien a la idea derivada de un acuerdo entre dos partes, por obra de que su participio pactus, y especialmente la forma neutra sustantivada pactum, que desarrolla definitivamente ya en latín la idea de convención, acuerdo y pacto y se asocia abrumadoramente a un verbo secundario, paciscor (pacisci si lo nombramos en infinitivo), que es ya hacer un tratado, establecer un pacto, obtener un acuerdo, llegar a una convención y se relaciona con pax y pacāre, etc. Es por eso que si rebuscamos en el corpus literario latino las ocurrencias de pactum, pacta o pactus, vamos a hallar una abrumadora mayoría de tratados, pactos matrimoniales y prometidas (pactae), y cosas afines, que oscurecen del todo, incluso para muy avezados lingüistas, el significado originario del vocablo, así como el que siempre tuvo en el fondo léxico latino desde las épocas más arcaicas hasta las más tardías en latín corriente. Y es que en efecto el pactum de paciscor, y su pactus-a-um son los que pueblan muy mayoritariamente la más alta literatura latina.

Pero pangĕre propiamente es clavar, fijar, especialmente hundir en el suelo, y de ahí establecer sólidamente y asentar algo bien, y su participio, que presenta también la forma panctus-a-um (si bien muy raramente testimonia esa [n]), pero más normalmente pactus-a-um (fijado, clavado, plantado –específicamente en el suelo-, establecido), aunque muy vivo, aflora muchas menos veces en la gran literatura que el pactus o pactum de paciscor. La forma panctus no debe de ser la originaria, pues la infijación nasal es propia del tema de presente o infectum por origen, y no suele darse en los temas de perfecto o supino más que en los casos, que algunos hay, en que esa ene ha corrido por efecto de la analogía, de manera que la forma originaria debió de ser pactus y la variante panctus más tardía y analógica, y no a la inversa.

Es muchas veces el lenguaje jurídico con sus expresiones el que nos trasmite los prístinos significados, como en la expresión pactis legibus9, según las leyes establecidas, propiamente las leyes bien fijadas, o mejor dicho, en origen «clavadas», pues era esa la vieja forma de promulgarlas, como bien se lee en la Rhetorica ad Herennium, lib 2, cap. 13, par.20, que lo que hace es citar la Ley de las XII Tablas, 1, 7, del 450 a.C.:

Pacta sunt quae legibus observanda sunt hoc modo: ʻrem ubi pagunt10 orato; ni pagunt in comitio aut in foro ante meridiem causam coicitoʼ.

Es decir: «Están bien fijadas («clavadas») las cosas que por ley han de ser observadas de este modo: ʻdemandad un asunto cuando lo claven, si no lo clavan en el comicio o en el foro antes del mediodía presentad un litigioʼ.

Sencillamente porque las leyes entraban en vigor cuando las tablas emitidas eran clavadas en los espacios públicos pertinentes.

Y es el valor de fijar, hincar o clavar el que vemos en estos versos de Ovidio:

Cornua cum lunae pleno semel orbe coissent
Litoribus nostris ancora pacta tuast.11

Que traducimos muy literalmente: «Cuando los cuernos de la luna se hubieron unido por primera vez en un disco pleno/ tu ancla fue fijada a nuestras costas».

Téngase en cuenta que uno de los derivados latinos de la raíz de pangĕre es palus (< *pak-slo) que no es exactamente lo que hoy entendemos sin más por «palo», sino la vara, el palo o el poste hincado o fijado en el suelo, o el que sirve para fijarlo, clavarlo o plantarlo en el suelo.

Y en el fondo pactum en origen no es más que lo sólidamente fijado, clavado en sentido físico y en sentido figurado, establecido y determinado, es una decisión fija, no un acuerdo entre dos, hasta tal punto que propiamente el lenguaje jurídico, desde las épocas más antiguas al Digesto o las Pandectas, hace uso de la arcaica expresión fija pactum conventum, literalmente lo «fijado por acuerdo o concierto», «lo convenido de una manera fija», que per se evidencia que pactum no implica un acuerdo entre dos o varios, puesto que tal idea hay que especificarla con conventum, y que pactum es en origen simplemente lo que se ha establecido o decidido, la decisión fija, lo que vemos perfectamente también en Lucio Séneca el Retor, cuando dice:

Causa pacti mei fuit, ut haberem filios, consummatio, ut perderem.12

Que traducimos: «La causa de mi decisión fue el tener hijos, su cumplimiento el perderlos».

Y lo establecido fue desde el inicio a los tiempos más tardíos en que en pleno siglo xii se escribe:

Non nostro more, sed agens deus absque labore
In mundi rebus, sex absque labore diebus,
Omnia complevit, post cuncta pacta quievit.13

Que traducimos: «No a nuestra manera, sino actuando Dios sin esfuerzo/ en las cosas del mundo, en seis días sin trabajo / todo lo completó, después de todo bien asentado descansó».

Y del mismo modo es esta la idea que subyace en la acepción de «modo establecido» en las muy frecuentes expresiones latinas quo pacto, nullo pacto, hoc pacto, eo pacto o eodem pacto, que pueblan la literatura desde Plauto a Cicerón o Tito Livio, que acaban significando «de qué modo», «de ningún modo», «de este modo», «del mismo modo».

Pero una de las acepciones más generales en el habla vulgar y rural latina del verbo pangĕre, es plantar, plantar una planta, plantar en la tierra. Es uno de los verbos que significan plantar en agricultura. No cuando se siembra con semillas que eso se expresa con serĕre u otros verbos, sino cuando se hinca en la tierra una vara, sarmiento o esqueje para una planta nueva. Así por ejemplo Propercio en el s. i a.C. nos dice: ipse seram vites pangamque ex ordine colles14(«yo mismo sembraré las vides y plantaré alineadamente las colinas»).

Del mismo modo Columela, hacia el año 42 d.C., hablando de las lechugas15 que primero se siembran en semillero y luego se trasplantan adecuadamente, fijando cada plántula en la tierra, nos dice de la variedad blanca y rizada, como la que se da en la Bética en el territorio de Gades, que mense Martio recte pangitur («se planta en tierra realmente en el mes de marzo»).

Y Suetonio16, a principios del s. ii d.C., al inicio de la biografía de Galba, cuando tras Nerón se ha extinguido la dinastía de Augusto, narra una especie de prodigio, acerca de cómo a Livia, recién casada, le sucedió que un águila que había atrapado a una gallina, se la depositó en el regazo. Y la gallina llevaba en el pico una ramita de laurel, y que a Livia pangi ramulum placuisset (le pareció bien que la ramita fuera plantada), de la cual creció un hermoso laurel del que los emperadores sucesivos obtenían las láureas para sus triunfos, y estas eodem loco pangere (se plantaban en el mismo lugar), creciendo así nuevos laureles, etc.

Pero de especial relevancia son algunos testimonios del agrónomo Rutilio Tauro Emiliano Paladio, por el hecho de ser del s. iv. En uno nos dice:

Mense ianuario lactuca serenda est uel decembri, ut planta eius februario transferatur. Itemque februario seritur, ut possit aprili mense transferri. Sed certum est eam toto anno bene seri, si locus sit laetus, stercoratus, inriguus. Antequam pangatur, radices eius resecemus aequaliter et liquido dimo linamus: uel quae iam panctae sunt, nudatae laetamen accipiant.17

Que traducimos: «En el mes de enero o de diciembre ha de ser sembrada la lechuga, para que su planta se trasplante en febrero. Y de igual modo se siembra en febrero para poder trasplantarse en el mes de abril. Pero es bien cierto que se la siembra bien todo el año, siempre que el lugar sea fértil, abonado y bien regado. Antes de plantarse en tierra, recortaremos sus raíces igualándolas y las impregnaremos con abono líquido18 de dos años: o bien que cuando ya han sido plantadas, una vez despojadas del exceso de raíces reciban el fertilizante».

Y especialmente interesante es el fragmento, pues testimonia la variante en el s. iv de una forma panctae19, frente a la más habitual pactae, bien que el mismo autor en la misma obra, alterna normalmente esta variante de tema de supino panct- con la variante pact-, cuando explica con detalle cómo hacer una plantación sistemática y regular de viñas con esquejes o sarmientos insertados en la tierra, estableciendo una tabla de medidas y regulares, y sobre un sistema de cordeles tensos, haciendo marcas a distancias regulares e insertando en ellas, bien ramitas o bien cañas en los puntos en que ha de ir una viña, y concluye: atque is, qui pacturus20 est proiecta circa surculos sarmenta, sine ullo errore deponet21( «y el que va a plantar los sarmientos depositándolos en el suelo junto a las ramitas, los pondrá en tierra sin error alguno»).

Y en definitiva como dice Pompeyo Festo: pangere, figere; unde plantae pangi dicuntur cum in terram demittuntur22. Es decir «ʽpangereʼ es ʽfigereʼ (=fijar, clavar, plantar), de donde se dice que las plantas se plantan (pangi) cuando se meten en la tierra».

Y por supuesto el participio panctus-a-um o pactus-a-um, ambas formas en un tiempo tardío existentes, significa fijado, clavado, plantado en tierra. Pero es que tenemos suficientes indicios de su sustantivación. No tenemos más que ir al Thesaurus Linguae Latinae para encontrar en los glosarios de baja época formas como pactarium, pactario y pactorium23, explicadas en esos glosarios como equivalentes a plantarium (vivero), voz que ya emplea Plinio. Esto apoya la existencia de una forma sustantivada pancta/pacta totalmente identificada con planta, y no olvidemos que la forma latina planta no sólo se refiere al vegetal hundido en la tierra, sino a la planta del pie o al pie mismo que en la tierra o el suelo se apoya.

Y a la sustantivación sin duda pudo coadyuvar el griego, ese griego que se hablaba en medio Imperio Romano y siempre en constante interacción. Porque resulta que en griego existe desde un verbo πακτόω (fijar sólidamente), empleado que sepamos desde Sófocles y Aristófanes, de la misma raíz que πήγνυμι (clavar hundiendo, fijar, fijarse, plantar, ensamblar), este con un sufijo nasal, pero que es el correspondiente exacto del infijado latino pangĕre, dependientes ambos de la raíz indoeuropea *pak- (fijar, clavar, atar, asegurar). Su adjetivo derivado πακτός /πηκτός (fijado, plantado, sólidamente ajustado) se halla ya en la Ilíada y en la Odisea24, en Hesíodo, en Heródoto y en una larga serie de autores, pero en Teofrasto se aplica específicamente a las plantas25 de modo equivalente al pa(n)ctus-a-um latino, dato tan conocido que incluso recoge el muy usual diccionario de Bailly26. Y resulta que en griego tenemos bien constatadas sus sustantivaciones en la literatura, tanto ἡ πακτή/ ἡ πηκτή (femenino, con muy diversas acepciones), como la sustantivación neutra τὸ πακτόν / τὸ πηκτόν, esta última con el valor de planta en Dioscórides, tanto en general como referido a la consuelda, una especie concreta27 que justifica el nombre porque la consuelda «fija» las heridas, las «consolida».

Ya Plinio había trasladado al latín como epipactis, el vocablo griego ἐπιπακτίς (planta identificada quizá como heleborina que no coincide exactamente con la especie de orquídea hoy llamada así)28. De manera que en cualquier caso el elemento pact- en cualquier hablante del Imperio Romano se asociaba tanto a una planta (vegetal), como en general a lo que se fija o se planta sólidamente en el suelo.

Y aquí cabe introducir una forma aislada muy tardía, de 1435, que Du Cange nos presenta: panctella29, que se define como longurius ferreus, es decir, una larga vara o pértiga de hierro que en este caso parece destinada a ser soporte de una puerta. Du Cange la relaciona, puede que aventuradamente, con el francés panture, forma que debe ser antigua y pueda quizá corresponderse a la actual penture30 que el Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales asocia hoy con pendere (colgar). Tal vez esta forma panctella, aunque no es evidente, como tantas, pueda ser una latinización muy tardía de un vocablo romance de diferente etimología, pero lo que es claro es que en cualquier caso se habría latinizado relacionándola con pancta, y creando un diminutivo panctella (¿patilla?, soporte sin duda), un pancta quizá con la influencia de la recepción y asimilación de las acepciones en el pancta latino del τὸ πακτόν griego, que además de planta y cosa que se planta o se fija en el suelo, en plural sabemos designaba a los batientes de una puerta insertos en un mástil de madera bien fijado al suelo y que giraba31.

He aquí un étimo pancta/pacta, que indudablemente, aparte de una variante *panta de la que hay trazas en algunos posibles derivados, debió generar en latín vulgar tardío en la Romania dos variantes, nacidas a partir de la forma pacta, que nadie necesitará que fonéticamente justifiquemos. Una variante *patta por pura asimilación consonántica, antes de posibles palatalizaciones zonales de grupos –ct-, y otra *pauta, algo más cultista, como auto de actum. Y si generalmente se acepta que el otro pactum (el de los acuerdos entre partes y las convenciones resultantes), ha dado lugar a diferentes formas en patt- en la Romania (como el italiano patto) y en su forma neutra plural ha generado la palabra castellana «pauta», la norma o modelo, la regleta o línea que sirve para escribir derecho, ¿qué inconveniente va a haber para que una forma homófona, idéntica y del mismo origen, aunque con diferente acepción, evolucione igualmente pacta> *patta / *pauta?

Y parece bien factible además que una forma sustantivada pactus o pactum, evolucionada a *pautus/ pautum, se hiciera equivalente a palus (< *pak-slo, ʽposte, soporte, palo hincado en el sueloʼ), a la vista de que en latín del s. xiv tenemos pautacium32 (especie de acuario en que el agua es retenida por un entramado de palos), que aunque sea una muy probable latinización de pautaut, voz romance según Du Cange para palo o bastón, es mucho más asociable este término a una forma latina *pautus, que con la forma postis con la que se relaciona habitualmente la moderna palabra francesa poteau, que no parece además haberse testimoniado nunca como pautaut. Del mismo modo, la existencia de una variante medieval paulus33 para palus en el s. xiv, que Du Cange relaciona con un supuesto viejo francés paul, que no hemos localizado pero que si existió debió de ser variante de pal (de palus), ¿no podría evidenciar, ya en romance, ya en latín, un cruce de palus y *pautus?

La onomástica sí presenta, sobre todo en el corpus de inscripciones, toda una serie de cognomina Pautus, Pautonus y los femeninos Pauta y Pautalia, de dudosa interpretación, que quizás pueden haber nacido de un pactus/pacta referido a la planta del pie o algún defecto de la planta del pie, en una equivalencia con Plautus, tal y como sospecha Corominas.

Los distintos resultados romances

En nada sorprende que unas formas *patta/pauta nacidas de un *pacta que sería sustantivación de la bien atestiguada forma adjetiva-participial pacta (fijada en el suelo, plantada, sólidamente asentada) vinieran a cubrir en latín un vacío en el léxico para referirse tanto a los soportes de un mueble como a las extremidades de los animales, especialmente los cuadrúpedos, que son los «soportes» que los fijan al suelo y que en el suelo «se clavan», y que propiamente en latín literario no tienen denominación específica, empleándose pes, con una ausencia de diferenciación entre las extremidades humanas y animales. Es el caso de formas como nuestra pata, el portugués pata, el francés patte (con una simplificación y sonorización antigua pade), el macedo-rumano pătună, el occitano pauta, el catalán pota, el antiguo francés pote/poe y los préstamos pôte en el ámbito germánico limítrofe.

Y no es extraño que la asociación pacta-planta produjera que el vocablo pudiera designar también con toda normalidad a la planta del pie, como se recoge para pata en el castellano del s. xv. Pero además hay que tener en cuenta que en los animales, cuadrúpedos, en su inmensa mayoría los que acompañaban la vida del hombre, no hay demasiada diferenciación aparente entre extremidades anteriores y posteriores, y todo son patas, las «manos» y los «pies», aparte de la fácil asociación de la idea planta del pie-palma de la mano. De ahí que no sea extraño que el vocablo se desplace a una extremidad cualquiera, y que encontremos el préstamo Patsche (manita) en alemán o el vocablo dialectal patta (golpe dado con la mano) en el italiano del norte. Y mucho menos extraña es la asociación con la idea de zarpa o garra, que es una pata o mano animal que se hinca, se clava o aferra, ideas inherentes a la raíz de pacta, como sucede con el pouta del galaico-portugués antiguo o el macedo-rumano pată. Incluso Mistral en su diccionario provenzal y occitano34 que recoge las variantes pato y pauto para pauta (pata), da como acepciones, además de «pata», «mano» y «garra». Y para el aumentativo patas/ patasso/ pautasso/ piautasso35 las de «gran pata», «gran mano» o «gran pie».

En cuanto a la existencia de una forma romance panta, que procedería de la variante latina pancta y constituye una excelente prueba de la solidez de lo que argumentamos, Pianigiani la da como variante provenzal36. Esta explicaría el oscuro derivado «pantufla» (y todas sus formas correspondientes en las lenguas romances). El Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales en la entrada correspondiente pantoufle37, afirma: «le mot serait d’origine méridionel, ce qui expliquerait à la fois la syllabe pant- au lieu de pat-(phénomène phonétique propre à l’occitane)», pero sin asegurar que panta sea una forma atestiguada. Lo cierto es que, revisada casi toda la literatura provenzal de los siglos xii, xiii y xiv, no hemos podido localizar esta forma tal cual con la acepción exacta de «pata», pero Mistral en su diccionario38 tiene una entrada panta (que parece un típico infinitivo occitano con caída de r final, que fonéticamente recoge Mistral) con la acepción de «medir con la mano abierta, medir a palmos», y una entrada panto (palmo, medida de la mano abierta en el bajo limousin). Como hemos visto en la Romania es común la asociación de ideas pata-pie-mano en torno a estas variantes radicales.

Un segundo panto/ panti/ pantre o pantoul designa al rústico, grosero y torpe (si bien Mistral relaciona a nuestro juicio erróneamente estos vocablos con el latín pantex, «panza»), y asimismo un derivado diminutivo pantouquet (joven rústico, hijo de campesino), una forma pantouqueto (mujer o hija de campesino, canción rústica) y otra pantouras (rústico grandote)39. Estas formas y sus derivados a nuestro juicio, no se deberían a ningún fenómeno fonético occitano, sino a la mera conservación de una variante latina pancta>panta, o panctum > panto. Nos planteamos incluso si tales formas no habrían influido por etimología popular en la acepción específica de la prenda llamada pantalón, caracterizada por sus perneras, que sabemos indudablemente procedente del personaje de la Comedia del Arte Panthalon o Pantaleon, pues otros tipos vestían formas de «pantalones» y cabe preguntarse por qué el nombre de este precisamente para designarlos.

En cuanto a estos derivados occitanos con el valor de rústico, grosero o labriego, a los que habría que añadir determinados derivados como el castellano «patán» («el villano que tiene grandes patas» según Covarrubias), el italiano patan, o el francés patois (lengua grosera, rústica e incomprensible, voz que el Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales explica como derivada de patte o pat- por el hecho de «gesticular mucho con las manos») y derivados similares, parecen muy poco consistentes las explicaciones repetidas por aquí y por allá a partir de ideas como que los villanos y rústicos tienen «grandes patas», llevan calzados grandes o cosas similares. Personalmente la sospecha, por no decir la convicción, es que puede tratarse de formaciones a partir de pancta> panta, y pacta> *patta en su acepción de planta (vegetal que se planta), o del mero radical supino panct-/ pact- del verbo pangĕre en su acepción agrícola (plantar), de manera que derivados latinos posibles como *panctus, *pattanus u otras formas similares, pudieron haber significado «plantador, relacionado con las plantas», en definitiva, labrador, labriego o rústico, en concurrencia con formas clásicas como paganus (aldeano), derivado de pagus (aldea, en origen territorio delimitado por empalizadas), que tiene por cierto la misma raíz indoeuropea que pangĕre. De hecho algún derivado de pangĕre con el significado de «labriego» se testimonia, como el paconantes del glosario de Linsay40, anterior al s. vii, identificado con plantantes, y por tanto con plantator, que con el significado de labrador y cultivador, es término muy frecuente en la literatura cristiana del s. iv (Paulino de Nola, Agustín de Hipona) y posterior.

Mistral recoge un interesante derivado occitano patàri41 (rústico, labriego, campesino, pero también paleto, grosero e imbécil), que se diría la evolución regular occitana de un posible *pactarius / pattarius (plantador, cultivador, labriego), aunque hay que reconocer gran similitud con la forma patarin que designaba a los herejes valdenses, de un origen completamente diferente, y aunque los patarinos no eran en principio labradores ni rústicos, una posible asociación despectiva de la herejía o el descreimiento con la ignorancia, la grosería y la rusticidad (una especie de relación a la inversa que la establecida en el caso del latín paganus, «aldeano», y la acepción final de pagano), hace que este vocablo pueda ofrecer serias dudas.

El occitano también presenta gran interés en otros derivados como patoulas (gran estúpido), y el infinitivo patoula (golpear, seguramente en origen con las patas), derivaciones que nos recuerdan a nuestro vocablo «patulea», para el que suele admitirse un origen galaico-portugués.

Un detalle digno de reflexión son las variantes occitanas piauto (para pauto/ pauta) y piautasso (para el aumentativo patas / patasso / pautasso), que parecen darse en áreas occitanas de contacto con el rético o las hablas norditálicas. Estas formas pueden razonablemente sugerir una raíz distinta plaut-> piaut-, que es dato que entre otros seguramente reforzó la idea de Jud y Sainéan, y después de Corominas, de que la variante *pauta resultaría de un cruzamiento de *patta con las formas latinas plautus/plauta. Esto no es necesariamente así y estas formas mixtas han podido surgir muy bien en romance más tardío por mero cruzamiento con el italiano pianta (de planta), o con los evidentes derivados de plautus/ plauta, como el italiano piota (suela), el propio provenzal plauta (huella), o el francoprovenzal plòta (suela), que sirven para el argumento de Corominas, que sin duda son palabras formal y semánticamente muy próximas. Ya de hecho defendemos personalmente una identificación semántica pacta-planta en el propio latín vulgar.

Algunas consideraciones de carácter general

Creemos, con todo lo expuesto, haber acotado un étimo panromano único que puede explicar las innumerables formas dispersas por toda la Romania y hasta un conjunto de términos de préstamo en áreas germanoparlantes limítrofes, lo cual no es más que el resultado de un estudio e investigación más profundos del léxico de la lengua matriz, en este caso el latín, que es el aspecto más endeble, en nuestra modesta opinión, en los estudios etimológicos al uso. Está fallando desde siempre la investigación profunda en la rica lexicología latina y su semántica a través de un concienzudo rastreo de las fuentes que permita establecer relaciones suficientemente fundamentadas. La necesidad del examen minucioso de las fuentes es imperiosa para todo aquel que pretenda un estudio medianamente riguroso. Si no se conoce y analiza a fondo el latín difícilmente se puede aspirar a plantear etimologías latinas válidas.

Es el rastreo en la literatura latina, desde las fuentes arcaicas y clásicas hasta la literatura latina medieval lo que en mayor medida nos puede aclarar no sólo la forma, sino la semántica profunda de los étimos a considerar, hasta enlazar directamente la semántica latina con las iniciales formas romances, como creo haber demostrado, por poner unos ejemplos, en recientes trabajos, uno sobre la etimología de la palabra «trozo»42, y otro anterior, mucho más extenso, sobre el auténtico origen de la palabra «birria»43.

Elena Pingarrón Seco

IES Mariano Benlliure


  1. Corominas, J.- Pascual, J. A., Diccionario crítico-etimológico castellano e hispánico. Versión electrónica, 2012, pág. 3280-3282.

  2. Pianigiani, O., Dizionario etimologico on line. (http://www.etimo.it/?cmd=id&id=12607&md=d5b95497c45f7ee2efd45143877a1aad)

  3. Alcover, A.M.- Moll, F.de B., Diccionari català-valencià-balear. (http://dcvb.iecat.net/)

  4. Coromines, J., Diccionari Etimològic i Complementari de la Llengua Catalana, volum vi, amb la col·laboració de Joseph Gulsoy i Max Cahner. Barcelona, 1990 (3.ª ed.), pp. 753-757 y notas pp. 760-761.

  5. Coromines, J. In op. cit. p. 755.

  6. Chantraine, P., Dictionnaire étymologique de la langue grecque. Histoire des mots. Paris, 1977. p. 880.

  7. Pokorny, J., Indogermanisches Etymologisches Wörterbuch. München, 1958. T. ii, pp. 808-809.

  8. Roberts E.-Pastor, B. Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española. Madrid, 1996, p. 139.

  9. Que aparece unas cuantas veces en la literatura, como por ejemplo en Plauto (Asinaria, 734), o en el hispano Higino (Fabulae, 89, 3, 9).

  10. Pagunt aut pacunt= forma arcaica de pangunt. Realmente las ediciones de la Rhetorica ad Herennium recogen pagunt, pero los gramáticos latinos que recogen esta ley para ejemplificar el cambio gráfico de C sonora a G por la reforma gráfica de Espurio Carvilio Ruga, trasmiten siempre la grafía arcaica pacunt en que se publicó la norma. Así Quinto Terencio Escauro (Grammatici, vii 15, 18 y 35,6) o Prisciano (Grammatici ii, 524,1), lo que puede consultarse en la entrada pacunt de Thesaurus Linguae Latinae. Bayerische Akademie der Wissenschaften. München, 2004 (DVD ed. K. G. Saur).

  11. P. Ovidius Naso, Heroides, Carmen 2, vs 2-3. CLCLT. Library of Latin Texts. Centre Traditio litterarum Occidentalium (version 7.ª, en DVD), 2008. Ed Brepols.

  12. L. Seneca rhetor, Controversiae, lib 9, contr 3 par. 2, línea 22. CLCLT. Library of Latin Texts. Centre Traditio litterarum Occidentalium (version 7.ª, en DVD), 2008. Ed Brepols.

  13. Ricardus quidam-Passio Sancte Katerine (ut super omne melos) lib. 1, línea 300. CLCLT. Library of Latin Texts. Centre Traditio litterarum Occidentalium (version 7.ª, en DVD), 2008. Ed Brepols.

  14. Propertius, Elegiae, iii, 17, 15. CLCLT. Library of Latin Texts. Centre Traditio litterarum Occidentalium (version 7.ª, en DVD), 2008. Ed Brepols.

  15. Columella, De re rustica, 11, 3, 26. CLCLT. Library of Latin Texts. Centre Traditio litterarum Occidentalium (version 7.ª, en DVD), 2008. Ed Brepols.

  16. Suetonius, De vitis Caesarum, Galba, 1. CLCLT. Library of Latin Texts. Centre Traditio litterarum Occidentalium (version 7.ª, en DVD), 2008. Ed Brepols.

  17. Palladius, Opus Agriculturae, ii, 14, 1 (fácilmente consultable de manera abierta en http://www.forumromanum.org/literature/palladius/agr2.html#14)

  18. Muy interesante la expresión liquido dimo. Dimus es nombre vulgar que sólo aparece en los glosarios tardíos y es variante vulgar de bimus. Bimus, formado con bi- y la raíz –him- de hiems (invierno). Significa “de dos inviernos” o en la práctica “de dos años” y frecuentemente en el ámbito rural se refiere a animales de dos años, plantas de dos años, etc. Cuando se refiere a un líquido generalmente se aplica a un vino que tiene dos años de crianza. Sin embargo aquí ofrece serias dudas: o Paladio está recomendando mojar las raíces de las plántulas en vino de dos años como fertilizante (?) o se refiere a algún tipo de preparado líquido orgánico para fertilizar que se deja fermentar dos años. Ante la duda, hemos preferido traducir “con abono líquido”, pues clara está su función de abonar o fertilizar, sea este líquido vino o cualquier otro producto.

  19. Conservada en más de un manuscrito, aunque algún otro muestre pactae.

  20. En algún manuscrito, también se lee pancturus.

  21. Palladius, Ibidem, iii, 9, 10.

  22. Pompeius Festus, S. Epitoma operis de verborum significatu Verrii Flacci, lin. 6. CLCLT. Library of Latin Texts. Centre Traditio litterarum Occidentalium (version 7.ª, en DVD), 2008. Ed Brepols.

  23. Gloss iii Abstr. PA6, I Ansil. PA 13, V Abba PA 137. Gloss iv, 547, 51 y v 509, 9 y 608, 21. in Thesaurus Linguae Latinae. Bayerische Akademie der Wissenschaften. München, 2004 (DVD ed. K. G. Saur).

  24. Il. x, 353 y xiii, 703 /Od. xiii, 32.

  25. Historia Plantarum 7, 4, 11.

  26. Bailly, A., Dictionnaire Grec-Français. París, edición de 1963, p. 1551.

  27. Está también recogida en http://dioscorides.usal.es/p2.php?numero=578

  28. Gaffiot, Thesaurus y otros diccionarios recogen además una variante epicactis –idos, en Plinio, del ἐπιπακτίς de Dioscórides 4.108 http://dioscorides.usal.es/p2.php?numero=681, que se registra en André, 95, que tanto André como los editores del Dioscórides de Salamanca identifican con la herniaria o milengrana, Herniaria glabra L. Actualmente el latín botánico moderno llama Epipactis a una orquídea, lo que explica así Flora Ibérica:

    « [Epipáctis, -idis f. – gr. epipaktís, -ídos

    f.; lat. epipactis (epicactis), (-idis) f. = En Dioscórides y Plinio, nombre de una mata pequeña de hojas igualmente pequeñas, llamada también en gr. helleborínē y en lat. (h)elleborine, que los autores han supuesto la milengrana (Herniaria glabra L., Caryophyllaceae).

    Haller (1742) estableció el género Epipactis, validado luego por Zinn (1757),para plantas que nada tienen que ver con lo que así llamaron los griegos y romanos, pero que otros botánicos, como Ruppius o Morison, incluían ya en el género Helleborine. http://www.floraiberica.es/floraiberica/texto/pdfs/21_189_02_Epipactis.pdf

  29. Du Cange et al., Glossarium mediae et infimae latinitatis. http://ducange.enc.sorbonne.fr/PANCTELLA

  30. http://www.cnrtl.fr/etymologie/penture

  31. Aristophanes, Acarnienses, 479. πηκτὰ δωμάτων (batientes de puertas de una casa) (http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Aristoph.+Ach.+479&fromdoc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0023).

  32. Du Cange et al., Op. cit. http://ducange.enc.sorbonne.fr/PAUTACIUM

  33. Ibidem. http://ducange.enc.sorbonne.fr/PAULUS3

  34. Mistral, F., Lou Trésor dou Félibrige ou Dictionnaire provençal-français embrassant les diverses dialectes de la langue d’oc moderne. Aix-en-Provence, 1886. T. ii, p. 501

  35. Ibidem, p. 499.

  36. http://www.etimo.it/?term=pantofola&find=Cerca

  37. http://www.cnrtl.fr/etymologie/pantoufle

  38. Mistral, F. Op. cit. p. 472

  39. Las variantes diminutivas quizá podrían tener cierta relación con el catalán patuf (niño pequeño) y su diminutivo patufet. Patuf es también en el Ampurdán bruto, sucio y de malas hechuras.

  40. Vide paconantes in Thesaurus Linguae Latinae. Bayerische Akademie der Wissenschaften. München, 2004 (DVD ed. K. G. Saur).

  41. Ibidem, p. 499.

  42. Pingarrón Seco, E. "Trozo, destrozar y otras etimologías oscuras de la Romania". Boletín de la Real Academia Española (BRAE) cccxiii. Madrid. Enero-junio de 2016 (http://revistas.rae.es/brae/article/view/139).

  43. Pingarrón Seco, E. “Esto es una birria. Una aportación del teatro clásico a la literatura dramática medieval y al léxico castellano”. LEMIR, 18. Universidad de Valencia, 2014 (http://parnaseo.uv.es/Lemir/Revista/Revista18/06_Pingarron_Elena.pdf).