CIRCUNVALANDO EL ESPAÑOL

Aurora Egido

Secretaria de la Real Academia Española


Boletín de información lingüística de la Real Academia Española
[BILRAE · 12 · Junio de 2019]
http://revistas.rae.es/bilrae/article/view/288


Es para mí un honor coordinar esta mesa sobre «El español, lengua universal», convertida en banquete platónico gracias a quienes la conforman. Tan solo pretendo en ella que mis palabras sirvan de antepasto o «del ante», como se dice en el Quijote, a las gustosas intervenciones de quienes hablarán seguidamente.1 Para abrir boca, trataré de ofrecer algunas calas sobre los precedentes de la lengua española en un mundo globalizado y no tan nuevo como podría parecer. He elegido el título «Circunvalando el español», porque se nos olvida que globalizado, término vinculado a la economía y al espacio virtual, equivale en buena parte a lo que antes se entendía por universal, y más si lo aplicamos al español, una lengua que hace ya varios siglos circunnavegó el mundo.2

A nadie se le escapa que circunvalar se asocia a la expedición que Magallanes y Elcano llevaron a cabo entre 1519 y 1522 para llegar por Occidente a las Islas de las Especias, consiguiendo, por primera vez en la historia, dar la vuelta al globo, como rezaba la leyenda del escudo que Carlos V dio a Juan Sebastián Elcano: «Primus circumdedisti me» («Tú eres el primero que me has circunvalado»).3 Se cumplía así un viejo sueño con numerosos antecedentes, incluso imaginarios, como los que emanaron a partir del siglo xiv, tanto en la literatura como en la cartografía, del Libro de Marco Polo, que, para Colón o Santaella, supuso el reconocimiento del plurilingüismo y de las lenguas en contacto.4 No olvidemos que el globo terráqueo fue insignia de Carlos V, que aspiró a reinar en un imperio universal, lo mismo que su hijo Felipe II.5

Los testimonios sobre esa vuelta al mundo confirman no solo los afanes económicos que implicó la búsqueda de apreciadas especias como el clavo, sino todo un entramado de afanes culturales, religiosos y políticos. En todo ello, fue capital la presencia de la lengua española, que entró en contacto con muchas otras lenguas a lo largo de la trabajosa y hasta trágica circunvalación de Magallanes y Elcano, pues de 239 hombres que embarcaron en Sanlúcar de Barrameda, tan solo regresaron dieciocho. Después de la primera exploración y tras la conquista de las Molucas, vendrían las exploraciones a Nueva Guinea, Las Carolinas, Hawai, Tahití y otros muchos lugares en los que el español dialogaría con numerosas lenguas y culturas a lo largo de la historia, como lo había hecho ya, con anterioridad a 1492, en Europa, África y Asia. Me referiré tan solo a algunos momentos en los que ese diálogo lingüístico se cruzó con la política, la economía o la cultura en general, como ocurre actualmente. Sin olvidar los aspectos religiosos, presentes ya en la carta que Cristóbal Colón escribió a la reina Isabel, donde la conquista de las islas oceánicas se relacionaba con la restitución de los Santos Lugares a la fe católica.6

Comenzaré con el testimonio de la Relación del primer viaje alrededor del mundo de Antonio Pigafetta.7 Se trata de un diario de a bordo escrito en italiano y pronto traducido a otras lenguas, en el que este viajero italiano, que contó con la venia de Carlos V, se convirtió en el relator del periplo. En él dio cuenta por primera vez de la lengua cebuana hablada en Filipinas y de otras muchas lenguas con las que los marineros de los barcos españoles, algunos de ellos procedentes de distintos países, tuvieron contacto. El diario, que su autor presentó al emperador Carlos, rey de romanos, y luego al rey de Portugal Juan I, a la regente de Francia Luisa de Saboya, al gran maestre de Rodas y al papa Clemente VII, se publicó en 1536. La relación se convirtió así en una buena muestra del trasiego de una noticia que transformó una vez más el maleficio de Babel en la riqueza supuesta por el plurilingüismo y la traducción.

Antonio Pigafetta, que silenció el nombre de Juan Sebastián Elcano a partir de la muerte del portugués Magallanes, dio en su Viaggio intorno al globo terraqueo abundantes noticias sobre las lenguas que los navegantes escucharon en las costas atlánticas, pero sobre todo en las islas del Pacífico. Dicho contacto lingüístico aparece unido a la razón de Estado y a los problemas entre España y Portugal por el reparto de las tierras descubiertas. Los dos países, pese a todo, fueron de la mano en las grandezas, infortunios y naufragios que generaron las peregrinaciones de españoles y portugueses por el ancho mundo, incluido el susodicho viaje de Magallanes y Elcano o las obras de Fernao Mendes Pinto y Carlos de Sigüenza y Góngora. 8

El detalle del intercambio de alimentos en el Brasil, donde Pigafetta fue apuntando en su diario vocablos en portugués y donde habló con antropófagos desnudos que se convirtieron rápidamente al cristianismo, confirma hasta qué punto la historia de los descubrimientos fue también Filología. En su vocabulario sobre la expedición, se entrecruzan numerosas culturas, dando señales sobre los caníbales del Río de la Plata o las costumbres de la Patagonia, donde los navegantes españoles se encontraron con un gigante al que vistieron y enseñaron a decir «Jesus, pater noster…»; una prueba entre otras de cómo el latín, el español y la religión fueron un denominador común de ese y otros viajes.9 Así se constata cuando bautizaron el «Monte Cristo» y clavaron en su cima una cruz al tomar posesión del lugar en nombre de España al poco de que naufragara la nave llamada Santiago, aunque siguieran enteras las llamadas Concepción, Trinidad o Victoria.10

El gigante patagón, que acompañó a los expedicionarios en la nave y con el que al principio se entendieron a través del lenguaje de gestos, se convirtió luego en intérprete, lo que permitió a Pigafetta elaborar un vocabulario de la Patagonia. El traductor fue bautizado con el nombre de Pablo y murió abrazado a la cruz antes de que los navegantes, enfermos y sin víveres, salieran del Estrecho de Magallanes camino de las Islas Afortunadas. A este respecto, no deja de ser curiosa la presencia de un gigante intérprete. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, tanto en la Gigantomaquia clásica como en el caso de Nembrot en la Biblia, los gigantes fueron símbolo de la confusión babélica, según Pedro Mejía o Calderón en La torre de Babilonia.11 Las constantes referencias a los salvajes por parte de los descubridores europeos tuvieron, no obstante, su contrapartida en la visión que de ellos tuvieron en otras tierras, como ocurrió en Japón, donde se les llamaba a estos «bárbaros del sur».12

Por otro lado, María Rosa Lida, en una conferencia publicada en 1975 sobre «Fantasía y realidad en la conquista de América», recordaba el valor de las palabras de Juan de Castellanos, recogidas en sus «Elegías de varones ilustres de Indias», donde el capitán Lorenzo Martín arengaba a sus tropas muertas de hambre con sus «coplas redondillas repentinas».13 La cita viene a propósito de cuanto queda por hacer a la hora de rescatar las voces perdidas no solo en América sino en las «ínsulas extrañas» a las que se refería poéticamente San Juan de la Cruz y que surgieron de una geografía fantástica, vinculada al mundo clásico o a las novelas de caballerías; ya hablemos del Dorado, de California o de la Tierra de la Canela. En tales periplos, las voces de la oralidad y las palabras de la escritura conformaron un entrelazado de realidad y fantasía en el contacto vivo con otras lenguas y culturas. La circunvalación del español corrió así parejas con la circunvalación del mundo, dando lugar posteriormente a etimologías curiosas, como cuando, pars pro totum, el Diccionario de Autoridades, aseguró que Magallanes dio el nombre de patagones a los aborígenes de la costa atlántica sur por lo descomunal de sus pies. 14 En este y otros casos, los nombres son consecuencia de las cosas, pero también al revés, en un constante vaivén entre unos y otras.

La presencia de intérpretes en el viaje de Magallanes y Elcano no acabó ahí, como tampoco la conciencia de que se enfrentaban con otras lenguas, religiones y costumbres. Ya se tratara de Ceilán o de las Molucas, la imposición de cruces y la creación de un cementerio cristiano aparecieron como santo y señal frente a los ídolos paganos, probando que el imperativo religioso iba unido al político y al económico. No en vano, durante ese y otros periplos, los ídolos se destrozaron al grito de «¡Castilla! ¡Castilla!».

Por otro lado, los cambios en la toponimia fueron constantes, pues no solo se bautizaba a los nativos, sino a los lugares, montes e islas en los que surgía permanentemente la necesidad de intérpretes.15 También son frecuentes los cambios en la antroponimia, como cuando el rey Raia Humabon fue llamado Don Carlo «col nome dell Imperatore», según dice Pigafetta. 16

No me detendré en el islario del Pacífico y en las referencias al imperio chino, ni en la ya más ligera vuelta de Elcano por el Cabo de Buena Esperanza, pasando por Mozambique y Cabo Verde hasta llegar los dieciocho navegantes, la mayoría enfermos, en la nave Victoria, la única que regresó a Sanlúcar de Barrameda tras dar la vuelta a la tierra de levante a poniente. Allí fueron a visitar, descalzos y con un cirio en la mano, a Santa María de la Victoria y a Santa María de la Antigua. Se daba así término a un viaje en el que la orientalización de Sevilla y sus contactos con India, China y Japón irían in crescendo a lo largo del Siglo de Oro, haciéndose patentes hasta en el ajuar de sus casas.17 De aquella primera circunvalación, quedó la «Raccolta di vocaboli» de Pigafetta, quien insertaba en el italiano las voces que escucharon y tradujeron de distintos idiomas, gracias a los intérpretes, los navegantes españoles. 18

Una segunda cala en la Conquista de las islas Malucas, que Bartolomé Leonardo de Argensola publicó en 1609, donde este dio cuenta de las grandezas y miserias del viaje de Magallanes y Elcano, nos permitirá ampliar algo el horizonte trazado.19 Ese libro, joya de la historiografía, basado en numerosas fuentes y que pronto se tradujo a varios idiomas, ofreció un sinfín de datos sobre el entramado de las lenguas con la política, la religión, la economía y las costumbres de las islas del Pacífico. Por todo ello, más allá de la riqueza supuesta por el español de América y las lenguas amerindias, conviene considerar también otros viajes y descubrimientos posteriores a 1492.

En el relato argensolista, se repite no solo el enfrentamiento entre España y Portugal emanado de la bula Inter coetera de 1493 y del Tratado de Tordesillas en 1494, sino cuanto implicaron los viajes al Pacífico y el sometimiento político y religioso de numerosas islas.20 En ese largo camino y en otros posteriores, cobraron particular relieve los intérpretes, caso de la llegada de los españoles al Maluco, donde Bartolomé Leonardo destacó el ruego a uno de sus reyes para que dos de sus hijos volvieran de regreso con los navegantes a España, aprendieran la lengua española y, a su vuelta, hablaran de lo que allí hubieran visto.21

El alcance de esa simbiosis entre poder, lengua y religión, que Calderón mostraría años más tarde en El gran teatro del mundo (pronto traducido al nahual por el jesuita Bartolomé de Alva Ixtlilxóchitl), lo reflejó en 1615, desde una nueva perspectiva, Miguel de Cervantes en el Persiles. En esta obra, mostró la riqueza del plurilingüismo y de la traducción, dando constancia además de las cruces, rezos y enterramientos cristianos en las islas nevadas a las que curiosamente había hecho referencia anteriormente Bartolomé Leonardo en las islas orientales.22 La Conquista de las islas Malucas muestra claramente que lo que acontecía en el Atlántico y en el Pacífico afectaba no solo a España sino a toda Europa. Así ocurre con la referencia a los corsarios franceses y al corsario inglés Francis Drake, al que Lope dedicó su Dragontea, pues pasó por el estrecho de Magallanes hasta las Molucas, bautizando una de ellas como Nueva Albión.23 El afán porque la voz del Evangelio sonara en los confines de la tierra «hereje» se hacía sin duda en español, pero también, por otros motivos, en holandés o en inglés, como dice Bartolomé Leonardo.24

Los datos que este aporta en su Conquista muestran hasta qué punto el bautismo fue también palabra que dio nombre no solo a las personas, sino a las cosas y a los lugares, como cuando Pedro Sarmiento de Gamboa fundó la ciudad Nombre de Jesús en el hemisferio austral y tomó posesión de la isla de la Santísima Trinidad en el nombre de esta y en el de don Felipe, «rey de las Españas y sus Anejos». En esta última, tras el rezo de un Te Deum, fue apresado un indio «para que fuese lengua». 25 El hecho se repitió en otros lugares y tiempos, como cuando Pedro Fernández de Quirós bautizó en 1606 a Austrialia del Espíritu Santo.

Una mirada rápida sobre los nombres de los barcos que fueron a América o que recorrieron el Pacífico prueba a toda luz la presencia en ellos del santoral y hasta del catecismo a la hora de ser bautizados. Así lo confirma, por ejemplo, la representación de una monarquía católica y universal en los llamados Los Reyes y Todos los Santos con los que Álvaro de Saldaña partió del Perú en 1567.

Bartolomé Leonardo planteó su Conquista de las islas Malucas como la historia de una batalla constante entre cristianos y paganos en la que España «procuraba cerrar los pasos a los monstruos de la herejía».26 En ese sentido, cabe recordar que la palabra cristiana, en latín o en romance, se convirtió a veces en salmo, tanto en América como en las islas del Pacífico. Así lo prueban los Naufragios y Comentarios Cabeza de Vaca en La Florida y en el Río de la Plata.27. A Alvar Núñez le interesó sobremanera la Babel de lenguas de la América septentrional, al igual que a muchos otros descubridores o conquistadores. 28

A este respecto, me gustaría hacer hincapié en la importancia que las referencias a los diálogos, los sermones y otros testimonios orales pueden aportar al tema del español y otras lenguas en contacto, aunque, en muchos casos, no haya quedado rastro documental sobre la interlocución verbal.29 Los ejemplos sin embargo pueden ir deduciéndose de las crónicas, como el intercambio de nombres entre Juan Ponce de León y el cacique Agüeybana en la isla de Boriquén, luego llamada isla de San Juan. 30 Pues no se trataba solo de voces al viento, sino de palabras que necesitaban constatarse documentalmente. Cuando Bartolomé Lupercio de Argensola terminó su obra, recogió el testimonio de una traducción escrita del texto del rey de Ternate dirigido al rey de España, bien que hecho «no con humildad». Su firma, sin embargo, estaba en letras persas y ubicada fuera de lugar para la mentalidad occidental de las grafías, según dice el cronista y poeta aragonés.31

Sin entrar en el complejo entramado de las religiones, quisiera añadir unos breves apuntes sobre el papel que estas jugaron en la enseñanza del español. El tema es desbordante y bien conocido en América, pero también ocupa un lugar esencial en las islas del Pacífico, al igual que en África y otros lugares. Me refiero a la impronta de los jesuitas y de otras órdenes religiosas, sin las que, por cierto, no se entiende el itinerario inicial de Critilo y Andrenio en el El Criticón de Baltasar Gracián.32 El esfuerzo de los misioneros por aprender las lenguas nativas fue desde luego asombroso y constituye un capítulo fundamental en la historia del poliglotismo y de la traducción puestos al servicio del adoctrinamiento religioso.

Bartolomé Leonardo, que describe a los «chinas», reconoce que «aunque en el ministerio de la predicación evangélica se mezclen alguna vez la avaricia y otros excesos de nuestros capitanes y soldados», todo se justificaba por la «excelente razón de Estado» de «nuestros monarcas», hijos de la Iglesia, que querían llevar el Evangelio a Filipinas y que trataron de extenderlo por China, Japón y otros lugares. 33 No olvidemos, por otro lado, que la Historia del gran reino de la China, del agustino Juan González de Mendoza se publicó en 1580, mostrando las relaciones entre el imperio español y la dinastía Ming, ensanchando el interés que ofrecía el conocimiento del lejano oriente.34

Al lado, habría que situar a quienes viajaron por el interés suscitado hacia las Indias Orientales tras el viaje de Vasco de Gama en 1498 y precedido por otros como el que Ruy González de Clavijo, realizó en el siglo xv para visitar a Tamerlán. En ese itinerario, tuvieron un gran papel las embajadas a Persia, de cuyo trayecto inverso tenemos noticias curiosas gracias a las Relaciones de don Juan de Persia (Valladolid, Juan de Botillo, 1604). En ellas, contó su viaje a la corte de Valladolid, desde sus tierras de origen, pasando por Rusia, el centro de Europa y Roma, donde se convirtió al catolicismo, y luego por Barcelona y Zaragoza.35 En su recuento, aludió curiosamente a los viajes de Marco Polo y a la vuelta al mundo de Elcano, como si él mismo se integrara en un viaje de ida y vuelta entre Oriente y Occidente. Ello le permitió, en su caso, llegar a la ciudad papal junto a unos frailes portugueses, quedarse luego en España, casarse con una española y escribir un libro en castellano. Pero no me detendré en una vida tan curiosa como novelesca, sino en la edición facsímil de unos diccionarios orientales que habían permanecido manuscritos hasta el presente.

Me refiero a los manuscritos de los siglos xvi y xvii encontrados en bibliotecas de España, Filipinas y Alemania, que acaban de publicar Fabio Yuchung Lee y otros investigadores: El Dictionario Hispanico Sinicum, el Arte de la Lengua chio chiu y otros manuscritos chinos de Filipinas.36 Todos ellos contienen miles de vocablos en dialecto hakka, muchos de ellos en fonética china y española, y constituyen un auténtico hito filológico respecto a las relaciones del español con los habitantes de Filipinas. Su estudio servirá para el conocimiento del vocabulario chino-español y de dicho dialecto en la época de los descubrimientos, así como para el de la impronta de las órdenes religiosas españolas a la hora de enseñar su lengua a las aborígenes. 37

El Dictionario Hispanico Sinicum, escrito por dominicos de Manila, incluye numerosos términos relacionados con la vida familiar de los chinos en ese y otros lugares de Asia, así como sobre su actividad marinera en la primera mitad del siglo xvii. Lleva un índice de materias, frases y conceptos, y merecería estudios especializados, pues no solo presenta un vocabulario del chino, sino del español practicado por los dominicos misioneros españoles de la primera mitad del siglo xvii en Manila. Valga el ejemplo de la definición de corona o de la palabra Dios, que aparece en mayúsculas, remarcada y orlada, con el sobrescrito: «Dios está en todas partes».38 Y era sin duda ese Dios, en español, el que había llegado a esas islas, según ahora se dice, para quedarse. Se trata además de la primera gramática del dialecto hakka compuesta por europeos y de su relación con la española, lo que supone la primera romanización de ese dialecto y del mandarín en caracteres españoles. Ilustrado con refranes y proverbios, sus definiciones léxicas y sus observaciones configuran además todo un capítulo para la historia de las mentalidades.

En cuanto al Arte de la lengua chio chiu, «Para el uso de fr. Raimundo Feijoó de la orden de Predicadores», empieza diciendo que «La lengua común del Reino de la china es la lengua mandarina», pero que la chio chiu es distinta. En el amplio vocabulario de este dominico, hay no sólo traducciones al español sino observaciones fonéticas, gramaticales y de todo tipo, pues incluso habla de declinaciones. Fray Raimundo ofrece además un análisis gramatical del dialecto hakka, ya mencionado, en paralelo con el del español de la época, añadiendo datos sobre la pronunciación, así como sobre el uso de pronombres, verbos, adverbios, números, etc.

Como señaló Henning Klóter, los jesuitas elaboraron diccionarios chinos basados en el mandarín culto, pero otras órdenes religiosas se dedicaron al dialecto chino hakka del sudeste asiático, sobre todo en Filipinas. En ese afán por hacer diccionarios de las lenguas asiáticas, los religiosos españoles tuvieron como base el Vocabulario de romance en latín (1495) de Nebrija, al igual que hicieron los misioneros de América, como muestra el Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y castellana de Alonso de Medina, publicado entre 1555 y 1571.39

Los jesuitas rivalizaron en la prédica del Evangelio y en el uso del chino y de sus dialectos con otras órdenes religiosas. No en vano, en el colegio de Cebú, había padres españoles, portugueses, chinos, bisayas, tagalos y de otras naciones que enseñaron el chino.40 Nada nuevo, en definitiva, bajo el sol de Oriente, si nos atenemos a la larga relación entre hidalgos y samuráis –por decirlo con palabras de Juan Gil– desde el Renacimiento, y que siempre tuvo detrás la rivalidad entre Portugal y España en el Nuevo Oriente.41

Claro que tampoco debemos olvidar la presencia de japoneses en México y el viaje de Hasekura, embajador del Japón, junto al franciscano Luis Sotelo, a Roma, pasando por Acapulco, Sevilla, Madrid, Zaragoza y Barcelona entre 1613 y 1615, justo en los años en los que Cervantes iba culminando el Persiles.42 Téngase en cuenta que, en Coria del Río, el séquito de Hasekura echó raíces japonesas que llegan hasta nuestros días. El bautizo de este embajador japonés, que recibió el nombre de Felipe Francisco en las Descalzas Reales de Madrid ante Felipe III, y fue apadrinado por el duque de Lerma y la Condesa de Barajas. Todo ello abrió camino a un programa de evangelización plagado de referentes lingüísticos y culturales, que culminaría en la ciudad papal.43 Pero antes de llegar a Roma, visitarían, él y su séquito, la Universidad de Alcalá y luego serían recibidos por el virrey de Aragón, Diego Pimentel, que los acompañó al Pilar de Zaragoza. No dejarían de visitar después, camino de Barcelona, a la Virgen de Montserrat, marcando el paso de un periplo ascendente que culminaría, como el Persiles cervantino y El Criticón de Gracián, en la ciudad de Dios.

El itinerario llevado a cabo por Hasekura, de Oriente a Occidente, ofrece no pocos paralelismos con el peregrinaje de Periandro y Auristela, pero Cervantes lo situó en la coordenada occidental norte-sur, ya que estos llegaron a Roma desde el bárbaro norte europeo, tras un azaroso viaje por las islas del Atlántico, Portugal, España y Francia.44 Años después, el jesuita Baltasar Gracián cambiaría sin embargo las tornas haciendo que el viaje de Andrenio y Critilo se pareciera mucho al tornaviaje de tantos españoles, y, entre ellos, muchos jesuitas de origen español y portugués, que volvían desde la India hasta España o Portugal bordeando las costas africanas y desembarcando en Sevilla o en Lisboa. Tanto en Cervantes como en Gracián, esa entrada en Europa simbolizaría todo un rumbo cristiano que se coronaría, tras un viaje interior, en la caput mundi representada por Roma, lo que supondría un paso previo para llegar a la felicidad, en el caso de Cervantes, y a la inmortalidad en el de Gracián. 45

Por otro lado, no olvidemos la impronta religiosa que todos esos viajes a Oriente supusieron en España; patente en obras narrativas, poéticas y teatrales como el Triunfo de la Fe en los reinos del Japón de Lope de Vega, publicado en 1618; una obra de encargo por parte de los dominicos en la que dio cuenta de los mártires en esas tierras.46 Aparte habría que considerar las noticias propagandísticas llegadas desde Oriente a través de las cartas de los jesuitas y otras órdenes mendicantes con las que aquellos entraron en liza, así como de los sucesos que algunos pliegos sueltos difundían por doquier.

El gran salto actual del español en China, donde sesenta millones de bachilleres lo pueden elegir como asignatura optativa, tuvo sus antecedentes; y no solo en el prólogo de Cervantes a la segunda parte del Quijote, donde profetizó su éxito.47 En ese y otros sentidos, conviene que nuestra mirada a Oriente circunnavegue los textos del pasado para entender mejor el presente y lo que nos depare el futuro. Sobre todo, en lo que atañe a la riqueza de la traducción, marca mayor de cualquier lengua que se precie, como la que supuso en 1613-5 la embajada de Idate Masamune al papa Paulo V, contada a través de su intérprete Escipión Amati.48

No hará falta remitir a Eugenio Garin para suscribir que el Humanismo y los descubrimientos fueron de la mano, siendo también parte de la larga historia de la Filología.49 Todos ellos constituyen un minero para el diálogo entre culturas, lo que equivale a un diálogo permanente entre las lenguas; y no solo en el sentido religioso que imprimiera Erasmo en su tratado De lingua, sino en el más humano que Cervantes plasmó a las mil maravillas en el Persiles, donde además dio un nuevo sentido a la dignidad de todo ser humano, incluida la de los supuestos salvajes.

Pero volviendo al presente, diré que se nos llena la boca con los datos que propicia anualmente el Instituto Cervantes, en un imparable ascenso de una lengua viva que crece año a año, habiendo alcanzado los 577 millones en 2018, y que, a efectos económicos, ocupa el tercer puesto en el PIB mundial, siendo la tercera lengua en Internet y la segunda en las redes sociales.50 Ver dibujado el español en los mapas actuales muestra precisamente esa circunvalación lingüística del mundo que comenzó hace más de cinco siglos.51 Se trata de un rodeo que, si no puede ser totalmente global, por las limitaciones geográficas y económicas, puede sin embargo completarse gracias a la traducción a otras lenguas. Y, en ese ámbito, habría que intensificar la traducción de la literatura en español porque ello contribuiría a transformar el canon anglosajón en el que nos movemos, así como la superación de los desafíos que imponen las nuevas tecnologías y la internacionalización en la red.52 Sin duda es mucho lo que queda por hacer, sobre todo en el ámbito científico y en los usos del español en los centros de poder.

En el marco actual de las identidades, cuya búsqueda parece ir en dirección opuesta a la ecuación igualitaria de la globalización, es evidente, que la de las lenguas, como ha dicho Inés Fernández-Ordóñez, es vital.53 Los límites culturales en la globalización son, no obstante, complejos, pero conviene echar la vista atrás para comprender hasta qué punto y más allá del espacio virtual en el que nos movemos, los problemas de la universalidad del español ya se plantearon hace siglos. 54

El asunto requiere sin duda nuevos planteamientos, aunque ya los anteriores «CILES» los tuvieran en cuenta, como ocurrió en el celebrado en Argentina en 2006, donde Pedro Luis Barcia habló de la «calida iunctura» supuesta por los términos «Identidad Lingüística y Globalización».55 Más allá de los problemas evidentes que ello conlleva, Barcia recordaba las fuerzas centrífugas y centrípetas que conforman un español que crece considerablemente y cuya globalización se hace equivalente a universalización, señalando que la lengua es la «patria portátil del hombre» y la ciudad última que preserva lo propio. A su juicio, la identidad lingüística se configura más allá de la fosilización del monolingüismo, abriéndose a la comunicación.56 Y, en ese camino, la traducción ocupa un papel nodular en el español, que traduce y se traduce oralmente y por escrito.57 Fomentar esa parcela comunicativa es tarea que a todos nos atañe, tanto en el campo económico y político como en el científico y educativo.

No hará falta al respecto recordar la correspondencia entre Unamuno y Arturo Capdevila Igarzábal, cuando este escritor cordobés publicó Babel y el castellano, donde apelaba al diálogo de las lenguas y a un «imperio espiritual» por virtud del cual, gentes de distintos países y climas, separadas por el océano inmenso, anulaban las diferencias y terminaban por ser miembros de una gran familia.58

«Nuestra lengua en ambos mundos», tal como la situó Ángel Rosenblat, es una construcción de siglos que afortunadamente no se ha derrumbado como la Torre de Babel, gracias precisamente a la unidad que, en su diversidad, ha mantenido a lo largo de los siglos.59 Las coordenadas entre lo uno y lo vario se han ido formulando a lo largo de los siglos no sólo por los hablantes, sino por filólogos y escritores, como Alfonso Reyes, Mariano Picón-Salas o Jorge Luis Borges, porque el ideal de unidad genera, a juicio de Rosenblat, la universalidad hispánica, y, en esa empresa, «pueden participar y competir todos los países de lengua española sin restricciones ni favoritismos». Hablamos, en definitiva, de una lengua cuya partitura se puede interpretar con muchos tonos, acentos y matices.

Por todo ello, conviene apelar a ese «afán de universalidad» al que remitía Amado Alonso a propósito de la lengua literaria. Para él, como para fray Luis de León, Fernando de Herrera o Rubén Darío, la variedad no era símbolo de escisión, sino hermandad de estilos. 60 De unos estilos que a lo largo de los siglos han convertido la literatura en español en literatura universal. Como decía Baltasar Gracián, «las lenguas son las llaves del mundo», y el español ha abierto, abre y abrirá muchas puertas con sus voces y con sus letras.


  1. Este artículo se presentó de forma abreviada en el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Córdoba (Argentina) los días 27-30 de marzo de 2019. En la mesa sobre «El español, lengua universal», presidida por Gonzalo Celorio y coordinada por quien esto suscribe, intervinieron Trevor Dadson, María Teresa Fernández de la Vega, José Luis Moure y Luisa Valenzuela. La forma abreviada apareció en la página web de la Real Academia Española.

  2. Según los datos del CORPES, que me ha facilitado Silvia Fernández, del ILEX, a 5 marzo de 2018, hay 5 336 casos en 2 396 documentos para globalización. Sobre el tema, véase nuestro libro Por el gusto de leer a Cervantes, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2018, pp. 491 ss., y, en particular, A. Sasot, «El proceso de globalización», Historia universal. Fin de siglo. Las claves del siglo xxi, Madrid, Salvat, 2004, pp. 165-216.

  3. «Circunvalar. cercar, ceñir alguna cosa al rededor. Lat. Vallo muniere. Circumvallare. OLIVAR. Mem. Lib. 1. pl. 11. Les ciñó las cabézas con tal insignia en forma rotunda, demostrando que havia de cirumvalar en aquella forma con las armas toda la tierra», Diccionario de Autoridades ii (1789). Delfín Ortega, «Palabra, imagen y símbolo en el Nuevo Mundo: De las “imágenes memorativas de fray Diego Valadés (1579) a la emblemática política de Guamán Poma de Ayala (1615)», Nova tellus, vol. 27, 2, México, nov. 2009, plantea el eurocentrismo de la otredad en Valadés y en la cosmovisión de Guamán, basada en la retórica clásica de lugares e imágenes, aspecto que conviene tener en cuenta a la hora de analizar los símbolos generados en el Nuevo Mundo. A raíz del descubrimiento y de la circunvalación de Magallanes y Elcano, proliferó la manufactura de globos terráqueos y mapamundis cono los de Johan Waldseemüller, Francesco Rosselli y Mercator, entre otros. España tuvo preferencia por los mapas, pero no olvidemos el uso de globos en el teatro, como señalamos en El gran teatro de Calderón: personajes, temas, escenografía, Kassel, Reichenberger, 1995, cap. 1. Y véase Eva Rodríguez García, «Los reyes que dominaron el mundo: imagen simbólica del globo terráqueo en el teatro de Lope de Vega y su época», El universo simbólico del poder en el siglo de Oro, Madrid, Insúa, 2012, pp. 219-239, donde la esfera se vincula a la victoria y al poder.

  4. Véase la introducción de Juan Gil en El libro de Marco Polo anotado por Cristóbal Colón y El libro de Marco Polo versión de Rodrigo de Santaella, Madrid, Alianza, 1987, p. 987. En ambos textos, las alusiones a la religión cristiana, a la señal de la cruz y a los judíos y sarracenos son constantes, sin que falten al reclamo las referencias lingüísticas, como la relativa a la «lengua de persianos».

  5. Según Eva Rodríguez García, art. cit., la medalla que Felipe II ostentó en 1580 rezaba: «Non sufficit orbis». También Felipe III y Felipe IV ostentaron alegorías circulares vinculadas a la Religión, a España y a América. Y véase M. Winner, «The Orb as the Symbol of the State», Iconography, Propaganda, and Legitimation: The Origins of the Modern State in Europe, ed. de A. Ellems, Oxford, Clarendon Press, 1998, pp. 63-86.

  6. «Carta a la reina», Documentos colombinos en el Archivo General de Simancas, ed. de Juan Gil y Consuelo Varela, Madrid, Taberna Libraria, 2006, p. 17.

  7. Seguiré la ed. de Carlo Amoretti: Primo viaggio intorno al globo terraqueo Ragguaglio della navigazione alle Indie Orientali per la via d’Occidente fatta dal cavaliere Antonio Pigafetta Patrizio Vicentino Sulla Squadra del Capit. Magaglianes negli anni 1519-1522, Milano, Stamperia di Giuseppe Galeazzi, 1800. Y véase también Il viaggio fatto da gli spagnuoli a torno a’l mondo (1536) de Antonio Pigafetta (BNE R/1179). Hubo también un relato de Massimiliano Transalvano, publicado en 1523, que entrevistó a los supervivientes del viaje. Para los viajes a la Especiería, véase en particular Juan Gil, Mitos y utopías del Descubrimiento. 2. El Pacífico, Madrid, Athenaica, 1984, pp. 35ss.

  8. Jaroslava Maresova, «Hacia la novela: relaciones de naufragios en el siglo xvi», Aspectos actuales del Hispanismo mundial. Literatura-Cultura-Lengua, ed. de Ch. Strosetzski, Berlin, De Gruyter, 2018, vol. i, pp.324-335, donde analiza la Peregrinaçao de Mendes Pinto y los Infortunios de Alonso Ramírez de Carlos de Sigüenza y Góngora a la luz del género de las relaciones de naufragios en el siglo xvi, siendo más numerosas y pesimistas las portuguesas.

  9. Sobre la religiosidad de los viajes colombinos, Juan Gil, Mitos y utopías del Descubrimiento. Colón y su tiempo, Sevilla, Athenaica, 1989, vol. i, cap. vii. Y véase, Ib., pp.284s, sobre la Translatio imperii, translatio ecclesiae, y el vol. ii, El Pacífico, p. 31, para el visionario cristiano Magallanes.

  10. Juan Gil, Mitos y utopías…, vol. 2, p. 85, sobre los nombres de las galeras de Legazpi (San Juan, San Pedro, San Pablo, etc.). Y véase ahora, del mismo Juan Gil, su estudio Legazpi y el tornaviaje. Navegantes olvidados por el Pacífico norte, Madrid, Biblioteca Castro, 2019, donde recoge numerosos textos sobre la navegación de Legazpi, Andrés de Urdaneta, Alonso de Arellano y otros en el siglo xvi.

  11. Véase Calderón de la Barca, La torre de Babilonia, ed. de Valentina Nider, Kassel, Reichenberger, 2007, p. 6. Así lo recogieron Polidoro Virgilio y Pedro Mejía en la Silva de varia lección. El gigante simbolzió la confusión en Cesare Ripa, y, en general, la lucha contra la herejía y los salvajes. Para Calderón, Babel «quiere decir junta de lenguas». Sobre ello, nuestro estudio, El diálogo de las lenguas y Miguel de Cervantes, Zaragoza, PUZ, 2019. Y véase Paolo Fabbri, «Elogio de Babel», RdeOc, marzo, 1994, contra la utopía de una lengua universal.

  12. Véase Juan Gil, La India y el lejano Oriente…, pp. 375ss. y 422, donde se ve el asombro mutuo entre bonzos y franciscanos por sus costumbres dispares. Son datos del Dialogus latino: Diálogo sobre la embajada de los japoneses a la curia romana y sobre las cosas vistas en Europa y en todo el viaje (Macao, 1590), publicado «Ad maiorem Dei gloria».

  13. Homenaje al Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas «Dr. Amado Alonso» en su cincuentenario. 1923-1973, Buenos Aires, 1975, pp. 210-220. Agradezco a José Manuel Blecua que me llamara la atención sobre este precioso artículo de María Rosa Lida.

  14. Así lo recogió, según Lida, art. cit., el Diccionario de Autoridades, basándose en el susodicho Diario de Pigafetta. Este insistió en su alta estatura, pero no en el tamaño del pie, por lo que la ilustre filóloga habla de las etimologías exóticas y de la importancia de las lecturas previas que alimentaron el imaginario de los conquistadores.

  15. Pigafetta, opus cit., pp. 67, 68, 86, 102 passim. Respecto a las cruces, los navegantes llegan a ver una de cinco estrellas en el mar, p. 47. Se alzan con una cruz en p. 69 y aparece un cementerio cristiano en p. 83. Hablan de la protección de la Virgen, p. 47, y de toda una serie de referentes religiosos que también nutrieron los viajes de Colón, como es bien sabido. Sobre el tema, Francisco Campos M., Cruces del extremo austral americano, Buenos Aires, 1981.

  16. También ponen al príncipe nativo el nombre de Fernando, el hermano del emperador. Y cambian el de su reina por el de la reina doña Juana, o el de un mercader al que bautizan como Cristóforo. El juramento al rey de España iba unido a todo ello, aunque no todas las islas se les sometieron.

  17. Juan Gil, Mitos y utopías. 2, pp. 41 ss., sitúa en el siglo xviii la quimera de los descubrimientos en el Pacífico. A su juicio, p. xii, estos, como los del Atlántico, entroncaron con las creencias de la Antigüedad Tardía, todavía vivas en la Edad Media. Cuestión aparte es la de la ruta de los Reyes Magos, pp. 493ss. Y véase, del mismo autor, La India y el Lejano Oriente en la Sevilla del Siglo de Oro, Sevilla, NODO- ICAS, 2001.

  18. Pigafetta, opus cit., pp. 185 ss., constata la necesidad de intérpretes en los barcos de la época. Magallanes buscó a Giovanni Carvaglio, que había pasado años en Brasil y al que acompañó el esclavo Enrico, natural de Sumatra. Pigafetta, no obstante, se limitó a recoger solamente algunos vocablos, como los que le enseñó el gigante patagón.

  19. Bartolomé Leonardo de Argensola, Conquista de las Islas Malucas, Madrid, Polifemo 2009. La obra se publicó en Madrid, por Alonso Martín, 1609, e iba dedicada a Felipe III. Y véase Omar Sanz Burgos, “Referencias a la evangelización en Conquista de las islas Molucas, en Álex Gómez Romero, ed., Horizontes compartidos. Conversiones, mitos y fundaciones en el Nuevo Mundo, Barcelona, CECE- UAB, 2018, pp. 233ss.

  20. Véase la Conquista, pp. 28ss., sobre las expediciones posteriores a la de Magallanes y sobre la definición del árbol triste portugués: en canarín, parizacato; en malayo, singadi; en árabe, quer; en persa y turco, gul, etc. Lupercio Leonardo dedica también un capítulo a la etimología y definición de clavo o garofe, de garyofilos. La Conquista da también abundantes señales sobre los cambios en la toponimia, p. 19, confrontando la antigua con la impuesta por los españoles.

  21. En el Maluco, se harán entender con el rey por terceros, Ib., p. 15.

  22. Conquista, pp. 74 y 119. Esta y otras expediciones hicieron proliferar la publicación de islarios, como el Islario general de todas las islas del mundo. Manuscrito de Alonso de Santa Cruz, en la BNE: RES/ 38. Y véase el Mss/ 3104, Libro nombrado regimiento de la navegación de las Indias occidentales, de Juan Escalante de Mendoza y véase Aurora Egido, El diálogo de las lenguas, cap. 5.

  23. Conquista. p. 124. Se trataba de una guerra de cruces, impuestas por distintas naciones en las islas descubiertas, y de escudos de armas.

  24. Ib., p. 354.

  25. Ib., pp. 108-9 y 112.

  26. Ib., p. 121.

  27. Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios y Comentarios (Relación de su aventura por la Florida y el río de la Plata), ed. de Juan Gil, Madrid, Turner, 2018, p. xxviii, recoge numerosos usos del latín, lo que se repite en casi todos los documentos del Siglo de Oro en español sobre el tema que nos ocupa.

  28. Ib., pp. lxxxvi, aunque Núñez no dejara muestras escritas, como Pigafetta y otros, mostrando escasos ejemplos en su obra.

  29. Pongo, por caso, en la Historia de la embajada de Idate Masamune al Papa Paulo V (1613-1615) por el doctor Escipión Amati…, ed. de José Koichi Oizumi y Juan Gil, Sevilla, Doce Calles, 2011, cap. vi, a la que volveremos, donde se habla de los sermones del padre Sotelo al rey del Japón sobre el catecismo, y del que se desprenden múltiples conversaciones, pp. 57ss. El discurso de Sotelo en japonés fue tan convincente, que el rey de Voxu se convirtió al cristianismo instando a que todo su reino lo hiciera. El periplo configura toda una peregrinatio vinculada a los templos marianos (El Pilar, Montserrat, etc.,) hasta llegar a Roma, parejo, en el ámbito español, a la de Lope en El Peregrino en su patria por los templos españoles y sobre todo a la de los peregrinos de Cervantes en el Persiles más allá de la península, pasando por Francia y el norte de Italia hasta llegar a Roma.

  30. Juan Gil, Juan Ponce de León. El Adelantado de la Florida, Madrid, Gráficas FM, 2014, p. 15, señala la costumbre de trocar nombres entre españoles e índicos en señal de amistad. A un indio se le tomó para que «aprendiese la lengua».

  31. «En esta carta de mano ajena y en lengua española. Dándosela a firmar, el Rey volvió el papel de alto para abajo y en la media plana escribió su nombre en letras persas, creyendo que firmaba en el principio de la carta como acostumbraban los príncipes de aquellas provincias», en Conquista, p. 354. Sobre el periplo oriental de los protagonistas gracianos y San Francisco Javier, véase nuestro estudio La búsqueda de la inmortalidad en las obras de Baltasar Gracián, Madrid, RAE, 2014.

  32. Lupercio Leonardo de Argensola ofrece en su Conquista, p. 174, una carta traducida del portugués que había escrito el jesuita Antonio Marta. Habla también de bárbaros y de ceremonias bárbaras en pp. 227 y 334; tema que retomaría a nueva luz Cervantes en el Persiles.

  33. Conquista, p. 150.

  34. Sobre ello, véase la documentada tesis doctoral de Diego Sola García, La formación de un paradigma de Oriente en la Europa moderna: la «Historia del Gran Reino de la China» de Juan González de Mendoza. Barcelona, Universitat de Barcelona, 2015, quien parte del concepto de monarquía universal, aspecto que también planteamos en nuestro libro Por el gusto de leer a Cervantes, cit., relativo a la universalidad que buscó el autor del Persiles.

  35. José Francisco Cutillas, «Las Relaciones de don Juan de Persia: una imagen exótica de Persia narrada por un musulmán shií convertido al cristianismo a principios del siglo xvii», Sharq-al-Andalus, 16-7, 1999-2002, pp. 211-225. Y véase Juan Gil, «Tras las huellas de don Juan de Persia y otros persas», Silva: Estudios de humanismo y tradición clásica, 2, 2003, pp. 11-130.

  36. Hokkien Spanish Historical Document , vol. i, ii y iii: Dictionario Hispanico Sinicum, Arte de la Lengua Chio Chiu, ed. por Fabio Yuchung Lee, Tsung-jen, ed. de Fabio Yuchung Lee, Tsung-jen, Regalado T. José, José Caño y Ortigosa, con la colaboración de Chinfa Lien y Luisa Shu-Yung Chang, National Tsing Hna University Press, 2018. Luisa Shu-Yung Chang nos confirma que el dialecto hakka se habla en el sur de China y tiene a su vez subdialectos. El término está ausente en nuestros diccionarios.

  37. Para el tema, nuevamente es Juan Gil quien ofrece un estudio impagable a partir de la figura de Miguel López Legazpi, en Los chinos en Manila. Siglos xvi y xvii, Lisboa, Centro Cientifico e Cultural de Macau, 2011. Y véanse pp. 125ss y 132ss., sobre las misiones dominicas y jesuíticas desde 1585 y 1587.

  38. El manuscrito es de la biblioteca del Real Colegio de Santo Tomás de Manila y lleva un índice alfabético de materias, frases y conceptos en grafía española, con referencias conceptuales y gramaticales, pues cada palabra se desglosa. Así corcoba, en corbado; cordel, en cordel de carpintero, cordel del anzuelo, etc.; corona, en corona real, corona o tocado de mujeres, coronilla de la cabeça; coronica, coronica de china; y lo mismo en descubrir, sacar a luz; y luego: descubrir el secreto, descubrir «a sí mesmo», descubrir la cortina, descubrir «faltas agenas», descubrir por indicios, descubrir sus pecados con verdad; descubrir, publicar; o zelos, zelar, zelos entre la mujer y concubina, etc.

  39. Véase, en la red, el estudio de Henning Klöter, «The earliest hokkien dictionaries», Lingüística Misionera IV. Lexicography, pp. 303ss., donde menciona el Arte y Vocabulario de la lengua china de Martín de Rada. Diego Sola, en esa misma obra, recuerda el libro de Antonio de León Pinelo, Epítome de la biblioteca occidental y oriental náutica y geográfica, publicada en 1629, que muestra la amplitud de las relaciones entre ambos mundos.

  40. Juan Gil, Los chinos en Manila, p. 133, señala en p. 170, cómo muchos de los españoles hablaban chino primorosamente.

  41. Juan Gil, Hidalgos y samuráis. España y Japón en los siglos xvi y xvii, Madrid, Alianza, 1991, pp. 21-5, analiza al detalle la importancia de las órdenes religiosas en las Filipinas y en el Japón.

  42. Juan Gil, Ib., cap. v. Para el políglota franciscano, natural de Sevilla, Fray Luis Sotelo y sus relaciones con el emperador del Japón, pp. 390ss. Y véase la Historia de la embajada de Idate Masamune al Papa Paulo V (1613-1615) por el doctor Escipión Amati…, ed. de José Koichi Oizumi y Juan Gil, Sevilla, Doce Calles, 2011, pp. 137ss. Gil remite a la obra de Antonio de Morga, Sucesos de las islas Filipinas, obra publicada en Méjico año de 1609, nuevamente sacada a luz y anotada por José Rizal, París, 1890.

  43. Véase por extenso María Lara y Laura Lara, Ignacio y la Compañía: Del castillo a la misión, Madrid, Edaf, 2015.

  44. Sobre el viaje de vuelta, Juan Gil, Historia de la embajada, p. 413. Algunos de los japoneses se quedaron en Sevilla, p. 424. La Relación del viaje de Diego de Santa Catalina aporta numerosos datos sobre la azarosa vida de los franciscanos en Japón.

  45. Aurora Egido, En el camino de Roma. Cervantes y Gracián ante la novela bizantina, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 2005; y La búsqueda de la inmortalidad en las obras de Baltasar Gracián, Madrid, RAE, 2014. Robert Goodwin ha expresado esa idea de centralidad en España, centro del mundo. 1519-1682, Madrid, La esfera de los libros, 2016.

  46. Madrid, Viuda de Alonso Martín de Balboa, 1618. Y véase Gonález-Barrera, «Un fénix para los años de hierro. Lope de Vega y la orden de los dominicos», Hispania Sacra lxix, 139, enero junio, 2017, pp. 233-245; A. Cabezas, El siglo ibérico del Japón, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1995; y el Epítome historial del reino de la China (Madrid, Andrés de Parra, 1620) de Herrera Maldonado. En lo relativo a Oriente, la bibliografía es desbordante. Véase, por caso, Jorge Cruz, Fuentes de los siglos xvi y xvii para la construcción de la imagen de la India en España, Universidad de Salamanca, 2012., o Ernesto de Laurentis, Evangelización y prestigio. Primeros encuentros entre España y Corea, Madrid, Verbum, 2008.

  47. «El gran salto del español en China», en la portada de Archiletras, n.º 2, enero- marzo de 2019, que considera a China el nuevo El Dorado de la expansión de nuestro idioma, con 577 millones de hablantes, o sea, el 7´6% de la población mundial. Y véase también el artículo de Alfonso C. Cobo sobre el español en el Sahara Occidental, pp. 23ss., con abundante información sobre el español en esa parte de África, siendo lengua presente desde la época de los Reyes Católicos.

  48. Historia de la embajada de Idate Masamune al Papa Paulo V (1613-1615), ed. cit.

  49. Aurora Egido, «Descubrimientos y Humanismo: el almirante Pedro Porter de Casanate», Edad de Oro, 10, 1991, pp. 71-86.

  50. Véanse, en El español en el mundo. Anuario del Instituto Cervantes 2018, Madrid, I.C.- BOE, 2018, los artículos de David Fernández Vítores y otros, como el de Inmaculada González Puy sobre el incremento del español en China desde 1952, o el de Carlos Madrid sobre el descenso del español en Filipinas. Para J. Estefanía, Hij@, qué es la globalización? La primera revolución del siglo xxi, Madrid, Santillana, 2002, pp. 28ss., dicho tema es algo más que un fenómeno económico. Cuestión aparte es, como decimos, el escaso uso del español en algunos ámbitos, según señala S. Gili Gaya, «El lenguaje de la ciencia y de la técnica», Presente y futuro de la lengua española ii, Madrid, OFINES, 1963, pp. 269-276.

  51. Francisco Moreno Fernández, El español en el mundo, cit., pp. 99 y 122, dice que, si este no puede ser global por la limitación geográfica y la precariedad de su economía, «sí ha de ser una lengua relevante para la globalidad mundial». Y véase el trabajo de Emilio Lamo de Espinosa, Ángel Badillo y Carlos Malamud, «Industrias, políticas y públicas y redes, la circulación mundial de la cultura en español», quienes ahondan en el tema de la unidad y la diversidad. Sobre el mapa mundial de la lengua española, Ignacio Olmos, El español en el mundo, p.278. Para las cifras del español en relación con otras lenguas, véase David Fernández Vítores, «El idioma español crece y se multiplica», Más de 555 millones podemos leer este libro sin traducción. La fuerza del español y cómo defenderla, Madrid, Random House, 2018, pp. 71ss.

  52. Aurora Egido, «Arte de tañer fantasía: hacia el horizonte común del hispanismo», en La question du lecteur. xxxie. Congrès de la Société des Hispanistes Français, Mai, 2003, Marne-la-Vallée, PUM, 2003; y el volumen Mapa del Hispanismo, coord. por A. Egido, Madrid, Boletín de la Fundación Federico García Lorca, 33-34, 2004. Y véase ahora Jesús Montoya Juárez y Ángel Esteban, eds., Imágenes de la tecnología y la globalización en las narrativas hispánicas, Madrid, Vervuert, 2013. Otro aspecto fundamental es, sin duda, el económico, pues el español supone en España un 15% del PIB, según J. L. García et alii, El español, Lengua global. La economía, Madrid, IC-Fundación Telefónica. Santillana, 2010, quienes abogan por la internacionalización empresarial de los países que hablan español. Para las nuevas tecnologías, véase Neologismos y sociedad del conocimiento. Funciones de la lengua en la era de la globalización, coord. por Ramón Sarmiento y Fernando Vilches, Madrid, Ariel, 2007.

  53. «Ocho siglos de historia», en Más de 555 millones podemos leer este libro, pp.25ss. Santiago Muñoz Machado «La lengua por derecho», Ib., pp. 39ss. y 65ss., ha hecho hincapié en la expansión del castellano en América gracias al Derecho, particularmente a partir de la independencia de las repúblicas; teoría expuesta anteriormente en Hablamos la misma lengua, Barcelona, Crítica, 2017.

  54. Para una perspectiva actual, Jorge Urrutia Gómez, «Sobre los límites culturales en la globalización», La generosidad y la palabra, estudios dedicados al profesor Jesús Sánchez Lobato, Madrid, 2017, pp. 381-393, donde plantea el afán de aligerar las fronteras y borrar los límites administrativos cara a la construcción de una cultura global.

  55. Actas del III Congreso Internacional de la Lengua Española, Pedro Luis Barcia, coord., Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 2000. Barcia se refirió a los trabajos llevados a cabo en relación con el tema por parte de la RAE y de la ASALE.

  56. Francisco Marcos Marín, «En busca de la identidad», Neologismos y sociedad del conocimiento. Funciones de la lengua en la era de la globalización, coord. por R. Sarmiento y F. Vilches, Madrid, Ariel, 2007, pp. 343ss. Y véase el prólogo de Álex Gómez Romero, Horizontes compartidos. Conversiones, mitos y fundaciones en el Nuevo Mundo, cit., donde aboga por el hibridismo cultural entre continentes a nivel planetario, dando pie a los estudios de Trinidad Barrera y otros sobre la complejidad cultural de las dos orillas, entre las que se establecieron lazos invisibles de todo tipo.

  57. Julio Ortega, «La traducción en español: contacto lingüístico y diálogo literario», Ib., p. 279. Aparte habría que considerar la globalización de las editoriales en español. Véase Alejandra Falcón, «Un español sin patria ninguna: el idioma de los libros en tiempos de auge editorial», IX Congreso Argentino de Hispanistas. «El Hispanismo ante el Bicentenario», La Plata, 27-30 de abril de 2010, http://ixcah.fahce.unlp.edu.ar.

  58. Arturo Capdevila, Babel y el castellano, Buenos Aires, Cabant & Cia, 1929, pp. 43 y 81, creyó que el mundo hispánico era ya «todo entero una ubicua vecindad», y que América era «una gran soledad», «una unidad desecha», «una confederación de soledades». Él se sentía orgulloso de que el pueblo argentino hablara un idioma de extensión universal. El poema de Unamuno se tituló «Al recibir Babel y el castellano de Arturo Capdevila». Jesús Sánchez Lobato, «La lengua española en busca del sobresaliente», Más de 555 millones…, cit., pp. 109ss., se acerca bastante a las ideas de Capdevila, Alvar y otros, al opinar que no cree posible la fragmentación lingüística del español vaticinada en el siglo xix, partiendo de la existencia de una koiné diversa, pero más o menos común a todos los pueblos de habla hispana.

  59. Ángel Rosenblat, El castellano de España y el castellano de América. Unidad y diferenciación, ed. de Francisco Javier Pérez, Madrid, ASALE, 2018, opinó que la diversidad era el sino de la lengua y rasgo fundamental del español, p. 70. Y véase el estudio de Manuel Alvar, El español de las dos orillas, Madrid, Mapfre, 1991, p.4, donde habló de una lengua pluricéntrica en la que la unidad y la variedad se integran.

  60. Amado Alonso, El problema argentino de la lengua, ed. de Pablo Caballero, Madrid, ASALE, 2018, pp. 76ss. Y véanse las opiniones de su discípulo Marcos A. Morínigo, Dos perspectivas americanas, ed. de José Manuel Blecua Perdices, Madrid, ASALE, 2018, quien estudió la imagen de América en la España del siglo xvi. Blecua recuerda en la introducción, p. 21, el concepto de «lengua general» acuñado por Antonio Tovar (p. 21), señalando que solo pasaron al español voces amerindias pertenecientes a las lenguas generales indígenas; y al revés: solo estas lenguas generales recibieron los préstamos del español.